Este jueves de noviembre  de 2017 si que quedó en mi recuerdo. Tenía una agenda complicada, pero el plato fuerte del día era el tan esperado Concierto de piano de fin de año.

Por la mañana iríamos con mi esposo a un acto académico. El colectivo nos bajó a las cinco cuadras de haber subido porque, según el chofer, tenía "mucho peso". Cuando pudimos tomar otro  llegamos al límite de tiempo y el acto se había suspendido.

Mi día seguía con trámites junto a mi hermano menor en capital. En el viaje de regreso, el auto se detuvo y...  a empujar. Dos cuadras haciendo palanca  con mis stiletto ( no sé si estoy en youtube). Finalmente conseguimos arrancar, solo para quedar varados en medio de la autopista, con treinta grados,  a pleno sol y  por tres horas esperando la grua.

Con mi sobrina de 7 años no teníamos más canciones ni juegos que inventar. Al fin, la grua nos dejó en un lugar medio sórdido y esperamos a un remisero amigo que no acarreó.

 Yo bajé en Calchaquí y Rodolfo Lopez ( si alguien vio una loca corriendo en "patas" era yo).

 Hice 10 cuadras en 5 minutos porque mi familia se iría al concierto sin mí. Finalmente, llegamos 10 minutos antes de que el Maestro diera la primer nota.

¡Fue maravilloso!  y yo ... sigo roja como un tomate.