Capítulo 2

SCOTT

Scott Wolf, diecinueve años, escritor, castaño de ojos verdes.

Me llamo Scott, no soy como ningún otro chico, soy inteligente, supongo que por eso prefiero evitar a las chicas, solo causan problemas, ahora mismo prefiero dedicarme a la poesía y a los libros, pero la verdad es que no paran de buscarme y de perseguirme por toda la ciudad.

Pienso que los tatuajes son la mejor forma de expresar la opresión y una forma de rebeldía corporal, como una especie de liberación del alma. Tengo varios tatuajes, algunos os los contaré, otros prefiero que los vayáis descubriendo. Mi tatuaje preferido es un reloj de arena con alas, lo tengo tatuado en el pecho, me lo hice a los dieciséis años, con él, intento expresar que no soy un chico al que le gusta estar atado al tiempo y lo organizado, por eso no llevo reloj, simboliza mi deseo de ser libre, detesto que la gente me diga lo que tengo que hacer.

A los diecisiete, escribí un libro, y decidí publicarlo. Era un viejo poemario que había ido recopilando con mis experiencias sobre la vida, se llama "Noches de luna llena". El caso fue que lo publiqué por mi hermana, a ella le hacía ilusión, una pena que justo cuando publicaron mi libro, la persona a la que más quería, la que más necesitaba, se fue para siempre, un detestable conductor borracho me la quitó. Es otra de las cosas por las que no salgo, estoy en estado de luto, perder a mi hermana fue lo peor de ésta vida, el no poder ver su sonrisa y esos ojos verdes tan bonitos me ha estado matando poco a poco, me tatué su nombre para no olvidarla nunca y llevarla siempre conmigo, la llevo cerca del corazón en el costado izquierdo, junto a la frase "Conmigo a cada latido", se llamaba Thea.

Mi libro se extendió como la pólvora días después de que ella muriera, todo el mundo empezó a hablar de él, incluso quisieron hacerme entrevistas, la gente se sorprendió de ver a un poeta en época moderna-contemporánea, nos consideraban olvidados, me consideran un imposible.

Nunca me he enamorado de una chica, no sé lo que se siente al enamorarse, dicen que te sientes estúpido y que nada tiene mayor importancia que ese sentimiento, pero yo paso de sentir, he perdido a la única chica que de verdad me importaba, solo quiero escribir y poder salir a la calle a respirar, porque me estoy asfixiando aquí dentro, ¿sabéis lo que es no salir nunca de una habitación, solo para lo imprescindible? Pues así estaba yo, aprisionado, no estaba hecho para tener fama, yo solo quería escribir, era la única manera que tenía de expresar mis sentimientos, y tal vez, sino le hubiera hecho caso a mi hermana, ahora no solo podría salir, sino que tal vez, ella estaría viva.

Aquella mañana desperté como siempre, en mi cuarto, seguía aún triste, aunque poco a poco lo iba superando, estaba haciendo terapia en casa con una profesional que me habían recomendado, que sabía cómo ayudar a las personas. Había decidido ponerles fin a mis problemas, y lo cierto es que en el mes y medio que he estado con Carolina Wells, he aprendido a valorar más lo poco que tengo, y estoy aprendiendo a rehacer mi vida.

La chica, digo chica porque no me gusta la palabra psicóloga, me hace sentir que soy un loco, y yo no estoy loco. Me había puesto unos objetivos que tenía que ir cumpliendo, eran metas de vida, estaban en una lista que habíamos escrito entre los dos, y ya lo había hecho todo, bueno, casi todo, me había comprado una mascota, había empezado a correr por las mañanas, hacía gimnasia todos los días, comía sano, estaba estudiando para cuando tuviera el valor de hacer una carrera, mi sueño siempre había sido ser profesor, de hecho ya he dado alguna que otra clase a chicos que lo necesitaban y a amigos míos.

Todo me iba bien de nuevo, pero, había algo que no pensaba hacer, que me estaba negando a hacer, algo que me hacía querer volver a encerrarme, volver a un mundo de oscuridad, el último objetivo de mi larga lista, "Hacer una amiga", y aunque parece lo más sencillo del mundo, para mí era imposible, porque mi mejor y única amiga había sido mi hermana, y nadie iba a poder sustituirla. Dudé de si hacer caso a Carolina o no, pero según ella, era la única forma de poder seguir con mi vida. La candidata de mi intento no estaba demasiado lejos, quería una chica simpática y amable con la que no tuviera problemas. Decidí pedírselo a mi vecina, era una chica responsable, estudiaba derecho en la universidad, era lista y era fácil conversar con ella, no me supondría ningún problema, era la persona perfecta para poder iniciar esa nueva vida, iba a ser mi mejor amiga de nuevo.

Salí de mi cuarto y llamé a la casa de Dana, así se llamaba ella, era rubia con los ojos grises, llevaba siempre unas gafas de pasta celeste porque era tímida. La puerta se abrió y apareció la madre de mi vecina, la señora Firenze:

—Ahh hola Scott—dijo como si me esperara de antemano—. ¿Eres el vecino de enfrente verdad? —dijo la señora amablemente.

—Sí señora, verá busco a su hija Dana, ¿se encuentra en casa? —dije tímidamente.

—Lo siento hijo, está de intercambio en Italia, se ha ido un año a vivir con los abuelos, y a estudiar al extranjero.

—¿Y no va a volver? —dije asustado al perder a la única chica que podía ayudarme.

—No, creía que Carolina te lo había dicho, llamó esta mañana y me lo contó todo, el motivo por el que estás aquí—dijo sonriente.

—¿Todo? —dije extrañado.

—Sí, me ha contado que intentas hacer amigas nuevas, ¿me equivoco? Es un objetivo de una lista o algo así—me guiñó un ojo.

—Sí, su hija era perfecta para ayudarme con mi problema. Supongo que el año que viene lo volveré a intentar—dije marchándome.

Me estaba yendo hacia mi casa cuando la señora Firenze me detuvo, se puso frente a mí y preguntó:

—¿Buscas una amiga no? —dijo ella amablemente.

—Sí—afirmé, me inspiraba confianza, incluso pensé en ella para que me ayudara.

—Tengo otra hija, también es más o menos de tu edad, su nombre es Erika, ella te ayudará—ofreció desinteresadamente mi vecina.

—¿Otra Firenze? —pregunté confuso.

—Igual de lista que su hermana, creo que te caerá bien, está en su cuarto, pasa—me invitó.

—Está al fondo del pasillo, la tercera puerta a la izquierda—me indicó la señora.

Llamé a la puerta, quise ser educado, una voz fina y suave, me habló desde el interior.

—Pasa Scott—dijo la voz.

Entré a la habitación y me choqué con unos ojos verdes que me miraban atentos, pertenecían a una chica pelirroja que me sonreía desde su cama.

—Hola, soy Erika—dijo tendiéndome su mano.

—Scott—dije desde lejos, luego me acerqué desconfiado y estreché su mano (nunca le había cogido la mano a una chica que no fuera ni mi hermana ni Dana, aquella sensación de calidez invadió todo mi cuerpo, recorrió cada uno de mis tatuajes, fue como electricidad). Al sentir aquella sensación tan intensa, me alejé, preferí mantener las distancias, había una química muy fuerte en el aire, era como si Erika tuviera un perfume muy fuerte que llegaba a mi nariz y la atraía en dirección a su mirada.

—Puedes acercarte Scott, prometo no morderte—dijo guiñándome un ojo y haciendo gestos para que me sentara a su lado.

Y así fue como conocí a la última de las chicas Firenze, guapa, inteligente, de fuerte carácter, mi nueva amiga.

El día se hizo demasiado corto, volví a mi casa y me encontré a mi mejor amigo Ares en la puerta, magullado, ¿otra vez se había vuelto a caer? Me acerqué a él y me preguntó:

—¿Dónde estabas tío? Me tenías preocupado.

Sí, a pesar de que no salgo mucho, aún me queda Ares Milner, somos como el ying y el yang, pero aun así tenemos una gran amistad.

Contesté a su pregunta:

—Estaba haciendo el siguiente punto de mi lista, ¿y tú qué? –No le conté aún nada de la nueva Firenze porque Ares se tira a todo lo que se mueve, y ahora que había encontrado una amiga, no quería perderla, preferí omitir esa parte.

Ares sonrió y me comentó:

—Ya sabes como soy amigo, problemas con las chicas, como siempre.

—Como siempre no, te has caído de tu moto, eso solo te pasó con ...—cuando iba a decir su nombre, me tapó la boca mirándome serio.

—Tengo algo que contarte Scott, ¿tienes té? —preguntó curioso.

Él iba de rebelde, pero tenía la costumbre de tomar té, algo que le encantaba.

—Claro pasa y cuéntame—invité a mi amigo.

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