Batata... seguimos


Con dinero en el bolsillo y su gusto por la buena vida decidió que era hora de vivir solo. Hacía rato que su hermano mayor estaba furioso con él, porque encontraba que le faltaba plata de su mesa de luz, e incluso a nosotros nos faltaban envases completos con monedas. En ese tiempo se viajaba en colectivo con monedas, que se cargaban en un monedero metálico de cada unidad. Por ese motivo, cada vez que teníamos dinero, íbamos hasta el banco para cambiar la cantidad de monedas para el mes de viaje y últimamente nos faltaban. En otra oportunidad llamaron a la puerta para avisarnos que el chico sustrajo cosas de un  negocio, era un vecino de toda la vida y por eso vino a hablar con nosotros en lugar de denunciarlo. Mientras tanto, al saberse descubierto,  él se fue a esconder en casa de uno de su amigos. Mi esposo lo buscó, lo hizo devolver lo que se llevó y poner la cara pidiendo disculpas al vecino. A partir de ese momento se enojó con nosotros y en lugar de aceptar su error me decía "sos una mala madre, porque hasta las madres de los asesinos los protegen y vos me obligaste a devolver un jueguito que vale dos mangos". El día que se fue encontramos, debajo de su cama, todos los envoltorios de las monedas que nos faltaban con el sello del banco e incluso revistas que le sacó al hermano y que negaba tener.

Pronto supimos que le iba bien en el trabajo. Hacía pareja con alguna chica y en pocos meses la cambiaba por otra. Pasaron varios años, y un día apareció en la puerta de casa. Venía a presentarnos a una novia con la que quería formar familia— decía que ya era adulto y responsable y necesitaba ayuda nuestra para construir una casa—. Yo siempre me guío por la intuición y en ese momento le dije a mi esposo que no le creía, pero él siempre tiende a dar una oportunidad más.

La novia tenía un terreno vacío y él quería comprar una casa tipo chalet premoldeado. Contaba con un sueldo que superaba con creces el nuestro, pero al no ser en blanco, no podía acceder a crédito bancario y por eso quería que nosotros lo sacáramos. Así lo hicimos, aún creyendo que era un error, y como correspondía a su comportamiento, con la plata en mano, no apareció ni para pagar la primera cuota. Cinco años nos llevó terminar de abonar el préstamo, teniendo que hacer malabares para arreglarnos con lo que nos faltaba todos los meses.

Todavía nos faltaban cuotas para pagar, cuando se presentó nuevamente en la puerta de casa:

—Hola, ¿está el viejo?—como si nada.

La nueva historia hablaba de que no pudo hacerse cargo de sus obligaciones porque la novia, una vez que instaló la casa, la vendió y lo dejó en la calle sin plata y lugar donde parar; entonces se fue un tiempo con amigos, pero ahora estaba sin trabajo y dormía en una plaza. Prometió y juró que si lo dejáramos quedar un tiempo, en cuanto consiguiera un nuevo ingreso laboral, nos devolvería el dinero prestado y buscaría una pieza para alquilar.

Como la casa de mi suegra estaba vacía (parte de adelante del mismo terreno) mi esposo le aclaró que solo sería hasta que mejorara su situación, ya que esa construcción corresponde a la parte de mi cuñado así la casa no estaría deshabitada.  Llegó con lo puesto y debí comprar algunas ropas y calzado para salir a buscar empleo, con la tarjeta de viaje que ahora se usa (SUBE) cargada también por nosotros y la comida que me encargaba de llevarle. 

Tres empresas consiguió en poco tiempo y las dejó por distintos motivos:  el horario de entrada era muy temprano o había que viajar más de media hora. Al fin entró en un lugar cerca y con buen sueldo. Allí empezaron los gastos: un led de un montón de pulgadas (yo tengo un televisor antiguo), muebles, ropa, celular, y nada de acordarse, no solo de devolver lo adeudado, sino de hacerse cargo de los gastos de servicios como la luz y el gas que se duplicaron. 

—Ya tenés trabajo y plata, así que andá buscando una pensión u otro lugar para mudarte—le dije—no te olvides que esto es de tu tío y no queremos problemas con él.

—Sí, no te preocupes que estoy buscando.

Pero... esto todavía no termina.

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