Capítulo 4


Kyotaro Imura dio un resoplido frustrado, las manos aun le temblaban y sentía su entrepierna palpitar, los colmillos normalmente retraídos que los Alfas solo muestran a la hora de marcar a su Omega amenazaban con mostrarse, síntomas descontrolados que dejo de sentir cuando se enlazo con...

―Al fin se ha dormido ―informo Daigo Nishijima acercándose a paso lento. Había notado demasiado alterado a Kyotaro y quería hablar con calma con él.

―Hay algo mal con ese chico ―dijo peinando sus cabellos negros desde la frente hasta la nuca. Mírame, estoy hecho un manojo de nervios y...

―Caliente, estas caliente Kyotaro, ¿Acaso el aroma de un niño te hace perder el control?

―No lo digas ni en broma ―gruñó Kyotaro. ―Yo nunca...

Daigo Nishijima rio suavemente mientras deslizaba sus brazos alrededor del cuello fuerte y musculoso de Imura.

―Se que nunca me traicionarías ni con el pensamiento ―afirmó plantando un beso en los labios del otro.

Una invitación que Kyotaro aceptó más que desesperado, necesitaba sentir a su Omega, desquitar ese desenfrenado deseo de hincar sus colmillos en su cuello para marcarlo. No estaban en el mejor lugar, ni podían permitirse prescindir de la ropa, tampoco hacer ruido, así que a pesar de la necesidad de uno y las ganas del otro tuvieron que conformase con atender la necesidad más apremiante.

Con delicada sensualidad Daigo deslizó la bata blanca y la camisa bajo sus hombros, lo suficiente para dejar al descubierto la parte en donde se encuentra la glándula Omega, la misma que en él llevaba grabada el patrón de la dentadura de su Alfa.

Daigo Nishijima contuvo su grito cuando sintió los colmillos de Kyotaro perforarle la piel con tan desesperante necesidad como la primera vez que compartieron celo. A través del lazo que los unía podía sentir el placer y el alivio tras la acción, además de un terrible remordimiento.

―Kyotaro ―llamó elevando su mano para acariciarle la cabeza con amor. ―No has hecho nada malo, te sientes así porque estuviste expuesto a las feromonas de un Omega en celo.

Y casi como si fuera por telepatía, porque la boca de Imura seguía pegada a su piel y sus colmillos hundidos en la carne, le escuchó pensar.

"Pero se supone que no debería afectarme, porque soy tuyo, y tu mío. ¿Hay algo mal en nuestro lazo?"

Nishijima rio ante eso, a pesar del semblante duro y casi austero que mostraba Imura, en la intimidad su lado más infantil tomaba el control.

―No hay nada malo, las feromonas de un Omega puro son cien veces más fuertes que las de un Omega de alto rango. De hecho, he de sentirme alagado, si nuestro lazo no fuera tan fuerte, hubieras reaccionado de manera agresiva ante Taichi.

Y como si sus palabras hubieran sido un suich, Imura retrajo los colmillos y lamió con dulzura la marca que acababa de dejar.

―He llamado a la madre de Tai para informarle de lo sucedido y que aun estamos en la escuela, parecía muy asustada, y supongo por la respuesta que dio, que el padre no sabe que Tai es Omega, y cuanto menos un Omega puro ―continúo hablando Nishijima dejando que su Alfa se apaciguara. ―Por suerte esto sucedió cuando la escuela estaba vacía. He roseado el pasillo por donde llegó Tai con inhibidor de aroma así que dudo que...

―Yamato estaba en el pasillo cuando arrastré a Tai hacía la escuela, en ese momento su aroma aun no era tan fuerte, e Ishida aún es demasiado joven para reaccionar correctamente o identificar el aroma a celo de un Omega, así que espero...

―¿Pero lo olio?

―No estoy del todo seguro.

―¿Qué casta es?

―Alfa sin duda, su aroma es fuerte a pesar de que aún no ha presentado su segundo género, aunque de que rango, no estoy muy seguro, pero apostaría que alto.

Nishijima jadeó asustado sujetándose con fuerza de su Alfa.

―Espero que esto no pase a más. Taichi es un gran alumno y no me gustaría tener que saber que fue vendido o...

―Tranquilo, todo va a estar bien. Tai ha tenido suerte y tú vas a ser de gran ayuda en cuanto a preguntas, que ya es más de lo que la mayoría de Omegas masculinos tiene en su vida.

Nishijima asintió con la cabeza, en eso tenía razón, cuando él descubrió su segundo género el mundo se derrumbó, pero la vida le deparaba algo maravilloso, pues sus padres no solo le demostraron amor al darle educación, en tratarlo con respeto, sino que al cumplir los diecisiete años encontró a su pareja, al Alfa que sería de ahí y por siempre su otra mitad.

.

.

.

Yamato entro al departamento azotando la puerta. Estaba fúrico y no entendía muy bien porque, sus manos en puño buscaban golpear, descargar todas las emociones que parecían explotar como fuegos artificiales dentro de su pecho.

Casi con bestial desesperación se arrancó la ropa y corrió al baño, abrió la llave y dejo que el agua fría le cayera sobre la piel.

―¿Qué me está pasando? ―dijo mientras su cuerpo mostraba un leve temblor.

Cerró la llave, y apenas fue lo suficientemente lúcido para cubrir su desnudez con una toalla, luego caminó hasta su recámara y comenzó a sacar toda la ropa del armario. Le cosquilleaban los dientes y sin darse cuenta se encontró mordiendo con agresividad una sudadera como si quisiera arrancarle un trozo.

Salió del cuarto dirigiéndose a la cocina mientras las aletas de su nariz se abrían y cerraban inhalando con hambre, buscando... buscando. El aceite de olivo le hizo arrugar la cara, el aroma del pan, y las pocas especies que pudo localizar le provocaban un desagrado casi asesino, hasta que sus dedos palparon el bote del fondo.

Yamato lo miró, detestaba el chocolate y si tenía ese producto en casa era debido a su hermano Tk, quien parecía no poder tomarse la leche a menos que llevara ese ingrediente.

Por un segundo pensó en regresarlo al estante y seguir buscando, pero sin saber el motivo se encontró abriéndolo y enterrando la cara todo lo humanamente posible dentro.

Su boca comenzó a salivar y Yamato soltó un gemido de terror cuando los caninos le crecieron. Fue hasta ese momento en que comprendió lo que le sucedía.

Era un Alfa, era un maldito Alfa y estaba sufriendo su primer celo.

Yamato no lograba comprender la razón, la mayoría de sus parientes más allegados eran Betas, y el único Alfa en su línea de sangre es su bisabuelo paterno, pero ¿qué posibilidades había de que él heredara dicha condición? Seguramente mínima, y sin embargo ahí estaba.

Su lengua bañada de abundante saliva se aventuró fuera de su boca con la única intención de llegar a probar el sabor de aquello cuyo aroma le estaba embotando los sentidos.

Había escuchado mucho sobre el celo, los maestros les contaron en su momento y de la forma más impersonal los síntomas y lo que se supone ocurre, empero, una cosa era saberlo y otra muy distinta vivirlo. Porque Matt siempre creyó que era imposible que tus sentidos, la parte más primitiva de ti te tomara por asalto impidiéndote sentir pudor, o mantener el mínimo control sobre tus acciones.

Pero era cierto, completamente cierto, pues no sintió el menor recato en vaciar por completo el polvo de chocolate sobre su persona, como si buscara cubrir su cuerpo con aquel aroma mientras con su mano derecha apretaba y bombeaba su pene a una velocidad vertiginosa. Además de que para su vergüenza posterior el bote que lo contenía anteriormente nunca abandonó su nariz.

En ese momento debía parecer un maldito adicto.

Ya mucho después, tal vez a media tarde del día siguiente cuando recobrara lucidez, porque es bien sabido que el celo de un Alfa es mucho más corto que los del Omega, miles de preguntas se lanzarían en busca de respuesta.

¿Por qué chocolate? Matt prácticamente odiaba el chocolate.

¿Por qué llegó tan de repente el celo? Que el recordara no tuvo síntomas previos.

¿Por qué su padre aun no llegaba?

Esta última pregunta le hizo llorar, estaba asustado y avergonzado de ver lo que había hecho, desnudo en medio de la cocina todo cubierto con chocolate, si hasta parece que en algún punto se puso a lamer todo lo que tuviera un poco impregnado.

¿En qué clase de bestia lo convertía ser un Alfa?

Siempre creyó que ser Alfa debía ser grandioso, estar en la cima de la pirámide de las castas, lo mejor de lo mejor, solían bromear sus compañeros de banda. Pero siendo uno, lo único que Yamato podría decir con seguridad es que se sentía terrible, no poderoso, no hábil, no superior, sino despreciable al comprender que todas las cualidades anteriores servían para someter a quien mejor le pareciera para saciar inmundos deseos.

―Yamato ―jadearon a su costado.

Matt se mordió los labios y sus ojos se aguaron.

―Papá ―murmuró, y por primera vez desde que sus padres se divorciaron hacía casi nueve años atrás, corrió a abrazarse de él en busca de protección y consuelo. ―Soy un Alfa, un monstruo...

Hiroaki se tensó ante el contacto, pero luego al escucharlo hablar el dolor de verlo y la necesidad de protegerlo fueron más fuertes, se quitó el saco para colocárselo a Matt sobre los hombros y así cubrir su lamentable desnudes. Sus ojos tan azules como los de su hijo barrieron la estancia y notaron el por demás notorio aroma del chocolate.

―Matt, vamos a hablar de esto, pero primero debes darte un baño ―indicó con suavidad. Pareció pensar que no era la respuesta que deseaba, pero al final aceptó.

Se tomó su tiempo intentando no pensar más, dejar su mente en blanco para poder disfrutar del agua caliente y relajarse un poco porque en ese momento le dolían partes del cuerpo que no sabía que podían doler.

―Matt, todo bien ―dijo su padre y Yamato consideró que había pasado demasiado tiempo ahí pues el agua ya estaba fría.

―Ya salgo.

La casa estaba limpia, y un plato con sopa fue puesto frente a él apenas apersonarse en la cocina.

―Debes estar agotado ―aseguro Hiroaki con las mejillas rojas. ―El abuelo decía que los celos eran muy desgastantes.

Yamato elevo una ceja, luego su estómago gruñó ante la vista del alimento. No se había dado cuenta antes del hambre que tenía.

―Supongo que tendrás preguntas, yo puedo contestar algunas, no por experiencia propia claro está, pero si con base a todo lo que me conto en primera persona tu abuelo, el llego a creer que sería un Alfa.

Matt no estaba del todo seguro si quería saber, pero su padre era la fuente más confiable de información hasta el momento y era mejor decirle sus dudas a él y no a un doctor que respondería mecánicamente.

―¿Es normal que me duelan ciertas partes? ―preguntó ruborizándose hasta las orejas.

―¿Dónde te duele? ―cuestión Hiroaki poniéndose de pie y casi tirando la silla por su movimiento tan brusco al llegar rápidamente detrás de Matt y comenzar a palpar su cuerpo. ―¿Es muy agudo el dolor?

Yamato no pudo aguantase la risa, su padre estaba tan asustado como él y eso en cierta medida lo consolaba.

―No, no es muy fuerte, es más como cuando haces demasiado ejercicio y quede el eco del cansancio. Aunque me cosquillean las encías.

Hiroaki se calmó lo suficiente para regresar a su asiento y meditar muy bien lo que iba a responder.

―Lo del dolor... el abuelo me advirtió que el primer celo siempre es el más potente, porque es como una bomba que explota, arrasa con todo. Así que supongo que se debe a eso... ―y por varios segundos sopesó lo que agregaría. ―Lo de las encías, eso si que me preocupa...

―¡¿Qué?! ¿por qué?

―No te asustes Matt, no es malo, es solo que esa sensación es... es la que tu abuelo me advirtió se siente cuando has encontrado a tu Omega. ―Y sus manos se agitaron frente a él como si buscara alejar la idea. ―No está comprobado, y no soy un Alfa para decir si es cierto o no, pero se supone que es un mito... eso de que los Alfa siente la necesidad de marcar a su pareja cada que... ―y Hiroaki volvió a sonrojarse, ―tienen sexo. Tu abuelo me aseguro que esa necesidad de morder, esa que hace a tus caninos crecer y segregar la hormona que formará El Lazo, solo se activa cuando tu cuerpo reconoce que el Omega junto a ti será tu pareja. La ciencia dice que los Alfa simplemente sienten esa necesidad de marcar en cada celo.

―Mi Omega ―murmuró Matt, luego como un mal recuerdo su necesidad por el aroma del chocolate le hizo hablar. ―Mi Omega huele a chocolate, por eso yo...

―Matt, es casi imposible que tu puedas en este momento captar aromas, tus sentidos acaban de despertar, es como si pensaras que un bebé puede correr apenas nacer, tiene piernas, eso seguro, pero va a tardar un rato en tomar fuerza y aprender a usarlas, es lo mismo con el Despertar. Te va llevar tiempo desarrollar y dominar todas aquellas cosas que hacen a un Alfa, Alfa. Como la voz. Dios detesto esa habilidad.

Matt rio bajito, hablar con su padre lo había relajado más que el baño y ahora se sentía más tranquilo, aunque no menos incomodo de que su padre lo hubiera encontrado en ese momento tan humillante.

―Lo del chocolate... ―continúo Hiroaki como si disertara sobre el origen del universo. ―Puede ser más un fetiche.

A Matt se le subieron todos los colores al rostro.

―No, Matt no me malinterpretes ―casi grito Hiroaki. ―No es... nada pervertido. Es decir... todos tenemos un ALGO, que nos hace, ammmm... como decirlo, disfrutar el sexo. Hay quien le gusta hacerlo con luz, sin luz, en la cama, en el... bueno ya me entendiste. Un ALGO que hace que lo disfrutes más, tal vez para ti es sentir un aroma dulce, y no precisamente el chocolate, lo cual indicaría que probablemente tu naturaleza te está diciendo que tu tipo de Omega tiene ese aroma.

Matt asintió con la cabeza porque eso ya sonaba más normal y coherente.

Y entonces otra gran pregunta se hizo presente.

―¿Papá, los Alfa pueden tener un aroma dulce?

Hiroaki se quedó por un momento en blanco preguntándose a que se debía esa pregunta, luego su cerebro pareció sumar dos más dos y una tragedia se presentó ante él. Matt estaba considerando la posibilidad de que un Alfa, UN ALFA, tuviera el atributo que por lo que había visto al llegar, le encendía más que la libido.

―Es muy raro, pero supongo que sí, el aroma va en relación al carácter, así que... no es que todos los Alfa sean unos ogros gruñones, mandones y de carácter déspota. Hay algunos muy amables y centrados.

Y viendo como su hijo asentía con la cabeza, pero parecía aún guardase algunas cosas, Hiroaki agregó.

―Pero Matt, por sobre todo, quiero que sepas que Omega, Beta, o Alfa, todos somos seres humanos, como decidas llevar tu vida, en lo que te convertirás de adulto y con quien estarás, lo decides tú y solo tú. Además de que siempre me tendrás apoyándote para todo y estoy seguro de que a tu madre y hermano también.

―Gracias papá. 

Continuara...

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