Capítulo 1


Taichi miró el gran, enorme portón de la que sería su nueva escuela. Hacia apenas una semana que fue transferido y no estaba del todo seguro de cómo debía presentarse.

Como todo Alfa quizás convenía mostrar dominio sobre los demás, aunque por experiencia sabía que esa estrategia no siempre daba resultado. Pero... intentar pasar desapercibido sería aún más desastroso.

Se suponía que Odaiba era uno de los destinos turísticos más prósperos, que los trabajos abundaban y las oportunidades para progresar eran infinitas. O al menos con esa promesa fue que su familia se mudó a un edificio departamental.

Habían dejado atrás las abarrotadas calles de Tokio y a sus abuelos maternos con la esperanza de encontrar una mejor vida. Así que se sentía en la obligación de dar lo mejor para que la transición fuera lo menos pesada. Su pequeña hermana también estaba esforzándose.

Con un suspiro hondo apretó el asa de la mochila y entro a paso seguro.

La escuela contaba con tres pisos, en la planta baja se encontraban distribuidos los cubículos y área común de los profesores, así como la dirección, los lockers de los estudiantes, la cafetería y los laboratorios.

Mirandola así de cerca, no era muy diferente a su otra escuela, estaba pintada de un suave color crema, con ventanas amplias que daban vista a las canchas de entrenamiento y la cafetería; de hecho, tenía un aura amigable que esperaba estar percibiendo correctamente.

Iba a extrañar a sus amigos, sin embargo su padre había dejado en claro que la mudanza había sido completamente necesaria para su pequeña familia.

―Ammmm... ¿estas perdido? ―preguntó a su espalda una voz agradable.

Taichi dio media vuelta para encontrarse con un par de ojos negros y un montón de cabello pelirrojo. El niño un año tal vez menor que él, llevaba entre sus manos varios libros.

―No del todo ―respondió Yagami con una amable sonrisa. ―Mi nombre es Taichi, me acabo de mudar y se supone que hoy es mi primer día. Se que la oficina del director se encuentra en esta planta, pero...

―Estas en el camino correcto ―se apresuró a decir el pelirrojo. ―Cuando llegues al final veras una puerta de vidrio, ahí está la secretaria y al fondo la oficina que buscas.

―Gracias...

―Izumi, Koushiro Izumi. Estoy en quinto grado, y espero que podamos ser buenos amigos.

―Eso dalo por hecho, por cierto, curso el sexto grado ―respondió Tai retomando su camino mientras elevaba su mano en forma de despedida. ―Supongo que te veré a la hora del almuerzo.

―Quizás y suerte...

Las cosas estaban marchando bien y hasta tenía un amigo, quizás demasiado bien y por experiencia cuando eso pasaba era porque....

―Desembucha Ishida ―escucho decir Tai no muy lejos de donde él estaba. ―Fuiste tu quien llamo al profesor Haruna para que defendiera al despojo de Kido. ¿Verdad?

Un gemido doloroso fue lo siguiente que Tai alcanzó a oír y que hizo parar en seco su andar.

―Te vamos a enseñar a no ser tan metiche ―volvió a hablar la misma voz, pero esta vez acompañada por varias risas.

Fue en este punto en que Taichi decidió intervenir. Si fuera una pelea de uno contra uno, ni siquiera lo hubiera considerado, pero Ishida estaba en desventaja, y por lo poco de la conversación, este había salvado a un tal Kido. Así que de sobra merecía ayuda.

Siguiendo las voces se fue desviando de su ruta inicial para llegar al cubo de la escalera, una que daba al sótano y donde seguramente se hallaban las bodegas del material de limpieza.

―¡Hey! ―exclamo Taichi haciéndose notar mientras lanzaba a un lado su mochila, luego su vista recayó sobre Ishida.

Tenían al chico sujeto entre tres, mientras un cuarto lo golpeaba con total saña a la altura del pecho y abdomen. Taichi apretó los dientes, ese tipo de injusticias eran las que le hacían detestar a la sociedad.

―¿Quién demonios eres tú? ―preguntó el que golpeaba y que por su aroma, porque Taichi hacía mucho que podía percibirlos pues los sentidos de un rango alto, sea Alfa u Omega, era por mucho más desarrollados, inmediatamente le reconoció como Alfa, uno de bajo rango, pero Alfa a final de cuentas.

Podía decir por la edad, unos doce o trece años, que quizás este neandertal acababa de descubrir su segundo género hace apenas un par de semanas, pero como todo buen estúpido que sigue a ciegas la pirámide de castas, pues se moría por demostrar su supremacía.

Los otros tres también despedían un aroma intenso, aunque no definido, lo que quería decir que pronto se mostraría su segundo género. Y obviamente seguían a ese monigote con la esperanza de ser igualmente Alfas.

―Lárgate antes de que decida golpearte a ti también ―amenazó con toda la intención de continuar en donde fue interrumpido.

―A ver si entendí ―dijo Tai haciéndose el inocente mientras disimuladamente acortaba la distancia entre ellos. ― ¿Tú quieres que me vaya y deje a este pobre chico? ―dramatizo Tai que se detuvo solo cuando estuvo frente al líder. ―Creo que no me conoces ―concluyó con una sonrisa fanfarrona justo antes de asestar un buen derechazo contra su cara.

Los otros tres no perdieron tiempo, soltaron a Ishida con toda la intención de moler a golpes a Tai, sin embargo, no llegaron ni a dar dos pasos cuando el puño de Ishida mando al suelo a uno, dejando al fin una pelea más pareja.

Uno contra uno, no fue un gran reto. Al menos no para Taichi quien apretó los dientes y dejo a sus puños cobrar vida propia. Sus pies veloces y brazos ligeros pronto conectaron un eficaz puñetazo en la mandíbula que mando a dormir a su oponente, su abuelo solía llamar a ese golpe nocaut.

Estaba feliz y satisfecho. Por ahora las cosas eran más o menos fáciles, porque se enfrentaba en su mayoría a chicos de su edad que aún no sabían su casta, o a quienes comenzaban a descubrirla, por lo tanto, convivían en relativa igualdad.

En otra circunstancia, si el estúpido Alfa en el suelo hubiera sido uno con mayor experiencia o control de sus habilidades, el perdedor indudablemente habría sido él. Los Alfas estaban por una razón en la cúspide de la pirámide. Fuerza, resistencia y agilidad solo eran unas de las tantas capacidades que como casta suprema demostraban.

También eran necios, arrogantes y vanidosos, además de estúpidos.

La mayoría de los Alfas tienen el pene grande y el cerebro pequeño, eso es lo que su abuela solía decirle. Después agregaba. Si quieres ganarle a un Alfa, entonces nunca lo enfrentes en su terreno, eres muy listo nieto, y confió en que pronto comprenderás mis palabras.

Su abuelo quien en su juventud fue boxeador, lo había entrenado con dureza, siempre exigiendo más de él, tal y como si fuera un Alfa. Además de preparar unas capsulitas especiales, unas que su madre le hacía ingerir religiosamente apenas abrir los ojos cada mañana.

Capsulas que hasta hace poco supo eran preparadas de las hojas de una planta antiquísima que anulaban el aroma corporal. Sus ancestros la llegaron a utilizar en tiempos de guerra para ocultar su presencia. Y Taichi, quien estaba librando su propio conflicto bélico, la utilizaba para entrar en territorio enemigo, un infiltrado.

Sus abuelos maternos nunca se lo dijeron directamente, pero Taichi estaba seguro de que ellos sabían su secreto. Y a pesar de eso nunca lo trataron como lo que era, un omega que solo sirve para tener cachorros. Un fenómeno al que exhibir.

Ellos lo hicieron sentir valioso, enseñándole y dándole armas para enfrentarse al mundo.

―Gracias ―dijo Ishida intentando recobrar el aliento. Tenía el labio roto y su mano derecha en ningún momento dejo de presionar su abdomen. Seguramente le había caído una buena paliza antes de que él apareciera.

―Necesitas ir a la enfermería ―opinó Tai intentando sujetar del brazo al chico para tirar de él.

―Está bien, ya hiciste suficiente. Puedo ir solo ―renegó Ishida inclinándose dolorosamente a recoger su mochila.

Taichi elevo las cejas, luego ladeo la boca y puso los ojos en blanco.

―Con esa actitud seguramente tu segundo género será Alfa ―se burló. ―Pero hasta el Alfa más poderoso necesita de vez en cuando que le echen una mano.

Ishida resoplo antes de permitirle a Tai pasar la mano por su cintura en busca de ayudarle a andar.

A cada paso Ishida soltaba quejidos, pero Tai no comento nada, se limitaba a mirar al frente, una tarea difícil considerando que Ishida era rubio de ojos azules, y en Japón este tipo de características no abundaban. Así que sentía una natural curiosidad por observarlo, se encontró sin darse cuenta divagando sobre sus padres, ¿quizás Ishida era extranjero? Pero su apellido era definitivamente japonés, tal vez se nacionalizaron, conjeturó.

―De verdad, gracias por lo de hace rato ―comentó Ishida sin mirarle tal vez demasiado concentrado en intentar ignorar el dolor. ―No estoy muy seguro de como hubieran terminado para mí las cosas si no te apareces. Normalmente me defiendo muy bien solo, pero hoy... me tomó desprevenido.

―Bueno, la integridad de un amigo siempre es importante, y estoy seguro de que... ―e hizo memoria intentando recordar el otro nombre que escuchó nombrar. ―Kido-san sabrá valorar tu esfuerzo.

―Joe Kido no es mi amigo ―casi escupió Matt, como si el sólo nombre le dejara un horrendo sabor de boca.

―Pero... entonces...

―Mira, nuevo ―espetó Matt con irritación. ―Y no puedes negarlo, eres nuevo o de lo contrario sabrías que Joe Kido es el hazme reír del séptimo grado. Él no tiene amigos porque es patético, se asusta de todo, en deportes es siempre el último porque su resistencia es mediocre y para rematar creo que sufre de asma. No puede hablar en público sin vomitar, y su gusto para la ropa es... ―y Matt gruñó sin saber cómo calificar este último punto. ―Por Dios, se supone que es un Alfa. ―Resopló una vez más. ―El viernes pasado cuando me enteré de que Yukimura y su grupo lo estaban esperando para golpearlo, me compadecí de él. Es decir, el chico es una basura andante, pero eso no significa que sea correcto patearlo. Por eso di el chivatazo. De haber sabido que esto iba a resultar así, nunca, nunca hubiera...

Y en este punto Taichi sin pensarlo dos veces soltó de manera brusca a Ishida, prácticamente lo lanzo al otro extremo del pasillo como si fuera alguna clase de suciedad pestilente. Estaba molesto, creyó que Ishida era una buena persona, no altruista o humanitario, simplemente un buen amigo y... ¡rayos! De haber sabido como pensaba los hubiera dejado golpearlo.

―Oye, ¿pero qué demonios te pasa? ―pregunto Matt sin encontrar la razón de su comportamiento.

―Nada, no pasa nada ―espetó Tai con el ceño fruncido, y sin agregar nada más simplemente se fue dejándolo ahí tirado a medio pasillo. Si tenía fuerzas para hablar mal de las personas, las tendría también para llegar a la enfermería por su cuenta.

Continuara...

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