°•° Capitulo 3°•°


     
Voy de camino a la escuela, acompañada de Lía y Margaret, ya que, gracias al señor bigote, tiene que ir. 
 
Lia y yo vamos riéndonos y haciendo gestos, imitando al señor Bernardo (alias Bigotes). Margaret nos regaña, nos pide que lo respetemos, pero no puede aguantar con nuestras caras y se ríe a carcajadas.
 
—Es que es imposible no reírse.—termina por decir. —¿Se imaginan que cuando esté hablando conmigo también me ría en su cara? 
 
—Sería brutal —habla Lia.
 
—No puede pedirle más a la jovencita, si es lo que le enseñan en casa —hablo con voz grave, imitando la que pienso sería su reacción.
 
—Ya, niñas, pónganse serias que llegamos —indica Margaret al ver las grandes puertas del instituto.
 
Al entrar veo que todos están chismorreando, hablando por lo bajo y señalando hacia nosotros. 
 
¿Pero qué coño? Me pregunto por lo bajo; no entiendo el motivo de que nos estén señalando.
 
Las tres nos miramos algo confusas y solo al darnos la vuelta pudimos notar que no era a nosotras sino a esas tres personas que vienen detrás. 
 
Me quedo como tonta en el medio, miro a mis costados y no hay nadie. Estas malditas traidoras se han ido, dejándome sola en esta situación. De todos modos no puedo culparlas; nadie me manda a ser lenta y no reaccionar rápidamente. Todos están en silencio observando el panorama. Y yo aún sin mover ni un solo músculo para huir de ahí.
 
—Hola, Ailena.—dice Samael con una gran sonrisa.
 
—Hola —respondí algo cortante, mirando fija al chico cuya sonrisa resaltaba.
 
—Sal de mi camino —dice el más alto de los tres.
 
—Estaba primero, así que rodeame si quieres pasar —hablo con firmeza; ¿quién se ha creído que es para hablarme así?
 
Ellos siguen su camino y el pasillo vuelve a estar en completo caos. Si querían impresionar, sí que lo hicieron.
 
—Las voy a matar —balbuceó mientras me unía a ellas y seguimos caminando.
 
—No te hagas, si te encanta.—dice Lia muerta de risa. —Me voy a clases, suerte con don Bigotes.
 
—Sí, disfruta tu último tiempo viva; cuando te vuelva a ver te mato —la vuelvo a amenazar.
 
—¿Viste que encantador es?—habla Margaret. Definitivamente, se refiere a Samael, ya que Pensándolo, no sé el nombre del cara de culo adicto a la nicotina…
 
—Sí, es muy simpático —le contestó justo antes de tocar la puerta del director.
 
Fueron unos minutos muy desagradables, la verdad; sacaron cosas que ni yo sabía que había hecho. 
 
¿A caso yo tumbé el pizarrón? Sí, yo solo lo toqué y se calló solo. Además, eso fue al inicio del curso, ¿por qué lo sacan ahora?
 
Margaret está algo enrojecida por todo lo que le han dicho de mí.
 
—Lo siento —fue lo único que dejó ya al estar fuera de la oficina.
 
—No te preocupes; sé que exageran más de lo que es. Siempre serás mi Angelita. 
 
—Cualquiera diría que soy una diablilla, y tú, llamándome ángel —le sonrío. —Eres la mejor.—digo abrazándola.
 
—Anda, vamos a casa; el director te ha dado el día libre.
 
—Si él lo dice, yo no soy quién para decirle que no.
 
El camino a casa fue más rápido de lo normal. Al llegar subí rápidamente a mi habitación; no tenía ganas de hablar. La verdad, eso me pasa muy a menudo: puedo estar de lo mejor y en un cerrar y abrir de ojos ya no quiero existir. Bipolar me dicen, pero no me importa, soy así y me gusta ser así. 
 
A veces tengo esos cambios de humos porque quiero estar sola. Cómo ahora, me apetece encerrarme en mi habitación con los audífonos y dejar que el arte surja de mis manos.
 
Amo pintar. La mayoría de mis trabajos son sobre la naturaleza, los árboles, ríos, hermosas montañas, un campo de margarita, cosas así. Pero desde hoy en la mañana tengo esta necesidad de pintar, esas ganas que hace tiempo no tenía. Pintaba por pura diversión, pero está vez es diferente. 
 
Dejo que mis manos guíen al lápiz y comienzan a salir líneas, una por aquí, otra por arriba. No sé ni qué rayos es lo que estoy haciendo: solo lo hago y ya, como si conociera cada trazo que debo realizar. Me dejo llevar y unos minutos después está terminado. Es un diseño algo extraño para mi gusto y totalmente diferente a lo que estoy acostumbrada a dibujar. 
 
Es como una daga, una de esas que he visto en alguno de los tantos libros que me he leído de mitología. ¿Que locura no? Que no me guste la historia, pero sí los mitos y leyendas. 
 
Pero no es una daga común; está entrelazada con un signo de infinito y justo detrás de ellas hay varias líneas que, a mí entender, son unas alas No es un dibujo perfecto, pero se entiende más o menos su contenido. Hay otra pieza más pequeña en la parte superior de las alas, pero esa sí no logro entender que es.
 
Me recuesto en la cama mirando profundamente el dibujo; es tan atrayente, siento una rara sensación dentro de mí; es como si lo necesitara. Por alguna extraña razón siento que me pertenece, que lo he visto de antes.
 
(…)
 
Me había quedado dormida y ni siquiera me di cuenta en qué momento. Me paso la mano por la cara y por los labios, quitando los restos de baba. Que asqueroso, por dios.
 
Tengo la libreta de dibujos encima, la abro y veo un diseño nuevo, pero no recuerdo haberlo hecho, ni siquiera recuerdo en el momento en que subí las escaleras. Lo último que tengo en mi mente es llegando de la escuela con Margaret. Después de eso es un vacío. 
 
Miro hacia la ventana para orientarme si es de día o de noche. Pero eso es lo de menos; él está ahí, observándome nuevamente. Con esa paciencia con la que inhala y exhala el humo. 
 
—¿Mirarme se ha vuelto tu pasatiempo favorito? —le pregunto alzando un poco la voz para que me escuche.
 
No me responde, solo me da una última mirada y cierra su cortina. Fue extraño y al mismo tiempo un capullo; me dejó hablar sola el muy imbécil. 
 
Me enfado y cierro también mi cortina para evitar volver a verlo mirando hacia mi habitación. Cojo la libreta y le doy un último vistazo a aquel signo que dibujé. Es hermoso a mi parecer y muy, muy extraño, pero lo es aún más que no recuerde cuando lo hice. 
 
 

Una imagen de nuestra Ailena🌸

Y la famosa Daga...

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