Capítulo 21

EMMA

Owen se marcha del cuarto, fingiendo que no escucha mis tormentosos pensamientos, dejándome ensimismada en la misma nada, repleta de preguntas y sentimientos agonizantes. Una vez más, ya en mi soledad, permito que lágrimas frías, saladas y cristalinas resbalen por mi piel, dejando un camino húmedo a su paso. Se marcha, finalmente, aunque vacila antes de que en su cuerpo aparezcan dos alas blancas y vuele lejos de mí.

Él tuvo la culpa de que Aeraki y Hunter fueran atrapados. No sé en qué medida, pero fue partícipe anunciando que ellos estaban juntos cuando el amor entre ambas especies estaba prohibido. ¿Hubiera sido otra nuestra historia si él no delataba a mis padres? ¿Hubiésemos escapado todos sanos y salvos, para convertirnos en la familia que jamás pudimos tener? Eso jamás podré saberlo, porque los «hubiera» y los «hubiese» están sobrevalorados, cargados de deseos que jamás podrán ser reales, porque simplemente algo que una vez pasó no puede ser modificado, ni aunque le ruegue «por favor» al tiempo y llore océanos infinitos, está eternamente escrito en las huellas del pasado, y éste último es simplemente un recuerdo de lo que alguna vez fue. Detenerme a pensar «qué hubiese pasado» es como encerrarme en un agujero mental de infinitas posibilidades que solamente causan agonía dentro de mí. Posibilidades que pueden ser mentiras bonitas pero armas mortales, porque no hay nada peor que engañarse a uno mismo. 

La realidad no está en el «hubiese» o sus sinónimos. 

 La realidad es que mis padres no sobrevivieron, ellos han sido asesinados luego de salvarme la vida.  

Sin embargo, ese Owen era diferente... O el mismo, pero en otras circunstancias. ¡Era un niño! Un niño de casi docientos años... pero, ¡joder! Sabiendo cómo crecen los ángeles, y lo inmaduro que resulta ser de vez en cuando, seguro en esa época él era...

—Oye, Emma. ¿Puedo pasar? —escuchar la voz de Owen... Pero que éste no sea Owen, sino que Emmanuel (para mi sorpresa, sin las alas), su gemelo, rompiendo con mi hilo de pensamiento, es realmente extraño—. He escuchado lo que ustedes estaban hablando...

—Después le dices a tu hermano que no escuche mi mente... 

—Eh —levanta ambas manos en el aire, como diciendo «soy inocente» y sonríe apenado—, tranquila. Primero: yo no puedo escuchar tu mente, solo Owen, y el que pueda hacerlo es mi culpa. 

—¡¿Qué dices?! —le pregunto.

—Segundo: la casa está completamente rodeada mayormente con mi energía, protegiéndola de los curiosos de afuera... pero siendo una caja resonante por dentro. Emma, yo siento y escucho todo lo que pasa aquí dentro —camina y se sienta a mi lado en la cama, sonriéndome apesadumbrado—. Ya te contaré lo que sé, solo confía en mí.

—¿Puedo confiar en ti?

—Emma, mi vida está en tus manos, cariño. Puedes confiar en mí, siempre y cuando confíes en ti misma primero. Es como amar: uno no puede amar a los demás si no se ama a sí mismo.

Frunzo el ceño al escuchar a Emmanuel mencionar la palabra «cariño» y «amor» en una misma frase dirigida hacia mí. Me alejo unos centímetros cuidadosos de él, a pesar de que estamos lo suficientemente alejados. Emmanuel me observa con aparente confusión para luego terminar rompiendo en una sonora carcajada.

—¡Oh! Tranquila, pequeña guerrera, mis sentimientos por ti son como se sentiría un hermano mayor orgulloso de su pequeña hermanita. Porque ahora, que sales con Owen, vendríamos a ser como hermanos, ¿cierto?

—Siempre he querido un hermano mayor —le digo, sonriendo por sus palabras, sintiendo mis mejillas enrojecer. ¿Alguna vez había imaginado que sería tan fácil hablar con Emmanuel?

—Y yo siempre he querido una hermana, pero ya sabes... Tanto mi gemelo como Steven... son chicos. Por cierto, ¿Steven cómo está? Nunca lo he visto en persona, pero estamos comunicados por medio de mensajeros. Sé que sentía cosas por ti...

—Me gustaría que él no sintiera nada... ¿sabes, Emmanuel? Es terrible verlo sufrir. Me gustaría ayudarle... pero la única forma sería amándolo. ¡Y aún teniendo posibilidades a su favor jamás sentí nada más que amistad! Yo no podré amarlo como... 

—Como amas a Owen, lo sé. Sin embargo, le quieres —no es una pregunta pero de igual forma asiento, sintiendo otra vez ardor en mis ojos—. Emma, no es tu culpa que Steven esté enamorado de ti. No puedes hacerte cargo de lo que sienten las demás personas, ¿sí, cariño? He estudiado por años los sentimientos humanos, el actuar que llevan, el amor... —la mirada de Emmanuel se vuelve soñadora y entonces comprendo qué es lo que pasa por él.

—Nunca te has enamorado...

Emmanuel ríe. —El amor acá difícilmente se encuentra. El amor es un sentimiento muy potente, Emma. El amor cura, sana, pero también puede romper. El amor es como el fuego, puede apagarse con el tiempo o ir incrementándose con las ventiscas, puede propagarse, ser tan inestable como el propio viento e ir cobrando corazones. El amor, Emma, es dejar de estar centrado en uno mismo para comenzar a centrarse también en el otro, dejarse llevar por los impulsos. ¿Entiendes hacia dónde voy? 

»Los ángeles estamos preparados para sentir a los demás, pero no para ponernos en su lugar. Nosotros no actuamos de forma impulsiva, generalmente pensamos antes de actuar, meditamos sobre nosotros mismos y nuestros errores, somos tan estables como un árbol con las raíces plenamente arraigadas al suelo. Los demonios, en cambio, son lo contrario a nosotros, pero su extremo también es dañino.

—Pero Owen puede amar, o al menos eso dice. Y digamos que es muy impulsivo...

—Él siempre fue diferente, especial. Owen tiene una conexión especial con sus sentimientos que rompe las barreras de este mundo. Mamá también los tenía, Josha quería tenerlos, y yo creo que Owen siempre se odió por eso. Él no quería ser diferente a los demás ángeles, él quería encajar. Pero ahí estaba: su amor por mamá, su odio por mí o por Josha —tuerce su gesto en una sonrisa nostálgica, un hoyuelo como el de Owen aparece en su rostro—, su manía de llevarme la contra... No sabes cuánto admiro eso de él: es impredecible, algo que yo no puedo ser. Emma, mientras que él es una aventura a ciegas, yo soy estrategias y pensamientos filosóficos. 

»También pasó mucho en el mundo humano, eso lo hizo aún más independiente de nuestra naturaleza —sigue Emmanuel—, los ángeles allá se pueden sentir más libres. Papá decía que junto a los humanos comenzábamos a vivir realmente, por eso se quiso marchar. Este mundo —señala la habitación y luego mira el techo de luminosidad— nos mantiene en nuestra verdadera forma. Acá podemos ser más fuertes, más letales, más influyentes, y más ignorantes —chasquea su lengua al pronunciar eso—, creemos ser los seres más fuertes del universo pero nos perdemos en nuestra inmunda arrogancia e ignoramos que no sabemos sobre sentimientos, que son la fuerza más poderosa que hay —sonríe apenado—. Owen no encaja en esa lista, él odiaba tener sentimientos, aunque fueran mínimos en comparación con los que ahora posee, pero tiene un don, un don que intentó apagar por años haciendo de rebelde y por fortuna no pudo. Y ahora su mayor sentimiento no es el dolor, el odio o el enojo: es el amor. Me gustaría poder amar alguna vez... ¿sabes? Bajar al mundo de los humanos es mi sueño...

—¿Y por qué no bajas?

Emmanuel enarca una ceja. —Bajar sería un mal augurio para todos. Emma, ¿conoces el dicho que dice «mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más»? —asiento—. Bueno, eso hago. Soy un arcángel influyente para la Orden Conservadora, por más que esté en contra. Si quiero mantener la confianza, mis movimientos deben ser analizados muchas veces, porque aún no olvidan que mi padre desertó. —Lanza un suspiro ensoñador, dejándome saber que Emmanuel, el gran y respetado arcángel líder de la revolución, tiene un sueño. Un deseo que va más allá del poder o el reconocimiento. Él quiere vivir. —Algún día, pequeña guerrera, cuando todo esto pase, bajaré al mundo de los humanos y me enamoraré.

Sonrío ante su expectativa y sin pensarlo, acorto la distancia que nos separa para estirar mis brazos y darle un fuerte abrazo. Emmanuel, poco acostumbrado a las muestras de afecto, se queda quieto por unos segundos, rígido. Noto que se relaja cuando suelta aire y sus brazos también me rodean. —Ojalá así sea, Emmanuel. ¿Sabes algo? Creo que serás un buen hermano.

Suelto a Emmanuel, volviendo a la posición anterior.

—Hace mucho tiempo que alguien no me abrazaba. La última fue mamá, unas noches antes de que se uniera a la energía... Gracias, Emma. Y gracias por cuidar de mi hermano, por quererle, siempre me sentí en falta con él... 

—Yo creo que te admira también, Emmanuel... Owen cree que eres perfecto.

—¿Perfecto? —rompe en otra carcajada hasta que una lágrima brota de su mirada azul y se la seca antes de que comenzara a caer por su pómulo—. Yo no soy perfecto, soy común, el arcángel promedio. Él tampoco es perfecto. Nadie lo es. Aún así, en nuestras imperfecciones, ahí habita nuestro ser. Las imperfecciones nos hacen reales.

Me quedo pensando en sus palabras profundas y sinceras. Emmanuel no es como yo creía que era después de todo, Owen y él deberían reconciliarse. 

Ahí vuelvo nuevamente, sintiendo un pinchazo de dolor por pensar en el ángel que se fue por la puerta hace un rato... Subo los pies al colchón y abrazo mis rodillas, y sin poder de evitarlo, me salen las siguientes preguntas que anudan mi garganta:

—¿Owen tuvo la culpa de que mis padres fueran atrapados? ¿Cómo puedo amarle si ayudó a matar a las razones de mi existencia? Me refiero, me siento contrariada... No hay nadie que ame más que a Owen... Pero ellos eran mis padres. Y, Emmanuel, siento como si le estuviera hablando a Owen cuando tu hoyuelo se te remarca, ¡deja de sonreír, no es gracioso! 

—Owen tuvo sus tiempos de niñato, pero él no sabía qué hacía. Él creía que era lo correcto, y jamás se hubiera imaginado enamorarse de ti. Imagina que él vio a mamá volverse humo, y culpó a papá por desobedecer las normas. Empezó a entrenar con el enemigo porque creyó que era lo correcto, y pensó que cada cosa fuera de las normas solo traería mal. Sin embargo, ¿dijiste que lo amabas?

—¡Sí, mucho! Tengo miedo de que haga alguna locura ahora que está tan...

—En modo Owen —termina Emmanuel por mí—.  Volverá. Pero está bien que te sientas confundida, ésto es mucho para ti. Y no quiero que parezca que defiendo a mi hermano, pero creo que si tuviese que volver al pasado y elegir, él los protegería. No los entregaría. Porque Owen te ama más que a su propia vida, y ahora está molesto porque estás lastimada y se siente culpable.

Mis labios tiemblan y dejo escapar aire. —Emmanuel... ¿Yo hubiera conocido a Owen si él no hubiera delatado a mis padres?

—Probablemente —contesta éste—. Pero hay otra posibilidad: tal vez, si tus padres hubiesen vivido, tú no estarías viva. Tarde o temprano los iban a capturar, con o sin Owen. Y si ellos no tenían la urgencia de dejarte vivir, como fue en ese entonces, no querrían soltarte jamás. ¡Oh, espera! ¡Tengo un regalo de tu madre para ti!

—¡¿Un regalo?! ¿Cómo? —Emmanuel abre sus alas y vuela hacia un rincón de la habitación. Abre un antiguo armario color hueso —como casi todas las sábanas, muebles y paredes del lugar— y con cuidado extrae un pañuelo. Vuela hacia mí, cerrando sus alas antes de apoyarse en el colchón y, como consecuencia, cayendo de forma abrupta. Sin embargo, él sonríe mientras apoya el pedazo de tela sobre mi mano...

Una tela pesada.... con una esfera dentro.

—¿Qué hay? —le pregunto arrugando mi nariz.

Emmanuel permanece serio por una fracción de segundo, sus ojos brillan...

—Recuerdos intactos de tu madre, Emma. Es una especie de diario íntimo versión ángel. Ella tocaba la esfera y decidía qué recuerdo quería guardar... Puedes verla a través de ésto, y escucharla... Ella te grabó muchas de sus memorias mientras que estaba segura en la mansión. 

—¿P-podré ver a mamá? —mi voz tiembla y no me sorprende: simplemente mi cuerpo se paralizó, anonadado.

—Podrás verla a ella, a tu padre, saber cómo eran... Simplemente pronuncia tu nombre: «Emma». Aeraki cambió la clave antes de entregármelo, me pidió que te lo mostrara cuando fuera el momento... —hace una pausa, observando mis reacciones con sus intensos y azules ojos— Definitivamente es éste.

—¡EMMANUEL, ES HERMOSO! ¡GRACIAS POR CONSERVARLO! —Le grito llena de emoción y él me sonríe.

—Bueno... Debes agradecerle a tu madre, ella... Ella deseaba que la conocieras. Te daré privacidad, dulce Emma. Si necesitas ayuda simplemente búscame. Ésta es tu casa ahora.

Y sin agregar nada más, sus alas vuelven a aparecer y vuela a través de la puerta, cerrándola al pasar. Observo la pequeña y blanca esfera con el nombre «Aeraki» escrito con esa energía que también está en el techo. 

«La energía de mamá», pienso.

Acaricio suavemente aquella esfera que parece una canica gigante y acerco mis labios para susurrar mi nombre.

«Emma», digo, y un portal de recuerdos se abre ante mí, llevándome a partes de mi pasado que jamás deberían haber sido silenciadas alguna vez.


¡Gracias por sus comentarios por mi cumple! Me pasaré a responderlos una vez que tenga listo el capítulo de ECDSDE, ¡nos leemos prontito!

¿Les gustó el capítulo? ¿Y Emmanuel?

¡El próximo será emotivo, honeys, preparen sus pañuelitos!

¡Las amo mucho!

-Bri. :)






Frases de Emmanuel:

«Emma, tú haces de Owen una versión menos idiota».

—Emmanuel Liv, casi docientos años humanos.
Frase dedicada a su hermano.


OWWWWNS, AMOR DE HERMANOS.  <3 

xD


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