Alas
ALAS
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel/Wingverse
Pareja: Stony
Derechos: ¿todavía queda alguno?
Advertencias: esta es una pequeña historia dedicada con mucho cariño para el Cap, como siempre en su cumple cumple. Algo de angst, un Wingverse obligado.
Gracias por leerme.
*****
"Si fuera Dios, haría el mundo tal cual es, sin cambiar nada. Y así poder tenerte... poder tenerte..."
The Road.
Cuando nació, los doctores diagnosticaron asma y otras alteraciones en su sistema respiratorio por unos pulmones deficientes. Sarah Rogers lo acunó entre sus brazos, prometiéndole que nada malo iba a ocurrirle mientras ella tuviera aliento de vida. Al tener siete años fue que comenzó a tener ese sarpullido en la espalda que se convirtió en llagas sangrantes que lo mantuvieron como visitante recurrente del hospital hasta que los doctores encontraron que estaba desarrollando unos tumores que brotaron desde sus pulmones como protuberancias que iban ganando tamaño conforme las semanas pasaban. Joseph Rogers creyó que era un castigo de Dios, entregándose al alcohol y golpeando a su esposa a quien acusó de haber dado vida a una blasfemia.
El día en que él murió, las protuberancias de Steve Rogers sangraron, abriéndose para mostrar algo que asombró al equipo médico en la sala de urgencias a donde fue a parar. Un par de pequeñas alas aparecían en su espalda, tan pequeñas como las de un patito o un ave así. Se dieron cuenta que estaban ligadas a sus pulmones, por lo que no podían removerlas sin dañarlo, pero al mismo tiempo afectaban su salud al ser pequeñas. Sarah trabajó dobles turnos para su tratamiento, enfermando posteriormente y dejando a su hijo huérfano a temprana edad.
Steve sufrió de acoso al quedarse solo, los niños se burlaban de él por sus alitas, a veces lo golpeaban ahí provocándole tremendos dolores que hasta lo desmayaban, terminando ahí tirado en algún charco o montones de basura de los callejones de Brooklyn hasta que se encontró con Bucky Barnes y sus puños que alejaron a todos los bravucones. Pasaron los años con sus alas ganando tamaño y movilidad, teniendo más plumas que fueron abandonando ese blanco perfecto para tornarse azules y rojas con una franja blanca en el medio. Un periódico hizo un reportaje sobre él, ganando un poco de dinero con ello, pero el furor pasó pronto porque estalló la Segunda Guerra Mundial.
Bucky se marchó a Europa al ser reclutado, el dinero que ganaría iría para el tratamiento de Steve, quien estaba harto de ser una suerte de fenómeno de circo. Conoció a Abraham Erskine y su suero del Proyecto Renacimiento, en el ejército creían que alguien como él podría ser un cebo para los nazis, al menos lo suficiente para distraerlos de una invasión de los aliados. Steve entró a la cápsula como un jovencito flacucho de alas apenas de un largo de medio brazo, pero salió como todo un hombre, con unas enormes alas que volaron lentes, papeles y cables del laboratorio por la fuerza que obtuvieron.
—Un ángel —murmuró alguien.
Por supuesto, se convirtió en el símbolo de la libertad y la justicia de los aliados, paseándose entre espectáculos o discursos que no lo convencieron hasta que escuchó sobre Bucky, rescatándolo y uniéndose a los Comandos Aulladores. Los nazis le temían, sus alas que lo elevaban por los aires a una velocidad pasmosa y que bien podían enviar lejos a sus rivales al agitarlas furiosas. HYDRA apareció, liderada por Red Skull. Igual que Peggy Carter o su inusitada valentía que le hizo creer que obraría un milagro al ser el primer ser humano con alas.
Tan solo terminó estrellándose en el Ártico con el corazón herido por la muerte de su mejor amigo, la despedida de Peggy y el sentimiento de haber sido demasiado ingenuo pues Red Skull usó el cubo para quemarle las alas. Steve juró que moriría, pudo ser así durante todas esas décadas durmiendo en el hielo mientras el suero lo regeneraba al igual que sus alas hasta que SHIELD lo rescató para despertarlo en el nuevo mundo, uno donde apenas si pudo despedirse de Peggy antes de que ella muriera, un mundo donde a él lo recordaban de nuevo como un fenómeno en la Segunda Guerra Mundial que puso un granito de arena antes de morir heroicamente. O estúpidamente.
—Capitán Rogers —Nicholas Fury le habló una tarde en el gimnasio donde entrenaba— Quiero hablarte de la Iniciativa Vengadores.
No estaba muy dispuesto a volver a ser el mono de circo del gobierno, pero la aparición de un villano de otro mundo llamado Loki no le dejó muchas opciones. Ahí conoció entonces a Ironman, el nombre que usaba Tony Stark igual que esa pesada armadura que lo hacía temible, tan pesada como su vanidad. Pelearon al inicio, tuvieron muchísimas diferencias al punto de que Steve consideró el renunciar y buscar quién pudiera arrancarle las alas de una vez por todas. Durante la batalla en Nueva York, cuando Tony cayó del cielo, el capitán Rogers cambió de parecer, asustado de perder a alguien una vez más.
—No respira —Natasha revisó a Tony cuando Hulk lo dejó en el suelo— Algo no está bien.
—¡Un médico! —gritó Clint.
Todos fueron al hospital, preguntándose por qué ese millonario excéntrico genio inventor con un oscuro sentido del humor no abría los ojos. Un médico llamó a Steve al ser el líder, queriendo hablar con él como con Pepper Potts.
—Yo le advertí al Señor Stark que usar demasiado su reactor era peligroso —comentó el especialista a ambos, mirándolos por turnos— Es decir, es un excelente sustituto para sus alas, pero siempre y cuando...
—¿Qué? —Steve abrió sus ojos— ¿Dijo alas?
—¿No lo sabía, capitán? Creí...
Pepper le sonrió, alcanzando su mano. —No quería que nadie se enterara.
Resultó que Tony había nacido como él, todo comenzó igual, solo que cuando las alitas de Tony brotaron siendo niño, Howard ordenó mutilarlas, creando un reactor que incrustó en el pecho de su pequeño hijo para ayudarlo a vivir pues sin las alas, tanto sus pulmones como su corazón sufrirían un colapso. Steve tragó saliva queriendo llorar, porque sabía que Howard había hecho eso al haber visto lo que el rubio pasó durante la guerra, algo que no deseaba para Tony, aunque eso terminó siendo peor pues impidió que su único hijo se perdiera de muchas cosas debido al reactor.
Cuando fue su secuestro en Afganistán, es que Ho Yinsen le dio a Tony la idea de la armadura, así volaría como no pudo por sus alas faltantes. Solo que eso tuvo un alto precio porque forzaba su reactor, contaminando su sangre con el Paladium. Nada de eso lo supieron los Vengadores al momento en que Ironman cruzó el portal de los Chitauris para salvar la ciudad y el mundo. Había malinterpretado la actitud del millonario cuando en realidad todo lo que había estado haciendo era hacer algo bueno para los demás porque sabía igual que Steve lo que era ser diferente, peor aún, ser castigado por ser diferente.
Steve fue a la camilla de Tony, observando todas esas máquinas conectadas a su cuerpo, los respiradores ayudándole. Tomó asiento a su lado, sus alas encogiéndose al sentir una enorme culpa por las palabras que le dijera al conocerse y acusarlo de egoísta. Alcanzó su mano que acarició por el dorso con su pulgar. Era alguien como él, con alas rotas. La mirada del capitán se llenó de furia, levantándose para buscar a Fury.
—Usen mi sangre para salvarlo.
—Capitán, eso no...
—Siempre han querido mi sangre ¿no es así? Pues úsenla para salvar a Tony, esa es mi condición.
—Puede no resultar.
—Haga que resulte.
Fueron días angustiosos para Steve, quien no dejó de orar por la cura para el millonario de cuya camilla apenas si se despegaba. Fue una operación de horas, con otro tanto de espera para saber si en verdad su sangre con el suero podía obrar el milagro que necesitaba Tony. No hubo certeza, pues el cuerpo del castaño no rechazó la nueva sangre, pero no mostraba cambio alguno. El rubio sujetó de nuevo la mano de Tony, con lágrimas en los ojos.
—Por favor, vive.
Tony abrió sus ojos, teniendo una reacción que primero asustó al equipo médico hasta que se dieron cuenta de que sucedía algo más. Esos muñones en su espalda estaban regenerándose. Ya no necesitó más las máquinas ni el oxígeno, solamente estar boca abajo porque el crecimiento de sus alas estaba acelerado además gracias al reactor.
—Esto además de incómodo es vergonzoso —comentó el castaño en su acostumbrado humor— Me ven todo el trasero.
—Es un lindo trasero —sonrió Steve.
—Bueno, ahora lo sabes, soy un pollo como tú.
—Tony.
—Meh, está bien. Sé lo que dirás, no lo hagas, ahora estamos bien ¿cierto?
—Excélsior.
La mano del millonario apretó la de Steve. —Jamás volé con ellas. Nunca supe lo que se sentía.
—Yo te enseñaré.
—Ahora además de millonario, filántropo, playboy, genio, inventor, excéntrico, Vengador, también soy un pollo.
—Uno con un lindo trasero.
—Deja de verlo.
—Está al descubierto.
Hubo una fiesta de bienvenida cuando Tony salió del hospital con unas alitas que prometieron duplicar su tamaño en los días siguientes. Clint no dejó de hacer bromas, Natasha tomó muchas fotos, Bruce no paraba de dar recomendaciones cual mamá gallina y Thor se inventó un himno de guerrero alado. Steve entrelazó su mano con Tony, quien abrió sus ojos sorprendido, luego sonriendo de una forma que de pronto hizo que sus alas se levantaran y esponjaran como si fuera a sacudirlas.
—Am, chicos, recuerden que pueden romper cosas así —bromeó la rusa.
Las alas de Tony eran todas rojas con corbeteras amarillas, alcanzando su tamaño final en un par de semanas. El capitán se divirtió con los momentos chuscos en lo que el castaño aprendió a maniobrar en su torre con ellas, tirando jarrones, atorándose en las cortinas o salvándose del fuego de la cocina, peleando con el refrigerador a atrapar sus plumas en la puerta. Steve había disfrutado mucho de la aceptación de Peggy sobre sus alas, pero nunca experimentó lo que era tener alguien quien realmente entendía su situación, la compartía de un modo que era tierno y divertido.
—Calma, si te agitas, ellas lo harán también.
—¡Tengo comezón!
—Es hora de mostrarte como cepillarlas.
Tony se quedó muy quietecito en el banquillo que le puso en el medio de su taller, mostrándole cómo cepillar y lustrar sus alas con un cepillo especial que el propio millonario ya había inventado para él y que ahora supo cómo era que lo había creado tan bien.
—¿Steve?
—¿Sí?
—Gracias por salvarme.
—Promete no volver a arriesgarte así.
—Si tú lo haces, yo lo haré.
—Tony.
—Es justo.
—¿Tienes miedo de perderme?
Las mejillas del castaño enrojecieron, carraspeando, sus alas se sacudieron nerviosas.
—Bueno...
—También me gustas.
—¿Qué?
—¿No ibas a decirme eso?
—Tú... no te puedes saltar los protocolos de declaraciones amorosas, rompes con el ambiente.
—Entonces sí lo ibas a decir.
—Okay, sí —Tony sonrió— Pero que conste que no es porque los dos tengamos alas, es decir, si es un factor determinante porque...
—Entiendo.
—Lo malo de no ir acorde al plan es que te pierdes cosas, ¿dónde está mi beso?
Nunca había besado a un hombre, tampoco que fuese cosa del otro mundo. Le dio algo de cosquillas esa barba de candado, pero la sensación fue genial. Al separarse, se dieron cuenta que sus alas se habían entrelazado entre sí, envolviéndolos.
—Oye, esto tiene sus ventajas.
—¿A qué te refieres, Tony?
—Clint no podrá espiarnos.
—¡Pero sabré que están haciéndolo! —exclamó este desde algún conducto de aire donde estaba escondido.
Para Steve, las cosas tuvieron otro color. Se sintió extremadamente feliz de enseñarle a Tony cómo volar, escuchar ese grito de alegría, ver sus ojos brillar de felicidad porque dejaba atrás esos horribles traumas lo hizo apreciar mejor sus propias alas que había considerado hasta como una maldición. La primera vez que volaron juntos sobre Nueva York, el rubio supo que ya no podría vivir sin el millonario, verlo planear por el Empire State o levantar el agua del río bajo el puente de Brooklyn con sus carcajadas de niño eran su aliento para vivir.
Igual que el estar juntos, se divirtieron ante las torpezas que implicó el tener relaciones con sus alas, pasando de la vergüenza al buscar cómo era que las aves se apareaban para luego Steve querer enterrar al castaño por sus propuestas indecorosas que involucraban sus alas. Descubrieron, por ejemplo, que si ambos cruzaban sus alas de modos que sus plumas se tallaran entre sí, era igual que si se masturbaran al mismo tiempo.
—El National Geographic nada dijo sobre esa clase de brazo que tienes entre las piernas, Cap.
—¿Tony Stark huyendo de un desafío?
—Ja.
Cuando Bucky apareció como el Soldado de Invierno, Tony era ya un experto en vuelo, lo que hizo mucha diferencia cuando se enfrentaron a HYDRA, pateando su trasero por segunda vez. Luego vino Ultrón que por nada estuvo a punto de separarlos por diferencias de opinión, siendo Wanda quien le diera una revelación a ambos que lo cambió todo. Un hijo. Tony llevaba un hijo suyo. Como les explicara más tarde Bruce, la cuestión con el suero era que podía generar un súper soldado como el sargento Barnes o bien modificar genética para salvar la especie como en el caso del millonario, quien palideció de solo saber que había una avecilla en su interior.
—¿Voy a poner un huevo?
—No, Tony, no funciona así —rio Banner.
Peter nació en el mes de Agosto, con un par de alas rojizas y negras ya bien formadas que de inmediato se estiraron en cuanto abrió los ojos. Su padre lo sostuvo entre sus manos, temblando de la emoción, llorando al ser tan feliz porque tenía una familia con Tony que iba a disfrutar hasta en sus malos momentos. Teniendo a los Vengadores como padrinos, su pequeño no sufrió de lo que el millonario o él por haber nacido con alas y eso lo agradeció de todo corazón, viendo a su pequeño crecer hasta que apareció una nave de la cual descendieron un grupo muy dispar de seres que dijeron llamarse Guardianes de la Galaxia para buscar un fugitivo que poseía una Gema del Infinito.
—Eso es todo —musitó Steve, bajando su mirada.
Franklin Richards lo observó del otro lado de la fogata que crepitó en un silencio pesado después de haber escuchado su narración, ambos sentados en una roca de un desierto flotante que viajaba por el espacio sin estrellas.
—Quieres volver con ellos.
—Estoy cansado de vivir.
—Capitán —Franklin miró hacia ese firmamento oscuro, un universo muriendo luego de colapsar con otros— Debes entender que cada memoria un lugar en el tiempo y el espacio, una vez que se extingue, es imposible replicarla. Lo que puedo darte es una segunda oportunidad, diferente, donde quizá no tengas tus alas, o el mundo sea algo inusual.
—Desde que los perdí en esa guerra... ya todo perdió sentido para mí —los ojos de Steve temblaron, sin chispa— Creí que al pelear por lo que amaron de alguna manera estarían para mí, al final solo terminé en esta jornada completamente solo.
—Sin razón de vivir, es difícil encontrar fuerzas para continuar.
—Acepto tus condiciones.
—Si te dijera que necesito tus alas para ello... ¿me las entregarías?
Steve levantó su mentón en alto. —Tómalas.
—Dolerá.
—No tanto como verlos morir en mis brazos.
Franklin asintió, levantándose para rodear la fogata e ir hacia él. Steve cerró sus ojos, dejando escapar sus lágrimas que corrieron por su piel arrugada, esa barba larga y blanca que contaba cuanto tiempo llevaba así viajando y sobreviviendo horrores que nadie debería vivir, con la soledad amarga desde que su hermosa familia pereciera a manos de Thanos. Había querido devolver el tiempo, pero no funcionó, unir de nuevo las Gemas para rehacer el universo, tampoco tuvo éxito. Robar universos para darle al suyo lo necesario y así recuperar a Tony y Peter, nada de eso funcionó. Perder sus alas a cambio de volver a nacer en un nuevo universo donde los encontraría era mil veces mejor que ser el último ser vivo a punto de ver todo perecer.
—Buena suerte, Capitán América.
Se preparó para el tirón, más bien fue como si el aire le faltara y de pronto sintiera muchísimo sueño al que se entregó. Todo se hizo oscuro, luego una luz brillante con los colores rodeándolo. Steve sonrió con lágrimas en sus ojos, al menos una vez más sus alas eran un ingrediente especial para una esperanza. Con gusto las sacrificó con tal de terminar su agonía, de estar con ellos, su genio amante de las donas y los chistes pesados, su bebé inocente amante de las pizzas y la fotografía. La muerte siempre se rehusó a tomar su alma, ahora la despedazaba con placer por un nuevo universo, una nueva vida, una nueva apuesta por la felicidad.
Stephanie Rogers nació un 4 de julio en un hospital público de Brooklyn, su padre se decepcionó de que fuese una chica, saliendo de la habitación en busca de una botella de alcohol donde ahogaría su desencanto, mientras que Sarah Rogers lloró de alegría, notando que su hija portaba en su espalda una marca, un par de alas incompletas en su forma. La marca de su Alma Gemela. Acercó esa cabecita donde susurró sus primeras palabras para la bebé.
—Yo sé que volarás alto, hija mía y encontrarás quien complete tus alas.
F I N
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