°•°Capitulo 18°•°


Hace ya una semana de aquella vez, y cómo bien dijeron han estado protegiéndome constantemente, sobre todo el capullo mayor, que si bien nunca se muestra al contrario de los otros, sé que está. 
 
No lo he visto mucho desde aquella noche; casi ni lo veo en la ventana, en la escuela tampoco, ni siquiera cuando voy a su casa, y no sé por qué, pero me molesta; sé que está evitandome. 
 
Tanto me molesta que ahora me encuentro frente a la puerta de su habitación. No me juzguen, necesito saber qué le pasa conmigo.
 
Cojo aire y me animo a llamar a la puerta; siento unos pasos y luego de unos segundos la puerta es abierta por un Adriel sin camisa. Subo mi mirada lentamente hasta que me encuentro con su rostro, el cuál me mira con confusión.
 
—¿Por qué has estado evitandome? —alza una ceja, haciéndose el confundido. —Sabes de qué te hablo.
 
Suspira y toma mi brazo para ingresarme a su habitación. Cierra la puerta.
 
Pensándolo bien, esto no era buena idea; estoy sola con él, sin camiseta y la puerta cerrada; esto claramente no puede salir bien, nada bien.
 
—¿Acaso a ti se te saltó una tuerca?—dice acercándose. 
 
—¿Por qué me evitas? ¿Qué hice? —veo como algo en su mirada se suaviza y frena.
 
—Nada hiciste.—suspira. —Es mi culpa, no la tuya.
 
Veo su rostro y percibo un poco de ¿sangre?, me acerco a él y tomo su rostro en mis manos; él enseguida se tensa, pero lo ignoro.
 
—¿Qué te pasó?—sonríe un poco.
 
—Te salvé el culo, nuevamente.—observó su herida.
 
—Esto es reciente, ¿cuando fue?—no contesta. —Adriel.
 
—Anoche —lo miro.
 
—¿Tienes un botiquín o algo?—frunce el seño.
 
—¿Para qué quieres eso?
 
—Para curarte —él parece pensar, pero termina asintiendo y se va.
 
Genial, intento ayudarlo y él se va; así es imposible.
 
Mi pensamiento se ve interrumpido porque él vuelve con el botiquín en mano. Vale, retiro lo dicho.
 
—Siéntate —ordenó y él alzó una ceja, pero terminó por obedecer. — Alza un poco el rostro.
 
Él lo hace y yo me coloco entre sus piernas; mientras paso por su ceja el algodón, puedo sentir su mirada sobre mí, pero la ignoro.
 
—Quizás esto te arda un poco.—digo para pasar el algodón por su labio inferior, pero no vi rastro de dolor en su cara.
 
Trago saliva en cuánto siento sus manos en mis piernas, intento no distraerme y seguir con lo mío, pero se complica aún más cuando sus manos empiezan a subir y una se posiciona en mi culo, apretando.
 
—Adriel —hablo y me doy cuenta que estamos demasiado cerca.
 
Joder, demasiado cerca, esto realmente fue mala idea.
 
—Ailena.—habla con la voz ronca.
 
Bragas a la mierda.
 
Sus manos continúan subiendo hasta mi cintura y aprieta allí. Una sube un poco más hasta llegar a mi rostro, dónde acaricia y me permito disfrutarlo. Luego lleva las caricias hasta mi nuca, lugar donde toma con posesión. Miro sus ojos y luego sus labios.
 
—No tienes idea de cuánto llevo esperando esto. No entiendo de qué habla hasta que siento cómo impacta sus labios con los míos, llevándome a un lugar que nunca antes había ido. Suelo un jadeo por la sorpresa y él aprovecha para darle lugar a su lengua, dejando que ella explore cada lugar en mi boca. 
 
El agarre en mi cintura se intensifica. Allí reacciono y coloco mis manos en sus hombros, como respaldo para no caerme, porque estoy segura de que en cualquier momento voy a desmayarme.
 
Este al separarme me muestra una sonrisa, la cual increíblemente es genuina; yo aún estoy intentando recobrar el aliento, santa mierda.
 
—Debo irme —le digo separándome de él, pero este toma mi mano antes de que me vaya más lejos.
 
—Ten cuidado —asiento y camino hasta la puerta. —Ailena —lo miro. —Soy un demonio, no preciso que me curen las heridas —sonríe.
 
Salgo aún sin entender muy bien qué quiso decir con eso, pero es lo menos importante, ¡acaba de besarme!
 
Tú también. 
 
No, yo sólo sé lo seguí. 
 
Es casi lo mismo.
 
Cállate. 
 
Pero si soy tú, tú deberías de callarte.
 
Vale, ya estoy quedando muy mal.
 
Salgo lo más rápido posible de aquella casa, o esa era mi intención hasta que Lucifer y Samael lo impidieron. 
 
—¿A dónde tan rápido?—dice divertido Samael.
 
—A mi casa, no necesito descansar —digo un tanto afectada.
 
Y eso ya es motivo para que Lucifer se preocupe. 
 
—¿Qué ha pasado? —me pregunta firme y suspiro.
 
—¿Podemos hablar?—asintió y miró a Samael. —A solas.
 
—Ven, vamos a mi despacho —lo sigo en silencio; al ingresar este cierra la puerta.
 
—¿Qué me pasa con Adriel? Él me dijo que no hizo nada con mi mente y por alguna extraña razón le creo, pero no es normal —digo en cuánto él se sienta.
 
—¿Qué no es normal, Ailena?—suspiro.
 
—A mí no me gusta él —lo pienso mejor. —En realidad sí, porque es Adriel, ¿a quién no le gusta Adriel? Pero me pasa algo más, y es extraño, porque apenas lo conozco hace un mes, y yo no me enamoro, estoy segura que no estoy enamorada de él, pero cuando él está cerca no sé cómo actuar, él tiene un control sobre mí que es asombroso. —¿Qué está pasando?—me mira pacíficamente. 
 
—Siéntate, voy a contarte. —Obedezco. —¿Tú sabes que todos o la mayoría de los seres sobrenaturales tienen un alma gemela? Asiento. —Por lo tanto, sabes que esas almas están destinadas para toda la vida, ¿no? —vuelvo a asentir. —En un demonio aveces es más difícil saber cuál es tu alma gemela, ya que normalmente no sentimos, por eso tú nunca te enamoraste. Nosotros nos damos cuenta de nuestra alma gemela de una forma muy distinta a todos los demás seres; en este caso es por las habilidades; resulta que tú estás protegida, tanto que ni yo puedo entrar en tu mente, pero Adriel se dio cuenta de que él sí podía y que era el único. —Lo miro sin entender. 
 
—¿Qué estás queriendo decir?
 
—Qué Adriel es tu alma gemela, por eso te pasa lo que te pasa con él y no encuentras una explicación, es porque a veces no la hay, sólo empiezas a sentirlo una vez que conoces a esa alma, te enamoras sin querer hacerlo, y ese sentimiento cada vez se intensifica más y más, tanto que a veces te vuelves esclavo de ese sentimiento. No nos gusta sentir Ailena, no creemos débiles al hacerlo, Adriel es uno de mis peores demonios, siempre fue el más cruel, y sé que él ya sabe quién eres, pero se escapa de eso, por eso te estuvo evitando, no quiere quererte, porque eso lo lleva a tener un punto débil, una debilidad.
 
—Me ha besado —sonríe. 
 
—No está bien que me cuentes esto a mí, pero supongo que eso es bueno, ¿no?
 
Supongo yo que si, no sé. 
 
Más información para mi cabeza, un día de estos va a explotar.

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