Capítulo 45.

—¿Estoy muerta?—pregunto abriendo los ojos de par en par.

Miro a mi alrededor y no hay nadie.

Este lugar me resulta conocido pero no sé dónde estoy.

Trato de pensar y recordar todo lo que ha pasado pero solo logro que me duela mucho la cabeza.

—¿Hola? ¿Hay alguien aquí? —pregunto mirando a la gran puerta cerrada.

—¡Ailena!—escucho mi nombre salir de la boca de mi padre.

Entro apresurado dejando un gran abrazo en mi cuerpo.

—¿Cómo pudieron hacerme esto?—pregunta con un poco de dolor en su voz.

—¿Hacer qué? —veo que Angélica también entra a la habitación.

—Esta dolido porque no le contamos el verdadero plan. —responde está agarrando mi mano.—¿Ya te sientes mejor?

—Si estoy un poco mareada y aturdida pero estoy bien. —lo miro.—Lo siento era necesario.

Le digo a mi padre al entender ese sentimiento de traición que veo que fluye de sus ojos.

—Era necesario que nadie lo supiera, ni siquiera yo supe que haría hasta segundos antes de tomar el control nuevamente de mi cuerpo. —le explico. —No se cómo pero Angélica susurro la solución en mis oídos y fue ahí cuando pude detenerla.

—No te comprendo.—dice sentándose en una silla que estaba al lado de la cama y ni cuenta me había dado.

—Lo que quiere decirte es que el plan surgió sobre la marcha, yo sabía cuál era la única forma de que Lena no apareciera más en nuestras vidas pero para eso Ailena tenía que matarse.

—Me estás diciendo que fuiste tú la que le dijo a mi hija que se matara. —encara a Angélica alzando un poco la voz.—¿Cómo estabas segura de que saldría bien y que al morir Lena, Ailena volvería?

—No lo sabía.—admite ella.

Veo que mi padre está demasiado alterado y decido entrometerme.

—No importa, yo sabía las consecuencias que eso podría traer pero lo importante es que estoy aquí. No vale la pena que peleen entre ustedes.

—¡Pero es que!...

—Pero nada padre.—lo detengo al ver la cara de Angélica, la está haciendo sentir mal. —Aqui todos hicimos lo necesario para poder parar y salir de esta guerra que estaba comenzando.

—Tengo que irme.—susurra mi madre.

—Mamá.—veo que me mira algo emocionada y yo ni siquiera me di cuenta cuando esa palabra salió de mis labios.—Gracias.

—No tienes que agradecerme nada hija mía.—sus ojos se iluminan.

—Si tengo que agradecerte por guiarme en el momento correcto, no sabría que hacer, no pude llevar a cabo el plan acordado y me ayudaste a salir a delante entre tanto caos.

—Ailena.—la voz de mi padre se hace resonar en la habitación.—Eres nuestra hija y siempre te amaremos por encima de todo, eres nuestra prioridad, la de ambos.

Veo como pasa su mano sobre la de mi madre y estás se entrelazan.

—El tiene razón el amor es la mayor arma que pueda existir.—esta lo mira y puedo notar esa pasión en sus ojos.

Después de tanto tiempo se siguen amando como el primer día. Lastima que está esa maldita regla de no ángeles y demonios, pero yo pienso cambiar eso. Dios me debe una conversación y no va a ser nada agradable.

—Los quiero.—fue lo que pude decir y para ser sincera me sentí ridícula demostrando afecto hacia ellos, pero de vez en cuando hay que expresar y decir lo que uno siente.—¿Dónde está Adriel?

Ellos me miran y mi padre asiente.

—Esta esperando arriba. —responde al final.—Esta muy mal, hecho trizas pensó que moriste debes imaginar cómo está.

—¿Y qué esperan para decirle que estoy viva?—los miro confusa.

—Tranquila ya debe estar bajando le comentamos que acabas de despertar hace un momento.

—Vale y ¿Dónde estamos?

—Este es la casa que se ha comprado Lilith ya no vivirá más con nosotros. —comenta Lucifer.

—Te puedes creer que se ha enamorado de un humano.

Los miro petrificada.

—¿Están seguros que estamos hablando de la misma persona?—asienten.

—Asi es el amor Ailena, no sabes cuándo llegará y mucho menos con la persona. Es así de imprevisto y atrevido, hace que las personas cambien incluso hasta un poco su forma de pensar y de actuar. Eso es lo que le pasó a Lilith y para no ir tan lejos tú y Adriel no pensaban que llegarían tan lejos ni que su amor fueran tan fuerte ¿Cierto?

—Cierto.—respondo con una gran sonrisa en mis labios al ver a mi hombre entrar por esa gran puerta.

—Princesa.—susurra besando mi frente. Veo como mis padres se miran y salen de la habitación dejándonos solos. —¿Cómo estás? ¿Te duele algo?

—Estoy bien no te preocupes por nada. —beso sus labios.

Me levanto y me siento en la cama dejando espacio a mi lado para el.

—Me preocupe mucho, no quiero perderte nunca Ailena. No sabes lo mal que me sentí al ver tu cuerpo desplomarse.

—No pienses más en eso, estoy bien y no pienso alejarme nunca más.

Este me besa descontroladamente y al mismo tiempo me abraza sin apenas dejarme respirar.

—Adriel.—menciono cómo puedo.—No puedo respirar

Su agarra se afloja y una gran sonrisa sale de sus labios.

—Lo siento es que estoy tan contenta de que estés bien que no pude controlarme.

—¿Sabes de algo que yo no tengo control?—niega.

Me levanto y subo un poco la bata que tenía puesta y retiro mi blumer dejándolo caer en sus piernas.

El lo agarra entre sus manos y lo huele dejando salir un suspiro. Se vio algo enfermo de su parte pero a mí me gusta que sea así.

—Y ahora ¿Sabes de qué te estaba hablando?—vuelve a negar sonríen aunque sé que ya a captado.

—Creo que tendrás que explicarme mejor porque no te estoy comprendiendo. —muerde su labio y hace que me moje un poco.

—¿Ahora?—me desabrocho los botones de mi bata dejando está abierta mostrando mi cuerpo desnudo.

Mueve su cabeza negando.

—¿Ahora?—insisto sentándome en la sella y abriendo mis piernas, mojo mis dedos sensualmente con mi boca y los bajo a acariciar mi zona.

En sus ojos veo el deseo pero el muy hijo de puta se está controlando mucho.

—Creo que aún no comprendo.—se saca su pene el cual ya está duro y comienza a mover su mano de arriba hacia abajo lentamente mientras su mirada no se ve de mi vulva.

—¡Adriel Dagger!—menciono su nombre completo alzando un poco la voz y su mirada pasa a mis ojos —Necesito que me folles, que me hagas gritar y lo necesito justo ahora.

El sonríe maliciosamente y se acerca a mí. Me carga y yo entrelazó mis piernas al rededor de su cintura y entonces me deja caer en la cama.

—¡Te voy a hacer el amor tan rico que no querrás que pare!

—Yo nunca quiero que pares.—este sonríe y me jala bruscamente hacía él y besa mis labios. Mientras su mano aprieta y manosea mis pechos, baja su boca hacia ellos y los chupa haciendo que mi cuerpo quiera inmediatamente tenerlo adentro.

Sigue bajando y hace que suelte un gemido con solo tocar mi clítoris con la punta de su lengua. Es un demonio pero cuando me folla es un puto dios.

Se moja su pene con saliva y lo pasa suavemente varias veces por mi cosita.

—¡Adriel joder!—lo miro amenazante como queriendo decir: acaba de meterme tu polla o te mato.

El sonríe y hace justo lo que pido. Tenerlo a dentro hace que me venga. No se que me ha pasado si es que ya lo necesitaba pero me acabo de venir con solo meter su pene dentro de mi vagina. ¿Quién hace eso?

Está de más explicar el transcurso de lo sucedido, solo les diré que estoy más que complacida ya que me vine al rededor de cinco veces, tengo sus manos tatuadas en mis nalgas al darme tan duro se me ha quedado las marcas y hicimos casi todas las posiciones. El muy maldito tiene un control tremendo y aguanta como un condenado pero el ver su cara cuando se vino me di cuenta que había batallado mucho para no hacerlo antes.

Dejó salir un gruñido que hizo que la piel se me erice y me mordiera los labios inconscientemente.

—Te amo.—susurra en mi oído.

—Te amo.—respondo mientras pasaba mi mano por su pecho.—Te amo mucho Adriel y no quiero que lo olvides, tal vez no te lo diga muy a menudo porque me cuesta pero he aprendido que no nos podemos quedar con nada para después que hay que darlo todo en el presente por si no existe un futuro.

—Yo te amo mucho más, te amo como no he amado a nadie incluso más que a mí mismo porque daría mi vida sin pensarlo para proteger la tuya.

—Lo se.—dejo un pico sube en sus labios y me levanto.

—¿A dónde vas?—pregunta al ver que empiezo a vestirme.

—Tengo algo pendiente. —este asiente. —Cuidate nos vemos luego.

Salgo de ahí adentro con esa bata fea que tenía puesta y al llegar al pasillo escucho voces que provienen de la sala supongo. Así que decido ir hacia el lado contrario, después hablaría con ellos primero debía de hacer esto.

(…)

Antes de ir al paraíso pasé por mi casa, me cambié de ropa y vi a Margaret y Federico debo contarles la verdad sobre mi, no puedo tenerlos la vida entera angustiados cada vez que yo no aparezca pero eso será luego también.

Desplegó mis alas que por cierto están de puta madre y salgo camino al paraíso.

—Te estaba esperando.—sonríe al verme aparecer.

—Sabes que lo que hicistes estuvo muy mal. —el no responde.—Para ser la persona más sabía y poderosa de la tierra estuviste a punto de cometer un gran error, de hecho con eso solo me demuestras que eres más fama que otra cosa. —me mira serio pero no me importa, continuó.—Cuando estaba ajena a todo este mundo siempre te tuve en mi mente como algo superior una persona bondadosa, inteligente pero sobre todo buena y con esas órdenes que diste te convertiste en todo lo contrario, un ser no digno, sabes que la tierra no puede estar sin el bien y el mal. Es un equilibrio que debe existir para que la humanidad exista.

Veo que hace una mueca y sonríe.

—Desde la primera vez que te vi me gustó tu sinceridad y que eres directa, pero nadie en este mundo me habla así...

—¿Es una amenaza?—lo interrumpo.

—No, al contrario debo felicitarte por esa valentía que tienes y por no rendirte. En ningún momento mi intención fue acabar con la humanidad y ni siquiera con los demonios y tu padre. —lo miro confusa y este sonríe.—Todo era una prueba Ailena, siempre lo ha sido. Como ya te comenté la otra vez al implantar la regla nadie había sido capaz de reprocharme y ni siquiera de luchar por ese amor pero tú cambiasteis eso, te resistirse a aceptarla y ahí vi la claridad, vi una pequeña esperanza en ti una joven guerrera con un corazón enorme y entonces debía probarte.

—¿Una prueba?—lo miro confusa.—Iniciar una guerra es un juego, una prueba que hicistes a tu antojo.

—Va mucho más a ya que eso.—camina lentamente hacia mi.—Tu Ailena has demostrado que el amor tiene más poder que cualquier regla, guerra, imprevistos, miedo. Tú has demostrado que el amor es esa arma capaz de sacarte hasta de los posos más profundos y de los grandes vacíos, capaz de sanar cualquier roto. Has superado esta gran prueba y por tu valentía y ese amor tan grande que llevas dentro de ti retiraré la regla de no ángeles y demonios. Llevaba esperando demasiado tiempo para que llegarás tú a demostrar que realmente si vale la pena el amor, que hay personas capaces de todo como tú.

—¿Estás diciendo que todos tanto ángeles como demonios pueden estar con la persona que realmente amén y quieran?—asiente.—Esto no me lo esperaba.

—Pues tal vez no soy tan malo como te imaginabas.

—Perdón.—me disculpo porque de verdad que si dije cosas muy feas.

—No tienes por qué disculparte dijiste lo que realmente sentías y eso es admirable. —se acerca y besa mi mano.—Te bendigo a ti y a tu amor por Adriel, te deseo una muy bonita vida.

—Gracias. —sonrío. —Debo irme.—moría de ganas de poder dar dicha noticia mis padres estarán realmente contentos.

—Recuerda que está también es tu casa, puedes regresar cuando quieras. —asiento.

Abro mis alas grises y vuelvo a dar un último vistazo a Dios antes de partir.

Esa era yo, Ailena hija de Lucifer y de angélica una ángel. Llena de luz y de oscuridad, con alas grises pero obre todo ya estoy segura de quién soy. Me he encontrado entre tanto caos, apareció mi verdadero yo.

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