°•°Capitulo 41°•°

Ver a Belia recuperar ese brillo en sus ojos y escuchar su voz sin toser era una gran felicidad. 
 
—Gracias, Ailena —me dice mientras se toma un basto de agua. — Realmente me sentí muy mal, casi peor de cómo Lucifer me hizo sentir la primera vez que llegué al infierno. 
 
—No exageres, si no fui tan malo contigo —dice mi padre. —Me alegro de que estés bien.
 
—Hola.— Samael se acerca a Belia con las manos manchadas de sangre. —¿Estás bien?—le pregunta, dejando un beso en la comisura de sus labios.
 
—Sí, ya me siento mejor —le responde y yo me quedo viéndolos. Se ven tan lindos juntos y me preguntó si así alguien nos verá a mí y Adriel. — ¿Ya han terminado con él?
 
Samael asiente y yo me alegro de que ese gusano de Marcos no esté más en este mundo. 
 
—¿No existe posibilidad de que vuelva cierto?—niegan. —¿Después del infierno y el paraíso no hay nada más?
 
—Existe un mundo paralelo a este y siempre hay un doble, pero es remotamente imposible de que el doble de Marcos haga una fusión y aparezca en esta realidad. —comenta Adriel, secando sus manos; supongo que ya se han retirado los restos de sangre. 
 
—Es un alivio —comento y recuerdo que Lía debe estar hecha trizas al no saber nada de Marco. — Me voy a casa. 
 
—Gracias nuevamente, Ailena, me has salvado —agradece nuevamente Belia. 
 
—No me agradezcas que eres mi amiga, lo haría una y mil veces más —esta asiente. —Ahora descansa. 
 
—Licifer —este me mira. —¿Podemos hablar?—asiente.
 
—Vamos a mi despacho —sale caminando.
 
—Después hablamos —le susurro a Adriel y asiente. 
 
Al entrar al despacho de mi padre él toma asiento al igual que yo.
 
—¿Cómo estás?—habla.
 
—Muy bien.—contestó.
 
—Ailena, has sido secuestrada dos veces en muy poco tiempo —garraspea. —No puedo creerte que estés bien.
 
—En rialidad sí lo estoy —alzo los hombros. —Al parecer soy de hierro —me acomodo en la silla. —Mejor centrémonos en lo que venía a contarte.
 
—Bien, explícame.—menciona. 
 
—El día que me contaste que era tu hija, lo de los demonios y sobre todo el peligro que corría, pensé que estabas bromeando o que eras un simple loco —hizo una pausa y agarró un boli. — Luego, al entender y comprender todo, les di paso a ustedes en mi vida y ha sido lo mejor que me ha pasado. 
 
—Ailena…
 
—Déjame terminar —lo corto. — A pesar de que he estado secuestrada, siempre estuve segura de que me encontrarían, ambas veces. Me siento segura y quería agradecerte por aparecer, por buscarme y contarme la verdad. 
 
—Eres mi hija, mi legado, si así lo deseas, mi sucesora, pero sobre todo no podía dejar que estuvieras ajena a todo esto; es tu vida, tu presente y tú futuro. —me quita de las manos el bolígrafo que he estado moviendo de un lado a otro. — También me alegro de encontrarte. No sabes cómo tardé en hacerlo. 
 
—Otra cosa —muevo los dedos, ya que no tengo el bolígrafo. — Me siento diferente, en el sentido de que siento que algo está cambiando dentro de mí.
 
—Sientes más ir, una extraña sensación de ahogamiento en algunas ocasiones; tienes sucesos en que no recuerdas cómo llegaste a un lugar o has hecho alguna acción. Asiento, ¿cómo lo sabe? —Pues no es nada malo, tranquila.
 
—¿A qué te refieres, cómo sabías que era lo que sentía?—sonríe.
 
—Estas creciendo, Ailena, y junto a eso tus poderes se están desarrollando; ya muero de ganas de ver cuáles son —lo miro confusa.
 
—¿Poderes? —se levanta y camina hasta una estantería cercana, pasa la vista sobre ella unos segundos y regresa con un libro.
 
—Poderes más comunes —leo en voz alta.
 
—Ahí podrás echar un vistazo a los poderes más comunes, aunque hay cientos que ahí no aparecen; son únicos de la persona al igual que las alas. —Entiendo, agarró el libro.
 
—¿Podría ser peligrosa?—sonríe pícaramente.
 
—Ailena, hija mía, tú ya eres peligrosa sin obtener tus poderes; imagina cuando los obtengas. Muero de ganas de saber qué puede hacer y de ver tus alas.—sonrío al imaginarme con unas grandes alas blancas como las de Angélica. 
 
—Por cierto, papá, Dios no es justo como lo esperaba —me mira de reojo. —No me mires así; a mí me calló bien. 
 
—No sé ni cómo te ayudó sabiendo que eres mi hija y conozco perfectamente tu forma de ser; imagino que no debiste tratarlo como él está acostumbrado.
 
—Porque me atreví a desafiarlo, es lo que tanto esperaba de tí y nunca hiciste, quería que le demostrarás que tú amor por Angélica era mucho más fuerte que cualquier estúpida regla.
 
—Lo es —niego.
 
—Él quería que le demostraras que tan lejos podrías llegar por ella, pero se rindieron —me mira y puedo notar que el tema no le agrada.
 
—La historia verdadera es mucho más compleja.
 
—Pues cuéntamelo; me gustaría saber cómo eran ustedes dos juntos, cómo nací, qué pensaste al verme por primera vez. —niega.
 
—Esta conversación termina aquí.
 
—Pero…
 
—Pero nada, Ailena, no insistas —se levanta y me deja sola en su despacho con la palabra en la boca. 
 
¿Y ahora que he dicho?
 
Me levanto y salgo en su búsqueda. Eso no se iba a quedar así, pero es en vano; ya no está en ningún lado. 
 
—¿Dónde está Lucifer? —le preguntó a Lilith, que es la única cerca.
 
—Se ha esfumado.—dice sin más.
 
—¿Adriel?
 
—Con Samael, desaciendose de la escoria de Marcos. 
 
—Ok, me voy a mi casa —esta asiente y sale del lugar. 
 
Al llegar al portón de mi casa miro a casa de Lía y recuerdo que debo llamarla. Me incorporo y justo cuando iba a tocar la puerta todo se vuelve negro. 
 
No veo nada. 
 
¿Me abre muerto? O ¿Solo estoy desmayada?
 
No lo sé, quiero despertar, pero es en vano; no siento mi cuerpo, solo está este vacío de oscuridad en el que me encuentro.
 
Adriel 
 
Amor
 
Por favor, respóndeme. 
 
Trato de contactar con él pero es imposible, no entiendo qué me está sucediendo y tengo miedo. Por primera vez siento realmente miedo. 

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