°•°Capitulo 35°•°

La salida de ayer terminó bastante bien; Marcos no me hizo más ninguna pregunta y agradezco para no tener que seguir respondiéndole a mi forma. A todos les agrada y no entiendo el por qué; solo Belia parece no estar muy agusto con él.
 
Hablando de Belia, debo arreglarme; hemos quedado para almorzar, plan solo para nosotras dos lejos de los chicos, ya que el motivo de esta reunión es Samael. Ella quiere hablarme de ellos y al parecer soy lo más parecido a una amiga para ella. 
 
Entro al baño a darme una ducha, el agua está tal como me gusta y una pequeña sonrisa se ilumina en mis labios al recordar mis folladas con Adriel dentro de estas cuatro paredes.
 
Al terminar de bañarme, me seco y me envuelvo la toalla en mi cuerpo. Abro las puertas de mi clóset y me quedo mirando unos minutos. Al final me decido por un mono corto blanco de encaje y unos tenis Nike del mismo color. Algo sport y sencillo, justo lo que necesitaba.
 
Me miro en el espejo, después de pasarme el delineado y una sombra clara que apenas se ve. Cojo uno de mis brillos para labios y me lo paso. El cabello me lo recojo en una coleta algo desordenada, dejando dos flequillos afuera. Lista. 
 
—Estas hermosa —me giro rápidamente con una sonrisa en mis labios.
 
—Me matarás del susto —digo caminando en su dirección y dejando un pequeño beso en sus labios.
 
—¿A dónde vas tan preciosa?—susurra en mi oído, atrayendome hacia él con sus manos en mi cintura. 
 
—Voy a salir con Belia —me mira extrañado.
 
—¿Tú y ella, solas?—asiento. —Alguien saldrá muerto de esta.
 
—Solo saldremos un rato para hablar y comprar unas cosas —lo vuelvo a besar. —Debo irme.
 
—No te irás —me dice y lo miro alzando una ceja. —No te irás sin antes follarte. 
 
Mi vista cambia y no puedo evitar sonreir. 
 
Me desabrocha el mono con cuidado y lo deja encima de la mesita junto a mi ropa interior. Me ha dejado totalmente desnuda. Lo miro mientras me recuesto en la cama y comienzo a tocarme yo misma en lo que se desabrocha el pantalón; sé que eso lo vuelve loco. 
 
Apenas se desabrocha el pantalón, ya su pene está duro. Me levanto y me acerco hasta dónde está y comienzo a pasar su pene suavemente por mis labios para terminarlo de poner bien duro. Saco mi lengua y la paso al rededor de la cabeza, luego lo introduzco en mi boca y acompañado de mis manos comienzo a moverlo de a lente hacia tras. Veo que aprieta sus manos.
 
—Ailena —escucho su voz ronca y miro hacia arriba. —Para o me harás venir.
 
Mojo su pene con mi boca y lo paso suavemente por mis labios, los de abajo. Él sonríe y se va acostando sobre mí, haciendo que yo seda hasta quedar boca arriba en la cama… Estando en esa posición, introduce su pene en mi vagina. Siento como se va abriendo paso dentro de mí y dejo salir un gemido. 
 
Ese gemido que siempre suelto cada vez que me lo introduce. Comienza a mover su cuerpo de forma lenta pero apasionada. Nos besamos y él continúa. Muerdo su pecho dejando un pequeño colorado en él, pero no sé queja. 
 
—Adriel —llamo su atención. — Nunca me lo habías hecho así.
 
—¿Así como?—sonrío.
 
—De forma tierna.—besa mi frente y vuelve a mirarme sin perder el ritmo.
 
—Nunca antes lo había hecho de esa forma.—hago presión sobre su pecho y me coloco encima.
 
—Me encanta de esta forma igual, pero lo de nosotros es salvaje —susurro en su oído y paso mi lengua por él.
 
Esta vez soy yo la que está marcando el ritmo y empiezo a intensificarlo. Hasta llegar a ese punto donde los dos estamos explotando de placer. Él me agarra el pelo y me besa los senos, pasa su lengua por ellos y mis pezones están como alfileres. 
 
—Ailena, eres una puta diosa —me dice pegando sus labios a los míos.
 
—Te equivocas. —Lo beso. —Soy una puta muy pervertida. 
 
Este sonríe de lado y me pone en cuatro.
 
—Así que te crees pervertida —susurra. 
 
Jala mi cabello obligando a mi espalda jorobarse un poco más. Deja una nalgada bien fuerte en mis nalgas y no puedo evitar dejar salir un gruñido.
 
—¿Te gusta?— pregunta mientras su pene me está dando con todo.
 
—Si.—le respondo.
 
—¡He dicho que si te gusta!—me grita volviendo a golpear mi nalga y apretar un poco más mi cabello.
 
—¡Si, si me gusta mucho joder!—digo con tremenda voz de puta. 
 
—Te quiero.—puedo escucharlo decir mientras se viene. 
 
No le respondo pero para mí es más que suficiente que lo dijera, Adriel es igual que yo le cuesta expresar sus sentimientos y mucho más cuando no siquiera tenemos. 
 
Cuando me limpio y me vuelvo a vestir veo mi teléfono que está vibrando y contesto.
 
—Ailena por tu madre te falta mucho.—es Belia, tengo dies llamadas de ella.
 
—No, ya estoy bajando.—le miento y cuelgo.
 
—Estoy llegando tarde por tu culpa.—lo culpo y corro hacia el.—¿Ahora si puedo irme?
 
—Ya puedes irte a donde sea mientras estés aquí para la ronda de la noche todo perfecto.—lo beso y lo miro sonríendo.
 
—Me alegro de estar contigo.—vuelvo a besarlo y me alejo. 
 
—Yo también.—responde y lo dejo en mi habitación.
 
Cuando salgo veo a Belia esperando.
 
—Ni me digas.—comenta apenas me ve.—Adriel pasó por tu cuarto.
 
—¿Cómo lo sabes?—esta me señala el cabello.
 
—Estas hecha un asco. —agarro un espejo pequeño que tengo en mi bolsa y me miro, el maquillaje está algo regado por el sudor y el pelo ni hablar ya no es ni una coleta desordena.
 
Me retiro la felpa dándole una sonrisa a Belia y dejando mi cabello suelto así se ve mejor que como estaba.
 
—¿Así?—niega.
 
—Sigues estando como el culo. 
 
—Al menos valió la pena.—ella me mira pícara.
 
Al llegar a la cafetería nos sentamos y pedimos dos batidos de chocolate. 
 
—Bien, empieza a hablar.—le digo.
 
—Ok.—se acomoda.—Sabes que me está pasando algo muy fuerte con Samael pero siento que todo se irá a la mierda.
 
—Espera, calmate y explicame mejor.—le digo mientras miro la hora y apagó el celular.
 
—Lo que pasa es que yo me siento bien cuando estoy con él pero siento que quiere controlarme y eso no va conmigo. —se pasa la mano por la cabeza.—A ver, Samael es un chico super intenso y pues yo como que no nací para que me estén haciendo berrinches y prohibiéndome cosas.
 
—Te entiendo completamente, me pasa exactamente lo mismo con las personas así, me alegro de que Adriel no lo sea.
 
—Exacto cuando estaba con Adriel era todo distinto, solo era sexo nada más y ahora cómo que de pronto me estoy acojonando un poco por la manera de ser de Samael.—esta me mira.—Hay lo siento no tenía que a ver hablado sobre...
 
—Tranquila lo que pasó antes de mi no me interesa, además se perfectamente lo de usted una vez hasta los vi pero lo que quiero decirte es que no hay problema expresate con libertad. —esta asiente.—Debes entender que Adriel y Samuel son dos personas totalmente distintas, estás acostumbrada a una forma de vida diferente.
 
—Entonces realmente me gusta y no quiero alejarme, ni que solo sea sexo. —se pasa la mano por la cara.
 
—No te frustres. —me callo ya que han traído nuestros batidos, le agradecemos a la chica y cada una coge el suyo. —Samael toda su vida ha vivido bajo la sombra de Adriel y es duro ver cómo escogen a otra persona por encima de tí. Siempre le has gustado, en cambio te acostabas con su hermano y ni bola le dabas, ahora que estás con él tiene miedo perderte o que de la nada vuelvas a escoger a Adriel.
 
—No sabía que se sentía así.—asiento.
 
—No le digas que te conté pero trata de entenderlo y tenle paciencia.—esta sonríe.
 
—Ahora eres tú la que me da ese consejo.—asiento y me doy un sorbo de mi batido.
 
—Trata de darle a entender que realmente quieres estar con él y has que esas inseguridades que tiene desaparezcan.
 
—Muchas gracias Ailena. 
 
—¿Ese no es Marcos?—le señaló con la vista.
 
—Si, es el.—ambas nos miramos.—No es casualidad que esté aquí cierto.
 
—Desde que lo vi por primera vez no acaba de encajarme.—está a unas mesas de nosotras mirándonos y ni siquiera viene a saludar. 
 
—¿Sabes qué?—volvemos admirar y continúa con la vista fija.—A mi tampoco no se que es pero no me gusta. 
 
—A Lilith tampoco o al menos eso me pareció el día de la cena en mi casa, lo miraba mucho, creo que debemos hablar con ella. 
 
—Me parece bien, solo que ahora está en el infierno debe venir mañana. —vuelvo a mirar y ya no está, se ha ido. 
 
—Esta bien, puede que me esté equivocando pero este tipo no me párese real.—ella bebé lo que le queda de batido.—¿Sino por qué no venir y saludar? 
 
—Exacto, solo nos miraba y cuando vio que nos dimos cuenta desapareció. 
 
—Ya es algo tarde.—miro nuevamente mi teléfono.—Creo que deberíamos irnos.
 
—Si, vámonos antes de que la tienda cierre —pagamos y salimos en dirección a la tienda en busca de algunas cosas que Belia necesita.

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