El bazar
A los cuatro meses de conocernos, yo sentía que la simpatía y luego la amistad que fuimos forjando se iba transformando paulatinamente en un sentimiento más intenso; sin embargo, Ariel me había dejado bien en claro que estaba abocado al cuidado de su hijo, que no era una buena opción para nadie, ya que en el año ochenta y seis todavía no existía el divorcio en Argentina y a pesar de haber hecho los trámites de la separación legal, no podría formalizar ninguna relación seria. Todos estos motivos son válidos cuando no intervienen los sentimientos.
—Portate bien Claudia,—me recomendaba si advertía que lo miraba con ternura—, no te convengo.
Una mañana, al salir del trabajo nos sorprendió la lluvia, nos protegimos bajo el toldo de un bazar camino a la parada del colectivo y estábamos tan cerquita que don Cupido se salió con la suya y terminamos unidos en un beso.
—Si tenemos una relación va a ser muy difícil para vos.
Cómo si alguna vez las cosas me hubieran sido fáciles. Yo estaba plenamente consciente del terreno en el que caminaba; pero, si una vez el amor me fue esquivo, en esta oportunidad estaba dispuesta a asumir los riesgos que me acarreara la relación y la verdad es que todo se complicó mucho. Fue una larga pelea de años, a veces agotadora, pero jamás me arrepentí de haberla enfrentado.
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