Capítulo 1:
ARES
Me levanté por la mañana, tenía un plan perfecto, como todos los que yo hago, camisa, vaqueros, y a seducir chicas del instituto que sean medianamente de mi gusto.
Suelen estar por la biblioteca, yo no sé qué le ven a eso de estudiar, con lo aburrido que es estar todo el día con los codos en una mesa ojeando una y otra vez el mismo libro. Yo soy de los que prefieren sacar sietes sin esfuerzo y disfrutar de la vida, pero por otro lado no lo critico, ya que a mí siempre me ha venido bien, debería estar incluso agradecido.
Quería ver a las nuevas compañeras del instituto, a ver si alguna me servía para pasar un buen rato, ya lo sé, soy despreciable, pero ¿para qué atarse tan joven? Caminé hasta la biblioteca, miré mi reloj. Soy una de las pocas personas que en vez de mirar el móvil mira el reloj. Eran las doce y media, todo listo, me quité mis gafas de sol, empezaba el juego...
Abrí la puerta derecha, caminé con paso firme hacia la zona de libros pastelosos y románticos, que era donde estaban la mayoría de las chicas porque en realidad estudiar, estudiaban en sus casas, la biblioteca estaba para cotillear sobre "chicos sexys del insti y tonterías así". ¡qué fáciles son de encandilar!
Me dirigí hacia ellas, cogí el libro que estaban leyendo, y, al observar que era el de mi mejor amigo, por el que todas estaban locas, ya supe lo que tenía que decirles para ganármelas a todas. Demasiado fácil, o eso pensaba yo, todo iba bien, les hablé de las poesías del libro, de sus significados, también les mentí un poco sobre mí. Mentir quieras o no quieras es necesario, y a veces, te facilita las cosas, no me gusta perder mi tiempo, además la mayoría de las chicas no merecen la pena, hasta que no encuentre la que realmente me guste y me interese, solo jugaré un poco con ellas. Eso sí prometo no hacerles demasiado daño.
Bueno, lo que ocurrió me cogió por sorpresa, estaba tranquilamente contando mis historias y decidiendo con cuál de ellas me iba a quedar cuando apareció, una pelirroja de ojos verdes, que se había propuesto joderme mi plan perfecto, se acercó con su elegante caminar hacia nosotros, se puso delante de mí, y dijo mientras agarraba mi mejilla y me miraba fijamente a los ojos:
— ¿Se puede ser más falso? —dijo dándome con el pelo en la cara.
— ¿Perdona? —dije incrédulo.
—Que eres un mentiroso, ¿no me digáis que os habéis creído todas las mentiras que ha contado? —dijo ignorando mi pregunta.
—No les he mentido, y si lo he hecho qué, si ellas son felices así, que más te da a ti lo que ellas hagan con su vida, contéstame—dije agarrando su brazo.
Ella se quitó mi brazo de encima y dijo:
—Solo eres el típico atontado, que se cree un guaperas y que tiene muy poco cerebro, no me vuelvas a tocar si no quieres que te dé un puñetazo en la cara de niño pijo ésa que tienes.
Yo estaba entre sorprendido y paralizado, la chica había conseguido dejarme sin palabras, hice acopio del enfado que me había provocado su respuesta y le dije:
—Mira niña, no sabes dónde te metes, ¿te crees importante por tener un cuerpo y unos ojos bonitos? —dije acariciando mi flequillo lentamente.
La chica me golpeó en el pecho con su dedo índice y dijo:
—Lo primero mi nombre es Erika, no sé quién es esa niña que has mencionado, lo segundo, me has hecho cumplidos y no te has dado cuenta, pero supongo que con eso solo confirmas que tienes menos cerebro que un mosquito, Ares, y lo tercero y último, la gente como tú me da asco, los que juegan con chicas soñadoras y románticas, por eso he decidido intervenir, si crees que puedes jugar con ellas solo para divertirte, es que no sabes quién soy yo —me sorprendió que se supiera mi nombre, yo acababa de averiguar el de ella.
Erika estaba consiguiendo llamar mi atención de verdad, parecía un reto, y a mí me gustan los retos, conquistaré a esta chica (me propuse a mí mismo). Cuando terminó de regañarme, me sacudí la camisa con las manos, le quité importancia a sus insultos y dije:
—Bravo nena, has hecho muy bien el papel de defensora de las mujeres, pero me da a mí que todos sabemos que lo que te pasa es que tienes miedo a enamorarte, ¿verdad niñita caprichosa? —dije aplaudiéndole.
La chica puso una cara que daba miedo, y finalmente me dio el puñetazo que me había prometido si volvía a pasarme, buen derechazo, es lo único que os puedo decir. Se acercó a mí cuando estaba sujetando con mis manos mi destrozada nariz (¿estaba sangrando? ¿Yo?) y me dijo:
—Te avisé "flequillitos", yo no soy como las barbies con las que te metes en la cama—dijo segura de sí misma.
Me acerqué a ella, atrapé sus dos manos para que no me soltara otro de sus golpes y le dije:
—Pienso conquistarte preciosa, es cuestión de tiempo que caigas en mis redes como el resto, no te metas en un juego que no puedes ganar, llevo mucho tiempo haciendo esto, y, tarde o temprano encontraré la forma de encantarte, solo eres una niñita, no quieras jugar a juegos de mayores Erika, porque perderás—dije guiñándole un ojo y marchándome.
Salí de la biblioteca, no sin antes escuchar a una cabreada Erika llamándome de todo, creo que no eran cumplidos. Me fui a coger mi moto para ir a casa de mi mejor amigo, somos muy distintos, pero ésa es otra historia, lo importante con lo que os tenéis que quedar de todo esto es que pienso hacer lo que sea para enamorar a Erika, y para ello tendré que ser el perfecto príncipe azul, que escribe cartas románticas y deja notitas en la taquilla, y lo pienso ser si es necesario, pero al final, venceré a esa chica como que me llamo Ares Milner, pienso hacer que cada vez que escuche mi nombre se le erice cada vello de su piel.
Lo cierto es que la tal Erika había conseguido sorprenderme y pocas chicas lo hacen, tenía miedo de meterme en todo este asunto y que al final el que terminara perdiendo fuera yo, por eso, decidí, después de un rato, no escribir ninguna nota ni ninguna carta, estaba tan bien siendo como soy, que me decanté por no hacer lo que me había propuesto.
Aunque ella ya había puesto mi mundo del revés, sentía incluso curiosidad, tanta que no vi que estaba lloviendo y que había apartado la mirada de la carretera, un coche venía en mi dirección, y no tuve más remedio que esquivarlo bruscamente. El suelo resbalaba demasiado, y yo había perdido la concentración.
Era la primera vez que tenía miedo, era la primera vez que sentía algo tan fuerte en mi pecho. Allí estaba yo, mojado, dolorido, maldita seas Erika McCain.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top