Batata última parte (por ahora)
No solo no cumplió con irse, sino que un fin de semana apareció con un camión de mudanza y empezaron a bajar cosas. A escondidas y sin advertencias había ofrecido a un amigo, que alquilaba cerca, venir a vivir con él.
Cuando llegó mi esposo del trabajo y fue a pedir una explicación y le dijeron: "Lo que pasa es que le cobran mucho, son unos chorros esos tipos".
Era una película de terror, no había manera de hablarle, se iban a trabajar temprano para no toparse con nosotros y aparecían tarde, cuando ya nos habíamos acostado. Seguramente pensarían que en unos días dejaríamos de fastidiarlos. Cuando conseguimos hablar con el amigo nos dijo suelto de cuerpo:
—¿Ustedes que se meten si él me dijo que la casa es del tío?
Si mi cuñado se enteraba era capaz de denunciarlos, pero no lo entendían. Los días transcurrían y ellos lo pasaban muy tranquilos comprando cosas, encargando al delivery y aumentando nuestros gastos sin problema.
El colmo fue que una mañana que estábamos tomando mate en la vereda y los vimos salir de la casa con dos chicas que habitualmente ofrecían servicios profesionales en la avenida. Pasaron frente a nosotros, como si fuéramos invisibles y no se tratara de una casa de familia sino un boliche de paso. En ese momento mi esposo esperó que la regresaran—con varios cajones de cerveza aparentemente para organizar una fiesta—, les habló a los dos y les dio un ultimatum:
—Ya pasó bastante tiempo, los dos trabajan y esto no es un hotel, nosotros madrugamos para trabajar y estudiar, no pensamos estar despiertos toda la noche por sus diversiones. Les doy una semana para que encuentren algo y se vayan.
Con mucho disgusto abandonaron la idea pero no desistieron de su actitud. Una semana después se aparecieron con un contratista para querer instalar una fibra óptica de internet "porque hay que progresar" —dijo nuestro hijo.
Era una pesadilla total. No entendían razones. Entonces mi esposo, que tiene mucha paciencia, la perdió.
—Tienen dos días para irse—ellos se reían.
El día de franco, apenas se fueron al trabajo, mi esposo agarró una maza de construcción y sacó las ventanas de la casa— cuando volvieron a la tarde no lo podían creer.
—Ya saqué las ventanas así que no importa que esté la puerta cerrada, si mañana no se van les saco los muebles a la vereda.
—¡No podés hacer eso, los muebles son míos!— gritaba el amigo, que jamás pidió permiso para vivir allí.
Al día siguiente trasladaban sus cosas en el camión de mudanza. Esta última vez, mi hijo estuvo nueve meses abusando de nuestra buena voluntad, y su amigo dos. Ni siquiera nos devolvieron las llaves. Hubo que romper la cerradura de la puerta para entrar a causa de un ruido extraño que se escuchaba.
El misterioso sonido se debía a que arrancaron las canillas del bañó, se llevaron hasta la ducha (regadera) del cuarto, las lámparas eléctricas y la salamandra (estufa de fundición a leña) nueva con todo el tiraje que debido al calor teníamos guardada y embalada allí. Paso mucho frío desde entonces.
Al ingresar encontramos que estaba todo inundado y tuvimos que cortar el agua para hacer las reparaciones y volver a colocar las ventanas. Espero que esta vez mi esposo escarmentara, de todas forma, sabemos que Batata no nos molesta porque está bien económicamente y considera que como nos dijo poco antes de irse hace dos años "ustedes son unos boludos que se van a morir pobres". ¡Amén!
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