Alejandra Sullivan.

Casos del síndrome de estocolmo hay muchos, pero este en particular va más allá, de todo lo visto anteriormente.

El síndrome de estocolmo es un término utilizado para describir una experiencia psicológica, paradójica en la cual se desarrolla un vínculo afectivo entre los rehenes y sus captores.

El comienzo de todo.

Alejandra Sullivan, era una chica de muchos vicios a escondidas de sus padres, principalmente abusaba de las drogas, el cigarrillo y el alcohol.

Según su historia, que no era para nada normal, esta joven de 18 años, muy hermosa, le encantaba ir a fiestas privadas con sus amigos de la universidad, donde acostumbraban hundirse en el alcohol y el sexo desenfrenado.

Hasta que un sábado por la noche, Alejandra, como era de costumbre, se encontraba relajada en una fiesta, dentro de la casa de una muy querida amiga, lo que ella no sabía, era que muy cerca se encontraba un hombre que cambiaría esa alegre noche por tragedia y dolor.

Alejandra disfrutaba de dicha reunión, consumió de todo lo que una chica alocada por la adrenalina y el placer extremo, podía consumir en una sola noche.

Durante la misma, llega un hombre desconocido por todos, que no se relacionaba con ninguno de los invitados y mucho menos con la dueña de la casa.

Este extraño intruso no dejaba de mirar a alejandra, hasta que uno de sus amigos se percata de la presencia de este ser y decide acercarse a preguntarle;

—¿Quién eres y quién te invitó?

El extraño hombre, levanta su mirada hacia los ojos del chico y con un gesto inexpresivo se da media vuelta. Se dirige a la salida y justo antes de salir, se queda mirando fijamente a Alejandra. Esta se intimida y suspira sorprendida por la mirada penetrante de este hombre.

Las 3 am.

Cerca de las tres de la mañana, la policía llega al lugar del jolgorio, está es llamada por los vecinos de la zona, debido al ruido ocasionado por la música en alto volumen. Los oficiales policiales, deciden terminar la reunión y todos los asistentes comienzan a retirarse.

Alejandra se despide de su querida amiga y esta le dice;

—¡No te vayas! Ya es muy tarde, mañana a primera hora, justo al amanecer, te podrás ir a tu casa.

Alejandra como la típica adolescente que es, decide ignorar las advertencias de su amiga y se retira del lugar.

Camino a casa.

A pesar de estar bajo los efectos de la droga y el alcohol. Alejandra mientras camina va tumbos de un lado a otro de la calle, debido al efecto alucinógeno, de lo que había consumido durante toda la noche.

De pronto se escucharon unos pasos, ella se detiene y pregunta;

—¿Quién está allí?

Presa de los nervios, mira de lado a lado y no observa nada.

Se calma un poco y se escucha un silencio sepulcral por las veredas oscuras, de una noche fría y aterradora. En ese instante, alguien se abalanza sobre ella, la toman de los brazos, intenta gritar y le tapan la boca. El agresor, le da un fuerte golpe en la cabeza con un garrote.

La chica queda inconsciente en manos de este extraño individuo, pasados unos minutos, Alejandra despierta con mucho dolor en el cráneo, luego de varias horas, poco a poco, va cobrando el conocimiento y mira a su alrededor. Ella se impresiona con lo que observa, era una habitación oscura llena de herramientas de tortura.

Intenta gritar y no puede porque tenía cinta adhesiva en su boca. Llora de impotencia por qué está bien amarrada a una cama de metal, casi sin poder moverse.

Es entonces que después de unos interminables minutos, escucha unos pasos, se da cuenta que desde de las sombras, sale un hombre vestido de negro y con un látigo de cuero en su mano derecha.

Esta lo reconoce, se asusta y sus ojos parecían salirse de sus órbitas al darse cuenta, que era el extraño, no invitado de la fiesta.

El individuo sin decir ni una palabra, levanta el látigo y la golpea con toda su fuerza.

Lo que ella no sabía era que apenas estaba comenzando su tormento.

Siete días después.

Alejandra fue golpeada fuertemente, ultrajada, torturada y violada por siete días continuos.

Sin comer ni beber nada.

Cuentan los vecinos que su rostro era irreconocible por las heridas, los hematomas y también su órgano sexual quedó muy maltratado, producto de las repetidas violaciones.

Al séptimo día su agresor decide soltarla y ella casi no podía caminar, estaba sorprendida, más no entendía, por qué este loco decide dejarla ir.

Alejandra inexplicablemente comienza a llorar, el hombre se enfurece, la toma por el cuello la levanta y le grita:

—¿Por qué lloras? ¡Vete de aquí, perra!

Ella sin fuerzas le responde entre lágrimas:

—¡No quiero irme! ¡Me gusto, todo lo que me hiciste! Siento que te quiero más de lo que podría imaginar. ¡Déjame quedarme, por favor! No tengo a dónde ir y nadie me había tomado en cuenta nunca en mi vida.

Fin.

Notas del autor;

Este hecho de locura, es algo que no podemos comprender, que va más allá de nuestras mentes concientes.

El ser humano es algo totalmente sorprendente e impredecible en cuanto a sus emociones se refiere.

El síndrome de estocolmo es una realidad y pasa día a día en nuestros alrededores.

¿Serás tú, alguien que sufre de este mal y no lo sabes?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top