Capítulo 22
EMMA
El mundo se detiene, o así parece.
De repente lo que conozco como un todo se transforma en la nada misma. De pronto no estoy en la habitación blanquecina de la mansión Liv, ya no estoy en el cielo, pero tampoco estoy en la Tierra. Tal vez no estoy en ninguna parte. Ya no siento la suavidad de la cama, ni el metal de aquel objeto extraño que perteneció una vez a mi madre. No puedo saber si estoy respirando, como tampoco estar completamente segura de que mi vista no me está fallando. Como si mis sentidos no funcionaran, pero aún así, no me importase: no me inquietase como debería hacerlo. Porque en lugar de desesperarme por buscar una solución —por realmente ver, oír, sentir algo—, una paz inunda mi espíritu.
«Emma, mi nombre es Aeraki, soy tu madre... O bueno, tu otra madre, supongo», dice una voz que no viene desde ningún lugar. Es suave, armoniosa, transmite un montón de sentimientos que me son indescifrables.
Necesito verla, sentirla. ¿Realmente está hablándome? ¿Desde dónde? Mis ojos se inundan de lágrimas y deseo con todas mis fuerzas correr y abrazarla, saber sobre ella... «Mi madre», me digo. «Mamá me está hablando».
«Espero que los humanos te hayan tratado bien, y que te hayan dado todo el amor que nosotros no pudimos darte en vida...», agudizo el oído, pero las palabras siguen sonando igual. Distantes, como un recuerdo. Un eco grabado en la memoria.
«¿Mamá?» intento preguntar, pero mi voz no pasa más allá de mi mente. No puedo hablar. «¡Mamá!» deseo gritar, queriendo que me escuche, pero no lo logro. «¿Estás ahí? Mamá, te necesito... ¿Aeraki?»
Pero ella sigue hablando con voz pacífica, dulce y con un deje de tristeza que hace añicos mi corazón.
«Cuando escuches esto seguramente yo no existiré, lo más probable es que ni tu padre ni yo estaremos físicamente contigo. Pero, hija, ten en cuenta que te acompañaremos siempre emocionalmente, que te seguiremos en cada paso que des y te protegeremos con todas nuestras fuerzas. No decaigas. Lamento que nos separen, no sé qué pase conmigo, con Hunter, o contigo. Solo, con mis mayores esperanzas reunidas, espero que tú estés bien y vivas mucho... y feliz».
De pronto unos ojos azules aparecen en mi mente y las palabras de Aeraki se vuelven más claras. Unos labios rellenos sonríen, irradiando felicidad. Ella se está proyectando, de alguna forma, en mi mente. Mi corazón comienza a galopar cuando intento hablar con ella, establecer una comunicación. Es entonces cuando la imagen de mi madre comienza a borrarse, y comprendo que estar nerviosa no ayudará. Me concentro en el color de su mirada... tan azul... como la de Owen. «Azul, ojos de ángel», me digo. Al pasar unos segundos, la imagen vuelve a esclarecerse; diviso humedad en los ojos de mamá y quiero abrazarla, aunque sé que es algo imposible... Lo que veo, literalmente, es un recuerdo. Lo único que me queda es escuchar.
«Lamento mucho no haberte podido abrazar por primera vez, o escuchar tu primer llanto. Supongo que nunca podré saber de qué color son tus ojos, o tu cabello... ¿Tendrás el color de cabello de tu padre y la forma de mis labios? ¿Serás alta como él o menuda como yo? ¿Qué será de ti, hija mía? Llegaste a un mundo difícil, Emma. Probablemente ahora estés en una situación complicada, ya que el "recordador" únicamente funciona en el cielo. Sé fuerte. Y lucha por tu vida, por lo que quieras ser en un futuro. Sé que podrás, ¡y eso que aún no te conozco! Pero, creo, que como madre, una siente a su hija mucho antes de que nazca...»
Unas lágrimas amenazan con huir de mis ojos.
«No quiero aburrirte con mi palabrería, pero estoy feliz de que estés viéndome por primera vez, que al menos puedas oír mi voz, aunque yo no pueda escuchar la tuya. Te amamos. ¡Hunter, estoy grabando, ven aquí!»
Entonces frente a la cámara aparece un chico que aparenta tener mi edad, de ojos ámbar y sonrisa amplia, con labios carnosos y cejas pobladas. El cabello del chico es dorado y está desordenado, revuelto. Éste le da un beso a Aeraki y luego baja hasta su pequeña barriga —ahí seguro estaba yo al momento de grabar esto—. También deposita un besito ahí y termina por decirme: «te amamos, Emma. Ojo con los ángeles, ellos pueden ser unos jodidos demonios».
Y guiña un ojo cuando dice eso. Sonrío a la pequeña imagen de ellos dos... Al escucharlo pronunciar esas palabras un estremecimiento viene a mí. Jamás había visto a mis padres hasta ahora... No a Aeraki y Hunter y... ¡cielos! Ellos parecen tan jóvenes y enamorados en los vídeos... ¿Por qué tuvieron que atraparlos? ¡¿Por qué no pude nacer con ellos?! Se parecen a Owen y a mí... Nosotros también podemos terminar así, como ellos, en el olvido...
Más lágrimas se desbordan de mis ojos mientras veo pasar los recuerdos de mamá; sus memorias más preciadas, sus secretos, ella platicando sobre su amor a Hunter... La esfera sirve como una especie de diario, o así lo usaba ella.
Así puedo conocerla un poco más, conocer mis raíces. Así logro amarlos más, saber sobre mi pasado, aunque pierda una parte de mí en el camino de todo lo anterior.
¡Holaaaaaaaaaaa! Comencé el colegio, ahora estoy acomodando mis horarios, ¡es un temaaaa! Como dije arriba, actualicé este mini capítulo ahora para poder seguir con los otros (luego ampliaré un poco más éste).
¡Los amooooo!
-Bri. :)
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