Capítulo 27
EMMA
Emmanuel creerá que he enloquecido. Y probablemente así sea. La realidad me golpea cuando salgo de la mansión y empiezo a caminar por el bosque hacia la ciudad de los ángeles.
Para mi fortuna no hay nadie, al menos a la vista. El bosque es demasiado frondoso, podría haber cualquier cosa oculta. Recuerdo lo que vivió mi madre, lo que vi gracias a la esfera: aquí incluso pueden haber demonios. A medida que desaparece la luz solar todo se vuelve más sombrío. La mayoría de los árboles tapan el cielo más extraño que alguna vez vi: las estrellas, que parecen realmente cercanas, lo invaden a pesar de que aún no esté todo oscurecido.
Al divisar el primer atisbo de civilización siento mi cuerpo estremecerse. Las casas son realmente grandes y pintorescas: todas blancas rodeadas de naturaleza, todas con aquel extraño techo de luminosidad, todas con un cartel que lleva, creo yo, el apellido de las familias. Pienso que cualquiera de ellos podría haber sido el de mi madre, si realmente no lo fue. Owen una vez me lo dijo, pero no lo recuerdo.
Una ola de cercanía, en ese preciso instante, choca conmigo. Como si este fuese mi hogar, algo conocido que se presenta ante mí. Y, tal vez, sea porque me estoy acercando a Owen, porque el único parentesco que tengo con estos lares es gracias a mi madre. Y ella lo odiaba.
Suelto el aire que, sin notarlo, estaba conteniendo y avanzo sin adentrarme a la ciudad, siguiendo el camino que esta marca paralelamente desde la aparente seguridad del bosque.
Aunque cualquiera podría estar asechando.
Emmanuel seguro ya despertó. Debe estar como loco.
—¿Qué haces aquí? —pregunta una voz grave y severa haciendo de mi corazón añicos.
Me encontraron.
Un chico de cabello rubio sale desde la oscuridad, luce realmente joven y tiene el pecho descubierto. No puedo verle el rostro, pero no parece estar feliz. Nada. Veo como ladea la cabeza para observar cualquier camino que llegue hacia nosotros, como también el cielo. Suelta un resoplido para nada amistoso y me observa pidiendo respuestas.
—Yo...
—¿Entonces participarás de la masacre de esta noche? —pregunta el chico, dejándome más helada aún, sin nada por decir al no entender a qué se refiere—. El líder dijo que aún no estabas lista para enfrentar a Theodel, tu estado es vulnerable todavía. Al menos eso es lo que había informado. ¿Qué haces aquí, Emma?
Dejo de respirar y el chico se acerca más a mí. Ojos ámbares, eso es lo primero que advierto. Es un demonio. Es el primer demonio que veo. Parece demasiado cauteloso, estudiando cada movimiento que hago con el ceño fruncido. El oír mi nombre viniendo de un completo desconocido me deja más alerta aún, más atónita.
—¿Cómo sabes quién soy? —pregunto.
—¿Cómo no saber quién eres? Eres la hija de Hunter, la hija de mi hermano. Ahora responde.
Mis ojos se llenan de lágrimas. —¿Eres mi... tío?
—Emma, es peligroso que estés aquí, tú no deberías... ¿Sabías que hoy íbamos a atacar? —me pregunta, ya lo suficientemente exasperado, perdiendo la calma—. ¿Por qué saliste de la mansión?
Sacudo mi cabeza, sin poder creer nada de lo que estoy escuchando salir de él. Es el hermano de mi padre... —Capturaron a Owen. Él... yo quería...
—Sí, lo atraparon hace unos días —asiente él—. ¿Ibas a buscarlo?
—Sí —suelto inquieta, con mis ojos vidriosos.
—Sería un suicidio. Vuelve a la mansión Liv. Hoy intentaremos luchar contra las fuerzas de Theodel y, si es posible, con el mismísimo engendro.
—¿Ustedes... hoy? Pero Emmanuel me dijo que yo debía luchar.
—Es demasiado riesgoso, eres nuestra última opción por ahora. —El demonio mira hacia otro lado y muerde su labio. —Es peligroso para ti estar aquí. Vete.
—Pero Owen... Lo matarán, ¡no puedo permitirlo!
—¡Ya lo han liberado! Y no levantes el tono, llamaremos la atención —suspira y mira hacia todos lados, controlando el área—. Una Vengadora lo ha sacado de allí, Owen escapó en tu búsqueda.
—Pero...
—Pasó muy cerca de aquí, ¿no lo sentiste? Se supone que los ángeles sienten a sus cercanos... ¿Puedes ir a la mansión?
—No. Entonces enfrentaré a Theodel. No puedo dejar que ustedes mueran en mi lugar.
—Eres igual a tu padre de terca —puedo ver un atisbo de una sonrisa nostálgica, pero luego vuelve a su seriedad—. Justo ahora estoy contactándome con el líder, dice que vuelvas de inmediato.
—¡Pero...!
—Owen está allí —me corta y señala el camino por el cual vine—. Ve, vuelve con él, Emma. Este no es el momento para tu acto heroico.
—Está bien —murmuro resignada—. Iré.
—¿Quieres que te acompañe? —propone él, más calmado.
Niego con la cabeza, y en cambio le pregunto una última cosa. —¿Cuál es tu nombre?
—Mi nombre es Kilian —sonríe un poco y, acto seguido, extiende unas grandes alas negras que prenden vuelo a una velocidad impresionante.
Mientras vuelvo a pie hacia la mansión Liv reflexiono sobre todo lo que Kilian dijo. Entre sus palabras, que aún no estoy lista para enfrentar a Theodel... ¿Pero por qué? ¿Por falta de entrenamiento? ¿Por falta de poderes?
Y, ¡por todos los cielos!, estuve hablando con mi tío. Con el hermano de mi padre. ¡Yo ni siquiera sabía que tenía un hermano! Pero, siendo justa, ¿qué iba a saber yo?
Quiero ir a pelear. Quiero enfrentar a Theodel.
Quiero cumplir con eso y volver a mi antigua vida... si es que puedo.
Tan abstraída estoy con mis pensamientos que no me doy cuenta de que un ángel está cayendo directamente en picada hacia mí, gritándome como un loco.
—¡Honey! ¡Pero es que me quieres matar de un maldito susto, maldita sea! —grita Owen que me toma entre sus brazos antes de que pueda objetar o correr lejos de él.
—¿En el Cielo se puede insultar? —pregunto, medio en broma pero con el corazón en la boca del susto.
—No me importa. Cielos, Emma... ¿Cómo pudiste? Debes controlar tus impulsos, en serio.
—¡Y tú me mentiste cuando dijiste que no sospechaban nada! ¿Quién es el que debe controlar sus impulsos?
—¡Lo hice para protegerte! —refuta él.
—¡Y yo también! —insisto.
—Ven aquí —susurra estrechándome contra él.
—Pensé que te perdería, Owen...
—Y yo pensé lo mismo.
Suspiro. Estar entre sus brazos me da fuerza, convicción y seguridad. Pero no puedo depender de él para sentir eso.
—No puedo volver a la mansión, tengo que luchar —digo.
—¡¿Pero qué dices?! —se horroriza él, como si yo hubiera dicho algo completamente espantoso.
—Se supone que soy la única que puedo vencerlo...
—Aún no estás lista —dice rápidamente tomándome de los hombros y alejándome de él, para verme justo a los ojos—. Es demasiado riesgoso, amor.
—¿Por qué no estoy lista?
—Aún no te has decidido por una inclinación para convertirte, aunque tienes más de demonio. Estar frente a Theodel puede ser dañino para tu proceso.
—Owen... déjame ir —susurro, acercándome.
—No puedo, Emma. Sé que es egoísta, pero no quiero perderte. No quiero seguir perdiendo a las personas que amo. Yo... —antes de que pueda decir más, lo beso. Beso sus labios con dulzura, recordando su textura, recordando el amor que recibo de su parte al corresponder mi beso.
—¿Vendrás conmigo? —pregunta cuando nos separamos.
—Owen, lo siento —vuelvo a susurrar antes de empezar a correr prácticamente a ciegas por el bosque.
«No quiero ser más una cobarde, Owen —le digo mentalmente—. Quiero luchar, quiero terminar con todo eso. Estoy harta de esconderme, ¿lo entiendes, no? Quiero volver a vivir».
«¡Si vas con Theodel lo menos que conseguirás es vivir!», me grita en silencio.
Detengo mi paso, sabiendo que huir de un ángel no está dentro de mis posibilidades, y Owen choca contra mí, tomándome de la espalda. El silencio del bosque parece consumirme lentamente. Parece advertir que se avecina una guerra.
—Podré Owen, sé que lo haré. No sé cómo, pero algo me dice «adelante». Owen, te amo. Intentaré volver y yo...
—Mierda, Honey, me estás destruyendo —llora él, sin romper su abrazo—. No quiero que vayas, no soy lo suficientemente fuerte para dejarte ir.
—Tal vez eso sea lo que yo necesito para terminar de convertirme. La valentía, el separarme de mis sentimientos y hacer lo que creo que es correcto, ¿no crees, Owen?
—No quiero creerlo... Acompáñame a la mansión, Emma. Y ahí veremos qué es lo correcto.
—¿Sabes que podría hechizarte y huir, no? —le cuestiono.
—No podrías, Emma. Es una de las ventajas de leer tu mente: preveo todo lo que piensas hacer.
Owen continúa abrazándome, como si yo fuera a desaparecer si no lo hace. Y, probablemente, eso es verdad.
La mirada de Emmanuel, cuando entro a la mansión, choca con la mía. Espero realmente que me reprenda —estuve pensando formas de disculparme durante todo el camino de regreso—, pero él simplemente me abraza diciendo que está orgulloso de mí, y que aunque le molestó que yo lo dejara en la mansión bajo un hechizo, supo que ya era el momento de dejarme decidir.
Owen, a esto, lo contradice diciendo que es demasiado peligroso para mí, y que está mal que él me apoye.
—Si eso es lo que quiere Emma ya no podemos obligarla a que se quede. Es su elección y no interferiré más en ella. Es más, estoy de acuerdo con que se enfrente, es la mejor forma de enfrentarse a ella misma también —dice el sabio de Emmanuel, dejando a Owen con la boca abierta—. Eso demostró Emma cuando me dejó inconsciente aquí para irte a buscar, Owen. Ella no parará hasta lograr su cometido. Es el momento de dejarle todo en sus manos.
—¡Estás loco, Emmanuel! —le grita Owen—. ¡Theodel tiene millones de años! ¡¿Cómo esperas que Emma, siendo tan pequeña, lo derrote?! ¡Hubo grandes ángeles que intentaron luchar contra él y fracasaron en el pasado! ¡¿Cómo podría Emma?!
—De alguna forma, ella es la única que puede vencerlo. Por algo nació, Owen. Por algo un ángel y un demonio se unieron, cuando en realidad eso no se puede biológicamente.
Parpadeo. Ese es un dato que yo desconocía...
Cielos.
—No puedo dejarla —espeta Owen.
—No debes dejarla, solo acompañarla. Y si Emma quiere eso, deberías apoyarla.
Owen me mira a mí. —¿Y si te pierdo?
Niego con la cabeza, sin saber exactamente qué responder. La expresión de tristeza de Owen hace que titubee con mi elección... No quiero que sufra.
—Owen, piensa, por favor —dice Emmanuel—. ¿Qué harías en el lugar de Emma?
Owen frunce el ceño pero no responde.
Me armo de valor y le digo, tocándole una mejilla. —Una vida donde debemos escondernos para que no nos maten no es una vida real. Quiero vivir contigo, Owen. Realmente vivir. Y enfrentando a Theodel es la única forma que tengo. Que ambos tenemos.
—Emma tiene razón —anima Emmanuel.
—Bien. Pero si va ella, iré yo —advierte Owen—. Y pelearé.
—También iré yo —se suma su gemelo, sonriendo—. Ahora solo nos falta un plan.
¿Qué les pareció el capítulo?
Ya se viene la próxima actualización. :)
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