Capítulo 17
Te esperé, pero no viniste
Me desperté en una silla, estaba como drogado, no me acordaba de mucho, solo de ver la bandeja volando hacia mí, eso, y que escuché y pude ver a Dana. Tenía un pequeño golpe en la frente, estaba ligeramente hinchado, aún intentaba asimilar por qué hay tanta violencia en los bares de deportes irlandeses.
Me levanté como pude, pero aún tenía cierto mareo, noté unas manos sujetándome y obligándome a volver a sentarme. Al recuperarme, vi ese pelo, lo reconocería en cualquier parte, había hasta dormido en él. Allí estaba Dana, delante de mí, con su habitual mirada de preocupación. Ninguno decía nada, entonces me decidí a romper el silencio:
—Hola Dana—fue lo único que fui capaz de decir.
Ella tardó en reaccionar.
—Wolf, ¿metiéndote en líos como siempre? ¿No sabes estarte quieto? —parecía intentar esquivar mi mirada, su comentario me hizo querer reírme, pero no lo hice por la seriedad con la que había pronunciado aquellas palabras.
—Los viejos recuerdos Firenze, al verte no he sabido qué hacer, ya me conoces, nunca sé que decir, pero eso sí, me he dado cuenta de que la violencia en Irlanda es excesiva.
—Demasiado idiota para hacer las cosas a la primera, la bandeja se le ha escapado a Serena—contestó ella, y yo me fijé en la escuchimizada camarera que avergonzada me miraba, creo que lo que ninguno de nosotros sabíamos explicar es cómo aquella delgada y pequeña chica había conseguido tumbarme, ni ella se lo podía creer.
—Exacto, demasiado idiota para hacer las cosas bien, me cuesta pillarlas—me propuse empezar bien desde el principio, si comenzábamos a discutir no llegaríamos nunca a nada.
Rápidamente cortó mi conversación y me soltó la pregunta que estaba esperando.
—¿Qué haces aquí? —en realidad me esperaba una reacción un poco más alegre, pero por lo visto atravesar millones de kilómetros para ver a una amiga no sirve para que te perdonen si llevas un siglo desaparecido.
—Veo que te va bien en el intercambio—le ataqué. Mientras conversaba fui adoptando una posición de persona normal de nuevo, acepté las disculpas de la ruborizada camarera y me senté en una silla para continuar hablando con Dana.
—Sabes tan bien como yo que no hay intercambio—seguía esquivando mi mirada, parecía no querer cruzarse con mis ojos.
—¿Por qué me has estado mintiendo? —le volví a atacar para ver si reaccionaba y porque en el fondo me sentía ofendido.
—No quería que supieras donde estaba—me lo había imaginado al contemplar su mirada al verme, pero no fue hasta que lo soltó cuando mi mente empezó a asimilar que había algo que no iba bien.
—¿No era tu mejor amigo? —pensé que apelando a la amistad que teníamos rompería la barrera que había creado, pero no las tenía todas conmigo.
—Tú mismo lo has dicho, eras, ya hace un año y medio que no nos vemos—con ese comentario ya más o menos me figuré cuál era la razón de su cabreo.
—Sigo siéndolo—afirmé intentando demostrar que el motivo de mi visita seguía siendo la amistad.
—No, te alejaste, te fuiste sin despedirte a encerrarte a tu maldita habitación.
—Tenía que estar solo—mi explicación al principio dejaba bastante que desear.
—No, me tenías a mí para ayudarte.
—Se murió mi hermana, nadie podía ayudarme joder, Dana—había tocado un tema que hacía tiempo que tenía enterrado, al sacarlo a la luz mi alma volvió a las sombras de las que había conseguido salir con tanto esfuerzo. En la fracción de un segundo dejé de ser Scott.
—Siempre estuve ahí para ti, y tú, en cuanto vino el primer problema te marchaste—sus argumentos eran difíciles de rebatir.
—No me marché, te pedí un tiempo—intenté explicarle sin mucho éxito.
—Un año y medio Scott, un año y medio estuve esperando a que te decidieras a aparecer—era evidente que sí que se acordaba de mí.
—Un año y medio es lo que me ha hecho falta para saber que te necesito—seguía intentando recordarle aquella época en la que para mí ella era indispensable, porque era la única forma de despejar la tormenta que ella quería crear antes de que empezara.
—Muy tarde ya para acordarte de mí, no te parece—iba a ser complicado apaciguar su enfado.
—Ayúdame a volver a ser el de antes.
—No, no puedes depender de que siempre te ayude, me pediste tiempo para mejorar, pues ahora mejora—El notable cabreo en vez de disminuir estaba aumentando, era evidente que mis esfuerzos no estaban dando resultado.
—Sé que estás enfadada Dana, era tu mejor amigo y no supe estar ahí.
—No te creas tan imprescindible Wolf—dijo derramando lágrimas por sus blancas y finas mejillas, que llorara solo hacía que me sintiera más culpable.
—No llores Dana, perdóname, he vuelto, dame una oportunidad—traté de acercarme a ella, pero estaba demasiado dolida.
Entonces ella cabreada comenzó a golpear mi pecho y a decir, justo como solía hacer cuando era mi mejor amiga, síntoma que me indicó que no todo estaba perdido.
—Te fuiste, te esperé y nunca viniste, ni un buenos días, ni un mensaje de móvil, ni una visita, nada, fuiste un cobarde—lo peor es que todo lo que me estaba diciendo era cierto.
—Ya sé que la cagué vale, no he sido un buen mejor amigo—el bollo en mi cabeza dolía menos que las flechas que ella no paraba de lanzarme.
Dana lloraba más, cada vez estaba más triste, la situación se me estaba descontrolando, entre lágrimas dijo:
—¿De verdad no te diste cuenta?
—¿De qué? —pregunté confuso.
—No eras solo mi mejor amigo, siempre estuve enamorada de ti, eras el chico con el que estaba a todas horas porque me gustabas, pero tú nunca hacías nada, te quedabas ahí, mirándome, dándome besos cálidos de despedida —soltó mientras se secaba las lágrimas. Para mí fue como una bomba que había explotado en mi interior y me había dejado vacío—. Creí que algún día me pedirías que saliera contigo, esperé un puñetero año y medio Scott—me quedé allí paralizado sin saber que decir, me había quedado sin argumentos—. No me pidas ayuda, porque ya no somos nada, no quiero volver a verte—en ese preciso momento hasta mi corazón perdió la brújula.
No pude asimilar lo que me había contado, fue uno de esos momentos en los que ves las imágenes de la infancia, y te fijas en la enamorada e inocente chica de la dulce sonrisa y ves todas esas oportunidades que tuviste y nunca aprovechaste, vi lo que ella había sufrido, y me odié a mí mismo por no haberlo visto, por no haber hecho nunca nada. Demasiadas emociones y sentimientos volvieron a mí de golpe, fue tanta la presión que empecé a correr sin decirle adiós, salí despedido hacia la puerta de salida, antes de desaparecer en la lejanía pude oír como decía:
—Haz eso que se te da tan bien y desaparece, pero esta vez no vuelvas Scott.
>>Por favor no te vayas, da media vuelta y abrázame con fuerza—hubo un último comentario, pero estaba tan absorto que no podía escuchar nada más.
Solo corrí calle abajo, llegué a un callejón, me paré en seco, estaba cabreado, dolido, y no sabía muy bien por qué. El pecho me latía a cien por hora, apreté los nudillos y golpeé la pared repetidas veces maldiciendo mi existencia.
Empezó a llover, y allí estaba yo, con cardenales en mis nudillos, sentado en una especie de pequeña cuesta. La lluvia me caía por la camiseta mojando mi torso desnudo, recorriendo cada uno de mis abdominales, mis pectorales, no sabía muy bien si eran las gotas de agua o la ira que me consumía, sacando mi lado más animal, un lado de mí, que jamás había visto. Me sentía extraño, yo nunca había sido violento, yo nunca había golpeado paredes, yo nunca había hecho daño a nadie de aquella forma. Necesitaba la ayuda de un amigo, así que llamé al experto en solucionar problemas, en el que confiaba más que nadie.
Contestó a la primera, él nunca me fallaba:
—Dime Wolf—dijo amablemente.
—Ares, tengo un gran problema—confesé muy alterado.
—¿Qué te pasa tío? —se asustó mi amigo al escuchar mi tono de voz.
—Te he mentido, no estoy en Miami dando paseos—me atreví finalmente a confesarle.
—Ya lo sé amigo, estaba esperando a que me contaras la verdad, pero te conozco, y a ti hay que darte un tiempo para que sueltes las cosas—afirmó amablemente.
—¿Tan predecible soy? —empezaba a pensar que la gente me conocía mejor que yo a mí mismo.
—Soy tu mejor amigo, ¿qué esperabas?
—Ayúdame—le dije sin más rodeos.
—Cuéntame primero en dónde estás—se me había olvidado que no le había contado mi paradero a Ares.
—Estoy en Irlanda, vine a ver a Dana, su familia me había mentido sobre dónde estaba ella, así que me enteré por su padrastro de que estaba trabajando en un pub irlandés—le expliqué de una forma breve pero bastante aclaratoria.
—Y te has ido a Irlanda a verla, ¿me equivoco? —me interrumpió acertando de lleno en la diana, no esperaba menos de él.
—Cogí el primer vuelo que había.
—Y supongo que la cosa no ha acabado bien—¿tiene una bola de cristal o algo parecido? Me estaba asustando con tanto acierto repentino.
—No quiere ni verme, al parecer cuando era pequeña estaba enamorada de mí, y yo no supe darme cuenta.
—Lo suponía por lo que me contabas de ella—como no, también sabía eso.
—Espera, ¿tú lo sabías? —estaba empezando a pensar que mi amigo veía el futuro o algo de eso.
—Era predecible, cuando se trata de mejores amigos, en lo referente a un chico y una chica, raras veces no hay uno de los dos individuos que esté enamorado del otro.
—¿Por qué no me dijiste nada? —me asombré al ver los conocimientos del idiota de mi amigo.
—Hacía más de un año yo estaba tan metido en mis propios problemas que no pude ni advertirte.
—Cierto, poco habría arreglado—comenté dándome cuenta de la estupidez de comentario que había formulado.
—Bueno, ¿qué hago? —pregunté desesperado, solo me quedaba confiar en que él sabría qué hacer.
—Lo siento Scott, pero te hace falta pensarlo, esta vez no puedo decirte la respuesta—me sorprendí tanto con su respuesta que casi se me cayó el móvil al suelo.
—Dame una pista al menos—no sé si se notará, pero estaba más que desesperado, las cosas me habían sobrepasado.
—Piensa en por qué quieres recuperarla, más no puedo decirte—la pista no era de las mejores, pero con ella mi mente realizó su primera deducción
—Eso es fácil, porque es mi mejor amiga.
—No es tan fácil, piensa en las palabras que te ha dicho—destrozó mi teoría Ares.
—¿El qué? ¿Que está enamorada de mí? Eso se le pasará.
—Te voy a dar un último consejo y cuelgo, que estoy en clase—encima me deja tirado con esa excusa, parecía inventada.
—¿Tú? ¿Ares Milner? ¿En clase?
—Sí, ya sé que es raro, en su momento te lo explicaré, ahora escúchame—me interrumpió mi amigo
—Dime—le instigué a seguir sutilmente.
—Si solo quieres ser su amigo, va a necesitar tiempo para asimilarlo y tienes que irte, pero si hay algo más, algo que probablemente no ves, quédate, reflexiona esta noche, y prueba suerte mañana.
No me lo pensé, contesté decidido:
—Gracias amigo, voy a reflexionarlo unos minutos y voy a volver allí, decida lo que decida, sienta lo que sienta, creo que es hora de dejarse de rodeos, se lo debo.
Iba a colgar, cuando Ares volvió a hablar:
—Espera tío—la brusquedad de su respuesta me asustó.
—¿Qué pasa? —dije imaginando más de dos mil posibles respuestas suyas.
—Encuentra donde dormir, y no cometas ninguna locura, ve mañana allí, revive los viejos tiempos, para recuperar a tu mejor amiga, haz que se sienta como una niña otra vez—un consejo sublime, podía ser un superficial egoísta, pero en la categoría de amigos yo le ponía un diez sin pensármelo.
—Genial Milner, gracias por el consejo—dije un poco más animado.
Por primera vez en mi vida, me tocaba hacer planes con una chica, me tocaba salir con una chica. Dormí en un banco que había en el callejón, aquella noche, debido a que con las prisas no me traje ni dinero ni tarjetas, solo me quedaba mirar a las estrellas, y pensar en cómo recuperar a Dana.
En cuanto a mis sentimientos, sé que hay algo, un sentimiento de ira, descontrol emocional, una especie de montaña rusa sin destino, en la que se alterna tristeza y felicidad, tranquilidad y desajustes, un cúmulo de sensaciones que estaban nublando mi mundo. No sé qué haré mañana, solo sé que cuando pienso en que no voy a volver a ver su sonrisa, me entran ganas de tirar infinitos muros abajo, el corazón se me encoje y la sangre hierve por mis venas. Me siento como un volcán en erupción inestable, y todo por su culpa, sino hubiera venido, ahora estaría con Erika, la opción más sencilla, que no tiene complicaciones, que no te hace estallar por una sonrisa, solo leves y suaves corrientes eléctricas que te erizan la piel. Dana despertaba a la bestia que había en mi interior, ella era lo complicado, lo enrevesado, si decidía volver a entrar en su vida, tenía que asimilar que ya nada volvería a ser como antes, porque ella se encargaría de darle la vuelta a mi mundo completamente. Y a pesar de saberlo, de saber que Dana iba a poner mi vida bocabajo, estaba dispuesto a apostar por la complejidad. Lo que me asustaba de todo esto, era que la nueva y peligrosa Dana, me resultaba increíblemente sexy.
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