°•°Capitulo 39°•°
Tenerla en mis brazos fue la sensación más hermosa del mundo: verla y sentirla.
Al llegar a la casa lo primero que hizo fue darme un beso y un gran abrazo. Luego entró a bañarse. Al salir nos recostámos en mi cama.
—¿Qué le dijeron a Margaret y Federico?—me pregunta mientras acomoda su cabello mojado hacia atrás.
—Que estabas en un campamento —me mira alzando una ceja.
—¿No se les ocurrió nada mejor? —niego.
—A Lía también le dijimos lo mismo. —Se coloca encima de mí para quedar frente a frente.
—Debe estar hecha un lío; seguro no ha podido hablar con Marcos y dudo que no lo volverá a hacer a partir de hoy —habla mientras me acaricia el cabello. — La pobre, nunca sus sorpresas saldrán bien. Después de todo, esta última casi me trae una violación.
—¿Violación?—preguntó alzando un poco la voz. —¿De qué violación estás hablando?
—No tenía que haberlo mencionado…
—¡Sí, si tenías que hacerlo! —le grito, la rabia está creciendo, la dejo a un lado y me levanto de la cama hasta llegar a la ventana.
—Adriel, tranquilízate, no me pasó nada —la miro y vuelvo a donde está ella.
—Lo siento, debí creerte cuando digité que no te caía bien —me disculpo y coloco mi frente junto a la de ella. — Juro que confiaré más en tu sexto sentido.
—¿Quién era esa tal Angélica?—me pregunta y la miro confundido.
—¿Acaso no sabe el nombre de tu madre?—niega sorprendida.
—Esa ángel tan hermosa es mi madre —asiento. — La he tenido a unos centímetros de mí y no pude ni siquiera hablarle.
—No te preocupes; ya tendrás oportunidad de hablar con ella —mencionó. —Debes ir a tu casa, deben estar preocupados.
—Tienes razón —se levanta. —¿Me acompañas?
—Claro. —La beso y la abrazo.
—Adriel, me dejarás sin costillas —me dice sonriendo.
—Lo siento, es que estoy tan feliz de que estés aquí de vuelta —ella me devuelve el beso y el abrazo con la misma intensidad.
—Yo estoy aún más feliz de estar aquí contigo, no sabes cómo lo deseo —susurra poniendo su cabeza en mi pecho.
—Creo que deberías llevar una maleta o algo así, tus padres creerán un poco más lo del campamento —ella asiente y busca una maleta pequeña.
Caminamos hasta su casa y abre Margaret.
—Por el amor de Dios estás bien —dice acercándose rápidamente hacia Ailena y abrazándola.
—Claro que estoy bien; ¿por qué estaría mal?—comenta Ailena entrando a la casa.
—Te llamábamos y no respondías; luego no daba ni timbre y tenía un mal presentimiento —le habla Margaret. —Entonces cuando ellos me dijeron que estabas para un campamento me puse muy enfadada.
—Suegra, no se ponga brava; para la próxima ella les avisará. Ailena asiente.
—El teléfono se me perdió, por eso no pude responder y sobre lo del campamento, es cierto, debía de haberte avisado.
—Nos has dado buen susto, pero ni creas que saldrás ilesa de esto, señorita. Margaret mira a Ailena y se puede notar el gran alivio que tiene al verla. — Estarás castigada. No saldrás de la casa en una semana.
—Pero estoy de vacaciones.
—No me interesa.— Margaret la corta. —Agradece que no le negaré la entrada a tu novio ni a nadie que venga a verte.
—Muchas gracias, suegrita —le guiño el ojo y ella es obligada a reír.
—Este niño me arruina el drama. —Sale en dirección a la cocina y nosotros subimos hasta la habitación de Ailena.
—Esto es culpa de ustedes —me reprocha dejándose caer en la cama.
—En todo caso, sería culpa de tu padre que fue el de la idea —me mira triste. —No te preocupes, nos escaparemos por la ventana, además debemos celebrar que estás a salvo.
—Sabes, cuando estaba allí pensé mucho en nosotros, en tí y en mí —asiento y me acerco a ella. —Te amo. Adriel Dagger: te amo como no he amado a nadie nunca en mi vida.
—Yo también te amo, preciosa. —susurró en su oído y luego la besó, un beso tierno pero cargado de mucho amor.
No quise mencionar nada sobre follar, ya que no es el momento. Acaba de estar secuestrada, casi violada y además es un momento bonito; no quería arruinarlo. Ambos estamos acostados en la cama. Ella tiene su cabeza sobre mi brazo y yo la abrazo.
—Descansa un rato, debes estar muy cansada —le digo y beso su nunca.
—Gracias.—susurra. —No me dejes sola nunca.
—No lo haré. —Al poco rato se queda dormida y yo solo aprecio su belleza; se ve tan inocente, tierna mientras duerme.
Aprovecho y me doy también un tiempo para descansar yo, así que me acurruco más a ella y cierro los ojos.
—Adriel —siento que me llaman, pero no abro los ojos. —Adriel —alza un poco la voz.
—Dime —contesto girándome con cuidado de no despertar a Ailena; está profundamente dormida.
—Vamos a casa; ha pasado algo. —lo miro confuso y me levanto rápidamente.
Ambos nos vamos por la ventana y al entrar a la casa veo a Belia tirada en un sofá.
—¿Qué ha pasado?—pregunto nada más entrar.
—La ha infectado con una flor venenosa para los demonios. —Habla Lilith.
—¿Qué hicieron con él? Lucifer aprieta sus manos.
—Está abajo, no he podido matarlo; es el único que sabe sobre el veneno y la cura. —Lo miro con rabia para después pasar mi vida a Abelia.
Está con los párpados caídos y su mirada es triste. Debe dolerle mucho. Me acerco y subo su pulóver y ahí está, es realmente feo.
—No te acerques más, no la toques.—dice Angélica. —Es mortal para todos los demonios que la toquen; yo le haré las curas y trataré de sanarla con mi poder de curación, pero si es lo que pienso que es, no servirá de nada.
—Angelica, tú lo sabes todo, lo vez todo. Samael se acerca a ella y está devastado. —Por favor, dinos dónde está la cura.
—Yo podría decirles que es la cura pero no sé dónde está. Es una flor que hace años se extinguió; si hay alguna, él es el único que sabe dónde está.
Samael y yo nos miramos y entendimos todo. Ambos salimos caminando en dirección a la parte baja de la casa. Me desquitaré de todo lo que le hizo a Ailena y ayudaré a mi hermano a salvar su amor. Lo vamos a golpear tanto que no le quedará de otra que confesar dónde está el antídoto y luego yo mismo con mis propias manos me aseguraré de matarlo.
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