01. Pastel
La familia Schmidt se acaba de mudar al vecindario.
Después de cinco largos años, la casa junto a Carla Roberts, ama de casa y vecina de los ahora recién llegados, fue comprada. Ella estaba más emocionada que incluso los mismos integrantes de la familia Schmidt.
—Oh, veo tres adolescentes, un chico y dos chicas.
—Carla, aléjate de la ventana.
—¡Gato! Una de las chicas tiene un gato en brazos —exclamó la mujer con emoción. Su esposo le dio vuelta a la página del periódico que leía.
—Carla, cierra la cortina —continuó el hombre sin alzar la mirada y con un tono aburrido.
—Theo, ¿cómo puedes estar tan tranquilo? Tenemos nuevos vecinos, después de cinco años al fin alguien compró la casa junto a nosotros. Me dijeron que fue el señor Finnlay de la calle de atrás quien se las vendió.
Theodore Roberts bajó el periódico y observó a su esposa.
—Es un agente de bienes raíces, es su trabajo vender casas, cielo.
—Pues los anteriores no hicieron un buen trabajo, en cinco años no pudieron venderla. ¡Esto es emocionante!
La mujer estaba en una esquina de la ventana mirando por un pequeño espacio abierto de la cortina color salmón.
—Si sigues así los espantarás antes de que siquiera desempaquen —subió el periódico y pasó la página queriendo darle fin a la conversación.
—Enviaré a Will con un pastel de bienvenida en la noche.
Cuando a Carla Roberts se le metía algo en la cabeza ni su esposo podía detenerla.
—Deja a Will fuera de esto, nuestro hijo no tiene por qué darle la bienvenida a nadie, Carla.
—Will hace lo que yo le diga, me lo debe.
—¿Te lo debe?
—Pues sí, ¿Quién lo cargó nueve meses en su barriga? —cuestionó la mujer llevando ambas manos a sus caderas y caminando hasta el sofá donde se encontraba su esposo.
—Tú, pero tampoco es como si hubiese existido otra opción, Carla.
—¡Theo! —Tomó el periódico que su esposo leía y lo arrojó por los aires cayendo detrás de ella.
—Y... supongo que leeré el aumento de la gasolina en otro momento —suspiró negando y quitándose los anteojos—. Ya que no es tan importante —agregó sarcástico.
—¿No te emociona tener vecinos nuevos después de tanto tiempo?
—Si te digo que sí... ¿Dejarás el tema a un lado?
—No.
—Por supuesto que no —murmuró el hombre, se puso de pie y se inclinó para dejar un beso en la frente de su esposa.
Salió de la sala y Carla Roberts se apresuró a abrir nuevamente la cortina para mirar a sus vecinos.
❁❁❁
Taylor Schmidt estaba recostado de manera aburrida en uno de los camiones de mudanza.
—¿Quieres? —Alexis, la gemela menor, le ofreció una manzana y Taylor la aceptó con una sonrisa.
—Me duelen los brazos —se quejó el chico antes de darle una mordida a la manzana.
—A mí igual.
—¿No salía más fácil pagarle a alguien para que nos ayudara descargar los camiones?
Alexis negó con gracia y prefirió no responder.
Eran tres hermanos, sus padres no iban a contratar a nadie cuando los tenían a ellos para hacer todo.
—¿Podrían hacer algo útil? —gruñó Rain, la gemela mayor, al salir de la casa y ver a sus dos hermanos muy tranquilos recostados del camión—. ¿Acaso piensan quedarse allí toda la mañana? ¡Son tres camiones de mudanza!
Alexis rodó los ojos al ver a su gemela caminar hasta ellos con cara de pocos amigos. Taylor alzó los hombros despreocupado y dio otra mordida a su manzana.
—Y dos camiones más vienen en camino, no estamos ni cerca de terminar, así que relájate, Rainy Day —dijo Alexis burlonamente.
Rain rodó los ojos, nunca le ha gustado ese apodo.
—Deberíamos decirle a la señora que nos espía en la ventana que nos ayude —comentó Taylor señalando con gracia detrás de Rain—. ¿Soy el único que la ha notado? —Taylor subió su mano libre y saludó a Carla sin quitar la sonrisa burlona, pero esta rápidamente cerró la cortina.
—No podía faltar —Rain se cruzó de brazos—. En todos los vecindarios hay una vecina en particular que hace de cámara de seguridad.
—Veinte dólares a que en la noche nos trae un pastel de bienvenida —le dijo Alexis a Taylor y este le extendió su mano.
—Hecho —aceptó el chico.
—¡Por un demonio! mejor muevan sus traseros y terminen de llevar las cosas.
Rain pasó de sus hermanos y tomó otra de las cajas para seguir en lo suyo.
—Ni porque nos mudamos al otro lado del país dejas de ser una amargada, Rain.
Bromeó su hermana y pudo oír como Taylor se reía.
—Ja ja, ¡son tan graciosos deberían tener su propio acto en un circo, par de payasos! —gritó Rain desde la entrada.
—Auch —Taylor se llevó una mano al pecho.
—Ya sabes lo que dicen de las gemelas —Alexis subió los hombros fingiendo pesar—. Una se queda con el buen genio, lindo carácter y excelente gusto por las chicas y la otra... es solo un ogro gruñón que se cree superior solo por nacer diez minutos antes.
—¿Qué? Nadie dice eso —Taylor se burló.
—Yo soy alguien, y lo acabo de decir —subió las cejas de arriba a abajo.
Taylor negó, su hermana era imposible. Mordió la manzana y mientras masticaba observó de nuevo a su vecina espiando por la ventana.
—Vamos, Taylor, debemos seguir bajando cajas —Alexis se giró para entrar a la casa con una caja en manos—. Ya sabes lo que dicen: el que demora bajando las cajas, tiene que bañar a Einstein.
—¡Nadie dice eso! —Taylor subió las manos exasperado—. No voy a bañar al gato.
La última vez que bañó al gato fue porque perdió contra sus hermanas en un videojuego y terminó en el hospital lleno de vendas.
Einstein odiaba los baños.
❁❁❁
El reloj marcaba las 7:30 pm cuando Will Roberts entró a su casa luego de pasar todo el día fuera.
Era un estudiante de bachillerato y también un miembro del equipo de baloncesto donde ejercía el rol de capitán. Tener prácticas luego de clases usualmente le hacía llegar de noche.
—¡Ya estoy en casa! —anunció Will al entrar.
De inmediato se percató del olor a chocolate por toda la estancia.
—¡Ven a la cocina, hijo!
—Oh no —se quejó arrojando su maleta y las llaves al sofá.
Un pastel casero hecho por su madre sólo podía significar dos cosas: que alguien murió o que su madre hizo algo malo.
La última vez que Carla Roberts hizo un pastel Will duró tres semanas en un campamento de tejido porque la organizadora era una de las mejores amigas de Carla y no tenía suficientes estudiantes, así que inscribió a su hijo de dieciséis años, en ese entonces, al evento.
—Muchacho —Theo puso una mano en el hombro de su hijo en cuanto este entró en la cocina—. Si sabes lo que te conviene, huye... Te doy permiso para que duermas en casa de Logan esta noche.
Will tragó saliva y giró para salir corriendo, su madre fue más rápida y lo atrapó cuando estaba en la puerta principal.
—William Qiang-Su Roberts, no huyas ¡me debes un favor!
—¡Mamá! —se quejó—. Ya hemos discutido esto miles de veces, que me hayas cargado nueve meses en tu barriga no es un favor ¡Es la ley natural!
Carla comenzó a rogarle por el favor en chino, cosa que le pareció graciosa a Theodore ya que de los tres era el único que no hablaba el idioma, estar casado con una mujer asiática no había hecho que el hombre aprendiera una palabra. Observó cómo su esposa abrazaba la espalda de su hijo para que este no girara el picaporte de la entrada principal.
Will intentaba no lastimar a su madre en el proceso de moverse.
—¡Mamá!
—Solo es un favor, mi cielo.
—La última vez que te hice un favor terminé en un campamento de tejer, ¡con señoras de la tercera edad!
—Oh vamos, te divertiste mucho.
—Sí, porque todas se dormían a las seis de la tarde y el día de tortura terminaba —sonrió—. Además me regalaban sus postres en el almuerzo porque casi todas sufrían de azúcar y no podían comerlos.
—¿Ves? No fue tan malo.
—Esto no es sobre mi excesiva cantidad de dulces recibidos, no te haré un favor.
Carla dejó de abrazar a su hijo y este aprovechó rápidamente para abrir la puerta.
—¡Espera! negociemos —lo señaló y Theodore se cruzó de brazos desde su lugar viendo todo con extrema gracia—. Se mudó una familia. ¿Qué quieres a cambio de llevar el pastel a los nuevos vecinos?
Will miró a su padre y luego a su madre.
—¿Esto es una broma? Mamá, tus pies funcionan perfectamente bien, puedes ir hasta la casa de al lado y darles el pastel tú misma.
—¿Por qué? Tengo un hijo que puede hacerlo por mí —Will abrió la boca ofendido—. Además, necesito que seas tú y así me dices si son demasiado extraños cómo para no acercarme o poco extraños nivel sociable para entablar una amistad.
—Ajá —Will puso una mano en el hombro derecho de su madre y la observó—. ¿Los espiaste todo el día desde la ventana?
—¿Qué? Claro que no.
—Claro que sí —dijo Theodore.
—Bueno, quizás sólo un poco.
—Un poco mucho —Theodore subió las manos y Carla lo miró mal.
—Mamá, eres una mujer muy extraña —Will negó—. Si los observaste todo el día ya debes saber lo que necesitas.
—No es lo mismo —Carla tomó las manos de su hijo y lo miró—. Necesito que vayas en persona y me digas que tal, así tal vez mañana yo misma me presente junto a tu padre.
—Yo no quiero. ¿Por qué me incluyes? —se quejó Theodore.
—Porque eres mi esposo y me amas.
Will se echó a reír y su padre bufó.
—¿Entonces qué dices, Will? ¿Les llevarás el pastel?
—Bien —accedió rodando los ojos—, pero quiero un nuevo balón de baloncesto, el que tengo ya está muy viejo y llevo semanas pidiéndo uno nuevo.
—Está bien, es un trato —Carla le extendió la mano y Will la estrechó—. Ve a ducharte, no irás así, hay dos chicas nuevas.
Lo señaló y se giró para volver a la cocina. Will cerró la puerta principal de un solo aventón y observó a su padre. Físicamente no se parecían mucho ya que Will había heredado toda la genética asiática de su madre, pero en la altura había salido a su padre.
—Es un dolor de cabeza.
—Lo sé, pero es nuestro dolor de cabeza y la amamos —Theodore sonrió y sus ojos mostraron las arrugas pertenecientes a su edad.
—Demasiado —Will asintió—. Bueno, iré a quitarme esta ropa del entrenamiento y me daré una ducha, bajo en unos minutos.
❁❁❁
En la casa Schmidt los tres hijos estaban agotados. Había sido un día bastante ocupado y ahora estaban los tres tumbados en el suelo de la sala de estar mirando el candelabro con cansancio.
Su madre preparaba la cena y su padre acomodaba comida en el refrigerador.
Cuando el timbre sonó Alexis fue la primera en sentarse de manera rápida.
—¿Acaso eso que huelo son mis veinte dólares? —le dio un zape a su hermano menor en la frente.
—No cantes victoria —Taylor se incorporó y la empujó con la mano—. No sabemos si es la vecina espía.
—¿En serio apostaron a que esa señora entrometida vendría a traer un pastel? —preguntó Rain con aburrimiento y no se levantó de su lugar. Simplemente reposó sus manos en su estómago y siguió observando el candelabro.
El timbre sonó otra vez.
—¡¿Nadie piensa abrir la puerta?! —preguntó su padre desde la cocina.
—¡Ya vamos! —respondió Taylor mientras se ponía de pie.
Le extendió la mano a su Alexis y la ayudó a levantarse.
—¿Rain? —Alexis miró a su gemela esperando a que se pusiera de pie, pero ella cerró los ojos—. Rainy Day, si es un pastel no te dejaremos nada.
—No me importa —Rain subió los hombros y sus hermanos se giraron para ir a abrir la puerta principal.
Cuando Taylor la abrió y vio al chico parado bajo el umbral con un pastel en la mano sonrió victorioso.
—Gané —señaló a su hermana—. Me debes veinte dólares.
Will los miró confundido.
—No tan rápido —Alexis puso una mano en el pecho de su hermano y miró al chico frente a ellos—. Hola, ¿en qué podemos ayudarte?
—Mi madre les envía este pastel como una especie de bienvenida al vecindario y...
—¡Gané! —Alexis señaló a Taylor.
—¡¿QUÉ?! Claro que no, tu dijiste que la vecina vendría y este claramente no es la vecina.
—Pero es el hijo, así que es lo mismo.
—¿Qué está ocurriendo? —preguntó Will con una media sonrisa—. Si mi madre hizo algo en mi ausencia les pido disculpas, normalmente papá no puede controlarla.
—No, tu madre no hizo nada —dijo Alexis con una sonrisa y Will ladeó la cabeza encantado por la belleza de la chica frente a sus ojos.
Su cabello lleno de rizos definidos junto a su piel morena y una sonrisa hermosa le tomaron por sorpresa apenas la vio, aunque intentó disimularlo.
—Pero lo que sí hizo fue un oloroso pastel de chocolate que espero tenga nueces —Taylor señaló el dulce y Will se lo entregó rápidamente—. Gracias, amigo.
—Soy William Roberts, pero pueden decirme Will, y bueno... Soy el vecino de al lado —señaló la casa de la derecha y luego se rascó la nuca—, pero creo que eso ya lo mencioné y ahora solo estoy diciendo cosas repetidas.
—Mi nombre es Taylor Schmidt y ella es mi hermana Alexis —se presentó el chico señalando con la cabeza a su hermana.
A Will le pareció curioso que fueran hermanos porque no se parecían en absoluto, Taylor era de tez blanca y cabello castaño liso.
—Alexis... Ese es un... Un bonito nombre —Will balbuceó y la chica sonrió.
Le pareció adorable verlo nervioso, pero también le pareció una lástima que desde ya le tuviera que dejar en claro que sus gustos no lo incluyen a él o a ningún otro chico.
Alexis Schmidt prefería a las chicas, siempre las ha preferido.
—Sí, adorable nombre —Taylor interrumpió—. ¡Gracias por el pastel! ¿Mañana te gustaría hacer algo después de clases? Sería genial recorrer el lugar y estar lejos de mis hermanas y este montón de cajas por un día.
—¡Oye! Ni creas que te irás con el chico lindo y nos dejarás arreglando todo solas —Alexis golpeó su hombro.
—¿Lindo? —Will tragó duro y se llevó el dedo índice al cuello de su camiseta en un gesto nervioso.
—Si. Eres lindo, no hay nada malo en halagar la belleza de un hombre, estamos en pleno siglo XXI las mujeres también podemos piropear.
Taylor negó.
—Antes de que esto se ponga más incómodo, llevaré a mi hermana la piropeadora adentro y comeré este pastel en el suelo de la sala luego de la cena. Gusto en conocerte, Will.
Taylor se giró con el pastel en manos y Alexis se dio la vuelta para cerrar la puerta.
—Hasta mañana, Will, dile a tu mamá que me hizo ganar 20 dólares y que gracias por el pastel.
—¡No ganaste nada! —le gritó Taylor desde lejos.
Will siguió sin entender aquello, pero sonrió cuando Alexis se despidió moviendo su mano y cerró la puerta.
Rain estaba parada en medio de la sala y cuando sus hermanos entraron esperó a que hablaran.
—Tenemos un vecino, se ve agradable y parece nuestra edad —dijo Alexis.
Las gemelas tenían diecisiete años y Alexis no se equivocó, Will también tenía diecisiete. Eso dejaba a Taylor como el menor del clan al tener catorce años.
—La vecina espía nos hizo este pastel de bienvenida y no te voy a dar —prosiguió a decir Taylor.
Rain subió los hombros despreocupada y llegó hasta su hermano. Pasó el dedo índice sobre el glaseado y lo dejó en la mejilla del chico al pasar de largo para ir a la cocina mientras su gemela empezaba a reír.
2023: Nueva versión, ahora con menos errores de ortografía, más detalles profundos de los personajes, capítulos con escenas extendidas e incluso uno nuevo, pero manteniéndose fiel a la narrativa publicada en 2020.
Había querido hacer esto desde hace mucho tiempo y finalmente balanceando el trabajo y mi tiempo libre pude hacerlo.
Si eres nuevx ¡Gracias por estar aquí!
Si eres del clan de la primera versión ¡Bienvenidx de nuevo! esta te gustará mucho más, lo prometo.
-Cute.
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