La casa por la ventana


Una de mis hijas, cuando era chica, no dejaba pasar un día sin hacer travesuras. Así, cuando tenía tres años, una mañana en que nos preparábamos para llevar a los hermanos mayores a la escuela, advertimos que todas las llaves de la casa habían desaparecido.

Al preguntar si alguien tenía noticias de su paradero, las caras de desconcierto fueron totales.

Sin saber que hacer, comenzamos a poner la casa patas para arriba en busca de alguna llave que abriera las puertas. Cuando faltaban diez minutos para irnos, ya que los chicos debían participar en el acto escolar, mi esposo resolvió aflojar una de las rejas de la ventana que daba a la calle y con algo de dificultad comenzamos a salir por allí.

Terminado el acto, volvimos a casa y la niña, muerta de risa, nos informó donde estaban todas las llaves que mientras dormíamos ella se ocupara de esconder dentro de unas medias, en el rincón mas apartado de un enorme placard.

Desde ese día, preparamos muchos juegos de llaves... por las dudas.

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