°•°Capitulo 20°•°
Me despierto por un calor sofocante; al abrir los ojos percibo que es por culpa del cuerpo que está usandome de cama; sí, el mismísimo Adriel está acurrucado sobre mí, asombroso.
Intento moverlo para poder despertarlo, pero es inútil, parece una marmota.
—Adriel. —Lo llamó en apenas un susurro. Cosa que no funcionó. —Adriel. Vuelvo a insistir, pero solo recibo un quejido de él. —¡Adriel! —este se sobresalta y se levanta de golpe.
—¿Acaso estás loca?—pregunta pasando las manos por sus ojos.
—No despertabas, algo debía de hacer.
Él no dice nada, sólo se queda viendo un punto fijo; supongo que es por el sueño.
—¿El baño? —este me indica con la mano y asiento.
Me levanto para poder ir al baño; al ingresar me doy cuenta de que no tengo cepillo de dientes, ni nada. Así que uso mis dedos para poder suavizar aunque sea, me lavo la cara y hago mis necesidades. Una vez lista salgo y Adriel ya está levantado, también vestido.
—Sobre lo de anoche… —comienzo, pero me corta.
—Fue un error. —frunzo el seño. — No puede volver a pasar, y no quiero que vuelva a pasar, Ailena, no puedo darte lo que buscas.
—¿Qué crees tú que yo busco?—digo confundida.
—Sé que, aunque no lo admitas, pretendes una relación; yo no puedo dartela, no puedo ser un hombre cariñoso, yo sólo quiero follarte; así soy. No me encariño, no quiero, solo follo. — Asiento y tomo mi calzado.
—Vete a la mismísima mierda, ¿quién te crees que eres? Lo freno con la mano cuando va a responder. ¿Te crees tan importante? ¿Realmente crees que busco una relación con vos? ¿Justo con vos? En la vida estuve en una relación y tú crees que por ti sí quiero estarlo; bájate de la nube en la que estás, porque para tu información yo tampoco quiero y yo también solo follo, pero tú no vas a tener la suerte de ser uno de ellos. —digo para después salir lo más rápido posible de su habitación.
—Ailena. — Oigo su voz atrás mía, pero lo ignoro y sigo mi camino.
Al bajar la escalera me encuentro con Samael, quién me sonríe.
—Hola, Ailena. Me acerco a él y estampo mis labios con los suyos; no le da tiempo a reaccionar porque una mano tiró de mí.
—¿Qué crees que haces? —habla Adriel enojado.
—Demostrarte que no te necesito dentro de mis bragas, que no necesito besarte solo a vos. Adriel, no eres importante en mi vida; antes de ti me follé a cuántos yo quise, y eso no va a cambiar, así que no te creas que por haberme acostado a dormir con vos eres el hombre que yo quiero en mi vida, porque estás muy lejos de serlo. —digo igual de cabreada.
—No me interesa qué hiciste antes de mí, a cuántos follaste o a cuántos te besaste. Lo que me interesa es lo que pasa una vez que yo te besé, y eso a ti también tiene que interesarte, porque vas a intentar reemplazarme con cualquier otro, ¿y sabes qué? Jamás vas a poder hacerlo.
—Entonces suerte con intentar reemplazarme, Adriel. —digo soltandome de su agarre. —¿Sabes qué? Una vez que tú besas a tu alma gemela, es muy imposible que alguien se iguale a ella.
Miro hacia la sala donde están los demás habitantes de esta casa y ninguno sabe qué decir. Vaya espectáculo acabamos de darles.
—Buenos días—les digo y dirijo mi mirada a Samael. —Discúlpame. —Este sonríe.
—Tranquila, siempre que quieras darle celos a mi hermano, estoy disponible. —Sonrío.
-Lo tendré en cuenta, gracias.
—Ailena.—dice Lucifer con una voz un tanto grave. —Ven conmigo.
Suspiro y me encamino hacia el despacho de dicha persona. Al ingresar cierro la puerta.
—Que sea rápido, debo volver a mi casa.
—¿Qué ha pasado?—dice al parecer cansado; me cruzo de brazos.
—Nada.—alza una ceja.
—Ailena —dice en un tono de advertencia.
—Es el capullo de Adriel. ¿Puedes creer que creyó que yo quiero una relación con él?—me mira, pero no dice nada… —Exacto, eso mismo pienso yo, ¿cómo puede siquiera imaginar que yo quiero una relación con él?
—Yo creo… —lo corto.
—¿Sabes que es lo peor? Que no me dio tiempo a demostrarle lo contrario, ¿y qué si yo quería algo serio? Por Dios, ¿me hubiese tratado igual?—digo ya un poco irritada.
—No lo sé, quizás si… —lo vuelvo a cortar.
—Es un verdadero capullo, ¿entiendes que me arriesgué? Yo también tengo miedo, no sé qué es lo que realmente me pasa con él; aún es nuevo esto para mí, todo. Tampoco sé lo que es amar a alguien y por él siento algo que no sé identificarlo, pero él manda todo a la mierda, como siempre —digo ya un tanto afectada.
—Ailena, por los mil demonios que tengo a mi cargo, déjame hablar —alzo una ceja.
—Y habla, ¿quién te lo impide? —abre la boca para decir algo y luego la cierra suspirando.
—Tenle paciencia, esto es muy nuevo, estoy seguro de que a él le pasa lo mismo que a ti, sólo tenle paciencia —niego.
—¿Y qué gané yo con tenerle paciencia? No puedo, ni quiero tenerle paciencia, porque él tampoco la tiene conmigo; estamos destinados, pero no queremos estarlo; esto es un gran error.
—Nunca se equivocan al destinar a alguien.
—Siempre hay una primera vez para todo, Adriel y yo. Es imposible, no va a pasar —me dirijo a la puerta.
—Sólo piénsalo —dice y le doy una última mirada.
—No hay nada que pensar.—salgo.
Camino hacia la sala y allí están los hermanos Dagger, maravillosos.
—Hablemos —dice Adriel en cuánto llega a mí.
—Dejaste en claro cómo era todo, ya no hay más de que hablar.
—Entiende qué no soy lo que tú buscas.
—¿Tú sabes que busco?
—Sólo avísame cuando me necesites o estés en peligro.—dice para después subir las escaleras.
¿Él cree que voy a llamarlo cuando esté en peligro? O peor aún, ¿él cree que voy a necesitarlo? Jamás.
Veo hacia Samael que me mira con lástima, maldito demonio con sentimientos.
—No me mires así.—lo señalo.
—Sólo los miro y no los entiendo, yo desearía encontrar a mi alma gemela, y ustedes que se tienen sólo se lastiman.
—Habla por tu hermano, él es el capullo que escapa.
—¿Y tú no? Eres igual a él.
Suspiro y decido dejar por ahí el tema, le dedico una última sonrisa a Samael y salgo de esa casa, maldita casa.
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