Las Estrellas
La oscuridad los abrazó. La noche estaba tibia y la brisa mecía la corona de las palmeras con ese sonido peculiar que arrulla, relaja y duerme. El oleaje se quebraba bajo las piedras del rompeolas y caminando junto a él, ella no podía dejar de pensar en aquella vez cuando su corazón se partió por causa de aquel extranjero que le habló bonita, la beso y le hizo el amor con promesas de regresar... y nunca volvió.
No podía creer que habían pasado cinco años de aquel romance que solo duró siete días. En aquel tiempo, ella, de apenas diecinueve años, podría culpar su inexperiencia o su ingenuidad por creer tan bellas palabras. Pero a los veinticuatro, sería por tonta o, si estaba dispuesta a dejarse llevar por el instinto y aprovecharse de la situación.
Ella es una mujer responsable y hacía tiempo que no sentía ese ardor que le causaba Camdyn en las entrañas. Él la hacía sentir deseada, única y él... él era demasiado atractivo para no tomar acción y actuar con impulso en esta situación en la que dos adultos, consintieran y se entregarán a su deseo carnal.
-Cierra los ojos... ¿Están cerrados?
-Sí.
-¿Segura?
-Sí, sí. - Soltó una carcajada.
Dieron unos pasos más y Tiare sintió dejar de caminar en la acera y pisar la arena. Sus pasos se perdían en ella y los ásperos granos se colaba entre sus tenis.
-Ábrelos ya.
El destello de luces brillantes salpicaba el despejado cielo. ¿Cómo era que llevaba trabajando allí seis años y jamás había sabido de ese rinconcito estrellados? Era una de las cosas más hermosas que había visto en su vida junto con los atardeceres en la playa y las madrugadas en las montañas.
Como una chiquilla aplaudió las manos y se las llevó a la boca escondiendo su expresión de asombro. -¡Es precioso Camdyn! - Exclamó con ojos grandes llenos de estupor. Lo quería besar pero el miedo se lo impedía.
Bésalo, susurró lo que ella pensó era el viento. Bésalo.
Sacudió la cabeza. ¿Qué? ¿Ahora escuchaba voces que le rogaban besarlo?
-¿No sabías de este lugar?
-No. Me encanta. Ahora vendré aquí todas las veces que pueda... - Y me acordaré de ti, pensó tristemente.
-Tengo que confesarte algo.
Frunció el ceño, -dime.
-Yo... yo te vi bailar en la playa. - Silencio.
-O-Kay... ¿Es todo?
Sacudió la cabeza y los rizos parecían flotar a su alrededor.
-¿Entonces?
-Cuando terminaste de bailar... te fui a buscar. Ya no me interesaba ver más, si no estabas tú. Así encontré este sitio, buscándote ti.
-¿Hasta acá viniste a ver si estaba?
-Sí. - Admitió.
-Cuando te vi en el área de la piscina busque la razón más estúpida para poderte hablar. Cuando la viejita casi se cae, me dió la oportunidad de poder quedarme y, conocerte.
Tiare se sintió alagada. ¡¿Había ido a buscarla?!
-Ahora que estamos siendo sinceros. Te confieso que también sabía quién eras.
La miró extrañado y se señaló a si mismo con los dedos. -¿A mi?
-Te vi desde la tarima.
Se sorprendió. -¿A mi? - Seguía apuntándose con las manos al pecho, deleitado.
-¡Sí! - Rió, -vi tu... - ¿Tú mirada clavada en mi? ¿Tus ojos comiéndome con la vista? ¿Tu sexualidad saliéndote por los poros? -Vi, tus rizos. Eras el único pelirrojo en el público. - Le sonrío y se mordió el labio inferior. Luego trazó la lengua alrededor de sus labios porque de pronto los sentía secos.
La ternura con la cual él la miraba le hacia derretir como helado en verano. Déjate llevar Tiare. Volvió a escuchar al viento hablarle al oído. Deja que roce tu cuerpo...
Él se sintió alagado. Ella lo había visto cuando el la miraba con impuros pensamos en la cabeza. Los mismos pensamientos que ahora agobiaban su mente. El deseo le corroía la mente y lo quemaba por dentro. La brisa ya le había hablado de los placeres de tenerla y Camdyn no podían entender porque se sentirán sofocado a su lado. Un ahogo que le presionaba los pulmones y casi lo dejaba sin respirar.
Abrázala. Tómale de la mano. Prueba sus labios. Ella te desea como tú a ella...
A la vez se miraron a los ojos estudiándose las caras hasta posar la vista en sus bocas aguadas. Los cuerpos les gritaban que apagaran las llamas q los consumían por dentro. Ella húmeda, lista para ser tocada íntimamente por él y él rígido, listo por penetrarla hasta lo más hondo de su ser.
La respiración se aceleró y chocaron sus bocas comiéndose a besos.
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