Atrapada en la rutina sempiterna.

Era una mañana tranquila con la luz del sol alumbrando en una habitación bien ordenada, una habitación en donde resaltaban dos libreros de fina madera de fresno, una ventana adornada con unas cortinas rosa y cerca de la cama una mesita de noche llena de pastillas de Calmtrex, que como una tapadera eran para controlar su estrés.

En su habitación se podía encontrar en sus libreros libros varios, desde historias de fantasía hasta cosas más extrañas, por ejemplo, una copia de un libro conocido como "Versiculum Magica Nocturnalis", algo muy extraño para una chica como ella, en su guarda ropa se encontraban vestidos muy conservadores para nuestra época, casi todos parecidos a vestidos de los años treinta.

De todo lo que ella pensó es en no querer levantarse, la luz del sol no le hacía sentir nada más que frialdad en lugar de algún sentimiento como alegría o emoción alguna, solo se levantó por la emoción de encontrarse con esa persona especial, con aquél que la hacía reír bastante.

Tan solo durante unos muy cortos cinco minutos estuvo viendo esos libreros, y los libros que allí habían, solo los que más amaba eran heredados por su tío, del resto muchos eran donados por los vecinos de su antiguo hogar, estos últimos hablando de hechizos, magia, conjuros, historia de las artes arcanas y demás, nunca entendió ninguno de ellos... No quería entenderlos, ella creía que eran una pérdida de tiempo, y aun así ellos la obligaban a leerlos.

Se dio prisa para vestirse, eligió un vestido azul marino, este era de manga larga y un cuello en V, el vestido era tan largo que le llegaba hasta debajo de las rodillas, si bien el faldón era holgado aun así lo sentía incomodo por alguna razón, como si ella quisiera vestir normal, como el resto de sus compañeras. Terminó por ponerse unos zapatos Mary Jane, cuya correa en el empeine a pesar del tiempo aún se veía como nueva, y como un adorno contaba con un botón decorativo de un conejo, animal que ella amaba. 

Tras lavarse la cara y terminar de asearse se miró durante un buen rato en el espejo, no había nada diferente en lo absoluto, solo ella que se tomó su tiempo en reflexionar. ¿Cómo era que todo llegó a esto? Tras calmarse un poco empezó a peinarse, con suavidad se movía su lacio cabello entre el peine, la luz se reflejaba finamente en su cabello castaño y bien cuidado.

Intentó convencerse en el espejo de seguir adelante ya que, que importa si la vida se pone muy repetitiva, a veces lo mejor es disfrutarla. Lo repitió tantas veces que aquellas palabras dejaron de tener sentido tan pronto como ella se dio cuenta de que tal cosa no funcionaría a la larga.

Bajó para desayunar cereal con avena, no tuvo ganas de servirse nada más elaborado, incluso sintió que el hacerse un café era un desperdicio de tiempo, las noticias en la tele sonaron a todo volumen, de nuevo se escuchaba de esa guerra en Estados Unidos y de cómo Texas apoyaba con la elaboración de armaduras tecnológicamente avanzadas a los "Torquemada Spears".

«Genial, armando a los locos.» Con el estrés y amargura de cada mañana terminó de comer su cereal, ver las noticias de siempre le hacía sentir el mismo desinterés de todos los días, desde que salieron de España, Evelyn solamente ha sentido no encajar para nada en su nueva vida, a excepción de Adrián, Kitty y unas pocas personas más, ella no sentía gran interés o siquiera una razón para ir a la escuela, de hecho, deseaba solamente volver a su antiguo hogar.

Dejó el tazón en el lavaplatos, prometió a sí misma lavarlo después, al final de cuentas sus padres casi nunca se encontraban en casa, así que técnicamente tenía toda la libertad que ella quisiese, pero no sabía cómo vivirla, tampoco quería llamar la atención, se sentía en un limbo por esas razones, era raro vivir así, incomodo, además. ¿De qué sirve la libertad y la rebeldía si no hay quien la presencie?

Desde que sus padres entraron al templo de los "Hijos de Arheimdal" casi no sabe nada de ellos, pero lo poco que sabe es que cada decisión o movida que hacen es por culpa de esa secta, incluso el barrio donde vive es un muy pequeño sitio de tapadera para los miembros de esta.

De allá que a veces le regalaran tan sorpresivamente libros extraños. Supuso ella que lo mejor era seguir adelante, no le quedaba de otra más que resignarse a una realidad que no le gustaba, e incluso, una realidad que no quería aceptar bajo ningún concepto.

Tras disociarse por lo menos unos diez minutos pensando en porqué sus padres decidirían unirse a algo así simplemente decidió ya ir a la escuela, pues no le quedaba tan lejos y podía ir caminando tranquilamente.

Saliendo de su casa tomó la llave que tenía en su mochila y cerró la puerta, en el camino saludó a sus vecinos, desde el emotivo señor Francesco pasando por la señora Petronila y por don Evaristo casi todos la saludaron al verla pasar, ella por educación devolvía los saludos, aunque en realidad sabía bien quienes eran ellos y lo que hacían, todos ellos miembros de los Hijos de Arheimdal, nada más que eso.

Casi ninguno destacaba más de lo necesario, incluso parecían actores interpretando un papel tan convincente que a ojos de una persona normal simplemente eran personas muy tranquilas, pero tarde o temprano eran esas costumbres de hacer reuniones cada dos semanas lo que levantaba sospechas.

Ya alejada de su barrio, habiendo caminado unas dos esquinas puso en su celular a Elton Britt, le encantaba la canción de Uranium Fever, junto con Weird Al Yankovic y Marty Robbins era uno de esos cantantes que le encantaba escuchar para sentirse alegre por un buen rato.

Escuchar a Elton Britt y de sus desventuras en búsqueda de una mina de uranio era divertido por el ritmo de la melodía, caminar en las calles de Mérida era en cierto modo relajante tras unos días de haberse acostumbrado, por alguna razón las calles a las seis de la mañana eran interesantes de explorar y recorrer con melodías clásicas del western, e incluso cuando sentía mucha nostalgia con jazz lograba mantener esa sensación de aventura.

Era esa mezcla de edificios viejos y nuevos lo que daba esa sensación aventurera de ella, como muchos tenían esa arquitectura tan cincuentera con estética moderna de su época de cuando se construyeron, así como ver edificios que de estilo colonial con balcones con adornes florales, era esa mezcla de arquitectura lo que la hacía sentirse interesada por cada descubrimiento.

Aunque claro está que, también en sus aventuras llegó a encontrarse en lugares que simplemente, era mejor no volver a pasar, como la vez que encontró un barrio en el que una jauría de perros estaba suelta y que por muy poco casi lograron alcanzarla.

Ya llegando a la entrada de la universidad se encontró con Matthew y Alex discutiendo. Algo había pasado, al parecer Kitty se había peleado con una chica, como todo ocurrió fuera de la escuela a unas esquinas antes de entrar ni la coordinación ni los maestros le dieron mayor importancia, pero casi todos hablaban al respecto de dicha disputa.

Moi estaba diferente ese día, se encontraba bastante callado, preocupado por Desdémona, ella se encontraba enferma de gripe, si bien no era algo grave lo de ella no era lo mismo ir a la universidad sin pasar un rato con la chica que él tanto amaba, para todos era raro verlo actuar bastante serio e incluso sensible.

Con curiosidad Evelyn se acercó a él para preguntarle al respecto siendo que poco conocía de los amigos de Adrián salvo por lo que él cuenta de ellos:

—Hola. Tú debes de ser Moisés. ¿No es así? —Pregunta Evelyn sentada junto Moi, él estando cerca de un arriate agarró una flor y se puso a pensar en un comentario sarcástico que responder, pero no valía la pena según él.

—Sí, sí lo soy... ¿Qué es lo que quieres? —Pregunta Moi acariciando los pétalos de la flor, una azucena de un color tan fuerte y de fragancia tan envolvente.

—Solo quería hablar. ¿Qué te tiene tan preocupado? —Pregunta Evelyn, ella veía como aquél bromista que conoció hace unos días ahora se mostraba más contemplativo e incluso incompleto.

—Es por Desdémona. Yo no sé si hablar de eso, a nadie le debería de contar de mis problemas, mi deber es solamente hacer reír. Hacer reír a esos pocos que realmente ven potencial en mí.

—¿Por qué no lo cuentas? Tal vez te haría sentir mejor, después de todo, lo mejor es hablar con alguien lo que sientes. —Evelyn sonrió suavemente.

—Llámame exagerado, pero... Desdémona no vino por estar enferma de gripe, y... Yo me siento solo realmente, incompleto, quizás. Ella, ella siempre me cuenta de su vida y sus gustos, me cuenta de sus pasatiempos y de su amor por el arte.

De mi parte la escucho, yo solamente puedo escucharla ya que mucho de lo que a ella le gusta no lo entiendo, por ejemplo, su amor al arte, no soy bueno con eso del arte abstracto, pero verla tan alegre de ver las pinturas esas que parecen garabatos, verla asombrada con esos poemas de terror gótico de Edgar Allan Poe cuya prosa es más que el miedo que me hace sentir, y oír su deseo de ser algún día una actriz de teatro me hace sentir vivo, y de alguna forma, feliz. —Moi empezó a llorar un poco.

Evelyn quedó en silencio, observando las lágrimas de Moi mientras reflexionaba sobre la soledad que ambos compartían en ese entorno aparentemente insensible.

—¿Pero si ella está bien, por qué lloras?

Moi se molestó por un momento, contestó al principio con enojo solo para volver a ponerse reflexivo.

—¡Porque estoy solo! ¡Estoy solo en un lugar donde siento que todos carecen de alma! Es como si todos aquí fueran malditas maquinas que solo se mueven por inercia. Ella al igual que yo la han hecho a un lado, ella es la que siento que me entiende, y es por ello que siento que realmente puedo ser yo mismo con ella sin tener que mostrar esta faceta que todos conocen de mí. Con ella puedo contar que es lo que siento de verdad.

—Te entiendo, me imagino que no debes de sentirte bien al respecto, pero piensa que ella se encontrará mejor. Tienes amigos que te apoyan piensa en ellos. —Comentó Evelyn inocentemente, Moi simplemente la ignoró.

—Entiendo lo que quieres hacer, pero mejor déjame, solo deseo estar tranquilo el día de hoy, sin ella lo mejor es que me quede lejos.

Moisés se levantó despacio, se fue al salón de clases, dejando sola a Evelyn, era raro que el bromista mostrara su verdadero rostro. Para un bufón abandonar su personaje era algo inaudito, ya que ellos debían de seguir su interpretación hasta la final de su vida.

Tras caminar un poco en la escuela, se encontró con Adrián, de nuevo llegó más tarde de lo que acostumbra, pero esta vez se notaba que él lo hizo a propósito, ya que se desvió para comprar algo para desayunar, y casualmente invitar a Evelyn.

Ambos tortolitos se sonrojaron por el momento, o más bien, por ver al otro en esta situación, comentaría más al respecto si no fuera por el hecho de que las clases comenzaron.

No era difícil interpretar que para Evelyn el pasar tiempo con Adrián era algo muy lindo ya que él parecía no importarle el hecho de como vestía o que canciones ella oía, y eso hacía que ella se sintiera feliz de por fin conocer a alguien que la entendía.

Recordó ella cada vez en su anterior escuela, recordó cada broma y cada maltrato de sus compañeras de clase, y como los chicos la veían como si viniera del pasado, incluso llamándola abuela Eve, burla y acoso, todo lo que recuerda de su anterior universidad, no era su elección vestir así. Solo se veía atrapada por decisiones que no eran suyas, atrapada en una rutina sempiterna.

La clase de Fisiología Humana inició, la maestra Leandra daría la clase, de aspecto joven y bien cuidado y un cabello castaño y rizado, su piel bronceada era algo que llamaba la atención, todos sabían por su amor a ir a la playa a menudo, y parece ser que no se había recuperado de su fin de semana allí. Incluso apenas llegó se echó a dormir en el escritorio y solo marco que en parejas hicieran un ensayo.

Las parejas ya estaban formadas, y en la lista figuraban los que más nos importan porque no estoy dispuesto a enumerar a todos los estudiantes del salón:

-Moisés Salazar y Adriana Carpio.

-Matthew Jiménez y Francisco Sin Nombre y Apellido.

-Kitty Cassadei y Evelyn Fernández.

-Adrián Ricalde y Daniel Fortuna.

Que mala suerte para mi gusto, pero ya que, así son las cosas, culpa a la maestra por volver esto tan anticlimático.

Una chica con un suéter rosa de un gato dormido entraría corriendo, gritando un estruendoso «ya llegué» cuya voz agitada era lo que menos llamaba la atención, aquella chica era Kitty, al parecer ganó su pelea, pero con el costo de quedar despeinada, con el suéter rosa sucio y manchado de tierra, y con algunos moretones.

Su mochila de gato para fortuna de ella estaba intacta, y en el caso de Kitty poco le importaba el verse como si hubiera pasado por una trinchera, simplemente se sentó con Evelyn y empezaron a trabajar en el ensayo.

Las dos horas fueron lentas como solo podría pasar en un martes cualquiera, todos estaban hartos, y cansados, Evelyn no podía dejar de ver el reloj de la pared y Kitty no paraba de anotar cosas en una libreta con una imagen de un gatito vestido de hada que compró en la feria.

Por otro lado, Alejandro y Adrián empezaron a charlar por haber terminado el ensayo bastante rápido, la conversación empezó jovial, hablando de los entrenamientos y del juego de Digital Ancient War y de cosillas más como de películas como Pulp Fiction o F(r)iends Club, la última siendo una película de acción de culto de los años ochenta de cuatro tipos que eran cazarrecompenzas. Entre toda esta charla se inmiscuyó una pregunta y era acerca de Evelyn, si bien Alex quería contarle a Adrián de los planes de Moi y Kitty, al final pensó que no convendría intervenir, ya que tanto Evelyn como Adrián se veían felices.

—Dime hermano, ¿Qué es lo que amas de ella? Todos la voltean a ver como un bicho raro, pero tú, tú la ves con amor y con cariño, incluso te preocupas por ella. Cuéntame un poco. —Pregunta Alex con una curiosidad que denotaba algo de preocupación, pero también de comprensión por intentar entender tanto a Adrián y si de verdad sentía algo por Evelyn.

—Mucho te puedo contar al respecto, es tan lindo estar junto a ella sabes, solo que no sé donde empezar. Primero que nada, lo que amo de ella es como se ve, sus ojos son muy bonitos, y su sonrisa me hace sentir algo cálido en mi corazón, por si fuera poco, siento como si ya la conociera. —Eso último comentó Adrián con algo de confusión, ya que para nada había visto a Evelyn, y tras los eventos de la feria sentía como si dichas palabras que escuchó de la adivina hicieran eco de nuevo.

—Entiendo a lo que vas, pero toma en cuenta, apenas se están conociendo ya casi dos meses, y es preocupante la velocidad con la que ustedes se han acercado, ¿no crees que deberían bajar un poco el ritmo? Piénsalo, ¿es amor lo que sientes o es algo más?

—No creo, es que supongo que congeniamos bien eso es todo, y pues, aún no somos nada, tranquilo, exageras. —La naturalidad de las palabras de Adrián eran toda la prueba que necesitaba Alejandro para estar preocupado.

—Ese "aún" es lo que me llama la atención, no quiero ser un aguafiestas, pero tendré que darte el consejo, en la feria una tal Lily, te estaba buscando, y se peleo con Kitty y Moi, habló de Evelyn y de ti, no sé que tenga exactamente que ver, pero creo que ustedes dos deberían de darse un poco más de tiempo y ser más precavidos por si acaso.

Lily, ese nombre hizo sentir miedo a Adrián, ¿cómo supo ella que Evelyn y él estaban en la feria, y que deseaba ella de él como para seguirlo hasta allá?

Del lado de Kitty y Evelyn se quedaron a tres cuartos del ensayo, Kitty apunto de terminarlo, Evelyn se había aburrido bastante, al punto que lo único que se puso a pensar fue en un documental de como crecen los helechos, o al menos hasta que fue interrumpida por Kitty que con una voz alegre comentó que había terminado el trabajo, y bueno, el trabajo estaba hecho, pero estaba demasiado adornado con marcos de colores como para ser del gusto de alguien.

—Muy bien, mientras esperemos a que la clase acabe para entregárselo a la maestra. —Comentó Evelyn con el celular en mano y con los audífonos puestos, empezó a escuchar Trigger happy de Weird Al, solo él le ayudaba a evitar pensar en que tan bien hizo la tarea, aunque como siempre ella se intentó convencer que no lo hicieron mal.

—¿Qué escuchas Eve? Déjame escuchar, ¿puedo? —Pregunta Kitty, con su curiosidad casi a tope y con una hiperactividad más desatada de lo normal.

—Bueno, espero te guste, es Weird Al Yankovic. —Al escuchar un poco de la canción Kitty no pudo entenderla, no por el inglés, sino porque era una canción de surf, pero de temática armamentística, sin darse cuenta de que de eso trataba la parodia.

—Que rara canción. Oye, ¿piensas hacer algo este fin de semana? Pensaba en salir y me gustaría que fuéramos juntas.

Evelyn, empezó a pensarlo, los fines de semana solo los tenía libres los viernes, en la noche y sábados en el día y tarde, pero aceptó ir, no sin antes preguntar de algo que para ella era apremiante.

—¿A dónde iríamos y a qué hora? Siento que no sería buena idea, no sé que digan mis padres. —Comentó Evelyn preocupada por saber que dirían sus padres, aunque ella pensó en que lo que fuera que dijeran no valía la pena, era mejor salir.

—Bueno, pensaba en ir a una fiesta en el Neon Dance Club, quizás te gustaría ir, podrías invitar a alguien que quieras. Yo por mi parte iré sola. —Comentó Kitty mientras se lamía la mano como lo haría un gato.

—Bueno, no sé... Sabes, creo que sí, voy a ir, y sé a quien llevar. —Respondió Evelyn con seguridad, teniendo en mente a la persona perfecta.

El resto de la clase no fue la gran cosa, ni siquiera Moi pudo darle vida al momento a pesar de sus esfuerzos y no hablaremos de Matthew pues él al igual que la maestra se quedó dormido en plena clase, así pues, la pregunta es. ¿Qué habrá en esa fiesta?

Algo era seguro, para Evelyn simbolizaría por fin algo nuevo dentro de su nueva vida

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