Familia
Después de muchos pesares, mi esposo consiguió el nombramiento en el hospital y recobrábamos una relativa tranquilidad. Para mi última cirugía, mi médico de siempre no pudo asistirme por encontrarse en una urgencia y pidió enfáticamente a su colega que se encargara de mí. Tristemente, ella le pasó la sutura a un estudiante, y dos años después debieron reoperarme ya que el muchacho había olvidado coser algunas capas de mi pancita y, aparte del dolor, me costaba mucho respirar por la presión negativa que el abdomen ejercía sobre el árbol respiratorio. La última vez que salí del hospital sentía que algo me faltaba, no me entregaron un niño como las anteriores y el dolor era bastante intenso.
Familia. Esa anhelada y luchada familia que tanto deseaba me costó sangre, sudor y lágrimas. Cuando nos acomodábamos a una vida tranquila mi suegro comenzó con problemas de salud, mi suegra nos dijo entonces que él extrañaba a los chicos, que ella no pensaba dejar de trabajar para ocuparse de su cuidado siendo que ya lo jubilaron y que si no volvíamos lo internaría en un geriátrico.
De los dos, mi suegro era el que merecía consideración, y entonces decidimos volver a la antigua casa. Empezamos a construir en el fondo del terreno para tener algo más de espacio y dejamos la casita que nos habían prestado. Mi suegro pasó algunos buenos años con los nietos y cuando empeoró nos ocupamos de su cuidado mi esposo y yo, hasta que falleció en la casa en la que había vivido toda su vida.
Mi suegra siguió trabajando y continuó con sus actividades, lo sobrevivió doce años más. Con los años, también se afectó su salud y ella sufrió varios accidentes cerebrovasculares . En las etapas finales de una demencia senil por la cuál no nos reconocía me contaba cosas desagradables de su nuera, esa, que no le preparaba el almuerzo y quién sabe dónde se iba. "No se preocupe"—le decía yo—, dígame que tiene ganas de comer y se lo preparo. "Está bien, porque si espero de mi nuera me voy a morir de angustia"—cerraba.
Cuando falleció, mi cuñado que jamás la venía a ver, llegó un día con una camioneta, arrasó con toda cosa que podía vender o utilizar y se llevó hasta su ropa sucia, que con todos los trámites del velatorio yo no había llegado a lavar. Hizo una exhaustiva observación de la casa y cómo pensó que había que invertir mucho en acondicionarla para alquilar dejó la idea de lado en ese momento. Antes de irse nos criticó porque tendríamos que haber comprado más flores para el velorio.
Los meses siguientes al fallecimientos los pasamos pagando una ristra de deudas contraídas por mi suegra. En sus buenos tiempos era compradora compulsiva, pero con su enfermedad había olvidado pagar. Ropas, maquillaje, almacén, verdulería y hasta con la agencia de lotería existían registros de compras efectuadas a la antigua usanza mediante las anotaciones a lapicera y cuaderno.
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