Capítulo 23

 OWEN.

Había olvidado el miedo que se escurre entre los Ángeles Vengadores, la frialdad que habita entre los Ángeles Conservadores y, sobre todo, la maldad que se encuentra cuando ambos sectores se juntan. Había olvidado sus nombres como también el objetivo que me otorgaron antes de partir en busca de ella. Había olvidado cómo era mi vida desde que la conocí.

Emma Cusnier es el cuento de terror que contarían si hubiese niños, en este momento, dentro de nuestro mundo.

Y como todo cuento de terror para niños, el miedo permanece en el recuerdo de los adultos. En este caso, serían ellos: los Ángeles Conservadores. Le temen a Emma y por eso quieren destruirla, sin siquiera conocerla. ¿Por qué? Porque ella no es un ángel, tampoco es un demonio y mucho menos una humana. Ella es el fruto de un acto que está sumamente prohibido en nuestros mundos y, para los Ángeles Conservadores, el que ella siguiera viviendo es una falta a sus normas. Una falla en el sistema.

Y yo debía borrarla.

Mierda. Aún no supero que haya querido atentar contra su existencia, siguiendo a ciegas las órdenes de estos inmundos.

—Vengador Liv —me llama Marklet Xyv, uno de los líderes de los Vengadores. Ambos estamos en una pequeña sala especial para los interrogatorios. «La sala de la condena» le llaman, y no le dicen así por nada. En general, el que entra aquí termina siendo ejecutado unos días después, y casi nunca se sabe por qué. Las paredes de la sala están puramente hechas de energía; ésto tiene dos ventajas para los Vengadores:  si alguien intenta escapar, no podría pasar la energía dorada, terminaría destruido. Y, además, desde afuera, así, no se puede percibir qué ocurre dentro. Trago sonoramente mientras los ojos azules del Ángel Vengador me escrutan con cuidado, con desafío y desconfianza analítica. Incluso con cínica burla. Marklet me está interrogando hace unas cuantas horas ya, le he repetido la historia tres veces. Sin embargo, con insistencia, sigue preguntándome lo que no podría responder. Él sigue hablando—, lo que aún no logro entender es por qué se mantuvo incomunicado con nosotros, durante la temporada que estuvo en búsqueda de la amenaza. Usted podría informarnos dicho proceso, sería genial corroborar qué pasa mientras que tenemos un soldado trabajando de incógnita, Liv. Y creíamos que usted debía saber sobre eso, aunque al parecer no fue así. Con sinceridad, repudio su actitud, pareciera que hubiese abandonado la misión.

¿Qué voy a decirle? ¿«Es que la amenaza, como usted dice, es mi novia»?

Y vuelvo a quedarme con aquella horrorosa palabra. «Amenaza. Para ellos Emma representa una amenaza. ¿Pero amenaza de qué?». 

Golpeo mi frente metalmente por haberme manejado tan descuidadamente. Debí ser egoísta y hacer un par de visitas al Cielo durante el tiempo que estuvimos escondidos. ¿Pero qué tal si me seguían? ¿Si desconfiaban de mí? ¿Si nos encontraban por mi culpa? ¡Eso jamás me lo perdonaría!  Y por el jodido amor de toda la humanidad, prefiero que me quemen, que drenen mi energía, que me maten, que me revivan para hacer de nuevo todo el procedimiento y volverme a matar, todo con tal de que no la toquen a ella.

Prefiero morir hoy antes de que ella sufra.

Prefiero su felicidad antes que la mía. No podría seguir con mi vida si supiese que ella es infeliz. No podría seguir con nada de saber que ella se encuentra mal. Y ahora me siento completamente culpable.

Yo le mentí a Emma. 

Le mentí en la cara. 

Le mentí como el jodido ángel más mentiroso de los tres mundos.

Le mentí  para que dejara de preocuparse por mí. Le mentí porque era la mejor opción para mantenerla sana y salva hasta ver de qué manera podemos protegerla mejor. 

Pero es una mentira que le hará infeliz...

Le mentí cuando le dije que los Conservadores me habían creído. Ellos prometieron interrogarme hoy,  no creen en mi inocencia.  ¡Vamos! ¿Cómo serían capaces de creer esas palabras? Marklet me lo confirma con tan solo una mirada. Sé que éste puede ser mi final.

—Pues no he tenido tiempo. La chica que avisé que estaba rastreando tiempo atrás, al final no era. No encontré ninguna anomalía en ella y ya me había retrasado muchísimo con la operación, así que seguí con la búsqueda, dando por hecho que eso querrían. Josha no la ha dejado fácil esta vez. No quería venir al Cielo con las manos vacías, ¿comprendes? —respondo.

—Josha se ha escapado, ¿lo sabe, no es cierto? Hay un intruso dentro de nuestras líneas, Owen, alguien que lo dejó en libertad, ya que como usted conoce, es imposible escaparse de nuestras celdas —habla Marklet con desprecio—. Y, probablemente, sean más de uno los rebeldes. 

—¿Está acusándome de traidor? 

—No. Estoy diciendo que es muy sospechoso que aún no la encontrara, le dimos tiempo. Nos había dicho que...

Siento mis rabia explotando dentro de las venas. Sin embargo, me calmo, respirando para controlar mis emociones. «Eres un ángel, Owen. Los ángeles de acá no pueden demostrar sus emociones, son casi nulas».

«Pero permanecer en el mundo humano puede aflojar tus sentimientos, ¿no? Es una buena excusa».

—Que había encontrado a la «amenaza», sí —continúo, forzándome a decir aquella cruel palabra—. Eso dije. Pero me equivoqué, era una pista falsa. Ya se lo he repetido, no sé qué más decirle.

—Debes explicárselo a Theodel entonces, Liv. Yo, por mi parte, te pondré en observación por un tiempo.

—Eso mismo, Marklet, es decirme que estás sospechando de mí —le espeto, perdiendo las formalidades.

—Oh, «sospechando» sí. No «acusándote», eso se lo dejo al jefe. 

Siento mi sangre helarse ante semejante declaración. Pocas fueron las veces que vi personalmente a Theodel —a casi nadie le gustaría estar cerca de él,  la mayoría lo evita, incluso los líderes Vengadores—, puedo declarar que su presencia hace pensar que no tendrás un mañana. Éste se destaca por ser el ser más despiadado que conoce toda nuestra especie. Él es un monstruo por dentro, aunque por fuera pueda ocultar muy bien aquella fachada. 

Sin embargo, sorprendentemente, hay ángeles que se le pegan en la suela del zapato como esa extraña golosina humana llamada «chicle». Que lo aman, que admiran las prendas que viste, la forma de llevar su cabello rubio con elegancia, que a darían lo posible para que sus arrogantes —sí, dije arrogantes— ojos los miren al menos una vez.

Están locos, cegados. No conocen nada más que las reglas de Theodel, que hace milenios gobierna el Cielo.

—¿Theodel querrá...? —comienzo a preguntar con al voz demasiado ronca por la impresión. Someterme ante la visión del principal Ángel Vengador es como pararse adelante de un cañón que está por disparar.

Marklet sonríe sínicamente. A él jamás le agradé.

—Owen Liv, Theodel lo verá mañana por la mañana. Por el momento, espero que se sienta cómodo en nuestra estancia —termina de decir eso con voz irónica. Con un chasquido de dedos, llama a mis compañeros Vengadores y me toman de los brazos. Extiendo mis alas para safarme, pero es mala idea: ellos son más rápidos y se aferran de ellas, provocándome un dolor que en mi jodida vida sentí. La blanca sonrisa  de Marklet se ensancha y sus ojos azules toman un aspecto más oscuro, mientras que se revuelve el cabello rojizo que parece arder como fuego en chimenea. 

Reconocería esa mirada en cualquier lado.

«Él me quiere ver muerto».

—¡Que te jodan, Marklet! ¡Yo no debo estar encerrado! —le grito cuando los Vengadores me llevan por un pasillo oscuro hasta la celda.

Y me desespero. Me desespero como pensé que no lo haría. Me pongo furioso como un ángel no debería hacer. Y eso es malo.

Muy malo.

Pero no importa.

Emma importa. ¡Emma! ¡Emma está sola! ¡Sola y con mi hermano en nuestro cruel mundo! ¡Ella me matará si se entera que le mentí! Jamás pensé que las cosas saldrían tan mal... ¡Theodel vendrá a verme! Él odia las interrupciones de sus labores, y me matará aunque me encuentre inocente. Lo sé. Él no mide. Él mata. Él destruye. No contempla. No tiene piedad. Él es la versión de un malvado «Terminator» ángelical.

Gritaría  en nombre de Emma, pero por el bien de los dos, me quedo callado mientras la celda de energía parece ser lo único que ocupa mi mente y mi espacio.

«Honey, discúlpame», digo cuando al fin me encuentro solo. Recuerdo como me fui de su lado, como la dejé hablando sola...

Ahora siento que esa será nuestra última vez hablando. 

—Oye, Liv —dice Shiven, uno de los dos Vengadores que me llevaron a la celda, con rostro aparentemente inexpresivo—. Cuida tus emociones, se te ha pegado la conducta humana. Tal vez puedas salir de ésta —termina por hablar, intentando formar una sonrisa. Yo le sonrío también.

—Gracias —digo. Que un ángel te desee «suerte» no pasa todo el tiempo.

Éste asiente. 

—No le mientas a Owen —dice el otro, Xever—. Theodel no deja vivo a nadie y lo sabes.

—Owen no hizo nada malo, él no es como su padre —menciona el Shiven.

—Theodel la semana pasada asesinó a Sewen, uno de nuestros líderes Vengadores más agradables, y solo fue por hablarle antes de que Theodel iniciara una jodida conversación.

Frunzo el ceño. ¿Deberían estar hablando de eso?

—Pero Owen tiene a Emmanuel de hermano, y él es más que un Vengador, es un Arcángel. No creo que Emmanuel quiera seguir en la causa si Theodel mata a Owen. Es la última familia que le queda.

—A Theodel no le importa nada —argumenta tajante, y sé que es cierto. Mira hacia ambos lados, para corroborar que nadie los haya escuchado—. Será mejor que dejemos la conversación, no es apropiada. Si nos escuchan, estaremos en la misma situación que Liv —acota Xever otra vez el segundo y me mira con el entrecejo arrugado. —Owen, ten cuidado. A la medianoche todo se pone más oscuro, sé vigía. 

Y dicho aquello, dando por finalizada la conversación, ambos se van.

«¡¿Qué dijo?!»

Me quedo extrañado ante las palabras del Vengador. ¿«A la medianoche todo se pone más oscuro, sé vigía»

Ahora veo que la locura de Theodel es contagiosa. Mis compañeros Vengadores enloquecieron más de lo que estaban cuando yo pertenecía al grupo.

Me siento en el suelo mientras la energía de la celda alumbra mi cuerpo. La energía del cuarto me resulta incómoda, me pone tenso. O tal vez no sea eso, tal vez es mi preocupación, o mi incertidumbre. O una mezcla de todas. No sé. 

Saber que estoy encerrado, parado en una cuerda floja —que es mi vida—, y atado del cuello, sin embargo, no es el problema. El problema es que Emma está ahí afuera, en un mundo de desquiciados. 

El que ella esté en peligro por mi culpa es un dolor que me destruye, que me consume, y lo peor: no me mata.

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