Capítulo 15: Las Vegas
Luego de cuatro horas de viaje, en donde pasé la mitad oyendo a Gohan tocar la armónica y la otra mitad jugando a hacerle preguntas a la bola mágica, habíamos entrado a Las Vegas y al mismo tiempo, Ashton había encendido la radio nuevamente.
La canción Waking Up In Vegas de Katy Perry comenzó a sonar y los chicos comenzaron a cantar, lo que me extrañó un poco.
—¿Les gusta Katy Perry?
—¿Gustar? —Ashton rio—. Hemos ido a sus tres giras... es alucinante y si vas algo drogado, es aún más alucinante.
Gohan rio también.
—¿Recuerdas los lentes 3D?
—Sí, casi vómito por culpa del maldito mareo.
No entendía muy bien de que hablaban y, cuando parecieron notarlo, Ashton habló:
—En el Prismatic Worl Tour nos dieron lentes 3D para una parte del concierto y eso, mezclado con algo de hierba... bueno, fue de locos.
—Ah —dije al comprender—, ¿pero Katy Perry no es como para niños?
Ambos se voltearon a verme horrorizados, pero Ashton se volteó de inmediato al recordar que estaba conduciendo.
—¿Niños? —preguntó Gohan—. La música no tiene edad, tontuela... ni siquiera la que es de programas infantiles, ya sabes, como las canciones de los Backyardigans.
—Como digas...
—¿A ti que música te gusta? —preguntó Ashton—. Señorita madura.
—¿Dua Lipa? —pregunté insegura.
Ambos se quedaron en silencio.
—Te salvaste esta vez —dijo Gohan entrecerrando sus ojos y volteándose.
Suponía que Dua Lipa también debía gustarles, ya que, al igual que Katy Perry, era una cantante pop y tenían un estilo similar.
La canción estuvo sonando en repetición todo el tiempo que nos llevó llegar al hotel. Había perdido la cuenta de cuántas veces había sonado, pero como el pop era un género de música algo repetitivo, ya me había aprendido al menos la mitad de la letra.
Cuando Ashton estacionó y bajamos, me di cuenta de que estábamos en el Four Seasons de Las Vegas.
Mi mandíbula inferior comenzó a separarse lentamente de la superior y me quedé mirando la entrada, mientras los chicos bajaban las maletas.
Gohan se paró a mi lado con su bolso y el mío encima, y se puso unos lentes de sol para mirar hacia el mismo lugar que yo.
—¿Por qué tu boca está abierta?
—Este hotel... ¿Cómo Ashton puede pagarlo? ¿Cuánto le salió? ¿Y qué clase de habitación pidió?
—Wow, más despacio, cerebrito —Gohan se quedó en silencio unos segundos—. Pues es niño rico, le salió siete mil seiscientos dólares y es una suite presidencial.
—¡¿Una qué?!
—¿Suite presidencial? —preguntó, algo inseguro.
—¿Por qué? ¡Son carísimas!
En ese instante, Ashton se paró a mi otro lado.
—Bueno, éramos cuatro y esa es la capacidad de una suite presidencial, corazón.
—En ese caso, ¿por qué no mejor se compran un departamento en Las Vegas si tanto les gusta? Te saldría más económico —había sonado molesta, pero lo estaba, levemente.
No podía avalar que Ashton gastara tanto en una estadía. No quería imaginar cómo gastaría en el casino.
—Alie, deja de quejarte y toma la pecera. Tú serás la niñera designada de los animales este fin de semana —dijo, pasándome la pecera.
La tomé con la mano que no tenía la jaula de Twinkle y seguí a mis vecinos hacia la recepción.
La recepcionista le pidió a Ashton una tarjeta de crédito, las cuales mantenían durante la estadía en caso de que las personas hicieran un desastre en la habitación, le pidió unas cuantas cosas más, y luego le entregó la llave electrónica.
Cuando entré al cuarto, lo hice con mucho cuidado. No quería romper ni arruinar nada, pues me imaginaba que hasta las sábanas costaban bastante dinero.
A diferencia de mí, lo primero que hicieron Ashton y Gohan, fue comenzar a revisar todo y desordenar el lugar como si fuera su casa.
Los cojines de la cama y sillones terminaron en el suelo, todas las ventanas estaban abiertas, las cosas habían cambiado de lugar y, de pronto, Twinkle intentó afilar sus garras en el brazo de uno de los sofás.
Corrí hacia mi gato y lo rocié con agua, para evitar que volviera a intentar algo como eso.
Luego de cerrar todas las ventanas para evitar que Twinkle saliera y armar su arenero, comencé a ordenar las cosas que los chicos habían desordenado.
—¿Dónde demonios están? —me pregunté cuando noté que no había nadie por ahí.
Fui hacia el baño principal de la habitación y cuando abrí la puerta, me encontré con los chicos haciendo espuma en la bañera.
—¡Chicos! —los reprendí.
Ambos me miraron con sonrisas nerviosas y comenzaron a intentar quitarse la espuma de encima.
Solté un suspiro agotado.
Apenas llevábamos minutos ahí y ya todo era un desastre.
—Tranquila, Alie —me dijo Ashton—. Ahora podrás pasar tiempo a solas donde lo desees.
—¿Quién cuidara de Twinkle todo el día?
—Un cuidador. No sale muy caro.
—Bien, yo lo pagaré...
—No —me detuvo—. Yo invité. Si ganas algo en el casino podrás devolvérmelo.
Iba a discutírselo, pero la verdad, era que yo no podía derrochar el dinero como Ashton. Quizás, la próxima vez que conseguiría un trabajo podía ser en cinco años más. Todavía seguía manteniéndome con lo que me daban por el comercial de salsa y así sería hasta que se terminara de grabar la película. Además, cuando se estrenara, ganaría más por las regalías, aunque eso no quitaba que esta pudiera ser un fracaso y destruir mi carrera... nada estaba asegurado en la vida.
—Está bien —accedí sin mucho ánimo.
[...]
Cuando había dejado a Twinkle con el cuidador y me había separado de los chicos, sentí algo de nervios. ¿Estarían todos bien? ¿En qué momento me había vuelto la madre de todos?
Era la primera vez que Twinkle se quedaba en un lugar como ese, con más mascotas, por lo que me asustaba un poco como pudiera reaccionar.
En cuanto a Ashton y Gohan, pues me podía esperar cualquier cosa de ellos. No me hubiera sorprendido que me hubieran llamado para decirme que los habían arrestado por cualquier razón.
Ellos me habían dicho que irían a comer algo y yo había decido ir al spa.
Cuando la masajista comenzó a masajear mi espalda, sentí como si todas mis preocupaciones se fueran. Nunca había estado en un hotel de lujo, pues toda mi vida había estado ahorrando el dinero que ganaba en distintos trabajos para poder alcanzar mis sueños.
Había comenzado a trabajar a los quince como niñera y para eso había tomado un curso de primeros auxilios que yo debí pagar, pues mi padre no había estado dispuesto a hacerlo. Gracias a mi arduo trabajo, no tardé en recuperar mi dinero invertido y más.
Me mantuve siendo niñera hasta los dieciocho, cuando me mudé al sur de Alaska y comencé a trabajar como mesera de medio tiempo en un café. Todo el dinero que había ganado como niñera lo había usado para mantenerme y gran parte del que ganaba en el trabajo, lo ahorraba.
Para cuando había llegado a Los Ángeles, los ahorros que me quedaban para vivir no eran muchos, la mayoría se había ido en el departamento y el pasaje de avión, pero como había llegado dispuesta a conseguir un mejor trabajo, no me había preocupado tanto. Mi plan era vivir austeramente y así habría sido si no hubiera sido porque a Ashton le gustaba gastar su fortuna como desquiciado.
Estuve horas en el lugar, pues no tenía la certeza de cuando volvería a tener la oportunidad de acceder a un servicio de ese tipo. Recibí un masaje, un tratamiento facial y, además, manicura y pedicura.
Recién cuando una chica comenzó a trabajar con las uñas de mis pies, volví a pensar en los chicos y entonces, revisé mi celular, el cual tenía en silencio para evitar que me molestaran.
No tenía ninguna llamada o mensaje, lo que no sabía cómo tomar.
«Bueno, las malas noticias son las primeras en saberse».
Si les ocurría algo a mis amigos, pues lo sabría casi de inmediato, por lo que dejé el teléfono a un lado y volví a relajarme y a disfrutar de mi tarde.
¡Holis!
Vengo a anticiparles que el próximo capítulo es especial porque es el primero que no narrará Alaska... Así es, uno de los chicos lo hará, ¿quién creen que sea?
¡Besitos!
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