La muñeca


A la vuelta de la escuela había un quiosco en el que se vendía un poco de cada cosa. Al comenzar el ciclo lectivo (marzo) trajeron una muñeca. Era de material plástico, con facciones de niña y la particularidad de que su cabello era de color verde. Jamás habíamos visto una muñeca con el pelo de ese color y nos tenía fascinadas a las niñas, que adoptamos el ritual de pasar todos los días por tandas a mirar la rareza desde la pequeña ventana del negocio.

Comprar un juguete significaba un lujo que casi nadie se podía permitir, así que la visitábamos como a una amiga, y la señora del quiosco nos la mostraba de cerca en su empaque de celofán.

Un día la muñeca desapreció y desilusionadas supimos que la habían comprado; casi me desmayo, cuando la señora me contó que fue mamá quién se la llevó. El día del niño se acercaba (agosto) y mis ansias aumentaban pensando en el regalo. Pero fue una caja de colores, que agradecí, pensando que serían más útiles que la soñada muñeca.

¿Por qué me dijo la quiosquera que mamá se llevó la muñeca?, porque fue así: la compró para una de mis primas menores, que además era su ahijada "es que nunca le puedo regalar nada y soy la madrina, ¿vos entendés, no?" "Sí, claro mamá"—yo lo entendí, aunque me dolió un poquito.


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