°•°Capitulo 14°•°

En cuanto llegamos a nuestras respectivas casas, nos quedamos unos segundos en silencio; desvié mi vista hacia la casa del frente.
 
¡Lía, debo ir a verla!
 
—Gracias, supongo —esté me mira un segundo y asiente.
 
Le doy una última mirada antes de caminar hacia la casa de ella. Siento cómo aún no se ha movido y a la misma vez siento su mirada sobre mí, la cuál agradezco, porque me siento protegida.
 
LLamo a la puerta y luego de unos segundos aparece la mamá de Lía. 
 
—Ailena, pasa —se hace un lado e ingresa, no sin antes dar una última mirada a Adriel. — Lía está en su habitación. 
 
—Gracias —me encaminaba hacia allí. 
 
Al ingresar ella está en su cama; pareciera que está sufriendo su peor agonía; es muy dramática cuando quiere.
 
—Oh, has llegado antes de que mi mundo se acabe.—sonrío. 
 
—Deja de ser tan dramática, es solo una gripe.
 
—Déjame morir en paz —ruedo los ojos y tomo asiento en la silla de su escritorio. 
 
—Tengo que contarte algo —se sienta enseguida y alza ambas cejas. — ¿No qué ibas a morir?
 
—Calla y cuéntame. ¿Es sobre papi Adriel?—la miro horrorizada. 
 
—Oh no, dime por favor que no le pusiste así —asiente con una sonrisa. 
 
—Pero ese no es el tema, ¿es sobre él sí o no?
 
—No, esta vez es sobre el otro —me mira atentamente. — Me dijo que le gustó.
 
—No es novedad, aunque realmente no esperaba que fuese tan rápida su declaración. ¿Qué hiciste?
 
—Le dije que no era mi tipo.—digo simplemente. 
 
—Siempre tan linda —dice irónica.
 
—Es la verdad, y se enojó; empezó a decir un montón de cosas sobre el hermano y que no me quiere —ríe. 
 
—Vaya, a este si le ha dolido —alzó los hombros.
 
—Al parecer, y Adriel sigue metiéndose en mi habitación —ahora parece sorprendida.
 
—Vale, esto sí me interesa. ¿Desde cuándo pasa eso?
 
—No lo sé bien, sólo sé que desde que lo hizo por primera vez, ya se cree con el derecho de hacerlo cuando quiere —sonríe. 
 
—Y tú lo dejas.—alza ambas cejas. —Te gusta —niego.
 
—No.—asiente.
 
—Sí, pero sé que no vas a admitirlo, eres muy orgullosa, voy a dejarte que te des cuenta sola —se recuesta nuevamente. — Cierra la puerta cuando salgas.
 
—¿Estás corriendome?—asiente.
 
—Sí, quiero dormir —suspiro y me levanto. 
 
—Cuídate —oigo que afirma y salgo de su habitación.
 
Ya abajo oigo el grito de ella, sonrío.
 
No le cerré la puerta. Se jode por echarme, mala amiga.
 
—¿Ya te vas?—habla su madre y asiento.
 
—Sí, mañana seguramente pase nuevamente.
 
Ella asiente y me acompaña hacia la puerta, me despido de ella y camino hacia mi casa.
 
Ya en la acera de mi casa, puedo ver al profesor en su casa; este al verme sonríe. ¿Qué le pasa?
 
—Ailena, qué alegría verte —dice y frunce el señor.
 
—¿Sí?—asiente. — Creí que estaría enfadado porque no fui ayer.
 
—Oh, no pasa nada, todos podemos tener inconvenientes —asiento. —Puedes pasar ahora.
 
—¿Ahora?—asiente con una sonrisa. —Es qué…
 
—Anda, es sólo una cena —miro mi casa y luego a él.
 
—Vale.—suspiro. 
 
Caminamos hasta su casa; él abre la puerta para mí y luego ingresa él. 
 
A decir verdad, las veces que entre aquí no le presté atención; una de las veces estuve borracha y la otra cabreada; no tenía tiempo de ver la casa.
 
—Es una muy bonita casa —le digo y éste me sonríe.
 
Caminamos hasta lo que supongo yo es el comedor, y sí, lo era. Allí están los tres sentados ya.
 
—Muchachos, hoy tenemos visitas —dice y siento la mirada de todos sobre mí.
 
Siento una mirada con odio; esa es de la Barbie cruel. 
 
Otra con pena, ya sabrán de quién, maldito gilipollas.
 
Y la menos descifrable, Adriel, nunca sé que dice su mirada. 
 
—Puedes sentarte aquí —habla Samael y lo miro.
 
—Prefiero sentarme en otra parte —digo para dirigirme a la silla que el profesor abrió para mí. 
 
Este trae todo para mí, ¡qué servicial! Y luego se sienta en su lugar.
 
—Y cuéntame Ailena, ¿de dónde eres?
 
—De aquí. Bueno, en realidad no de aquí; aún no sé muy bien de dónde soy, sólo sé que la familia con la que vivo me adoptó —este asiente.
 
¿Por qué le dije todo eso? Joder.
 
—Entonces, ¿no conoces a tus padres biológicos?—niego mientras me llevo un trozo de carne a la boca.
 
—No tengo la suerte —digo luego de tragar. 
 
—¿Tienes novio?—alzó una ceja y negó.
 
—No me va eso, tener novio es tener una limitación, y no me gusta limitarme a estar con una única persona —eso lo digo viendo de reojo a Samael, quién agacha la cabeza.
 
—Eres de las mías, al fin alguien que me entiende —dice la barbie cruel.
 
La miro por primera vez y asiento.
 
—¿A ti no te clasificaron por eso en esta familia?—frunce el seño y niega. —Qué suerte entonces.
 
—Vale, perdóname, me pasé —dice por primera vez Samael.
 
—Ahórrate las disculpas, te dije que no las quiero. Vuelvo mi vista al profesor que me mira con una sonrisa.
 
—Eres brava —niego.
 
—Soy mujer, y en este mundo tienes que aprender a hacerte valer como tal, para que cuando vengan gilipollas como tú sobrino sepas defenderte —veo como él le da una mirada a Samael, y me pareció verlo tensarse. 
 
—Tranquila, eso no va a volver a pasar —asiento simplemente. 
 
—¿Puedo pasar al baño? Asiente.
 
—Sí, Adriel, acompañala —esté se levanta de la mesa, no sin antes darle una mirada a su tío. 
 
Comienza a caminar. Supongo que debo seguirlo, así que lo hago.
 
Salimos del comedor y damos vuelta por un pasillo, allí el frena.
 
—¿Qué pasó con mi hermano?—dice aún de espaldas a mí. 
 
—¿Ya hemos llegado al baño?—esquivo su pregunta. 
 
—Responde.
 
—Supongo que no entonces.
 
No me da tiempo a reaccionar cuando se da vuelta y me toma colocándome contra la pared; ¿qué tiene con la pared este chico?
 
—Respóndeme, Ailena —dice muy cerca.
 
—¿Sino qué?—habló desafiante.
 
—No me provoques —mi vista va hacia el brazo que está alado de mi rostro.
 
—Se pasó de gilipollas —asiente.
 
—¿Qué hizo? —miro sus ojos.
 
—Nada.—golpea la pared con la palma abierta.
 
—No me mientas, joder, no me gusta que lo hagan.—trago saliva.
 
—Se me declaró y le dije que no era mi tipo; se enojó diciendo que tú sí eras mi tipo, y que no ibas a quererme; se lo negué, pero tiene un problema auditivo al parecer, y ahí me dijo que me quería muy poco como para fijarme en ti. Algo así fue. ¿Feliz? —siento su mano apretar mi cintura…
 
—Dime, Ailena, ¿soy tu tipo?—dice con la voz ronca.
 
Carajo.
 
—No.—suspiro cuando siento su mano subir.
 
—¿Por qué me mientes?—acerca su rostro a mi cuello.
 
—No estoy mintiendo, no eres mi tipo.—digo como puedo, ya que estoy concentrada en su mano y su rostro.
 
—Hueles tan jodidamente bien —siento mis piernas como una gelatina.
 
La mano que antes estaba en la pared ahora está en mi nuca, mientras que la otra está cerca de uno de mis pechos; al llegar allí, este lo aprieta, suelto un jadeo por la sorpresa.
 
—Adriel.—susurro.
 
—Dime, preciosa, dime que lo deseas —chupa el lóbulo de mi oreja.
 
Deja besos en mi cuello, mientras su mano masajea mi pecho. Joder, puedo sentir lo mojada que estoy y apenas me ha tocado. Lo deseo, claro que lo hago.
 
De golpe este se separa y me mira; me señala una puerta. 
 
—Ese es el baño —frunzo el seño cuando lo veo irse.
 
¡Maldito capullo!

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