Magia
Alec estaba desesperado. Habían pasado cuatro días y Magnus seguía sin aparecer.
La primera noche fue la más difícil. Catarina no pudo quedarse porque tenía que levantarse temprano para trabajar; razón por la cual no cumplió su promesa de volver al día siguiente.
Jace e Izzy se quedaron a dormir en la sala con él, por mucho que insistiera no necesitarlo.
Así que, estando con sus hermanos, se sentía solo. Porque sabía que ellos estaban bien, a salvo. Pero no sabía nada de Magnus; y eso lo estaba consumiendo.
Todo el día trataba de encontrarlo, rastreando con los objetos que pensaba más cercanos a Magnus.
—¿Alec?
Jace se había tomado la libertad de aparecer en el departamento en cualquier momento. Más que por su ego, por Alec, porque sabía que necesitaba a alguien apoyándolo.
—¿Estás bien? Es decir, sé que no, pero... Estás peor— Alec casi maldijo a su propia runa Parabatai por no mantener sus sentimientos en secreto.
—Lo siento, es que... ya son cuatro días... ¿Por qué se iría así? ¿Y a dónde?
Un gato entró a la cocina como si fuera su casa y comió del plato de Presidente Miau. Desde que Magnus había desaparecido, los gatos no paraban de llegar; al principio fueron dos o tres, que venían a jugar con Presidente, pero en ese momento había ocho gatos en la sala, y Alec no tenía el valor o razón para sacarlos. Cuando Magnus y Presidente duraban mucho tiempo separados, el gatito se ponía triste; y con los demás felinos ahí, se veía alegre. Alec incluso podría jurar que ya tenía dos mejores amigos, y uno de ellos se quedaba a dormir siempre; a diferencia de los demás, que iban y venían.
—Seguro se puso pedo y trae resaca, yo realmente estoy considerando que se fue a montar delfines.
—¿Por qué todos se lo toman a la ligera? Si tan sólo... ¡Por el Ángel!
—¡¿Qué?!— Jace parecía haber sido tomando por sorpresa por el repentino grito de Alec.
—¡Lo sentí!— dijo emocionado, con las manos alrededor de una camisa azul de Magnus. Jace podría no saber mucho sobre ropa, pero estaba seguro de que esa tela no debía estrujarse así; aunque claro, Alec no tenía ningún tipo de delicadeza con las ropas— ¡Oh, carajo, encontré a Magnus!
—¿Y dónde está?
—¡No lo sé!— Alec volvió a verse angustiado— Mierda, el rastro se perdió, ni siquiera pude buscar la localización ¡pero no está lejos!
—¿Quieres ayuda?— Jace acercó sus manos a las de Alec y a la camisa de Magnus para rastrearlo.
—Oh, sí, por favor. Si podemos verlo juntos podremos reunir más detalles.
Jace sonrió. Hacía días que no veía a su Parabatai sonreír de esa manera. Así que, con esperanza, lo rasteraron.
Pero no vieron nada.
Lo intentaron una vez más.
Y se sentía cada vez más lejos.
Alec empezó a temblar.
—No puedo sentirlo... Ni un poco.
♪
—¿Estás seguro, Alec? Podría...
—Sí, lo estoy. No pude verlo, pero juro por el Ángel que lo sentí. Estaba tan cerca...
—Si lo encontraste aunque sea por un momento, significa que su ubicación es localizable. ¿Podrías traerme algo para buscarlo? El rastreo de brujo es más fuerte— Alec corrió hacia la habitación de Magnus, y escuchó a Catarina gritar—. ¡Lo más cercano a él que encuentres!
Alec se paró en medio del cuarto ¿Algo muy cercano?
Algo en su cabeza hizo click.
♪
—¿De verdad crees que podamos encontrarlo?— preguntó Jace.
—No lo sé. Alec no es el único desesperado ¿Sabes? Magnus es mi mejor amigo, y él... Él nunca había hecho esto. Hace siglos que lo conozco, así que...
—¿Y sobre el tipo de bloqueo?— habló Izzy— ¿Alguna idea de lo que podría ser?
—Hay muchos tipos, descifrar éste sería casi imposible. Yo... No quiero darle falsas esperanzas a Alec, pero si de verdad podemos encontrarlo, hay que tratar...
—¡Lo tengo!— Alec apareció ante ellos con una cajita entre sus manos. Era tan pequeña, que Jace alzó una ceja en señal de duda.
—¿Una cajita? Oh, sí; también tengo una muy cercana a mí.
—Cállate, es lo único que tenemos para recuperar a mi novio.
—Además— intervino Catarina—, no es la caja ¿Qué es lo que tiene dentro, Alexander?
Alec se mostró inseguro.
—Prometí guardar el secreto. Dudé en traerla, pero no se me ocurrió nada más. ¿Podrías... rastrear sin abrirla? Por favor...
—Claro.
Catarina la tomó entre sus delgadas manos azules y tembló por un momento.
—Oh, mierda. Esta caja tiene tantos sentimientos que casi resulta pesada. Trajiste el objeto correcto, Alexander. Prometo no abrirla, puedo sentir lo importante que es.
La magia blanca pronto rodeó el pequeño cubo de madera antigua. La bruja cerró los ojos, apretando los párpados en concentración. De pronto, el candelabro tembló, seguido por el piso y el retumbar de los vasos que estaban en la mesa. Catarina soltó la caja casi con miedo, y Alec la atrapó en el aire.
El suelo dejó de temblar y el silencio inundó la habitación.
—¿Qué pasó?
—No sé qué demonios tiene esa caja, pero... Oh, mierda...
Catarina miró a Alec a los ojos.
—El hechizo de bloqueo que Magnus está usando es realmente fuerte. No quiere que lo encontremos. Hice mucha presión sobre la caja cuando él puso resistencia y... Esa cosa es tan cercana a Magnus que creo que lo lastimé. Lo siento, no volveré a tocarla.
Alec miró al piso para que no vieran sus ojos cristalizados.
—¿Entonces no lo podemos buscar?— exigió Jace, y Catarina negó con la cabeza.
—No si él no quiere— miró al pequeño Alec que se estaba rompiendo frente a ella, y que resistía las lágrimas con la caja en su mano—. Alec... De verdad lo siento... Yo...
—Eso que hiciste— interrumpió con un susurro roto— ¿Le dolió?
Catarina no tuvo el valor para mentir.
—Es... Es muy probable.
Sin decir nada más, Alec se fue a la habitación y cerró la puerta.
Los demás, después de oír sin querer un par de sollozos, se fueron de ahí.
♪
Alec despertó con unos maullidos a su alrededor y unas pequeñas patitas caminando por su estómago. Había cuatro gatos en su cama, incluido Presidente Miau. Se preguntó cómo se las habían ingeniado para abrir la puerta.
—Hola, pequeños ¿Tienen hambre?
Cuando se levantó, se dio cuenta de que traía la misma ropa que el día anterior, incluso los zapatos. Debió quedarse dormido mientras lloraba.
—¿Qué diría Magnus si me viera así?— Se lamentó mientras se dirigía a la cocina.
En el camino se encontró con otros cinco gatos. Unos durmiendo en los sillones y otros caminando y jugando por todo el apartamento.
Había leído en alguna parte que los gatos y los perros podían sentir cuando un humano estaba triste o enfermo, y que siempre trataban de apoyar. No lo creyó hasta que se sentó en el suelo después de servir la comida para los gatitos, y vio que la ignoraban para acercarse a él, y ronronearon a su alrededor. Uno, incluso, se subió a su torso y lamió su cara, maullando dulcemente en coro con el resto de gatitos.
Alec se soltó a llorar.
—Gracias pequeñines. Es que yo... realmente extraño a Magnus...
Acarició a Presidente, quien ronroneaba a su lado, y trató de sonreír.
♪
HOLAAAA :D
Hacía mil años que no actualizaba esto y lo siento :(
Pero me puse las pilas n.n
Y así es: "Alexander ¿Me cuentas un cuento?", sigue en curso n.n
Trataré de recuperar mis proyectos abandonados :)
Los amo n.n
—Willow🌠
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