Un anestesista muy sexy
Noviembre 1989: Esperaba a mi hijo cuando debí ser internada de urgencia para realizar una cesárea. El Hospital Materno Infantil de Solano no contaba con anestesista y mi estado convertía en peligroso cualquier traslado.
En estas circunstancias, se solicitó un profesional al Hospital de Quilmes.
La Institución donde me encontraba, no contaba con el mínimo de suministros, de modo que, sin nada con que cubrirme, yo permanecía con mi cuero pegado a la cuerina de una desvencijada camilla, cerrando los ojos para imaginar estar en otro sitio.
Cuando al fin llega el anestesista, me recibe en el quirófano, se presenta muy amablemente y luego de explicarme los procedimientos se disculpa, ya que como no había ambos para cirugía, él traía puesta una chaqueta, pero la parte inferior del equipo lo constituía un calzoncillo de enormes lunares rojos, que por otra parte eran su ropa interior.
Así que, de esta manera, comenzó la cirugía y el calzoncillo erótico de mi anestesista, fue lo último que vi antes de quedarme dormida.
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