La escuela
Seguí las indicaciones y llegué a la secretaría de la escuela. Me recibió una mujer imponente que me invitó a tomar asiento y se presentó como la directora del establecimiento. La señora Van... me recalcó que "la institución era formadora de personal idóneo que la enorgulleciera y llevara adelante los valores inculcados a las nuevas generaciones, para sacar a la enfermería del lugar oscuro en que se encontraba y ubicarla en otro de reconocimiento social"—todo esto lo dijo sin tomar aire.
Para poder acceder tenía que tener el analítico de secundaria legalizado, verificados los antecedentes personales por certificado policial y pasar por un examen psicofísico que asegurara mi buena salud. La carrera constaba de tres partes, cuyos títulos nos habilitarían para diferentes funciones: el primer año correspondía a los auxiliares de enfermería, dedicados exclusivamente a la higiene y confort del paciente, el segundo era de los asistentes de enfermería, nombre dado a los enfermeros facultados para realizar maniobras directas sobre el paciente tales como administrar medicación, colocación de vías intravenosas, catéteres etc.. El último eslabón lo ocupaban los enfermeros profesionales, más dedicados al trabajo administrativo de los servicios, como control de medicamentos, distribución del personal, francos y manejo de insumos.
Lo cierto es que el recurso de enfermería siempre es escaso y existen muchos centros privados que imparten cursos cortos de auxiliares, los cuales desgraciadamente no cuentan con las prácticas ni entrenamiento necesario, pero algo es mejor que nada. En los años 80 la mayor parte del plantel hospitalario estaba formada por personas que habiendo ingresado como mucamas o maestranza hicieron estos cursos acelerados como salida laboral. También había muchos empíricos, que no contaban con otro aval más que estar durante años en el lugar, y por lo tanto se los consideraba para ocupar las vacantes de auxiliares de enfermería. Como contrapartida, la enfermería en la actualidad se ha tornado demasiado académica, se obtienen enfermeros universitarios y licenciados con vastos conocimientos teóricos que no han estado jamás en contacto directo con un paciente y se encargan de disertar en prestigiosos congresos de actualización sobre técnicas que nunca llevaron a cabo; pero tampoco se puede esperar que alguien que estudió durante cinco o siete años en cada caso quiera ocuparse de bañar o acompañar a una persona cuando está muriendo. Son contradicciones que suceden, cuando se pierde el foco de interés, que debería ser la persona, el paciente, el familiar que sufre, porque tal vez un día nos toque estar en ese lugar y seguramente preferiremos ser paciente de alguien que ame lo que hace y no una estadística para incluir en un informe de congreso. Esperemos que en un futuro se pueda encontrar el preciado equilibrio.
La directora se puso de pie me extendió la mano y me dijo: "cuando tenga todo, regrese". Me retiré de la oficina, impresionada por esa señora de dos metros de altura, cabello corto totalmente blanco y ojos transparentes. Su aspecto de rigidez y disciplina iban de acuerdo con su apellido.
Ya en la sala de espera de los consultorios, en los que debía pedir turno para los exámenes de salud, vi bajar a varias personas que despotricaban a toda voz en contra de la escuela "¡pero qué se creen estos, qué para limpiar excrementos hace falta tanto estudio!"—claro que dicho de manera menos sutil—y pensé que mi padre tenía razón, jamás sería valorada en esa carrera y fue justo cuando terminé de afianzar mi decisión, siempre me gustaron los desafíos.
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