Capítulo 10
Taichi se plantó frente a la puerta del Doctor Joe Kido. Era una casa pequeña con un patio y jardín bien cuidados. Los cuatro escalones que lo separaban de la verja de entrada eran de un acabado blanco que contrastaba con los colores otoñales de las paredes y techo. Con una excelente ubicación, no más de diez minutos en auto al hospital. Sin duda una casa hecha para convertirse en hogar.
Tai incluso podía imaginarse a un par de niños jugando bajo la atenta mirada de sus padres.
―¿Tai? ―nombraron al abrirse la puerta.
Joe lo miraba desconcertado y bastante preocupado de la razón que pudo haber orillado a Taichi a llamar y acudir en su busca a esas horas de la noche. Su voz por teléfono había sonado cuanto menos afectada, y ahora que lo veía de frente podía decir que estaba pasando por un mal momento y eso lo estaba angustiando.
―Entra ―invitó, pues desde que corto la llamada hacia varios minutos había estado al pendiente de su llegada, y al ver como este se había detenido a mitad de su jardín como si estuviera repensando su proceder, obligo a Joe a intervenir.
Taichi entro a la casa y sonrió con anhelo, pues por dentro era como en esos programas de televisión, una sala con la chimenea encendida, el comedor para cuatro, la cocina bellamente adecuada para moverse con holgura y rapidez, escaleras alfombradas y el reproductor de música tocando una melodía suave y relajante. Simplemente perfecto. Y sin embargo.
―No... puedo ―murmuró Taichi al percibir como su corazón se apretaba, como si quisiera salir huyendo no solo de ahí, sino de su cuerpo en busca de aquel a quien había elegido amar.
―Tai ―nombró Joe asustado, nunca en todo lo que llevaba de conocerlo lo vio en ese estado de total incertidumbre. ―Si puedo hacer algo para... ―ofreció con las manos temblorosas extendidas en su dirección, en un gesto que esperaba demostrara que estaba dispuesto a poner todo cuanto tenía a su disposición.
―Joe ―cortó Taichi mirándolo a los ojos.
Iba a arriesgarse exponiéndose por primera vez como lo que era ante un tercero, no por accidente como sucedió con Kyotaro y Daigo, no por confianza como su madre y hermana, sino porque deseaba algo más del médico.
―Joe crees que... ―y negó con la cabeza, no, no quería darle vueltas, solo lo diría esperando no haberse equivocado al juzgarlo. ―Joe, soy un Omega.
A Joe se le fue algo más que el alma del cuerpo, porque si lo que estaba diciendo Taichi era remotamente cierto entonces él...
―Tai ―y las palabras se le atoraron en la garganta como un duro pedazo de pan.
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Yamato se paseaba por la sala de su casa como fiera enjaulada, el Alfa dentro de él se encontraba inquieto desde que salió de la casa de Taichi. Un presentimiento lo estaba carcomiendo por dentro y para este momento prácticamente la fiera en su interior rugía y aullaba como si estuviera a punto de morir.
Taichi Yagami era su pareja, su destinado, y si no lo había reclamado desde que volvieron a toparse en el Digi-Digi por sobre el mediocre Alfa que era Joe Kido, fue porque no quería terminar encajando en el estereotipo de Alfa todo poderoso que toma lo que desea sin importarle absolutamente nada ni nadie.
Yamato deseaba ser amado, que Taichi confiara y eligiera estar con él por su propia y libre voluntad. Pero contrario a ello, ¿Qué había logrado aparte de ser un acosador?
No estaba ni remotamente cerca de ser alguien cercano al interprete. ¿Eso en donde lo dejaba?
Y los pocos acercamientos que tuvieron fueron extraños.
Pero él era su destinado, y era su vida la que iba a echar a perder, su futuro desperdiciado por la necedad de Taichi.
Así que, con el coraje de verse despreciado, con la necesidad de forjarse un futuro mejor, de no dejar ir la oportunidad del amor real, salió de nuevo para ir al encuentro de Tai, sin embargo, nunca espero encontrárselo en las escaleras. Estuvo a punto de llamarlo, pero la mueca de angustiosa concentración en su rostro le impidió a Matt interponerse en su camino, a donde quiera que se estuviera dirigiendo parecía ser urgente.
Yamato en ese instante se sintió tan miserable y egoísta, porque él no considero por un solo instante que Taichi tuviera problemas por resolver, que tal vez su situación no era la ideal para un romance, o el posible hecho de que su vida estuviera envuelta en tumultuosos desastres, solo deseo obstinadamente ver el reconocimiento en los ojos de Tai. Y es que soñó tantas veces con el día en que se volvieran a ver y Tai corriera a sus brazos con la misma emoción en el pecho que en el suyo palpitaba. Que admitiera que debían estar juntos, que la vida y el destino debían enfrentarlos lado a lado. La mano que le brindaría apoyo no sería ninguna más que la suya.
En lugar de eso ahora lo veía correr con el rostro compungido y la mirada turbada.
¿A dónde se había escapado toda su llameante pasión, su desbordante determinación?
Ese que bajaba a toda velocidad las escaleras con manos temblorosas e intentaba hacer que un taxi se detuviera no era el Alfa del que se había enamorado.
Y era hora de admitir que no lo conocía, amaba a Taichi por lo que su fisonomía y una tonta leyenda decía, destinados. Pero en realidad ni siquiera sabía cuántos eran en su familia, sus hobbies, su comida favorita, o hasta como le gustaba el café por las mañanas.
¿Cómo podía decir amarlo si no sabía nada de él?
Y aun así...
Yamato lo siguió.
Condujo a una distancia prudencial, una que estuvo a punto de irse a la mierda cuando vio a Taichi siendo recibido en la puerta por Joe Kido.
Ahora la pregunta era, ¿Debía entrar y reclamar lo que era suyo ó como la vez pasada, simplemente hacerse a un lado?
Si entraba ahora lo más seguro es que una pelea se desataría, y sería más doloroso que Taichi se pusiera de parte de Joe.
Yamato apretó el volante entre sus manos, se mordió los labios hasta hacerlos sangrar mientras lloraba en silencio. En ese momento odiaba ser un Alfa. Si él fuera un...
―Omega ―susurró limpiándose con la manga de su camisa el llanto. ―Si yo fuera un Omega podría llevar su marca, nos perteneceríamos ―se lamentó, luego sonrió tristemente, porque de ser un Omega masculino quizás nunca hubiera podido llegar a conocer a Taichi. Lo habrían vendido, o cambiado por...
Negó con la cabeza, sus padres jamás harían nada como eso, no cuando a pesar de amar a un Alfa ellos demostraron solo amor y aprobación hacia él. Si Matt hubiera sido un Omega estaba seguro que no habría nada que le impidiera correr a Taichi y pedirle su marca. Un lazo entre ellos sería lo más hermoso de su existencia.
A pesar de todos los obstáculos Yamato no dudaría en poner su vida en las manos del Alfa que era Taichi, para que dispusiera el rumbo y dictara cada acción de su día a día. Tendría a sus cachorros y cuidaría con esmero cada embarazo aun cuando estuviera obligado a permanecer enclaustrado para evitar ataques. Él sería feliz estando con Tai, aun contra todo el dolor.
Y entre lamentaciones Yamato tuvo la suerte de levantar la cabeza para mirar como Taichi salía de la casa de Joe con paso rápido y semblante devastado. Sea lo que sea que había sucedido al parecer no era lo que Tai esperaba al haber acudido al otro Alfa.
Encendió el auto y volvió a seguirlo discretamente. Después de unos veinte minutos andando el paso de Tai se ralentizo hasta ser desgarbado. Se veía tan desolado, una estampa que se vio acentuada cuando la lluvia imprevista de primavera se dejó caer. Era una de esas que pasan rápido, tupida, pero de gotas delgadas, apenas una llovizna muy propia de esa estación del año, pero que a Yamato le pareció un reflejo del dolor de Taichi.
Por eso, a pesar de que su buen juicio le dictaba mantenerse por ahora al margen, su Alfa aullaba y gimoteaba por ir al lado de su pareja.
Matt estaciono el auto y descendió, buscó con la vista a Taichi, pero al parecer basto esos pocos segundos de distracción para perderlo. Elevo la nariz, si no podía verlo lo olfatearía. Sin embargo en plena vía pública, a pesar de la hora tardía era difícil captar su aroma.
Comenzó a andar en la misma dirección que Tai venía siguiendo, pero después de un par de minutos considero que tal vez dio vuelta en algún cruce o hasta subió al puente peatonal. Lo razonable sería volver a casa y esperar a que él regresara, pero su Alfa le decía que si hacia eso lo lamentaría.
Y siguiendo este último impulso continúo caminando solo para detenerse abruptamente cuando un hombre se estrelló contra el piso justo frente a él.
Yamato por impulso se acuclillo para ver si se había hecho daño, eso hasta que sus ojos se fijaron en aquel quien fue el causante de dicho incidente.
Taichi desde dentro de un discreto y oscuro callejón respiraba agitado mientras mal miraba a tres sujetos que deseaban someterlo.
Yamato no lo pensó, simplemente tomó por el cabello al que estaba incorporándose del suelo, sólo para estrellarle la cabeza contra la acera con tal fuerza que lo dejo inconsciente. A toda prisa y con la ira alimentada de tantas cosas acumuladas en su pecho, se lanzó contra el primero de aquellos tres para iniciar una pelea cuerpo a cuerpo.
Taichi por su parte hizo lo propio con los otros dos.
Puñetazos, patadas y hasta mordidas fueron la moneda de intercambio entre ellos, y que pronto hizo saber quien llevaba las de ganar. Porque estando los dos era imposible que perdieran esa pelea.
Se movían como si bailaran, se miraban de reojo coordinándose, adivinándose el pensamiento, hasta que el último de aquellos hombres estuvo fuera de combate y siendo arrastrado por sus compañeros mientras mascullaban algo que sonó a:
―Si eres un maldito Alfa, has el favor de no oler a Omega a menos que estés dispuesto a parar el rabo.
Y fue hasta ese momento en que Matt pudo percibir el aroma a ―Cho... co... la... te... ―que entre silabas intentaba inhalar con hambrienta desesperación.
Taichi retrocedió, estaba demasiado cansado, física y emocionalmente como para hacerle frente a un Alfa de alto rango como era Yamato. Sin embargo, contrario a lo que Taichi espero, Matt sólo lo tomo de la mano y tiró de él en dirección a su auto.
Lo hizo entrar y luego subió para conducir a casa. Durante el trayecto no dijo absolutamente nada y el único sonido que se podía escuchar además de las bocinas ocasionales de los autos que pasaban, el tráfico y las voces, apenas murmullos de los transeúntes, era el rechinido de los dientes de Matt.
Yamato estaba utilizando todo su autocontrol para llevarlo sano y salvo a casa.
Apenas llegar al edificio, Matt no espero a entrar al estacionamiento, se detuvo y casi gruñó cuando le pidió a Taichi que saliera del ahí.
Tai lo hizo tan rápido como pudo, subió las escaleras y se encerró en su departamento tratando de hacer memoria de porque habían terminado así las cosas. Y entonces recordó que tras la cena no ingirió su dosis de supresores, por obvias razones tampoco recordó colocar nuevamente la mascará de olor y mucho menos llevar consigo el inhibidor de aroma como normalmente hacía por cualquier emergencia.
Un error que pudo haberle costado mucho más que una violación.
La puerta siendo aporreada le hizo regresar al presente, uno en donde Yamato Ishida muy probablemente acababa de darse cuenta que era Omega, y que le había mentido descaradamente, o hasta si su suerte era muy mala, estaba actuando como los hombres del callejón y pensaba como todo Alfa que tenía el derecho a...
―Taichi, ábreme ―ordenó Matt, por suerte para Taichi sin usar LA VOZ. ―¡Con un Demonio! Ábreme de una puñetera vez ―exigió pateando la puerta con tal fuerza que la hizo temblar, a esté ritmo no necesitaría que le abriera, terminaría derribándola.
Taichi se cubrió los oídos, esto nunca debió pasar, él era un Alfa, y un Alfa no podía estar tiritando ante la posibilidad de que Matt lograra entrar.
Y quizás Yamato también considero la forma en que estaba actuando, porque lo siguiente que escucho fue un leve lamento.
―Taichi... ―nombro Matt con voz amable. ―Por favor. Ábreme. Yo... necesito estar a tu lado.
Al escuchar aquella suplica Taichi se estremeció, algo había cambiado, y para ser sincero su Omega le exigía que obedeciera, no porque Matt estuviera forzándolo, sino por el tinte de dolida tristeza y necesidad que imprimió a su solicitud y que ningún Alfa debería utilizar, y que a sus oídos fue real.
―Te lo suplico... por piedad... Taichi...
Y ese último lamento fue lo que hizo a Tai casi arrastrarse hasta la puerta y destrabarla solo para encontrarse con una escena lamentable. Del otro lado, recargado contra la pared hecho ovillo Matt se abrazaba así mismo.
―Tu aroma esta por todas partes y yo...
Y Tai tuvo escasos segundos para darse cuenta que lo poco que quedaba de su máscara de olor se desvaneció con la llovizna, y después su propio aroma se vio intensificado debido al asalto de emociones de la que fue presa. En pocas palabras en este momento estaba por completo al descubierto. No de manera que el edificio completo pudiera olfatearlo, pero lo suficiente para que un Alfa como Matt lo percibiera claramente.
―Yo... quiero... ―dijo Matt extendiendo los brazos, como un niño que con la mirada llorosa pide ser cargado por su madre. Sus extremidades temblorosas parecían añorar su calor. ―No voy a hacerte daño, yo... solo...
Y cuando las yemas de sus manos tocaron la aterciopelada piel del rostro de Taichi pudo al fin percibir su aroma. Cerezas y vainilla, un olor demasiado dulce para un Alfa, pero una delicia que Tai hacía mucho se había negado con toda su fuerza a identificar.
Anteriormente debido a que su cabeza estaba más ocupada con cada detalle a controlar, actitud, modo de hablar, hasta la manera de pararse era una estudiada indirecta para que el mundo viera en él a un Alfa; los entrenamientos asesinos de Kyotaro; las maratónicas sesiones de estudio de Daigo, que cuando quería podían ser más estricto que él Alfa; la medicación, pero por sobre todo, los Celos. Todo eso hizo que bloqueara hasta lo indecible sus sentidos, porque era más fácil conducirse cuando negaba todos los aromas a su alrededor, en especial la de los Alfa. Y esa costumbre sumada a la casi seguridad de que el Alfa frente a él usaba también supresores, era la razón por la cual hasta ese momento no había podido percibir por completo a Matt.
Y Yamato fue consiente del descubrimiento de Taichi cuando sus miradas se encontraron, las pupilas dilatadas y la aceleración en su respiración fueron signos inequívocos de que al fin Taichi lo sabía.
―Alfa ―ronroneó Taichi por primera vez en su vida, sintiendo como la parte baja de su cuerpo despertaba, vigorizada mandaba señales de necesidad, punzando como una invitación a actividades más placenteras, mientras sus fosas nasales se esmeraban por percibir el olor. ―Mi Alfa... ―y esas palabras de propiedad no tuvieron la desagradable connotación que pensó se aplicarían.
Yamato asintió con la cabeza, mientras una solitaria lágrima bajaba de sus ojos azules y sus manos terminaban por afirmar su lugar a cada lado del rostro de Tai.
―Mi... ―y se quedó ahí la frase, Yamato había creído toda su vida que lo que tenía delante era un Alfa, que ahora, al saber que se trataba de un Omega no encajaba en su cabeza con la descripción general que le hicieron creer. Taichi no era débil, frágil, ni con necesidad de ser protegido, nunca mostró servilismo o sumisión. Taichi había nacido para ser un líder, para mirar de frente a cualquiera y demostrar su valía. Taichi era simplemente voluntad y valor.
Pero al sentir como dócilmente se acercaba hasta juntar sus frentes para poder mirarse directamente, Matt supo al fin lo que completaría esa frase.
―Mi Taichi ―gruñó bajito, sonriendo ante la aprobación que Taichi le dio a través de una rendición silenciosa de su abrazo.
Varios minutos después, cuando lograron calmarse entraron al departamento de Taichi, ambos con demasiadas cosas en la cabeza como para querer mirarse a los ojos, así que preferían pasearlos por las muy interesantes paredes para contar grietas o buscar arañas, pero sabiendo que al final deberían enfrentarse y hablar. Ahí parados justo en la entrada debían ser un cuadro lamentable.
―Gracias por ayudarme... yo... ―dijo Taichi en un intento de amenizar el ambiente, sus dedos rascaban sus cutículas disimuladamente por los nervios.
―Supongo que al fin pude pagarte la deuda.
―¿Deuda? ―preguntó Taichi desconcertado.
―La primera vez que nos vimos, tú me ayudaste, ¿recuerdas?... claro que después me dejaste votado sin dejarme explicar.
Taichi se sonrojo hasta las orejas al recordar. En ese entonces era un niño que pensaba que el mundo era blanco y negro, eras un hombre honorable o un canalla. Ese mismo recuerdo lo hizo reír, había aprendido que la vida tenía tantos matices que era imposible sólo condenar a alguien sin saber lo que lo llevaba a tomar decisiones.
―Dime si me estoy propasando, pero puedo preguntar, ¿por qué fuiste a ver a Joe? ―y esa era la única cosa que deseaba saber en ese momento, pues cuestionar el porque oculto su casta sería hasta insultante sabiendo lo que la sociedad pensaba de los Omegas masculinos.
Taichi casi dio un respingo en su lugar, tragó saliva con dificultad y su mirada se apagó al recordar lo que había sucedido.
Cuando Taichi le confesó a Joe que era un Omega, este se puso completamente blanco, luego busco donde sentarse, y entre tartamudeo y tartamudeo le explico que él estaba preparado para sostener una relación con otro Alfa, pero un Omega. Y en ese punto pareció olvidar como respirar.
Con el terror ganando terreno en su rostro tuvo que admitir que un Omega masculino sería cuando menos una traba enorme para que consiguiera o conservara su empleo. Lo peor de todo fue cuando se atrevió a decir.
―Te amo, pero debo pensar bien si... ―y Taichi no le dejó terminar.
El amor real no venía condicionado, se entrega, se da con la loca idea de que todo va a estar bien si puedes estar al lado de quien te ama. Y se avergonzó de sí mismo, se lamento de su idea de pedirle a Joe una relación cuando él mismo no estaba seguro de llegar a amar al médico como se merecía.
Y para que mentir, sabía de sobra que un Omega masculino siempre sería un lastre para cualquiera. Para muestras ahí estaba Kyotaro Imura, al principio Taichi se creyó todo aquello que le dijo sobre dejar su trabajo para formar una familia con Daigo, con el tiempo y la confianza ganada se enteró que no fue del todo así. Kyotaro al ser uno de los mejores hombres en servicio se le dio la opción de dejar a Daigo para tomar otra pareja, cualquiera que no fuera un omega masculino, una que desecho de inmediato. Kyotaro fue pasando de trabajo en trabajo debido a eso. Porque Daigo era un Omega.
Pero se amaban de verdad y Kyotaro jamás pensó en apartarse de él.
La vida con una pareja real, con un amor real valía la pena.
―¿Que estoy haciendo? ―se preguntó Tai al reconocer en su acción desesperada su miserable cobardía.
Y estaba en eso cuando los cuatro tipos tiraron de él hacia el callejón pensando que se trataba de un Beta con una máscara de olor, es decir un prostituto.
Matt escuchó todo lo anterior conteniendo la enorme ira dentro de sí, el desprecio de Joe fue una afrenta que sintió como propia, cómo se atrevía ese Alfa de bajo rango a negar ser el Alfa de su precioso Omega, Taichi era perfecto. Aunque pensándolo bien fue mejor así.
Respiró profundo y luego lo dejo ir en un suspiro antes de tentativamente deshacer el espacio entre ellos, su mano se extendió hasta rozar sus dedos con los de Taichi. Una caricia superficial que funcionaba tanto como un modo de demostrar apoyo, como para pedir permiso de un toque más profundo.
Taichi afirmó el agarre entrelazando sus manos, y dejo ir todo lo que cargaba en un aliento cansado. Como el viajero que al fin llega a su destino después de una agotadora odisea.
―Nunca debí haber ido ―fue la conclusión a la que fácilmente llegó Tai.
Yamato ante el beneplácito concedido al fin hizo lo que por tanto tiempo estuvo deseando, encerró entre sus brazos a Taichi Yagami. Lo abrazo con fuerza, con deseo y amor. Con todo aquello que su corazón guardo por años mientras su Alfa al fin parecía sentirse completo y complacido. La descripción correcta sería, en paz.
Taichi después de unos segundos correspondió el gesto aferrándose a él. Este final no era como lo había esperado. Cada libro que leyó sobre El Lazo, más específicamente sobre el Lazo de los Destinados, hablaba de una desenfrenada y brutal entrega animal, de cómo Alfa y Omega entraban sin poder evitarlo en Celo, buscando acoplarse sexualmente para concluir con la Mordida, la Marca en el cuello del Omega.
Lejos de eso Yamato se conformó con acariciar los cabellos castaños de Tai, y de manera nerviosa depositar un casto beso sobre sus labios mientras le juraba que de ahí en adelante siempre estarían el uno para él otro.
Y fueron precisamente esas palabras las que hicieron a Tai creer al fin que Matt era el Alfa correcto. Porque no había insinuado nada sobre protegerlo, sobre ser quien tomara el mando en la relación, él dijo, que estarían el uno para él otro, es decir Matt consideraba que él podía darle el mismo apoyo, que dependería de él, que eran iguales.
―Gracias ―murmuró Taichi llorando de felicidad.
Y mientras cada letra de esa palabra era dicha una fina estela se formó entre ambos, El Lazo, aquel que la mayoría pensaba sólo podía surgir después de la Mordida, ahora los unía a ellos. Era apenas un leve destello, un sentimiento de sus almas al darse la mano y aferrarse una a la otra, un hueco que se llenó por completo en sus corazones. Su Lazo, no había necesitado nada más que el reconocimiento mutuo.
Continuara...
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