°•°Capitulo 21°•°

Entro a mi casa y agradezco que mis padres aún no estén despiertos. O al menos eso pensaba. 
 
—Ailena —pronuncia Margaret a mis espaldas; estaba a dos pasos de entrar a mi cuarto…
 
—¿Sí?—digo casi en un hilo.
 
—¿Qué haces tan temprano despierta?—me pregunta, acercándose hasta llegar a donde estoy. 
 
—Bajé a tomar agua, —pronuncié lo primero que me pasó por la cabeza. 
 
—Me estás mintiendo —me mira fijamente. —Entra —me indica señalando mi habitación. 
 
Hago lo que me dice, maldiciendo que no ha funcionado para nada mi mentira y peor aún me ha pillado. Ella sigue mis pasos.
 
—¿Qué está pasando, Ailena?—pronuncia esta vez con un tono más fuerte. 
 
—No podía dormir y salí a caminar temprano. Miento, pero esta vez siendo un poco más creíble. 
 
—¿Estás teniendo pesadillas?—dice ya más preocupada. —Nunca has sido de tener pesadillas. 
 
—Fue solo insomnio, Margaret, no te preocupes —trato de no hacer esto tan relevante. 
 
—¿Sabes que siempre puedes confiar en mí? —asiento.
 
Me besa y me deja sola. La verdad, no le he dicho, pero de que tengo insomnio no era mentira. Respiro profundo y llamo a Lía como todas las mañanas anteriores. 
 
—Buenos días.—dice desde el otro lado del auricular. 
 
—Buenos días, ¿cómo amaneciste?—le pregunto mientras me asomo a la ventana…
 
—Estoy bien.—sonrío.
 
—Gracias a Dios. — Ella ríe. —¿Dime que ya comenzarás a ir a clases?
 
—Exactamente, señorita, iba a vestirme —veo la sombra de Adriel a través de la ventana y mi humor cambia nuevamente. 
 
—Perfecto, nos vemos horita. —cuelgo y cierro la ventana dejando caer la cortina. 
 
Me arreglo y bajo a desayunar. Margaret me mira preocupada y me obliga a comerme todo el desayuno. Después de eso le doy una sonrisa y salgo. 
 
Agradezco que solo está Lia y no hay ningún Dagger a la vista, de hecho ningún demonio cerca. 
 
—Tenemos que hablar.—digo apenas la tengo cerca. 
 
—Bien, pues comienza —ella me mira ansiosa. —Es para hoy —insiste al ver que me quedé en silencio. 
 
No sé en qué estaba pensando. No puedo contarle nada sobre los demonios, ni de Lucifer, ni que unos demonios en rebelión anden tras de mí. No puedo ponerla en peligro; mientras menos sepa mejor será. 
 
—Adriel y yo nos hemos besado —le comento lo único que podría, créeme. 
 
—¡Ahhh! Sabía que me dirías algo así —ella me abraza. —¡Cuéntame todo! ¿Qué tal besas?
 
—Pues bien —corrijó—, demasiado bien. 
 
—Sabía que terminarías teniendo algo con él —deja salir un chillido de la emoción. — Es que desde que os vi juntos la primera vez supe que eran el uno para el otro. 
 
—El uno para el otro nada, lo de Adriel es imposible. Anoche fui a dormir con él y está mañana se ha comportado como un verdadero capullo. Dejo salir de golpe. — ¿Puedes creer que quería algo serio? Por Dios, yo nunca busco nada en serio; por eso bajé y me bebé con Samael para que tuviera claro que no le pertenezco a nadie. 
 
—¡Espera! ¿Qué? —me frena el paso. —¿Te has besado al hermano? Asiento. — Realmente no te entiendo. 
 
—¿Qué querías que hiciera?—levantó los hombros y volvió a caminar.
 
—Bueno, chica, no lo sé, es difícil ser tú, pero creo que has sido demasiado dura; deberías de entender también su comportamiento —lo defiende.
 
—Maravilloso. Me río sin gracia. — Ahora mi mejor amiga también defiende al imbécil de Adriel. Me enfado. — No debo entender nada, simplemente es un cobarde que no es capaz de dejar que las cosas fluyan. No estaba buscando nada en serio, pero sí me hubiera gustado que con el tiempo las cosas se consolidaran, pero no, el muy idiota tiene que echarse para atrás en el primer momento. 
 
—No te enfades… —la interrumpo.
 
—Sí, si lo hago, pensaba que me entenderías y me aconsejarías, pero solo lo defiendes.— La miro mal y apresuro mis pasos.
 
—¡Ailena, espérame! —me grita, pero la ignoro, necesito estar sola. —¡Ailena!
 
Me salgo del camino y cambio mi dirección. No tengo ganas de ir al instituto hoy, ni de ver a Samael, ni a Lía y mucho menos a Adriel. Necesito estar lejos de todos y de todo esto, y pensar con claridad.
 
No sé ni a donde voy, solo sé que mis pasos son apresurados. Me detengo al ver que el aire me falta. Miro hacia todos lados y puedo ver que me alejado bastante. Estoy a la orilla del río, uno al que siempre venía de pequeña. Margaret y Federico me celebraron mi primer cumpleaños con ellos aquí. 
 
Me siento en una piedra y miro al agua. Es tan pura, tan clara y libre. Así quiero volver a ser, tener mis ideas claras, mis sentimientos en orden, no tener que mentir y sobre todo ser libre. 
 
Porque aunque estoy sola me siento atada, que no soy igual que antes… Aunque me hago la dura y trato de ser fuerte, estoy confusa y me estoy volviendo débil. Y en parte entiendo su situación; debe de sentirse parecido a mí y según Lucifer, Adriel siempre ha sido uno de sus mejores demonios y si yo fuera él me asustaría tener una debilidad, pero aún así podría sobrellevar las cosas de forma diferente.
 
Mis pensamientos se ven interrumpidos por ciertas personas.
 
—Sorius —reconozco a uno de ellos. 
 
—Hola, Ailena, al fin sola —él junto con los otros tres sonríen. 
 
—¿Qué quieres de mí?—me hago la que no sé nada; creo que será lo mejor.
 
—No juegues con nosotros, sabes perfectamente lo que queremos —habla el que tiene la cicatriz en la cara.
 
—Te hemos visto muy seguidos con ellos, ya debes saber todo —habla uno de los otros que no conozco.
 
—Conva, dejémonos de tanta palabrería, hagamos lo que vinimos a hacer —habla Sorius.
 
Es difícil explicar la electricidad que acabo de recibir. Caigo al piso por el dolor, dejando salir un gruñido. 
 
—Gracias, Ailena—susurra uno mientras mis ojos se van cerrando. — No las pusiste muy fácil. 
 
Fue lo único que escuché mientras la oscuridad se apoderaba de mí. No sé qué ha pasado, pero estoy en problemas. 

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