Capítulo 40: San Valentín

La época de San Valentín no me estaba gustando mucho.

Después de la decepción con Brian no estaba segura de que quería volver a salir con alguien. ¿Qué tan difícil era encontrar un hombre que me quisiera de verdad y fuera decente? Ni siquiera me importaba mucho la belleza exterior, al menos, yo me consideraba alguien poco exigente.

Bueno, jamás había tenido muchas esperanzas en mi vida amorosa, pues todos sabían que las parejas de Hollywood no solían durar y los matrimonios entre estrellas no solían ser del todo sinceros.

Si llegaba a encontrar una persona fuera del mundo del entretenimiento, tampoco me podía asegurar que fuera amor real. Muchos amaban a un famoso solo por ser famoso... eso ni siquiera podía llamarse amar, era admiración y a veces rozaba lo enfermizo.

Si nadie parecía haberse enamorado de mí sinceramente antes de que fuera una actriz medianamente conocida, no creía que lo fueran a hacer después.

Eso me dejaba dos opciones: me quedaba sola en mi futura mansión en Beverly Hills o me casaba con otro famoso con el que tal vez no lograría un feliz matrimonio, pero si más fama basada en chismes. Sí, la vida de la gente famosa no siempre era tan bonita como uno la pintaba.

Estaba comprando una caja de donas, las cuales tenían diseños tontamente cursis hechos con glaseado, pero solo pensaba en su dulce sabor y olvidaba las ganas de tirarlas a la basura.

Yo no era la clase de chica que después de una relación fallida dejaba de creer en el amor de pareja, pero si tenía claro lo complicado que era. Necesitabas tanto tiempo, dedicación y esfuerzo para mantenerlo, que no sabía si era tan imprescindible que estuviera presente en la vida.

Cuando salí de la tienda, divisé a Ashton y Gohan caminado. Probablemente iban camino al departamento, por lo que los esperé en la salida de la tienda y cuando llegaron junto a mí, nos saludamos y seguimos el camino al edificio.

—La universidad estaba llena de globos y tonteras —comentó Gohan—. Lo único bueno es que más tarde habrá una fiesta organizada por los de filosofía.

—Los de filosofía dan buenas fiestas —siguió Ashton.

—¿Por qué?

Yo no era de muchas fiestas, ni de adolescente, ni en la universidad, pero había ido a varias durante ese período y casi siempre organizadas por carreras humanistas, aunque los de filosofía me sonaban un tanto aburridos. Claro, no como los matemáticos, esos eran otro nivel.

—Al menos los de nuestra universidad están drogados la mitad del día —respondió Gohan—. En sus reuniones siempre hay hierba y hablan de la existencia del ser humano, su propósito y tonterías que sólo ellos entienden... aunque nadie los oye, lo importante es la hierba.

—La mayoría van a clases drogados también o lo hacen a escondidas en el campus —agregó Ashton.

—¿Ustedes no se drogan en la universidad?

—¿Estás loca? —preguntó Gohan cómo si hubiera dicho una barbaridad—. Somos científicos, nos crucificarían y luego aparecería la policía en el departamento.

—Al revés, diría yo, pero es verdad. Solo los humanistas se dan el lujo.

No entendía mucho que tenía que ver cada carrera con la forma de ser de los estudiantes, aunque imaginaba que no era bien visto que un científico estuviera drogado en clases, mientras a un humanista un poco de hierba le ayudaba a ser más analítico aún de lo que solían serlo.

Cuando llegamos al departamento de los chicos, dejé las donas en la mesa de desayuno y me senté a ver televisión en el sofá.

—¿Aún te mantienes con lo que te dieron por actuar en la película? —me preguntó Gohan.

—Sí, pero aún tengo mucho dinero —comenté.

Aun así, no iba a mentir, estaba desesperada porque la película se estrenara en junio y tuviera buen recibimiento. Mientras mejor le fuera a la producción, más dinero me darían por las regalías.

Mientras a los actores principales les habían dado alrededor de cinco millones de dólares, yo había recibido tan sólo ciento cincuenta mil, esto debido a la cantidad reducida de escenas en las que participaba y por el hecho de que nunca hubiera actuado en Hollywood antes. Mi experiencia y trabajo comparado con el de los demás, no era gran cosa.

Vivir en Los Ángeles costaba al menos dos mil dólares por mes y, por lo tanto, el dinero me ayudaría a vivir bien por al menos unos años, aunque esperaba poder encontrar un trabajo mejor antes que vivir de un solo proyecto en el que ni siquiera era personaje principal.

Gohan fue hacia la caja de donas y comenzó a mirarlas, suponía que para decidir cuál comer.

—¿Por qué todas tienen esos diseños tan cursis?

—Por qué es San Valentín —dije con obviedad—. El santo materializado para las parejas... y el también declarado día de la amistad para que los solteros con amigos también compren.

—Los solteros asociales son los únicos que se salvan de este día —agregó Ashton, también acercándose a las donas.

—¿Y a qué hora es su fiesta? —pregunté.

—Siete —respondió Ashton—. ¿Quieres ir?

Yo negué.

—No, gracias, las fiestas no son lo mío.

—Creí que te habías vuelto más divertida después de lo de Las Vegas —dijo Gohan.

Yo rodé los ojos. No me gustaba recordar ese horrible desliz, menos cuando había vuelto a pasar en Malibú.

—No, sigo siendo normal —comenté—. He ido a fiestas, pero no destrozo propiedad privada u orino hacia la calle en un auto en movimiento.

—Eres normal rozando lo amargada y nosotros normales rozando lo extremadamente divertidos —concluyó Gohan.

—No, definitivamente ustedes no son normales. Son extrañamente divertidos, rozando lo criminal.

Ashton, quien mordía una dona, asintió.

—Eso hace mucho más sentido.

—Bueno, iré a ver a Twinkle —dije, levantándome de mi asiento—. Los veo más tarde o mañana.

Ambos se despidieron y yo fui por dos donas para luego salir del departamento e ir al mío.

En el último tiempo le había hecho unos arreglos necesarios, pues, al ser un edificio viejo, siempre tenía problemas con las cañerías o la electricidad.

La única razón por la que ese departamento no era extremadamente barato era por la buena ubicación en la que se encontraba, pues había de todo cerca: restaurantes, supermercado, cafés, banco, etc.

Había aprovechado de pintar las paredes, cambiar el piso por uno de madera mucho más bonito, y también había cambiado los horribles y gastados muebles con los que venía el departamento. Además, había hecho arreglos básicos como los de las cañerías o las llaves de agua.

Cuando entré al departamento, me percaté de que Twinkle estaba sobre la mesa de desayuno, mirando fijamente uno de los muebles de cocina mientras mecía su cola de lado a lado. A veces hacía eso cuando veía una mosca, pues tenía la intención de cazarla, por lo que no le preste mucha atención.

Saqué un plato y dejé mis donas en él, para ir a servirle agua fresca a Twinkle y rellenar su dispensador de comida.

Cuando terminé, fui a mi cuarto para sentarme en la cama y comer mis donas viendo algo en la televisión.

Por su puesto, en casi cada canal había especiales de San Valentín en los que daban películas románticas de todo tipo. Yo no era tanto del drama estilo Titanic, pues no me gustaba llorar y sufrir. Por esto, prefería las comedias románticas, las que hacían que todo fuera menos cursi y un poco menos dramático.

Terminé por dejar una película divertida, claro, de romance, pero una que me gustaba bastante: La Cruda Verdad, con Katherine Heigl y Gerard Butler, dos actores que admiraba, aunque no fueran mis modelos a seguir.

Katherine Heigl solía hacer más comedias que otra cosa (haciendo a un lado Grey's Anatomy) y por eso no era tan reconocida como Julia Roberts o Anne Hathaway. A veces me gustaba pensar en protagonizar una película de ese estilo, me imaginaba que era bastante divertido, en especial si era con un actor agradable y divertido.

«Algún día, Alaska, algún día»

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