La cuenta regresiva: cinco.


Advertencia: esto es prácticamente nopor con trama. No esperen nada de mí. No lean si son bebés.

La vista es sublime, deliciosa y placentera. Izana debería estar entrenando, siguiendo su rutina habitual, sin embargo, está deleitándose con el cuerpo varonil de Kakucho, ese cuerpo escultural que lo trae con las hormonas alborotadas. El uniforme se le ciñe tan bien, que remarca la forma sinuosa de sus músculos; la piel está empapada de sudor y se contrae cuando Kakucho se mueve, ya sea con un estiramiento simple o porque se agacha. Izana no se cansa de contemplar la naturaleza intempestiva del chico, es adicto al espectáculo, aunque no sea un show eterno.

Entrecierra los ojos y se obliga a dejar de mirar a Kakucho, cuando una pared humana se interpone en su campo de visión. El dojo es un lugar enorme, fresco y muy iluminado, pero el desgraciado decide molestarlo.

—¡¿Qué haces, imbécil?! ¡Quítate! —Estira su pierna derecha, para empujar al cuerpo de su hermano lejos, tan lejos como puede.

Mikey se queja y se tambalea; gira sobre sus talones y lo mira, con una sonrisa que difiere del momento anterior. No está molesto por el empujón, al contrario, se está burlando de la fragilidad de Izana, quien odia estar expuesto. Lo odia mucho.

—Deja de comerte a Kakucho con la mirada o te traeré un balde para tus babas. No puedo creer que seas tan rudo para algunas cosas, menos para confesarte.

Izana chasquea la lengua y se cruza de brazos, poniéndose de puntitas para ver por sobre el hombro de Mikey a la figura de sus fantasías más oscuras. Kakucho es su compañero de clases y su mejor amigo, por no decir, un seguidor fiel. No recuerda cuando comenzó la amistad entre los dos, pero actualmente son inseparables. Para colmo, Izana está colado por él. Y no es para menos, Kakucho está más bueno que el pan.

—No te importa, Mikey. Si no dejas de molestar te patearé el trasero.

—Eso quisieras, pero ya sabes que no puedes —dice Mikey, inflando su pecho con orgullo.

Es el momento que aprovecha Izana para darle otra patada.

—No te pases de listillo, sabes que estoy a tu nivel.

—Sin embargo, jamás has podido superarme. —el chico sostiene su abdomen adolorido.

Al diablo el decoro. Izana le lanza otra patada a su hermano menor, pero está vez fue más rápido y lo esquiva. Se enoja y vuelve al ataque. Entonces, como si fuese un mal chiste, empiezan a pelear. Llueven patadas por un lado, manotazos por el otro. La pelea tan cómica se extiende varios minutos, y aunque parece un juego de niños, Izana se lo toma personal. Se está agotando por la resistencia de Mikey.

—¿Esto es un entrenamiento especial? —Interrumpe alguien, con un tono que raya de lo casual.

Izana se estremece cuando reconoce de quien se trata y detiene sus frenéticos movimientos, para ver al recién llegado. Mikey aprovecha la distracción y lo patea tan fuerte que lo manda al suelo, como si fuese un simple bulto de papas. "Regla número uno: no dejes de ver al enemigo", lo recuerda, mientras se retuerce en el suelo.

Jadea por la falta de aire y se incorpora lentamente, hasta que se sienta en el tatami.

—Mal momento, Kakucho. No interrumpas así —respondió secamente, fulminando con la mirada al mencionado.

—Lo siento, Izana —se disculpa el chico, arrepentido.

—Gané de nuevo, te lo dije, hermanito. —Mikey se ríe y le lanza una mirada de complicidad a Izana, que acaba cuando ese último lo maldice por ser tan entrometido. Y finalmente deja al par de tortolitos solos.

—¿Qué fue eso? —pregunta Kakucho, extendiendo una mano al caído Izana.

—Nada —contesta—, como dijiste, estábamos en un entrenamiento especial —Toma la mano de su mejor amigo y de inmediato su cuerpo se prende. El contacto, aunque leve, envía ondas y ondas de corriente eléctrica que encienden hasta su alma. Es tan jodida su atracción, que no disimula.

Solo Kakucho es tan ajeno, al no darse cuenta del hambre de Izana. Puede ser tan ingenuo cuando quiere. Al separarse, las mejillas del más bajo arden, y no precisamente de la vergüenza, él no siente eso.

Kakucho intenta tocarlo, de nuevo, pero se aleja como si la peste negra estuviese tras él. Es hasta patético.

—Estás muy raro, Izana.

—Es solo tú imaginación, yo estoy de maravilla.

—De acuerdo, entonces cambiemos de tema —dice Kakucho, resignado—, sobre el entrenamiento especial, dijiste que me entrenarías después de las clases. Es el dojo de tu familia y no te tomas el tiempo de enseñarme.

—Oh no, solo quieres torturarme tiempo extra y no quiero —dice, sacudiéndose una pelusa del uniforme, sin mirar a su compañero.

En el fondo sabía la razón exacta para no quedarse a solas con Kakucho. La atracción que sentía por él, es como una bomba de tiempo, en cualquier momento estalla. La imagen pura que tiene Kakucho de él, más allá de la agresiva y controladora, por supuesto, se irá a la basura. Y no quiere arruinar la amistad por una calentura. Si Kakucho se fuera de su lado, sería un golpe duro para Izana, que de por sí, ya tiene que soportar demasiado.

—Oh vamos, mi rey, ¿qué tan malo puede ser?

—No tienes idea, Kakucho, no la tienes.

—Algún día sabré porque me odias tanto —dijo Kakucho.

—No te odio, idiota, eres mi mejor amigo —respondió Izana, amargado—. No pienses tonterías, aprovechemos que se acabó la clase de hoy para ir por algo rico de comer. Emma dijo que haría unas ricas donas.

—Si no me odias, ¿por qué eres tan esquivo conmigo?

—Porque puedo y quiero. En serio, cállate. Tengo hambre.

—¡Mi rey! —Insiste Kakucho, yendo tras él.

—No me gusta repetir las cosas.

Salen del lugar, todavía con un tira que jala y un jala que tira, frustrantepara Izana, que no conforme con ocultar su calentura, debía soportar la insistencia de Kakucho. Y lo peor es que el entrenamiento en el dojo se extenderá por cinco días seguidos, una preparación previa para una competencia distrital. Y cinco días, eran muchos para su pobre alma. Nada más con el primero y ya estaba con los nervios de punta.

Buenas noches, ¡¿Qué tal?! Me acostumbré a subir cosas tarde, ay.

Un capítulo diario por cinco días.

Dudas y sugerencias, aquí. Y perdón por la portada, no se hacerlas, ok?

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