Capítulo 50: El Amor
Ashton
Realmente me sentía feliz de estar ahí, vivo y con mi familia... aunque no tuviéramos la mejor relación.
Si bien, yo estaba lejos de ser el hijo favorito y lo sabía (todos lo sabían) mi madre y padre estaban tan preocupados de que me pasara algo que habían puesto seguridad afuera de mi habitación.
Los únicos que podían entrar además del personal del hospital, eran ellos, mis hermanos y mis dos mejores amigos.
Los cuatro secuestradores habían sido encontrados tan sólo dos días después de que me operaran y mi padre estaba desesperado porque un juez los juzgara y que ninguno volviera a salir jamás.
Yo, por otro lado, estaba más preocupado de que me quedaran marcas en el cuerpo por las balas y parecer un delincuente que se había metido en una pelea callejera.
—No se ven casi nada —me dijo Alie, mientras me levantaba la bata de hospital.
—No mientas...
—No miento... tanto.
Volví a acomodarme la bata y a recostarme bien en la cama.
Alie me miró con algo de tristeza.
—No está mal, sigues siendo igual de lindo —me aseguró.
Yo la miré curioso.
—¿Crees que soy lindo? —pregunté con una sonrisa divertida que utilizaba para esconder mi ilusión.
Alie rodó los ojos, pero no pudo disimular su sonrisa.
—Un poco...
—Tú también lo eres un poco.
Alie estaba abriendo la boca, cuando Gohan entró con una caja de donas en la mano.
—¿Quién muere de hambre?
—¡Yo! —exclamé.
—No, tú no —me dijo—. No tienes bazo y tienes que comer comida de hospital por eso.
—No es justo —me quejé, cruzándome de brazos.
Alie me miró con ternura, mientras sacaba una de las donas de la caja.
—Solo un pedacito —me dijo, quitándole un pedazo pequeño a la dona y acercándola a mi boca.
Yo sonreí complacido y agarré el pedazo de dona con mi boca, pero realmente me sentía más complacido porque ella me la diera que por comer la dona en sí.
[...]
—¿Alaska hizo esto? —le pregunté a Gohan.
—Así es... temía que arruinara nuestras plantas, pero me sorprendió.
Alaska había preparado unos muy buenos brownies de marihuana, eran los mejores que había probado en la vida. Había una razón más para que me gustara a Alie.
Al pensar en Alie y en la forma en que me gustaba, miré a Gohan de reojo.
Ambos estábamos recostados en mi nueva cama de dos plazas, comiendo los brownies mientras veíamos una serie en la televisión.
Debido a los dos disparos que había recibido, debí quedarme en el hospital durante varios días y estando en casa, debía guardar reposo.
Gohan había estado pegado a mí todo lo que podía, era como si creyera que me podía pasar algo más si se separaba. Solo se había separado para ir a la universidad para así poder darme sus apuntes después.
Estaba por decirle algo a Gohan, cuando Alie apareció en la habitación.
—¿Cómo te fue? —le preguntó Gohan.
Alaska había salido a comprar ropa nueva, pues tendría que ir a unos eventos de la promoción de la película y necesitaba verse más elegante que se costumbre.
—Bien, ¿quieren ver lo que tengo? —pregunto, levantando las bolsas.
—Claro —dije yo.
Alie se metió a mi baño emocionada y cuando salió, tenía puesto un lindo vestido de fiesta color rosado pastel, con un escote asimétrico y un corte de princesa que llegaba sobre sus rodillas.
Estaba por decirle que se veía hermosa, cuando Gohan se me adelantó:
—Pareces una princesa de Disney, pero más vulgar.
—¡Oye!
—¡¿Cuándo has visto a una princesa con un vestido tan corto?!
—Soy una versión moderna —argumentó.
—Como sea, necesito algo de beber —dijo Gohan, poniéndose de pie.
—No hay cerveza —le dijo Alaska.
Gohan la miró horrorizado.
—¿Y soda?
—Tampoco... te dije que hicieras las compras antes de ayer —le recordó—. ¿Por qué no lo hiciste?
—¿A caso soy el empleado de esta casa?
—Yo cocino, tu compras y Ashton descansa... por ahora —le recordó—. Podrías ir ahora, aun es temprano.
Gohan suspiró con cansancio ante la sugerencia de Alie.
—Está bien... ¿y la lista?
Alaska rodó los ojos.
—Ya la hago...
Luego de que Alaska le hiciera una lista a Gohan y se la enviara por mensaje, él fue al primer piso por las bolsas reutilizables y fue al supermercado en mi auto.
Yo estaba feliz de que mi amigo hubiera sacado licencia de conducir, pero seguía sin sentirme muy seguro de que condujera sin vigilancia. Con Gohan hasta la actividad más simple de la vida podía ser mortal.
—¿Crees que estará bien? —le pregunté a Alie.
—Hasta ahora no ha chocado, tú tranquilo —me dijo, volviendo a entrar al baño para cambiarse.
Cuando Alaska salió del baño nuevamente, tenía puesto un vestido largo de color turquesa, con un corte en la pierna, que lo hacía muy sensual.
De pronto, dejé de preocuparme de que Gohan chocara mi auto y me concentré en lo maravillosa que se veía Alie.
—¿Te gusta? —preguntó.
Yo asentí y podía apostar que lo había hecho como un bobo.
Alie me miró nerviosa.
—¿Por qué me miras así? —preguntó con nerviosismo.
—Te ves muy bonita... —confesé, sin pensarlo mucho.
Alie se sonrojó y sin decir nada volvió a entrar al baño.
Por alguna razón, el que se sonrojara con un tonto cumplido tan básico como el que le había dicho, me había puesto feliz... o quizás la hierba de los brownies me estaba haciendo efecto.
Alie volvió a salir con su ropa normal y las bolsas de compras en sus manos.
—¿Y que ven? —me preguntó.
Me encogí de hombros.
—Es una tonta serie de adolescentes.
Alie se sentó en el lado de la cama en la que Gohan había estado antes.
—¿Y si vemos algo mientras lo esperamos? —preguntó con un leve tono de timidez.
—Claro... elige algo.
Alie tomó el control y quitó la serie que estaba puesta en la pantalla para buscar algo más en Netflix.
Cuando, después de diez minutos, encontró una película que le gustara, se acomodó a mi lado y ambos nos concentramos en la pantalla frente a nosotros.
A veces me preguntaba qué pasaría si Alaska llegase a sentir lo mismo que yo, ¿nos haríamos novios? ¿Y luego qué? No sabía si podía imaginarme teniendo algo serio con ella.
Aun así, me di cuenta de que esa situación no se sentía mal. Ella y yo acostados juntos mientras mirábamos una película que no me importaba, pues solo pensaba en lo bien que se sentía estar a su lado.
«Siendo su novio la tendría a mi lado más seguido», pensé.
No sabía que había pasasado conmigo. Meses atrás amaba ir a fiestas, salir con chicas y tener tríos y orgias y en ese momento me hacía feliz estar viendo una película tonta con una chica en particular... una chica que traía la ropa puesta.
Definitivamente el amor volvía más idiotas a las personas.
De pronto, mi mano izquierda rozó la mano derecha de Alaska y solo ese mínimo hecho me hizo sentir un cosquilleo en mi estomago y en mis mejillas, las que podía apostar que estaban sonrojadas.
Repetía: el amor sí que volvía idiotas a las personas.
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