Capítulo 32

EMMA

—Emma, vuelve conmigo, por favor —un nuevo ruego emerge en mi radar auditivo. Su voz suena rota, completamente devastada. Jamás la había oído así, de esa forma—. No me dejes, te lo ruego. Vuelve, amor.

Una mano toca la mía, su piel es suave, siento una especie de chispa —de electricidad— con su roce.

Intento mover mis labios para susurrarle que lo escucho, pero estos no me hacen caso. Sin embargo, unos brazos me rodean mientras que un cálido aire llega a mi oído.

—Emma, sé que estás ahí. Vamos, Honey, tú puedes despertarte, amor. Ya todo ha terminado, podrás ser libre al fin. Visitaremos a tu familia lo antes posible y verás a Mati, a tus amigas... —su mano se aferra a la mía y, cuando vuelve a hablar, escucho su voz quebrada—. Solo despierta, Honey. Por todos, por mí.

Su mano recorre temblorosa mi rostro hasta llegar a mis labios. Sus dedos se sienten muy cálidos en mí. ¿Él no puede escuchar mi mente? ¿Acaso no se da cuenta que estoy recuperando mi consciencia? Parece que no.

Con esfuerzo intento mover mi cuerpo, comenzando por los dedos de mis pies y manos. Owen no parece notar aquel movimiento por estar demasiado ensimismado en sus pensamientos, en sus miedos.

Pasan, tal vez, minutos hasta que logro, finalmente, tener control de mi cuerpo e intento hablar por primera vez.

—Owen... —susurro y sus yemas quedan atrapadas entre mis labios.

—¡Honey! —Suelta el aire de repente—. Sabía que lo lograrías, eres muy fuerte. Abre los ojos, cariño... Ya ha pasado todo, ya ha terminado todo, podemos ser felices...

Despierto sintiéndome mareada, fuera de mí, como si mi mente estuviera despabilada pero mi cuerpo no atendiera del todo su llamado de acción. Las paredes del castillo de Theodel me rodean, su majestuosidad solo me da un aire cínico y escalofriante. Las manos de Owen sujetan mi rostro, ansiosas, mientras que algo húmedo cae sobre mis mejillas: sus lágrimas.

Un ángel de ojos azules —algo hinchados porque estuvieron lagrimeando—, con su cabello negro —un poco crecido— que le cae sobre las cejas, susurra mi nombre. Una y otra vez. Agradeciendo que volví y besando mis labios sin cesar.

—Deja que te lleve a casa, Honey. Debes reponerte...

—¿Estás herido? —le pregunto antes de que siga hablando, sabiendo que lo habían lastimado antes de terminar con Theodel, cuando Owen se estaba comunicando telepáticamente conmigo.

—Nada de eso —sonríe—. Aunque me cueste admitirlo, Emmanuel me salvó en esa...

—¡¿Dónde está Emmanuel?! —inquiero algo asustada al recordar la última vez que lo vi, que ambos desaparecimos en la niebla.

—Estoy aquí.... —dice Emmanuel, aún acostado en el suelo, a dos metros de mí. Él estira su brazo izquierdo para llegar hacia mi cabeza y tocarme el cabello—. Estamos vivos, Emma. ¡Vivos los dos!

—Y tienes alas —agrega Owen, observándome muy atentamente.

¿Alas? ¿Cómo que alas?

Muevo mi brazo raspando el suelo hasta tocar algo muy suave. Son plumas. Con ayuda de Owen, me levanto del majestuoso piso de aquel gran salón y un peso extraño se deposita detrás de mí, en mi espalda. Unas alas blancas se elevan como rayos de sol al amanecer.

No puedo creer lo que veo... y siento. Tengo alas. Alas verdaderas y no como esas de juguete que una vez usé de niña para disfrazarme.

—Te ves hermosa, Honey —susurra Owen en mi oído mientras toca mis alas. Eso hace sentirme extraña: experimento ese cosquilleo que él sentía cuando yo acariciaba las suyas y suelto una risita involuntaria.

Una mano algo temblorosa se posa sobre el hombro de Owen: la de Emmanuel. Los gemelos hacen algo que realmente no esperaba y se abrazan; es un abrazo corto, pero eso no quita nada.

—Tu transformación ha terminado, Emma —señala una voz autoritaria y dulce a la vez. Una voz que parece retumbar por los corredores de aquel gran y oscuro castillo. Es Josha ingresando junto a Steven por la ostentosa puerta por la que se habían marchado disfrazados. Esta vez, ellos no cuentan con sus trajes de ángeles vengadores y sus ojos verdes quedan completamente a la vista. Están a unos diez metros de mí y Josha posee un gesto indescifrable, pero parece feliz. O al menos, me imagino que lo está. Contemplo a aquel extraño hombre por un momento y sonrío, me alegra saber que está vivo y a salvo, tal vez pueda, de una vez por todas, rehacer su relación con Owen.

Steven, por su parte, sin pensarlo dos veces, corre hacia mí y me abraza. Y en un intrépido e inesperado acto, sus labios tocan los míos levemente, apenas rozándolos. Abro mis ojos como dos lunas llenas por la sorpresa.

—¡Steven! —grito sintiendo el calor de la vergüenza llenar todo mi cuerpo.

¡Está loco!

—¡Me lo debías, por el susto que me hiciste pasar! ¡Owen no fue el único afectado cuando perdimos la conexión contigo! —responde él.

—¡Suelta a mi chica, imbécil! —protesta Owen, apartando a Steven muy lejos de mí.

—Emma —me dice el chico de ojos verdes con tono de reproche, ignorando el enojo de su medio hermano—, ahora seré el único sin alas, no es justo —me muestra su espalda y ríe, meneando la cabeza—. ¡Me dejaste solo en esa, así que me sigues debiendo!

—Si vuelves a tocarla... —comienza Owen y ambos se sumergen en una de sus típicas discusiones.

Josha, sin hacer caso a las peleas de sus hijos, camina hacia mí y niega. —Fuiste muy lejos, Emma. Incluso contra las probabilidades de vencer a Theodel. ¿Cómo lo hiciste?

¿Cómo lo hice? Realmente es una buena pregunta. Lo cierto es que jamás tuve una técnica, y mucho menos un plan sobre cómo enfrentarlo.

Era más fiable que yo muriera en el intento antes de que pudiese ganarle.

—Instinto, creo —le respondo—. Él era como yo, un híbrido —Josha abre sus ojos por aquella información. Al parecer, Theodel había engañado a todos—, pero no estaba completo. Era muy fuerte, pero inestable —le explico—. Theodel intentó flaquear mi transformación y hacerme perder el equilibrio, pero no pudo. En cambio eso me ayudó a terminar con mi transformación, a completarme. Y eso lo destruyó, básicamente.

—Sabía que algo ocultaba... —se rasca la barbilla, pensativo—. Ahora eres un pilar muy importante en nuestra sociedad, ¿lo sabías? —pregunta Josha, parpadeando.

—Espero hacer las cosas bien —respondo.

—Las harás, estoy seguro. Debes ser justa —dice—. ¿Te acuerdas de Oracles?

Trago saliva. Claro que me acuerdo, gracias a él casi muero por primera vez.

Y también por él supe el secreto de Owen.

—Sí.

—¿Te acuerdas que desapareció? —asiento—. Se convirtió en energía, ya no existe. Él dejó que su maldad lo consumirá habiendo podido ser perdonado. El Creador no nos hizo para ser seres malvados, a ninguno de nosotros. Cuando lo tocaste, su energía no pudo balancearse y se perdió.

—¿Me estás diciendo que puedo hacer pagar a los ángeles ruines?

—O puedes redimirlos también. Eso está en el interior de cada uno, Emma. Tú eres solo una especie de puente entre el camino que ellos marquen en su interior —sonríe Josha, «Tal vez pueda redimirlo a él», pienso—. Que no te extrañe que algunos tengan miedo de ti.

—No me gustaría que me temieran...

—Emma, es complicado que no lo hagan —explica—. Es normal que todos, no solo los humanos, le tengan miedo a lo diferente.

—Venga, llegó la hora de irnos —dice Steven—. Salgamos de este sitio que apesta a Theodel.


El Cielo está extraño. Hay ángeles por todas partes, y también demonios. Ellos se miran y no dicen nada, como si el miedo no les dejase conocer más de los que ellos creen saber. Cuando pasamos por su lado, estos nos miran aún más afectados. Y pienso que tienen todo su derecho, no todos los días se ve a un nefilim, una híbrida, un par de gemelos que siempre se llevaron mal y al más temido caído en el Cielo de los ángeles, donde todos eran iguales y los diferentes estaban prohibidos.

En enfrentamiento está grabado en la imagen de aquella ciudad angelical. Hay algunas casas incendiadas, parte del castillo de Theodel está derrumbado, algunos demonios tienen raspaduras con sangre como también los ángeles.

Pero ahora parecen simplemente no pelear. Los demonios ya no atacan, se ha ordenado que todos frenen, que el momento ya pasó. Entre toda la multitud reunida, aparece Kilian, el hermano de mi padre. Él se acerca sin vacilar hacia Emmanuel.

—¿Ahora qué sigue?

—Ahora viene la paz, Kilian.

Kilian sonríe, pero se vuelve hacia mí.

—Tienes que dar un discurso —dice él—. Tienen que saber sobre Theodel, sobre nosotros y sobre todo sobre ti. Los ángeles deben enterarse de todo de una vez por todas. Te necesitamos.

—¿Pero qué digo? —cuestiono, mordiéndome el labio un poco nerviosa, pero sin perder la calma.

—La verdad —contesta Kilian—. Cuenta quién eres.

Owen se aproxima hacia mí y me toma de la mano. Noto que tiene un corte en el labio y un moretón en el pómulo. —Todo saldrá bien, Honey.

—Ve volando al balcón de allí y habla —ordena Kilian—, nosotros ampliaremos con magia el volumen de tu voz, la llevaremos por el viento para que todos te escuchen.

—¿Si no les agrado...?

—No digas disparates —me calla Steven—. El único de aquí que podría no agradar es Owen.

Owen le frunce el ceño a Steven, pero ríe por su broma.

—Yo no he volado, no sé cómo hacerlo —le señalo a Owen.

—Entonces te ayudaré a volar. —Me da un pequeño beso en los labios—. ¿Emmanuel, me acompañas? —pregunta él para mi sorpresa. Las alas de Owen aparecen ante mis ojos.

Emmanuel, con sus alas ya desplegadas también, se coloca a mi lado y me sonríe de forma alentadora. Ambos hermanos me sostienen de la mano y comienzan a volar, llevándome con ellos gracias a su agarre.

—Mueve tus alas, Emma. Ahora son parte de ti, tú tienes el control de ellas —habla Emmanuel.

Intento hacerle caso pero fracaso, los gemelos me ayudan a llegar al balcón y permanecen junto a mí.

—No sé qué decir —susurro con las manos temblorosas.

—Sigue tus instintos, como cuando peleaste con Theodel, o como cuando decidiste salvar a Owen —me anima Emmanuel.

—Todo saldrá bien, Honey.

Kilian sobrevuela muy cerca del suelo, con sus gigantes alas negras. —¡Presten atención, ángeles! ¡Demonios, dejen sus actividades y hagan lo posible para que la voz de la híbrida llegue lejos, que todos la escuchen! ¡Usen su magia para lograr esto! ¡Es hora de la nueva era! ¡Ahora, Emma!

Todo el Cielo queda en silencio, siento miles de miradas puestas en mí. Desde el balcón tengo una vista impresionante: puedo divisar el verde y frondoso bosque que rodea a la ciudad de los ángeles, cada casa se ve como un farol luminoso gracias a la energía que las protege, los caminos del pueblo serpentean a lo largo y ancho del lugar. Los ángeles me observan cautelosos, casi listos para huir. La plaza parece un campo de batalla: la fuente de agua está rota y hay muchos heridos refrescándose en ella. Los demonios tienen prisioneros a un grupo de ángeles con ceño fruncido, que escupe hacia mi dirección. «Los demás conservadores», me digo.

—¡Tú puedes! —alienta Steven desde abajo, levantando los pulgares y mostrando toda su blanca dentadura, captando la atención de varias espectadoras.

Tomo aire y soplo, pidiendo que, por favor, mi discurso no sea un desastre.

—Soy Emma —comienzo—. Mi madre era un ángel, mi padre era un demonio y nací gracias a una humana —escucho un susurro multitudinario al pronunciar la anterior frase. Noto que muchos ángeles retroceden un poco, para asegurarse de estar lejos de mí, a pesar de que yo estoy bastantes metros más arriba que ellos—. Soy una híbrida, tengo tres naturalezas en una. Es raro, lo sé, pero no soy una amenaza. Tampoco soy la primera híbrida que existe —les cuento—. Theodel lo era —mientras que los demonios lo abuchean a Theodel, los ángeles me gritan que eso no puede ser cierto, pero les ignoro—. Él nació hace muchos milenios por una unión imposible, con el propósito de lograr la paz, de que la maldad no corrompa a los ángeles o a los demonios. Pero no lo logró. Él fue segado por su poder y engañó a todos, haciéndose pasar por un ángel, para llegar al poder y poder dividir a ambas especies que vivían en armonía y se retroalimentaban ya que aprendían una de la otra. Pero creyeron en la mentira de Theodel, que le sirvió para que no naciera nadie que pudiese vencerlo —hago una pausa cuando noto que nadie habla, que nadie hace ningún gesto. Vuelvo a tomar aire—. Y hace diecisiete años Aeraki y Hunter se enamoraron, eran de diferentes especies, pero rompieron los prejuicios. Y pasó algo imposible: yo. No se suponía que debía nacer, pero así fue porque alguien debía detener a Theodel. Él comenzó a buscarme y mis padres me escondieron dentro de una humana, antes de que ellos fueran asesinados de una forma muy cruel —cierro mis ojos y los pienso como los vi en aquel lugar repleto de armonía al que fui, donde por fin mis padres pudieron descansar—. Hoy Theodel fue vencido con el propósito de llegar a la paz —declaro—. Lo diferente no es malo y deben respetarlo. Y esto va para todos. ¡Él los separó porque unidos podían derrotarlo, hizo que ustedes se odiaran! ¿Y por qué lo logró? Porque es fácil culpar al otro de todos los males, ¡porque no es dificultoso hacer de lado al diferente! —exclamo reflexionando acerca de aquellos días en la secundaria, donde me sentía tan aislada de los demás.

—¡Pero si por un impulso los demonios pueden destruir todo! —grita una ángel de cabello rojizo, interrumpiendo mi discurso, generando un alboroto en la plaza.

—¡Y por no sentir, los ángeles pueden destruirnos hasta dejarnos sin nada, todo por ser diferentes o no comprendernos! —protesta una chica demonio enfurecida—. ¡Somos impulsivos, sí, pero no por eso tenemos maldad en nuestra sangre! ¡Ustedes, ángeles, no fueron reprimidos ni encerrados por milenios en un bosque muerto, condenados a ir mostrando nuestra marca, condenados a no poder amar! ¡Condenados a todo y por todos!

—¡Por algo fue que los encerraron! ¡Ustedes son peligrosos! —comienza a sermonear un ángel, recibiendo apoyo de sus compañeros que se unen al griterío.

—¡Ustedes no fueron obligados a quedarse estériles por precaución! —les contesta otra demonio dejándome sorprendida. No sabía que habían hecho eso. Aunque, para ser justa, poco sé sobre ellos—. ¡Desde Hunter, el padre de Emma, nosotros no podemos tener hijos! ¡No habrá más de los nuestros! —lloriqua—. Solo queremos vivir. Solo eso. Ser libres por fin.

—¡Estamos sentenciados, ya no habrá más de nosotros! ¡¿Qué más necesitan quitarnos?! ¡No pedimos ir a otro mundo, solo quedarnos aquí, en armonía!

La plaza queda muda al escuchar ese último grito. Mi piel se encuentra erizada por la conversación que estoy presenciando.

«Tal vez sea hora de retomar lo que iba a decir», pienso, aunque una duda vuelve a arrebatar mi atención.

—¡¿Cómo podemos confiar en ustedes si tanto rencor nos guardan?!

—¡No es rencor, es temor! ¡Queremos vivir, algo que ustedes nos prohibieron! ¿Qué más piden?

—¡No todos fuimos Theodel! —se queja un ángel poniendo cara de asco.

—Basta de discutir —ordeno sin alzar mi voz—. La solución a este problema es que haya respeto entre ustedes, y no miedo. Los demonios no son maléficos ni sádicos como Theodel contó, pero deben aprender a controlar sus impulsos y saber usar su magia para hacer el bien, porque, de otra forma, pueden equivocarse tan fácilmente como un parpadeo. Y ustedes, los ángeles, deben aprender a sentir, las emociones y los sentimientos son uno de los mejores placeres de la vida. Todos tienen algo por hacer, una pequeña misión. Y yo también, ahora tengo una nueva misión —hago una breve pausa para observar a Owen y sonreírle—. Me queda mucho por aprender, pero si estoy segura de algo es que quiero hacer las cosas bien —vuelvo a vista a la muchedumbre y ladeo mi cabeza—. Yo no estaré al mando aquí.

Los demonios ahogan un grito mientras que un susurro envuelve la multitud. Siento la vista de Emmanuel clavada en mí, junto una cerca arqueada mientras que Owen me pregunta por lo bajó qué estoy haciendo. Kilian se acerca a mí, con sus alas negras extendidas.

—¡Emma, pero necesitamos un líder justo! ¡Todo se saldrá de control sin ti aquí!

—Ambas especies tendrán un líder, un representante, y yo seré su mediadora —le explico, sabiendo que mi voz se puede escuchar claramente en la plaza—. No quiero ser como Theodel, no quiero irradiarme de poder, los pueblos merecen tener una voz siempre que se cuiden los unos a los otros —sonrío—. Es momento buscar la paz y el bienestar para ambos linajes —expreso con convicción, corriendo un mechón de mi cabello—. Nada de peleas entre ustedes: aprendan a trabajar en equipo. Deben hacer el bien solo por hacerlo, sin pedir nada a cambio. Ahora que tienen la oportunidad de empezar de cero, no se queden solo con el querer, háganlo real.

—¿Y si los demonios son malos y nos lo ocultan? —duda un ángel de cabellos dorados, ganando varios asentimientos con la cabeza.

—¿Y si los ángeles intentan acabarnos otra vez? —cuestiona una chica de ojos ámbar.

—¿Y si alguien quiere ser el nuevo Theodel?

—¡¿Y si...?!

—No permitiré que eso suceda —aseguro—. Ningún mundo necesita guerras.

—¿Ahora podremos volar hacia el mundo de los humanos? —pregunta un ángel esperanzado. Tiene cara redonda, como de niño, y unos labios rellenos que volverían locas a mis amigas...

«Celina, Belén y Gala... Falta poco para verlas».

—Siempre van a estar los ángeles guardianes —le contesto—, pero los humanos no pueden saber de ustedes... De nosotros —me corrijo—. No están listos.

—Vale —asiente el ángel.

—¿Qué tal si dejamos a Emma descansar un poco mientras nosotros elegimos a nuestros representantes? —propone Kilian—. Luego te llamaremos, ¿vale?

—Sí —respondo mientras que Owen me estrecha contra él y susurra en mi oído que todo estará bien. Emmanuel, a diferencia de su hermano, baja en picada a la plaza, directamente hacia donde están los Ángeles Conservadores atrapados. Al parecer Emmanuel ya tiene otra misión en mente.

Sé quién será el líder de los ángeles, puedo asegurarlo.


Al llegar a la mansión Liv, Owen me lleva hacia el cuarto en el que estábamos antes, permitiéndome cerrar los ojos por unos instantes, permitiéndome por fin poder respirar sin tener una amenaza que aceche mi existencia.

Ahora puedo estar tranquila, a solas. Sin la presión de dar un discurso para un pueblo que te teme o de luchar contra un milenario y mentiroso dictador.

Sola y con Owen.

Los brazos de mi ángel me rodean de forma protectora, y se enredan con dificultad en mi espalda junto a mis alas, que todavía no sé cómo guardar...

—Estoy deseando irme de acá —lleva su boca hacia el lóbulo de mi oreja y lo muerde—. Demasiadas legalidades y discursos que no me dejan disfrutar de mi chica valiente.

—También quiero volver —murmullo acomodándome en su pecho.

—¿Tenemos mucho para hablar, cierto?

—Muchísimo. Y tal vez haya cosas que no te gusten... —le advierto. Abro mis ojos para mirarle y notar que en los suyos hay anhelo, me reclaman más tiempo con él.

—Shh —susurra—. Lo resolveremos —dice y besa mi puente de la nariz.

Vuelvo a cerrar los ojos y suspiro. Los brazos de Owen son mi verdadero Cielo. Owen es mi pequeña versión del paraíso.

—Vi a... Hunter, a Aeraki... —comienzo a decirle.

—¿En serio? Pero ellos... Emma, estuviste al límite de morir. ¿Theodel te llevó hacia ahí?

—Creo que sí. Cuando vencí a Theodel ambos aparecimos ahí, tal vez debíamos morir y uno regresar para terminar todo. Había muchos ángeles e inclusive demonios... Cuando vieron a Theodel todos se abalanzaron hacia él y desapareció.

—Así que, técnicamente, sus muertos lo llevaron con ellos. ¿Qué más tienes?

—Y vi a Oihane. A tu madre, Owen —susurro sin dar demasiadas vueltas al asunto, volviendo a buscar su mirada azul.

Owen se queda boquiabierto. Sin habla y, aseguraría, sin respirar. Le toma varios segundos terminar de procesar la información.

—¿A mamá? ¿La viste? ¿Te habló...?

—Hablamos, fue... sorprendente, Owen. Eres tan parecido a ella...

Los ojos de Owen se llenan de lágrimas. Su boca, en cambio, me regala una de las mejores sonrisas que alguna vez me dio... Y eso que hubo muchas bonitas.

—Extraño leer tu mente —me aprieta contra él—. Era lindo saber todo lo que pensabas, escucharte dentro de mí...

—¿Qué habrá pasado? —interrogo con la voz ya mejorada, habiendo recuperado completamente el control de mi cuerpo.

—No lo sé —se encoge de hombros—. Supongo que fue cuando terminaste de transformarte, ahí dejé de escucharte. Se siente raro no percibir lo que pasa en tu cabecita...

Owen besa mi nariz y sonríe.

—Lo siento, te he interrumpido, sigue contándome. ¿Cómo estaba mamá? —pregunta Owen cuando vuelve a estrecharme contra él.

—Ella es hermosa, dijo que te amaba, y que nunca dejó de hacerlo —respondo, acurrucándome en su pecho descubierto,

—¿Y tus padres? ¿Por qué ellos no pudieron volver? —vuelve a cuestionar.

—Ellos no pueden volver, Owen... Ellos estaban allí, atrapados, porque aún no lograban descansar, estaban atrapados por Theodel que usaba sus energías.

—¿Y mi hermano? —sus ojos se entrecierran en ese preciso instante.

—Él fue arrastrado por la energía que empleé para vencer a Theodel, porque la usó para salvarte, Owen. Él nunca murió.

—Y vio a mamá, siempre le sale bien todo...

Le doy un pequeño toque en el hombro. —Oh, cállate hombre y deja a tu hermano en paz. Basta de competencia entre ustedes, ¿vale? Son hermanos, se supone que deben ser unidos... —cierro mis ojos y me levanto de la cama, rompiendo el tacto con el cuerpo cálido de Owen y sintiéndome algo vacía por ello. —Hablando de hermanos... Hay algo que debes saber...

—Soy todo oídos —dice, levantándose también y cubriendo su cuerpo con una remera que él anteriormente había arrojado al suelo.

—Theodel tuvo a Aeraki presa por varios meses. Tuvieron a un bebé. Tengo una hermana —susurro, observando cada reacción.

La boca de Owen queda como una perfecta «o» mientras que sus ojos buscan en los míos una respuesta que no sé.

—Yo... no tenía idea —musita afectado.

—Debo encontrarla, Owen. Ahora soy su única familia.

Él sacude la cabeza mientras observa la pared blaquísima, como si quisiera encontrar algo interesante en ella, aunque realmente no le presta atención alguna.

Owen suspira.

—Emma, ¿estás diciendo que te quedarás con ella?

—Si no lo hago yo, ¿entonces quién?

—No puedes, ella podría ser peligrosa —me corta.

—O no. No puedes saberlo Owen —le digo, mordiéndome el labio y abrazándolo muy fuerte.

—Es hija de Theodel, Honey —habla como si esa noticia fuese algo que yo no logro comprender. Lo entiendo, entiendo el miedo de Owen, el desconcierto que ahora tiene, pero me molesta que culpe a una pequeña criatura por algo que ella no cometió.

—Y también de Aeraki, y es mi hermana —refuto.

—Medio hermana, y fue producto de una violación.

—¡Ella no tiene nada que ver con eso!

—Es la hija de un asesino, Emma.

—Y es un bebé que no tiene la culpa de nada. No puedo dejarla sola, es demasiado frágil.

—Casi tiene tu edad —suspira.

—Crecen lento, tú mismo lo dijiste.

—¡Pero...! ¿Qué harás con ella? ¿Cómo haremos? Tienes solo 17 años y debes terminar el colegio.

—Owen, ¿te escuchas? Acabo de la muerte y a ti te preocupa si soy demasiado joven para hacerme responsable de ella.

—En tu mundo, lo eres —sus ojos vuelven a chocar con los míos y, cuando nota mi malestar, me abraza—. Perdón por lo que dije, perdóname Honey. Pero entiende que estoy preocupado por tu seguridad... Acabas de salir de una pesadilla y no quiero que entres en otro peligro.

—Llegaré a casa, le contaré a mis padres, ellos apoyarán la idea. Y terminaré el colegio, rendiré todo lo que me estuve perdiendo durante este tiempo —le digo convencida, aunque con lágrimas en mis ojos.

Owen menea la cabeza. —Emma, eres una pequeña cabecita dura.

—Entiendo si no estás de acuerdo, pero me siento responsable de esto. Es mi hermana, y no puedo dejarla sola.

—Y tú eres mi novia, Honey. No importa que me parezca una locura tener una cría de Theodel con nosotros, creo que no sería la primera que hacemos.

—¡¿Entonces me apoyarás?! —casi grito de felicidad. Casi.

—Soy genial, ¿lo ves? —me regala una media sonrisa y su hoyuelo fiel acompaña el gesto—. Correría cualquier riesgo por ti. Aunque estaré alerta y lo sabes.

—No espero otra cosa —digo, ya conmovida porque Owen acepte mi idea.

—No hablemos más por ahora. Casi me muero cuando te vi en aquel salón inconsciente, mi Honey. Déjame perderme en ti, prefiero que sea así antes de creer que te he perdido... Olvidemos todo por unos minutos, salvo nuestro amor.

Y así los labios de Owen, algo salados por sus lágrimas, sellan los míos. Mi cuerpo recupera el calor perdido y vuelvo a vivir. 


No puedo exlicar lo que me costó terminar de definir este capítulo. Tuve que reescribirlo, me sobraron otras cinco mil palabras que cambié... ¡Jajaja, terrible!

¿Qué opinan? ¿Les gustó?

Pueeeeeeeeeeeeees, falta muy poco para el final... 

Eso duele. :'(


¡Quería agradecer a @yanderinladyaome por el dibujo que me ha enviado! Me encanta muchísimo, y te agradezco mucho el detalle. 

¡Si tú también quieres enviar tu dibujo, puedes hacerlo! Manda un mensaje a mi correo ([email protected]) con el archivo y tu nombre de usuario, y el dibujo será publicado en una de las novelas. <3

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