Capítulo 37
Cuidado con lo que deseas, idiota
ERIKA
Ayer justo después de llegar de mi cita con Scott tuve una larga charla con mi madre sobre la inclusión no prevista de un pasajero más a nuestro viaje, que acabó finalizando con un sonoro "sí".
Desperté por la mañana, el ajetreo de mi familia organizando el viaje a Italia se escuchaba demasiado. Me miré al espejo y vi mi sonrisa imperturbable, me sentía enamorada, feliz, la vida por fin empezaba a ser como un sueño. En mi ventana había un ramo de lilas, junto con una nota, era de Scott, tenía escrito el siguiente mensaje:
"Mientras estabas durmiendo no podía dejar de pensar que algo faltaba en tu ventana, por cierto, has conseguido que deje de mirar las estrellas".
Al contemplar su nota mi sonrisa se amplió aún más, ahora mismo me iría con él al fin del mundo. Mi móvil vibró en mi bolsillo, eran mensajes de Maya.
>> ¿Hacemos algo? Sé que estás ahí. Pelirroja no me ignores.
Nada más leerlos respondí:
>> Me voy de viaje Maya —le iba a echar de menos.
No tardó ni cinco segundos en responder.
>> ¿A dónde? Qué suerte—añadió.
>> Me voy a Italia un mes.
La palabra "mes" creo que no le hizo mucha gracia.
>> ¿Un mes? ¿Un mes sin verte? Italia es impresionante, podías haberme llevado contigo —sus comentarios me hacían gracia.
>> No podía, ya va un invitado inesperado —no pude guardar el secreto.
>> ¿Un chico? —¿cómo lo supo?
>> Sí, un amigo.
>> ¿Un amigo especial? —siguió insistiendo.
>> Algo así—respondí nerviosa.
>> Tía, tenías que habérselo contado a tu mejor amiga.
Su comentario me dejó un poco confundida.
>> ¿Mejor amiga?
>> Sí, soy tu mejor amiga, no tienes muchas opciones, ya sabes lo cabezota que puedo llegar a ser.
>> Cabezota no es la palabra que yo utilizaría.
>> Me quieres pelirroja, no puedes vivir sin mí, tranquila yo guardo tu secreto.
>> Vuelve pronto, ¿vale? —dijo Maya de corazón.
>> Te voy a echar de menos, " loca corta camisetas"—me reí recordándolo.
>> Y yo "sosa demasiado formal" —en el fondo la quería mucho, gracias a ella sabía lo que se sentía al tener amigas.
Terminé mi conversación, comí con mi familia, me sentía extraña, tal vez se debiera al hecho de que no había recibido ningún mensaje de Ares, mi cabeza no dejaba de pensar que le faltaba ese mensaje que volvía a mi mente del revés.
Terminada la comida, nos dispusimos a salir en dirección al aeropuerto, pero Scott estaba esperando con su moto en mi puerta.
—¿Necesitas que te lleven? —dijo desde lejos mi apuesto novio, sonaba tan bien en mi mente.
—Iba a ir en coche—miré a mi madre de reojo buscando su aprobación.
Mi madre me guiñó un ojo y Scott dijo:
—Me han dicho que las motos son más seguras.
Me monté en su moto, al mirar mi casco volví a recordar al idiota, hasta estando con Scott pensaba en él.
>> En el fondo quieres que él te mande mensajes<<
—Cállate—me ordené a mí misma.
Debí de haber pasado un rato pensando en aquello, porque cuando me di cuenta estaba en el aeropuerto en moto y Scott me estaba diciendo:
—Disculpa, ya me callo, a veces hablo demasiado —al parecer se me habían escapado en voz alta aquellas palabras y el pobre se había sentido el responsable de que dijera eso.
Instantáneamente mis mejillas se pusieron rojas de vergüenza.
—No era a ti, perdona, mi cabeza estaba en otro sitio —me disculpé como pude.
—Deja de pensar psicóloga, vamos a relajarnos en Italia—cogió mi mano derecha, que estaba agarrada a su cintura.
Al sentir su mano, noté calidez, era como si el fuego recorriera mis venas.
—Esperemos que no llueva, sino las turbulencias me van a dar el viaje —puse cara de agobio.
—¿Tienes miedo? —preguntó él sonriendo.
—¿Por qué sonríes? —solté confusa.
—Es la excusa perfecta para no separarme de tu mano en todo el vuelo —esa frase me mató.
Sonreí nerviosa, y recogí un mechón de mi cabello.
—No necesitas ninguna excusa, te doy la mano todas las veces que quieras.
Él se calló un segundo, y entonces dijo:
—Ya lo sé, pero además de tu consentimiento quiero tener una excusa, lo quiero tener todo, así cogernos de la mano no es una opción, es una necesidad—me sonrió con esa blanca y perfecta sonrisa.
En ese mismo instante perdí la noción del tiempo y del espacio, y sin saber ni cómo ni cuándo, llegamos al aeropuerto, pero yo no desperté hasta que estábamos sentados en el avión con la mano de Scott cogiendo la mía. Cuando recuperé el norte, se me ocurrió la pregunta perfecta:
—¿Por qué lilas? —recordé las flores en mi ventana.
—¿Disculpa? —dijo Scott quitándose los cascos de las orejas.
—¿Que por qué has escogido las lilas?
—Sabía que te iba a sorprender, son las flores de la poseía, la pelirroja más bonita tenía que tener flores únicas, las rosas ya están muy vistas —dijo sonriendo.
Iba a responder, pero en vez de con palabras, decidí darle un beso en los labios, cortando su conversación, lo que lo dejó confuso.
—¿Y ese beso? —comentó aún aturdido.
—Si seguías hablando me iba a tener que ir en ambulancia—afirmé haciendo como que me tomaba el pulso.
—¿Y con un beso lo arreglas? —su cara lo decía todo.
—Ehh no, creo que me va a dar algo, pero me moría de ganas por hacerlo—sonreí.
Estaba tan feliz, que, a pesar de la lluvia y las fuertes turbulencias, sonreía todo el rato, porque sabía que pasara lo que me pasara, siempre iba a tener su mano agarrando la mía. Todo iba genial, Scott estaba durmiendo y yo mirando por la ventana del avión las nubes. Entonces mi móvil vibró, era un mensaje de "el chico que quiero olvidar, pero no puedo", había decidido no mencionar su nombre.
>> Tu casa estaba vacía —no entendía nada.
>> ¿No me habías dicho que no te hablara? —utilicé sus mismas palabras para devolvérsela.
>> ¿Y si te digo que te tires de un puente lo haces?
>> Muy gracioso, veo que tu idiotez sigue ahí —no sabía si reírme o bloquearle.
>> Sí, sigo siendo el mismo idiota de siempre.
>> El pésimo idiota—dije cabreada.
>> No—se limitó a decir.
>> ¿Cómo qué no? —dije confundida no sé si porque le estaba contestando o porque me estaba hablando.
>> No soy "el pésimo idiota", soy "el perfecto idiota", siempre seré "tu perfecto idiota". ¿Ya no te acuerdas? —me corrigió.
>> Cierto, pero perdiste ese derecho, te rendiste, ¿o es que eres tú el que no se acuerda? —dije apretando las teclas táctiles de mi móvil con furia.
>> Yo no dije que me hubiera rendido—añadió a los cinco minutos.
>> Eres un cobarde "chico al que ya no voy a llamar por su nombre".
Pasaron otros diez minutos antes de que volviera a contestar.
>> ¿Estás en tu casa? Eso no me lo dices a la cara.
Yo, con la conversación ganada, me limité a contestar y a apagar el móvil.
>> Estoy de viaje, me he ido un mes. Ya estoy lejos de ti, ¿no era lo que querías? Deseo cumplido, si ahora te lamentas, es un poco tarde, cuidado con lo que deseas, idiota.
El resto del vuelo fue muy incómodo, ni la mano de Scott podía salvarme de las acciones destructivas del chico sin nombre.
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