Capítulo 27
ERIKA
Eran las seis y media cuando llamaron con fuerza a mi puerta.
Salí a abrir y allí estaba, tan guapo como siempre, el vecino que hace que mi corazón se acelere y se ralentice, el único e inigualable Scott Wolf. Me había quedado tan embobada mirándolo, que no había escuchado lo que estaba tratando de decirme, se dio cuenta porque me dijo:
—¿Te acuerdas de que existo? —tenía cara de enfadado.
—¿Qué? —no sabía qué decir.
—Estás ahí, absorta en tus pensamientos, y no me estás escuchando—dio en el clavo a la primera—. ¿Te pasa algo? —me miró con sus ojos verdes entornados.
—Nada, nada, no te preocupes—respondí con una sonrisa.
—¿He hecho algo malo? —pasó de enfadado a preocupado.
—No— negué moviendo la cabeza hacia los lados.
—¿Entonces por qué estás ignorándome? —ahora estaba confuso.
—No te estoy ignorando tonto —seguía un poco embobada.
—Me has rechazado dos veces, he tenido que venir para poder verte, menuda amiga de pacotilla —lo de "de pacotilla" sobraba.
>>Por qué no le dices que quieres ser algo más que su amiga<<
—Siento haberte rechazado Scott, últimamente he estado muy ocupada —me disculpé realmente apenada.
—Hay que sacar tiempo para los amigos Erika —ojalá te dieras cuenta de lo guapo que eres, ¿por qué tenía que ser tan humilde?
—Bueno, dime, ¿a qué venías? —estaba un poco perdida aún.
—Venía a proponerte que diéramos una vuelta.
—¿Una vuelta? —respondí, desprendía alegría por cada poro de mi piel.
—Sí, un paseo, tenemos mucho de lo que hablar, ¿te acuerdas? —preguntó un poco molesto.
—Wolf, es que no sé, estoy bastante ocupada y ...
Entonces vi a un moreno de ojos verdes diferente, decidido, que cogió mi mano y tiró de ella hacia fuera mientras decía:
—Nada de excusas Firenze, nos vamos.
—¿Un poco brusco no? —me quedé sin palabras ante su reacción.
—Me estoy dando cuenta de que si quiero hacer algo contigo tengo que llevarlo a cabo y ya está, porque pedírtelo amablemente no sirve para nada—afirmó con convicción.
—Me gusta el nuevo Scott — estaba muy sorprendida, mi poeta parecía otro, lo que hizo que se me escapara ese comentario. Por suerte creo que no lo oyó, porque seguimos caminando.
—¿Películas favoritas? —soltó de repente.
—Las románticas por supuesto, también me gustan las de miedo—comenté, dándome cuenta de que aquello era algo más que un paseo.
—Cómo no, dulce e inocente, no sé por qué pero lo sospechaba—se rio.
—¿Y tú? —la intriga me pudo.
—No creo en lo que las películas cuentan, prefiero un buen libro, mucho mejor, qué duda cabe —hasta su respuesta era perfecta, a este chico había que hacerle un monumento.
—Cómo no, ahí está tu vena de escritor—sonreí.
—Un poco, pero sabes que tengo razón—sonrió, sacando al exterior sus preciosos y blancos dientes—. ¿Qué libros te gustan? —me preguntó, tuve que esperar unos segundos para poder recuperar el aliento, su sonrisa me había dejado sin respiración.
—Romance, romance, y más romance.
—Eres una chica aburrida, Firenze, ¿lo sabías? —comentó, al escuchar aburrida casi me da algo.
—Soy una chica romántica—le guiñé un ojo.
—Como tú quedan pocas —como respondiera así a todo íbamos a tener un problema, porque me iba a desmayar.
—Y la poesía también me encanta, me he leído todos y cada uno de tus libros—se me escapó.
—¿Eres una de esas fans locas? Porque puedo echar a correr—soltó de broma.
—Sí, mi plan desde el principio era que te enamoraras de mí —tenía que decir otra de mis estupideces.
Hubo un silencio de unos segundos por mi comentario y luego se empezó a reír.
—Erika, eres diferente al resto de personas que conozco—¿eso es bueno o malo? No sabía cómo tomármelo.
—Será porque tu círculo de amigos está muy cerrado, solo hay tíos.
—Será—se llevó las manos a la cabeza mientras se sentaba en una esquina—. ¿Descansamos? —me dijo desde el suelo.
—¿Tan pronto? Te creía atlético y fuerte—comenté para ver su lado competitivo.
—La verdad es que sí que afectaría a mi reputación, pero me da igual—agregó indiferente.
Al parecer Scott era perfecto, tenía todos los detalles de ser un auténtico caballero, como él sí que no había dos, porque la caballerosidad las chicas de hoy la habíamos declarado extinta.
—Bien, nos sentamos entonces—me dispuse a sentarme.
Entonces cuando estaba desprevenida, me agarró de las piernas y me tiró encima suya.
—Ahora, no voy a ser el único que esté en suelo. Si yo caigo tú caes conmigo —sonó tan bien, que estaba pensando en congelar aquel momento y no salir de allí nunca.
Me caí encima, le miré intensamente, tenía agarradas mis manos, no podía dejar de pensar en que quería besarle.
—¿Alguna vez has besado a una chica que se "cae" literalmente encima tuya?
—Sí, y me decepcionó—comentó desafiante.
—Una pena que esa chica no fuera yo—dije mientras me acercaba cada vez más a sus labios.
Y cuando estaba a punto de volver a repetir aquella maravillosa sensación, me llamaron al móvil, y la llamada hizo que los dos nos diéramos cuenta de lo que estábamos haciendo, por lo que nos separamos. Contesté el teléfono, y cuando escuché su voz, me dieron ganas de matarlo.
—¿Pelirroja?
—¿Tú? — resoplé mientras me levantaba y caminaba indignada—. ¿Qué quieres? —comenté enfadada.
—Oye que el que está enfadado soy yo—contestó riendo.
—Por eso, no entiendo el porqué de tu llamada.
—He decidido tras mucho reflexionarlo, que voy a perdonarte —¿y me lo tenía que decir justo ahora?
—¿Se supone que es una especie de honor o algo por el estilo? —pregunté, estaba siendo arisca.
—Estás muy a la defensiva niñita, a mí no me hables así, recuerda que sé dónde vives—bromeó Ares.
—Pues muy bien, ven a buscarme si te atreves —le reté.
—Te vas a arrepentir...—me amenazó.
—Adiós pesado —le colgué.
Para cuando terminé la conversación, Scott ya estaba levantado, maldito Ares, siempre encontraba la manera de aparecer en el peor momento.
—Bueno Erika, me tengo que ir—soltó Scott.
—¿Tan pronto?
—Sí, tengo un libro que terminar.
—Y luego dices que yo soy la que está ocupada—le ataqué.
—Lo siento, pero es importante —se excusó.
—¿Cuándo nos volveremos a ver? —tenía tantas ganas de que se quedara, llegué a pensar que todo formaba parte un sueño.
Entonces, él se acercó, acarició un mechón de mi pelo y me besó, mientras lentamente depositaba su mano en mi nuca y la otra en mi cadera. Fue como si se hubiera desatado la tempestad en nuestras bocas, era un beso ahogado, mágico, que me dejó sin respiración.
—Aún no me he ido psicóloga — susurró en mi oído. Mis labios aún temblaban con solo escucharlo.
Recogió su chaqueta negra del suelo y se marchó. Volví a mi casa con una sonrisa resplandeciente, toda yo era brillo y alegría. Sobre las diez me duché y me vestí, me puse un vestido negro y unas plataformas grises, no me maquillé, le había prometido a Maya que ella sería quién lo hiciera.
Sonó la alarma de mi móvil, eran las once, y a la vez, pude escuchar como llamaban a la puerta, era Maya, lo supe porque saludó a mi madre antes de subir las escaleras, al parecer, también era puntual.
—El vestido me gusta, pero no vamos a los Grammy's—se rio.
—¿Es una fiesta no?
—Sí—respondió.
—Pues yo a las fiestas voy así—me crucé de brazos.
Maya cambió su cara amable por una cara serena y seria.
—Contéstame a una cosa McCain.
—Dime —respondí con el número de palabras justo.
—¿Cuántos duques y actores de cine crees que irán a la fiesta? ¿Tres, cuatro tal vez? —dijo con ironía—. Responde—me ordenó, al ver que yo no le estaba echando cuenta.
—¿Ninguno? —dije dubitativa.
—Exacto, cero, así que veamos si tienes algo bonito en tu armario —su comentario me ofendió.
Miró en mi armario y se echó a reír mientras decía:
—¿Qué eres una princesa o algo así? ¿Todo jerseys y vestidos? ¿En serio? —cogió un vestido celeste y me lo enseñó mientras se reía y así hizo con cada jersey y camiseta de mi armario.
—Soy una chica formal —le intenté explicar.
—Pues cuando vengas conmigo, el concepto formal, lo vas a cambiar a atrevida —no sonaba tan mal.
—¿No tienes camisetas?
—Atrevidas ninguna—respondí usando su adjetivo, me había gustado.
—Enséñame las que tienes —me estaba molestando bastante que no quisiera ninguna de las que ya había visto, a mí me gustaban todas.
—Hay que mejorar tu look, pero esta camiseta servirá—dijo cogiendo una que me había puesto dos o tres veces.
—Esa camiseta es muy bonita—afirmé sonriente, no era mi favorita, pero es que a Maya no le gustaba nada de lo que había en mi armario.
—No, no es cierto, pero verás lo rápido que la transformo—sonrió maliciosa.
Era una camiseta blanca larga, con un corazón y la palabra 'Beast' escrita en ella, era de mi primo, me la regaló cuando ya no le estuvo bien, así que le tenía un cariño especial.
—¿Tienes unas tijeras?
—No—le mentí.
—¡Señora Firenze! —llamó a mi madre, eso no lo vi venir.
—¿Tiene unas tijeras? —preguntó amablemente.
Mi madre subió con las tijeras en la mano a los cinco minutos.
—¿Qué estáis haciendo hija? —nos miró a Maya y a mí extrañada.
—Le estoy haciendo una camiseta que pueda ponerse para salir, porque no tiene, por cierto, encantada, soy Maya, la amiga de su hija, nos hemos visto antes abajo y se me ha olvidado presentarme—le dio dos besos.
—Encantada Maya, es genial ver que mi hija tiene amigas por fin —yo no tenía amigas, decían que tenía demasiado carácter, además el hecho de ser medianamente lista no me ayudaba.
—Y en cuanto a lo de la ropa de salir, tienes toda la razón, pero es que ella es muy formal y muy ordenada, ni siquiera ha roto nunca un plato — ahí era cuando mi madre debería defenderme, me sentí tan traicionada en ese momento, no puedo explicarlo con palabras.
—Señora Firenze —le habló de nuevo a mi madre Maya.
—Llámame Sofía por favor—mi madre le sonrió.
—De acuerdo Sofía, ¿Me deja las tijeras para que le haga un arreglito a esta camiseta? —puso cara de complicidad.
—No se las dejes mamá—le rogué.
—Toma—se las dio sin más, pude notar cierto favoritismo.
Ella cogió las tijeras y dijo:
—Di adiós a la Erika mojigata—mientras le hacía cortes rectos pero curvados.
Por supuesto, mi camiseta era una ordinariez, parecía un chico con las mangas cortadas, menos mal que me tapaba el ombligo.
—Ponte esto—me mostró una falda vaquera corta.
—Ni loca —me negué en rotundo.
—Que te lo pongas—me ordenó.
—Y estos botines también—sacó unas vans burdeos o moradas, según como se mire. Salí indignada, me puse frente al espejo para mirarme y vi una yo provocativa y por qué no decirlo, sexy.
—Aún no estás del todo—dijo Maya.
—¿Qué me falta? —¿me faltaba algo? ¡Si había cambiado mi vestuario al completo!
—Mi toque personal de seducción —es cierto se me había olvidado el maquillaje.
—Espera—dijo sacando una especie de bolsito con cosas para maquillar y pintalabios.
Me puso sombra de ojos negra, coloreó mis blancos pómulos y me pintó los labios de un color rojo pasión eléctrica. Terminó de arreglarme, miró al espejo y comentó:
—Ahora sí que estás ¡Qué buena soy! —era bastante presumida, aunque no me extrañaba.
No me reconocía en el espejo, me veía guapa, atrevida y rompedora.
—¿Lista para ligar? —me animó Maya.
—Lista—afirmé con energía.
—Mírate al espejo por última vez y dile adiós a la McCain inocente—soltó con una mirada para nada angelical.
—Adiós—me despedí de mi yo formal decidida a romper con los esquemas que la gente tenía de mí.
—No te he escuchado la primera vez, ¿lista para ligar? — repitió de nuevo y se puso la mano en la oreja—. Lo has dicho muy bajito—comentó decepcionada.
—¡Estoy listaaa! — grité emocionada.
—Así me gusta —Maya era súper simpática, estaba cayéndome muy bien, no podía entender cómo alguien como ella podía ser la hermana de Ares.
—Vámonos —me agarró del brazo y bajamos las escaleras.
—Hasta luego mamá—me despedí.
—Adiós Sofía—se despidió Maya mientras cerraba la puerta.
Y allí estaba yo, con la hermana del chico al que odio, yendo a una fiesta de gente a la que no conozco, sé que no es de lo más inteligente, pero algunas veces hay que hacer una locura.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top