Capítulo 45: Alaska

Gohan

Ashton había estado muy extraño esos días y estaba teniendo un resfriado que parecía eterno. 

Mi teoría era que algo lo estaba preocupando y eso estaba bajando sus defensas, si seguía así, su colon estallaría.

Había intentado hablar con él, pero cada vez que le preguntaba si le preocupaba algo, palidecía y terminaba vomitando incluso.

Me dolía un poco que no fuera capaz de decirme que le pasaba cuando yo siempre le contaba todo de mi vida y yo creía que él también lo hacía, al menos lo creía hasta ese entonces. O lo que le sucedía era muy personal o le causaría un problema conmigo, ¿pero qué cosa podría causarle un problema conmigo?

Ashton no podía hacer nada que me alejara de él, pues yo lo conocía y no era capaz de matar a una mosca.

Nada de lo que Ashton Johnson fuera capaz de hacer sería suficiente para hacerme odiarlo o no querer verlo más en mi vida. Él era mi familia, mi mejor amigo, lo único que me hacía completamente feliz y solo a él era capaz de confiarle mi vida completa... aunque él no pareciera poder hacerlo.

Tal vez, tenía que ser mejor observador y descubrir que era lo que pasaba sin que tuviera que decírmelo, así podría decirle que ya lo sabía y que no me molestaba. Sí, eso tenía que hacer.

—¡Gohan! ¡Tenemos que irnos! ¡Muévete! —me gritó Alaska desde el primer piso.

Yo tomé mi mochila y bajé corriendo las escaleras hasta el primer piso, listo para ir al aeropuerto.

Era miércoles antes de los festivos de semana santa y los tres iríamos a Alaska con la familia de Alie. Por fin podría descubrir si vivían en una choza y peleaban con los osos polares por su almuerzo.

—¿Tú papá nos dejara entrar? —le pregunté mientras salíamos hacia la calle—. ¿Nos dejara entrar a su choza? Porque parece que nos odia y tengo la leve sospecha de que cree que somos gays.

Alaska me miró sorprendida y negó.

—No piensa que sean gays y si lo pensara, no habría nada de malo —aseguró—. Y claro que los dejara entrar, no es un tirano... no tanto.

—Cierto, tu padre debe ser un hombre liberal.

—¿Por qué lo dices?

—Porque si hubiera sido por él, te hubiera abortado.

Alaska me miró con el ceño fruncido, pero luego suspiró, resignada.

—Yo soy la razón por la que está a favor del aborto libre —comentó con poco ánimo.

Yo le puse una mano en su hombro.

—Tranquila, mi mamá odia los condones porque por culpa de uno defectuoso yo nací —intenté animarla—. Luego se operó y su vida fue más feliz... pudo serlo mejor si yo no hubiera sucedido, pero la vida no es perfecta.

En ese momento, Ashton salió de la casa con sus cosas y se quedó con nosotros esperando el taxi que nos llevaría al aeropuerto.

—Ashton —lo llamó Alie—. ¿Tu fuiste planeado?

—Sí, todos lo fuimos, pero yo soy el que provocó que mi mamá dejara de creer que debía recibir los hijos que la naturaleza le entregara y se ligó las trompas —respondió con una sonrisa divertida.

—Bueno, otra cosa que tenemos los tres en común: causamos que nuestras madres se operaran para no tener más hijos —dijo Alaska.

Los tres reímos por el comentario.

El tema me hizo recordar la última vez que había visto a mis padres, la que había sido todo un desastre. Después de lo que había pasado, había decidido no ver a ninguno de los dos en mucho tiempo y, si era posible, a mi padre nunca más.

Tenía que dejar que la tensión pasara y entonces podría visitar a mi madre para no abandonarla del todo.

En ese momento, el taxi llegó y el conductor nos ayudó a meter las cosas en el maletero para luego subirnos.

[...]

—No veo ningún oso polar —dije, mientras esperábamos que el padre de Alie llegara a buscarnos.

El viaje había sido de diez horas, por lo que los tres estábamos estirando las piernas afuera del aeropuerto, aun cuando hacía bastante frío y había bastante nieve.

Era un tanto extraño que un viaje dentro del país durara diez horas, jamás me lo hubiera imaginado, pero claro, Alaska estaba en un extremo del planeta y el pueblo de Alie, Barrow, era la ciudad más septentrional de América continental.

—¿Saben que Barrow está hermanada con la ciudad de Argentina, Ushuaia y la de Chile, Puerto Williams? —preguntó Alie.

—Uh, me gusta el nombre Argentina —dije para luego quedarme pensando—. ¿Y qué demonios es Chile?

—Un país —dijo Ashton—. Es el país más al sur del mundo y también el más largo y angosto.

—Oh... ¿y ahí sí hay pingüinos?

—Así es.

—¡Vamos a Chile!

—Primero conozcamos el extremo norte del planeta, luego el sur —dijo Alie para, unos segundos después, apuntar algo—. Ahí está mi padre.

Una camioneta roja, desgastada, de un modelo un tanto viejo, y manchada con barro, se detuvo frente a nosotros.

El señor White bajó de la camioneta y nos saludó con un apretón de manos, incluso a Alie, quien era su hija y no veía del año pasado, meses atrás.

—¿Se van atrás?

—Sí —respondió ella.

Los tres nos subimos en la parte trasera de la camioneta, la que se usaba para cargar con cosas, no personas, pero me gustaba la experiencia.

—Esto es muy rústico —comenté.

Alie rio y seguimos hablando de Barrow, su pueblo que, comparado con Los Ángeles, parecía salvaje. No había un solo rascacielo y las casas eran bastante austeras. Ni hablar del paisaje, el cual parecía un peladero lleno de nieve.

Después de un rato, la camioneta se detuvo y nos encontramos frente a una casa grande de madera, muy cuadrada y pintada de color amarillo con techo triangular de color blanco.

—Parece una casa diseñada por un niño —le susurré a Ashton al oído, cuando bajamos de la camioneta.

—Me alegro de que te límites a susurrarme tus comentarios a mí.

Yo era algo impertinente a veces, pero conociendo la actitud del señor White, no creía ser capaz de insultar el hogar que tanto parecía costarle mantener y menos cuando nos estaba acogiendo en él. Aun me quedaba un poco de control.

Los tres entramos siguiendo al señor White, encontrándonos con un acogedor hogar, era como el interior de la casa de los osos de Ricitos de Oro.

Todo era muy bonito y adorable, hasta que divisé la cabeza de un animal colgada en la pared. Si no me equivocaba era un alce... ¿por qué alguien mataría un alce y lo colgaría en su pared?

—¿Es real? —le pregunté a Alie, apenas.

—Lo es... es el animal más grande que mi padre a cazado, así que no digas nada al respecto. Todos aquí lo odiamos, pero él es el que manda, así que no podemos quejarnos —respondió.

Me sorprendía que incluso Alaska parecía dejarse dominar por su padre. Entendía que su madre lo permitiera, pues ella había elegido casarse con él por alguna razón, ¿pero Alie?

—¡Alaska! —exclamó la madre de Alie, saliendo la cocina—. Te he extrañado tanto mi chiquita, ¿haz comido bien? ¿Cómo está la nueva casa? ¿Te han asaltado?

—Mamá, es Los Ángeles, no Nueva York —respondió con una risa.

En eso, la señora nos vio y se acercó a saludarnos.

—Un gusto verlos de nuevo, espero que mi hija sea de utilidad en la casa. Sabe hacer de todo, yo me encargue de eso.

Ashton rio nervioso por el comentario cargado con un tono de machismo.

—Es de mucha ayuda, tranquila.

Ya veía cual era la razón por la que la madre de Alaska seguía con el señor White. Como la mayoría de las amas de casa, aguantaban a sus maridos por los hijos y porque no se creían capaces de nada más que de atender una casa. Ahora, con sus dos hijas adultas, me imaginaba que su vida se la dedicaba a su esposo y eso me molestaba un poco.

«No es tu familia, no es tu mamá. Olvídalo».

En eso, la hermana de Alaska, Laura, salió de una habitación con una sonrisa.

—¡Hermana!

Ambas se abrazaron con fuerza mientras reían y yo no pude evitar pregúntame porque ella seguía ahí. Ella era mayor que Alaska incluso, pero seguía en ese pueblo enano, frío y aburrido.

Después de soltar a Alaska, su hermana se nos acercó y nos saludó con una sonrisa genuina.

—Es un gusto volver a verlos —nos dijo—. ¿No les molesta en su relación vivir con Alaska? Digo, debe ser incómodo que ella esté ahí, entre ustedes —dijo con una sonrisa divertida.

Ashton y yo miramos a Alaska con desagrado, pero ella nos rogó con la vista que siguiéramos la mentira.

—No —dijo Ashton disimulando su nerviosismo—. La casa es grande, incluso dormimos en un diferente piso que ella —mintió, tomándome de la mano.

Yo asentí con una sonrisa, pero cuando el padre de Alie salió del baño, ambos nos soltamos con miedo. El hombre era claramente un machista opresor, amargado con la vida y retrógrada. Aunque Alie hubiera dicho que no tendría problema con que fuéramos pareja, yo no le creía mucho.

El señor nos miró de pies a cabeza.

—Ya sé que son mariquitas. Que lo intenten ocultar me parece más deplorable que el que lo sean —comentó.

—Richard —lo reprendió su esposa.

Ambos reímos nerviosos y volvimos a tomarnos de la mano. Pude sentir como la mano de Ashton sudaba igual que la mía.

—Bueno, vamos a comer, debieron tener un largo viaje y no hay nada mejor que una rica comida después de eso —dijo la señora White.

Al menos, si teníamos la boca llena, nadie podría hablar y empeorar el ambiente.

¡Holis!

Hace tiempo que no les dejo alguna nota por aquí, pero siempre que subo los capítulos estoy algo ocupada o media dormida porque tengo el sueño cambiado y me estoy despertando a las 3 de la tarde sjsjsjs

¿Como han estado? ¿Les gustó el capítulo?

Bueno, aprovecho de comentarles que los siguientes capítulos se vienen más dramáticos e intensos. Además, quedan solo 10 capítulos para el final.

Bueno, espero que tengan lindo día. Los quiero mucho. ¡Besitos!

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