Capítulo 35

Huracán Erika

ERIKA

Tras la graduación llamé a Scott al móvil y a los 30 minutos estaba en mi instituto. Me acerqué a la moto con mi casco nuevo en una mochilita y cuando estaba cerca de él, lo saqué y me lo puse, algo que para Scott no pasó desapercibido.

—¿Y ese casco? —preguntó extrañado.

—Es un regalo de un amigo que también tiene moto.

—Recuérdame cuando volvamos que te de mi casco para que tires esa cursilada a la basura—comentó entre risas.

—A mí me gusta, es un casco con personalidad—repetí inconscientemente las palabras de Ares.

—¿Con personalidad? —preguntó sorprendido, él no podía entenderlo.

—Sí—sonreí como una idiota recordando las tonterías de Ares—. Es especial para mí—terminé diciendo.

—Bueno si a ti te gusta no me importa—se resignó.

—¿Hoy es nuestra primera cita oficial? —pregunté con las mejillas sonrojadas.

—Hoy es la primera de muchas—añadió mientras me montaba en su moto.

Scott tenía una moto muy típica, no era tan bonita como la de Ares, porque carecía de su personalidad, no había nada en su moto que dijera que era suya, sin embargo, en la del otro idiota la personalidad se veía hasta en los faros de la moto, que estaban rotos por mi culpa.

—¿Scott por qué tu Harley no tiene nada de ti? —pregunté por curiosidad.

Él se puso cómodo, apretó el acelerador con fuerza y cuando estábamos yendo a una velocidad increíblemente rápida, dijo:

—Yo tengo mucha personalidad, por eso mi moto no la necesita.

—¿Y tenía que ser de color negro?

—Es que sino no es una Harley—comentó.

—Ahh—solté sin haber entendido nada.

—¿Preparada para la aventura? —me cambió de tema Scott.

—Claro—le sonreí.

—Espero que te gusten las emociones fuertes, porque lo que vamos a hacer te va a dejar sin respiración.

Y entonces mientras yo navegaba perdida en mi imaginación, él soltó:

—Vamos a tirarnos en paracaídas.

Y yo al escuchar su comentario, sentí como si me tiraran un jarrón de agua fría, estaba tan decepcionada que casi me tiro de la moto, aunque creo que era más por el miedo de tener que tirarme de un avión a más de cinco mil metros de altura.

Llegamos al lugar, era un viejo andén del ejército, había aviones antiguos por todos lados, las piernas me temblaban de sólo pensar en la locura que estaba a punto de cometer.

Estaba tan nerviosa, que él lo notó, y entrelazó su mano con la mía, haciendo que ya me diera igual si saltábamos de un avión o de un rascacielos siempre que fuera a su lado.

Nos dieron una clase antes de saltar, se notaba que eran paracaidistas entrenados, sabían a la perfección para qué servía cada palanca del chaleco. Yo tardé más que Scott en aprender, me llevé como media hora más para conseguir aprender cómo funcionaba cada cosa.

Cuando los dos estábamos listos nos subimos al avión. A mí, aún me temblaban las piernas, aunque estaba un poco más segura. En el momento en el que estábamos arriba, la puerta se abrió, y al ver la altura que había, que los edificios parecían hormigas, una sensación de impresión invadió mi cuerpo, como un escalofrío en mi espina dorsal, tan grande fue el susto, que me agarré al picaporte de la puerta, me negaba a saltar. Me negaba, pero olvidé todos mis miedos cuando Wolf se acercó y me susurró al oído:

—He venido aquí porque tengo que decirte algo psicóloga. Pero no lo voy a hacer hasta que no estemos en el aire.

De la curiosidad que tenía, no sólo me solté del picaporte, sino que agarré la mano de Scott.

—Entonces no sé a qué estamos esperando.

1, 2, 3, tomé aire y saltamos, llevábamos a los paracaidistas cerca por si teníamos algún problema, y fue en aquel momento en que le miré, cuando él empezó a gritarme:

—¡FIRENZE!

—¡DIME! —grité sintiendo la adrenalina recorrer todo mi cuerpo.

—¡SIENTES ESA SENSACIÓN! ¡ESE HORMIGUEO QUE VA DESDE LAS PUNTAS DE TUS DEDOS HASTA CADA FIBRA DE TU CUERPO!

—¡SIII! —grité sonriente.

—¡ASÍ ME HACES SENTIR TÚ A CADA SEGUNDO! —al escuchar sus palabras me sonrojé como un tomate.

—¡ESTOY ENAMORADO DE TI PSICÓLOGA! ¡Y CON ÉSTE DISCURSO HAGO MI PREGUNTA! ¡LA QUE QUISE HACERTE DESDE EL DÍA QUE TE EMPECÉ A CONOCER! ¿QUIERES SER MI NOVIA? —no pude responder.

De repente nos dimos cuenta de que la altura se había reducido, y abrimos nuestros paracaídas. Fuimos descendiendo lentamente, mirándonos a los ojos desde la distancia, como si nos diera igual que bajo nuestros pies hubiera un mundo, que encima de cada pelo de nuestra cabeza hubiera un infinito.

Al llegar abajo, cada uno cayó en un lado distinto, pero con sólo una mirada mi corazón podía encontrarlo en la lejanía. lo visualicé a lo lejos, pude contemplar como lentamente se acercaba, caminaba nervioso hacia mí. Se paró en frente de mí, el viento acarició su cabello negro suavemente.

—¿Has escuchado lo que te he dicho?

—Lo que me has gritado, querrás decir —me reí.

—Sí —qué mono estaba con el pelo desordenado por el viento.

—No, había mucha presión de aire allí arriba, ¿te importaría repetirme la pregunta? —le mentí.

—Te la repetiré, ¿quieres ser mi novia? —allí estaban otra vez, las palabras que nunca me había imaginado que pronunciaría, estaba tan feliz que no podía parar de sonreír.

Scott se impacientaba.

—Erika, tengo muchas ganas de hacer una cosa, pero si no respondes no voy a poder hacerlo.

—Sí.

—¿Sí qué? —se hizo el tonto.

—Que sí quiero ser tu novia, poeta.

—Bien entonces ya puedo hacer esto.

Cogió con sus manos mis mejillas sonrojadas, se acercó lentamente y me besó, luego puso una mano en mí nuca y siguió con el intenso vaivén, un beso y otro y otro. Un baile de lenguas acariciándose al unísono.

Luego me soltó cogió mi mano y me dijo:

—Eres como un huracán—se rio débilmente.

—¿Como un huracán? —me quedé sorprendida de su comparación.

—Sí, porque no sólo me has robado el corazón, has dejado a mi alma sin palabras.

Con esa frase me derretí, no sentía los huesos de mi cuerpo, era muy feliz, hasta que me acordé de lo que me había dicho mi madre esta mañana, que nos iríamos a visitar a mis abuelos de Italia mañana.

Ya no me parecía tan genial, yo quería estar con él. De vuelta a casa en la moto se lo conté.

—Mañana me voy a Italia.

—¿Cuánto tiempo? — me miró disgustado.

—Un mes —puse la mirada triste.

—Me voy contigo —sólo imaginarme a nosotros dos solos por Venecia, la ciudad del amor italiana, me hizo sonreír.

—Vente mañana, coge tu moto y preséntate en el aeropuerto. Yo se lo cuento todo a mi madre —dije con convicción.

—Allí estaré—dijo mientras me daba un beso y me acompañaba a la puerta de mi casa.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top