Capítulo 44: Mudanza

Ashton

Esperaba que Alie hubiera entendido mi "me gustas mucho" de la mañana de manera sexual, aun cuando no lo había dicho en ese sentido.

Mientras Alie, probablemente, veía lo que había pasado como simple sexo casual, yo como todo un idiota sentía que me había conectado más con ella.

Era un idiota, solo le había metido mi pene, ¿por qué eso me conectaría con ella de otra forma más allá de lo físico?

Cuando Gohan apareció en la cocina, no pude evitar sentir un dolor de estómago.

«Tengo que decírselo».

¿Y si se molestaba? ¿Si me mandaba al demonio? ¿Si se retractaba de mudarse con nosotros?

No podía decírselo antes de que estuviéramos en la nueva casa y eso sería en unos cuantos días más. Tenia que ser fuerte y aguantar el secreto, por más que me doliera.

—¿A qué hora vamos a la casa? —me preguntó Gohan.

—En una hora.

—Genial, ya quiero verla.

Yo le di una sonrisa lo más natural posible y fue a sentarse con Alaska al sofá, mientras yo seguía en la mesa de desayuno, intentando comer mi avena a pesar de todos los asuntos que revolvían el estómago.

Solo tenía que aguantar el secreto unos días más y entonces, conversaría las cosas con Gohan de manera civilizada y sincera.

[...]

La casa era increíble. Era de tres pisos, con una cochera en la que entraban dos autos, con paredes de color crema y estaba amueblada con un estilo moderno y elegante, pero no demasiado ostentoso.

Había una chimenea de piedra hermosa en la sala y un patio trasero con un pasto muy verde, cortado parejamente y en un costado se encontraba una piscina enterrada de mediano tamaño.

En el segundo piso había tres habitaciones, las cuales eran bastante más grandes que las que teníamos en el departamento; dos eran del mismo tamaño y la otra era un poco más pequeña. En el tercer piso había una pieza matrimonial que parecía del porte de mi actual sala y cocina, con una terraza bastante grande.

—Esta debería ser tuya —dijo Gohan—. Ya que, será tu casa.

—¿No la quieres tú?

—¿Estás loco? Ya es suficiente con que me estés pagando todo esto a mí también —contestó—. Deja de ser tan amable y date un lujo.

—Gohan tiene razón, esta será tu casa, tú tienes que elegir tu habitación y no tienes más opción que la mejor de todas —agregó Alie.

—Increíble, tengo derecho a elegir y solo tengo una opción... que lógico.

Los tres reímos y yo asentí.

—Bien, elegiré esta, pero será nuestra casa... no me mudaré a menos de que hablemos de nuestra casa.

—Que lógico, Ashton, tú la vas a pagar y estará a tu nombre, pero tiene que ser de nosotros también —comentó Gohan.

Yo asentí con una sonrisa.

—Tan lógico como mis opciones para elegir cuarto —bromeé.

Ambos rieron y volvimos al primer piso donde estaba la corredora de ventas con los papeles.

—¿Y? —preguntó la mujer—. ¿Les gustó?

—¿Dónde firmo? —le pregunté, provocando que una sonrisa de felicidad se formara en su rostro.

[...]

Sinceramente, sentía bastante tristeza de dejar el departamento que había sido mi hogar por casi cuatro años.

No importaba lo pequeño que fuera, lo viejo o feo, había sido un increíble y acogedor hogar.

Extrañaría subir escaleras hasta que mis pulmones se quejaran de dolor e ir a comprar las donas en el café que estaba a unas calles.

Luego de bajar todas las cajas que necesitábamos al camión, con ayuda de los hombres que trabajaban para la compañía de mudanzas que había contratado, los chicos y yo subimos al nuevo auto que había comprado el día anterior.

La casa la había comprado ya una semana atrás y ya habíamos llevado unas cosas antes, mientras en el departamento estaban intentando controlar la plaga de ratas que tenía nidos en los techos y entre las paredes. Incluso habíamos encontrado que había mordiscos de ellas en nuestras plantas, incluida la de marihuana.

—Voy a extrañar este lugar —dijo Alaska en el asiento trasero cuando comencé a avanzar—, pero si pude adaptarme a él, creo que puedo hacerlo en otro lugar.

—Yo también —dijo Gohan—. En especial cuando cada vez voy subiendo de clase —bromeó.

Después de todo, yo me quedé con la habitación más grande y en la pieza que sobraba, Alaska había instalado unas nuevas máquinas para hacer ejercicio que había comprado con su dinero para que pudiéramos hacer ejercicio en casa en vez de tener que ir al gimnasio.

Estando en mi cuarto me sentí algo incómodo. Era demasiado grande comparado con el otro y mi cama de una plaza hacía que el espacio que sobraba fuera extremadamente grande.

Por suerte, la cocina, comedor y sala estaban amuebladas, lo que había evitado que quedara casi todo vacío.

Aun así, habíamos instalado nuestros sofás en la terraza de mi pieza y los otros dos en la cerámica del patio, cubierta por parte de la casa, lo que daba sombra y evitaba que, si llovía, el agua los mojara.

De pronto, Alaska entró a mi cuarto con un objeto en la mano que casi hace que me desmaye.

—Oye, ¿es tuyo? Estaba en el suelo de la sala, debió caerse de las cajas —dijo, mostrándome la caja con el collar que había comprado con la intensión de regalárselo.

Yo asentí nervioso y tomé la caja, pero ella me quedó mirando con algo de curiosidad.

—¿Es para alguien? —preguntó—. Digo, parece un diseño para mujer, aunque si es tuyo, está bien también, los accesorios no tienen género realmente.

Decidí que lo mejor era decirle la verdad.

—Es para... —no salía nada más de mi boca—. Es para una chica...

Bueno, no le había mentido, solo había sido más ambiguo.

—¿En serio? —preguntó, sentándose en mi cama—. ¿De la universidad?

—Sí...

Esa sí era una mentira.

—¿Y te gusta?

—¿Por qué tanto interés? —la contraataqué.

Eso pareció ponerla nerviosa y por varios segundos no supo que decir.

—Solo curiosidad.

—Ah...

Hubo un silencio incómodo que pretendía romper de alguna forma, hasta que Gohan entró, haciendo que el dolor de estómago se hiciera presente nuevamente.

—¿Qué hacen que no me invitan?

Eso terminó por descompensarme, por lo que corrí hacia mi baño sin dar explicaciones y me encerré intentando las ganas de devolver el desayuno.

¿Ashton? —preguntó Gohan, tocando la puerta—. ¿Estás bien?

No, no estaba bien. Era un pésimo amigo, le estaba mintiendo y eso me estaba matando por dentro, pero sabía que más me mataría que él se molestara conmigo por fijarme en Alaska.

—Sí, solo me siento mareado.

Tenía que encontrar la forma de decirle lo que pasaba, pero me daba terror y eso me hacía molestarme conmigo mismo.

Cuando me tranquilicé, salí del baño, ganándome las miradas de preocupación de mis dos amigos.

—¿Qué pasó? —preguntó Alie.

—Solo... quizás me voy a resfriar —mentí.

—Deberías recostarte —me dijo ella, abriendo la ropa de mi cama—. Puedo traerte una crema de zapallo como la que te gusta. Algo caliente te hará sentir mejor.

—Sí y yo puedo ver películas contigo —siguió Gohan.

Yo asentí ante los ofrecimientos de ambos y Alaska salió de la habitación con una sonrisa amable.

Gohan y yo nos metimos en la cama y él encendió la televisión nueva de mi cuarto y me abrazó.

—Si me voy a enfermar no te conviene hacer eso.

Aun cuando no quería que me soltara, tenía que hacer que mi mentira fuera lo más realista posible.

—No me importa. Si te enfermas, me enfermaré contigo porque te amo.

—Yo también te amo... —dije con la voz temblorosa.

Realmente lo amaba y no quería perderlo por nada del mundo, ni siquiera por la que tal vez podía ser la única mujer que me interesaría seriamente en la vida. 

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