Capítulo XV: Un Nuevo Doctor.



Era martes por la mañana y se le había hecho tarde a Alan estaba apurado buscando sus cosas, no logró desayunar a tiempo debido a su retraso antes de marcharse le dio un suave beso a Camilo en la frente como despedida. Su reloj marcaba las siete en punto, al verlo entraba en pánico nunca se había quedado dormido y no quería dar una mala impresión por llegar tarde.

Encendió su auto y aceleró un poco para ganar tiempo siempre y cuando no excediera el límite estimado por cada calle estaba bien, siete y veinticinco nuevamente la angustia se apoderó de su cuerpo. Estacionó su carro un poco mal pero no le importó, lo único que quería era poder llegar a tiempo. Miranda lo estaba esperando con brazos cruzados y con mirada no tan amigable, en ese momento buscaba alguna excusa creíble para que ella lo creyera.

—Bonita la hora de llegada—espetó—tengo media hora esperándote, incluso te mande mensajes de texto y no respondiste. Hoy tenemos un doctor nuevo, y te toca darle el recorrido.

Alan tenía mucha pena por haber llegado un poco tarde, su mente imaginaba que el doctor estaba hablando de él de manera negativa, mientras se disculpaba con ella, le explicaba que el doctor buscaba un asistente que estuviera estudiando igualmente la carrera de psicología sin preguntarle Miranda ya lo recomendó a él.

—Alan, él es Edgar García, nuevo psicólogo. Espero que puedan llevarse bien.

—Hola Alan, un placer conocerte—comentó extiendo su mano hacia el pelinegro.

—Eh...un placer—respondió nervioso.

Miranda le comentaba algunas reglas que debían cumplirse y otros puntos importantes que se tenía tomar en cuenta, para luego dejarlos solo y Alan le hiciera el recorrido correspondiente. A pesar de tener un mes sabía muchas cosas importantes, le explicaba que era muy fácil familiarizarse con todo el equipo de trabajo hasta que Edgar le hizo una pregunta.

—¿Hace cuánto llevas aquí?—preguntó.

—Exactamente un mes, estoy en mis pasantías, ya me falta poco para graduarme.

—Seremos colegas—sonrió—puedo notar que eres muy entregado a tu trabajo y a la carrera.

—Al parecer, bueno supongo que Miranda te comento en donde está tu consultorio, tenemos algunos pacientes esperando.

Al escuchar aquello Alan se sintió un poco apenado y sus mejillas lo delataron, provocando que Edgar se riera un poco de la situación. Lo dejo por un momento, quería preguntarle a Miranda por cuanto tiempo sería su asistente.

—Nos vemos Doctor Alan—comentó con una sonrisa picara.


—¿Qué tal el muchacho?—le comenta Miranda con una ceja arqueada.

—Me agradó, se ve que es de buen trato—respondió serio.

El día transcurrió relativamente rápido Alan estuvo ayudando mucho a Edgar con algunos pacientes, incluso dándoles charlas sobre la depresión y cómo se debía tratar a las personas que la padecían. Para él era importante instruir a las personas sobre la depresión, ya que estuvo en hueco sin fondo y logró recuperarse gracias a una buena terapia y también el apoyo de las personas que quiere. Lo importante de todo es que el paciente se sienta apoyado por personas cercanas, y saber como hablarle a ese paciente que lo presente ya que no es culpa de ellos que estén mal emocionalmente.

—Me duele un poco la espalda—comentó con voz cansada.

—Estamos igual, solo que a mí me duelen los pies—respondió Edgar.

Unos gritos interrumpieron el silencio que había en el consultorio al parecer eran provenientes de una paciente que se había escapado de su habitación, recorrió tanto que llegó al área de consultorios. Alan y Edgar salieron rápido de allí para ver de quien se trataba, era una mujer madura que estaba en el suelo llorando inconsolablemente sin hacer mucho ruido los dos lograron estar a su lado.

—¿Hola? ¿Qué sucede?—le preguntó Alan sentado a su lado.

—Tengo miedo, esos hombres son malos me hicieron daño, me duele mucho mi brazo—respondió entre lágrimas.

—¿Cómo te llamas?

—Alicia—replicó sollozando.

—Que hermoso nombre, ese era el nombre de mi madre—sonríe—pero sabes algo Alicia, cada vez que te toque tu medicamento yo me encargare de ti, seré tu protector.

—¿De verdad?—Balbuceó.

—Claro que sí—alegó dándole un abrazo.

Alan sentía como su frágil cuerpo temblaba sin parar, a juzgar por su reacción eso le daba entender que ella presentaba un tipo de trauma que fue causado por algo o alguien. Las enfermeras llegaron después, Edgar se quedó con ella mientras que Alan decidió hablar con ambas mujeres ya que Alicia presentaba un moretón en su brazo izquierdo, a él le indignaba el maltrato a ese tipo de pacientes porque son los más vulnerables por eso era importante darles un trato especial.

—Si van inyectarle algún medicamento sean más sutiles, no es una fiera para tratarla tan mal como ustedes le hicieron.

—Con todo respeto pero usted solo es un pasante, no tiene la práctica suficiente para cuestionar nuestros métodos—le reto una de ellas.

—Será un método ortodoxo, si soy un pasante y usted también lo fue, pero al menos yo siento empatía por los pacientes y sé tratarlos con cariño.

—Una palabra más y hablaré con Miranda—desafió la mujer.

—Hagalo, pero el que tendrá la razón soy yo, no pierda su tiempo, y rectifique el error que cometió—replicó dándole la espalda.

La mujer tenía la cara roja por la rabia y la manera que Alan le respondió, nadie le había respondido de la manera que lo hizo él.

—Que fuerte, admiro la manera que lograste calmarla. Eso demuestra que te convertirás en un buen doctor.

—Es la verdad, si tienen tanta experiencia, ¿Por qué actúan como animales?—respondió con voz ronca.

—Tranquilo muchacho, no puedo negar que ellas son algo toscas para atender a los pacientes, hablare con ellas sobre lo que acabo de ver—afirmó Miranda. 


Se bajó de su auto ya que estaba en el estacionamiento del edificio, su celular emitió un sonido espero un poco y al llegar al ascensor lo revisó. Era un mensaje de Camilo decía que llegaría un poco alrededor de las nueve de la noche, era entendible porque estaba en época de exámenes finales del semestre le respondió para luego entrar al ascensor. Al salir notó que su puerta de su departamento estaba una carta en el suelo, su nombre estaba escrito en ella provocando un poco de miedo porque pensaba que en cualquier momento esa persona podría aparecer y hacerle algún tipo de daño. La policía no les prestó la atención suficiente sobre lo que ellos le argumentaron, solo se limitaron a decirles que les faltaba pruebas.

Se arrodillo para tomarla y leerla en casa, al entrar se dirigió directamente al sofá para sentarse y leer:—"Solo quería decirte que con el pasar de los días te voy amando más, envidio al estupido de Camilo Harris por disfrutar tu compañía. Yo soy el que debería estar a tu lado.

También quería decirles que tengan cuidado con Cristina, ella cualquier día podría atentar contra ustedes".

Anónimo.

Alan se preguntaba cómo sabía tanto de Cristina si siquiera conocerla aquello le parecía una enfermiza obsesión, doble el papel y lo guardó en su bolsillo para que Camilo no pudiera leerla le preocupaba que fuera hacer otra cosa como lo hizo el día que estuvieron en la presentación de Clarisa. Sonó el timbre, provocando que el pelinegro se sobresaltara un poco pero entendió que era su novio que estaba esperando que le abriera la puerta.

—Hola, ya llegué—expresó cuando Alan abrió la puerta recibiéndolo con un abrazo.

—¿Qué tal la universidad?—cuestionó.

—La verdad un poco pesada, estuvo un tanto extenso el examen—suspira—Al finalizar el examen fui a estudiar por dos horas, estaba dándoles los toques finales para la presentación de una defensa de un libro.

—Vaya, si que estuviste ocupado—se sienta a su lado para abrazarlo nuevamente—tú te convertirás en un buen poeta y escritor de eso no tengo duda, hoy conocí a una paciente, tiene el mismo nombre de mi madre. Logré sentir una conexión con ella, he estado pensando ayudarla quiero que tenga una buena recuperación.

Tras varios minutos de conversación esta se vio interrumpida por una llamada entrante, aquello le resultó un poco extraño a ambos. Se levantó para buscar el celular en ella estaba reflejado un número desconocido, su mente pensaba miles de cosas entre una de ellas era si el acosador ya tenía su número. Finalmente logró atender y escuchó la voz de Patricio el chofer de su padre.

—¿Patricio qué sucede?—preguntó impaciente.

—Joven Alan, no me gusta ser partidario de malas noticias, necesito que venga de inmediato a la casa.

—¿Qué sucedió? ¿Dónde está mi padre?

—Vamos camino al hospital, su padre está dentro de una ambulancia., el señor Alexandre sufrió un paro cardiaco y esta muy mal.

Esas últimas palabras retumbaban en su cabeza una y otra vez, vio a Camilo las lágrimas recorrían su rostro como si fueran cascadas. Colgó la llamada, se tapó la boca para retener el llanto que estaba por liberar, en seguida su novio corrió hacia él preguntándole qué sucedía porque no entendía nada de la situación. Logró calmarse, y le comunicó lo siguiente:—Mi padre acaba de sufrir un paro cardíaco y está muy mal.


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