Capítulo 7. Un sueño o una pesadilla.

Capítulo 7. Un sueño o una pesadilla.

De nuevo oigo el timbre del loft de Juanant, es la tercera vez que suena esta mañana. Empiezo a pensar que la idea de Juanant de cogernos un par de días libres para ordenar todo y descansar del "accidentado" viaje no ha sido tan mala idea porque entre el timbre y el teléfono no damos abasto.

-          ¡Angel Sue, acabamos de recibir otro ramo de flores de felicitación! – exclama Juanant entre harto y excitado desde el enorme espacio diáfano del salón. – ¡Lo pondré en agua! ¿Quieres café?

-          ¡Sí, gracias, ya voy! – O al menos eso es lo que espero... me sería mucho más fácil ir si mi cuerpo no se negara a moverse del filo de la cama.

Las imágenes de estos últimos días se suceden en mi mente, ahora todo parece un sueño, un sueño lejano, un sueño maravilloso, un precioso sueño que se ha acabado...

Durante los dos días siguientes a la sesión fotográfica la tormenta empeoró y quedamos totalmente incomunicados, pero por suerte el hotel, al igual que muchas otra edificaciones modernas de la isla, están especialmente diseñadas para aguantar ese tipo de riesgos y siempre están bien aprovisionadas, por lo que salvo la sensación de claustrofobia todo lo demás fue como la seda, incluso esa sensación de encierro estuvo atenuada por las constantes atenciones de Raúl, tanto en el terreno profesional, junto a la siempre atenta y eficiente plantilla del hotel, como en el terreno personal. La suite 125 pasó a ser nuestro campamento base del sexo y a las sugerentes perlas le siguieron las tentadoras plumas, los prometedores pétalos y la suculenta crema de chocolate... Ummm! Solo de recordarlo me estremezco.

Juanant y Scott, también montaron sus particulares fiestecitas privadas para pasar el rato y me consta que la frágil e ilusa becaria Coco, despertó también a todos sus sentidos gracias a la mano derecha de Raúl, un tal Víctor con el que se daba apasionados besos y se hacían ojitos hasta minutos antes de pasar el control en el aeropuerto.

El cuarto día desde nuestra llegada, el viento empezó a amainar, pudieron desbloquear las ventanas e incluso el atardecer trajo unos tímidos rayos de sol que al filtrarse entre las nueves nos regalaron un precioso atardecer, el cual fue aprovechado por Scott y por su cámara, haciendo las fotos de complementos que faltaban para completar el catálogo.

El quinto día empezaron las despedidas ya que se acababan las vacaciones para el genial grupo de alemanes que tanto habían ayudado y con los que las modelos habían hecho muy buenas migas desde el apagón. Había que ver a las todopoderosas divas de la belleza llorando a moco tendido como las niñas que son y a los fornidos teutones intentando tragar el nudo de emociones que se les había formado en sus gargantas. Si es que por muy maduras que ellas quieran aparentar ser y por muy pocos sentimientos que ellos se empeñen en demostrar, en el fondo todos somos personas y no ha hecho falta más que una situación un poco fuera de lo normal para que todos, sin excepción, demostremos esos anhelos y esas necesidades tan humanas de contacto, cariño y consideración.

El sexto día nos tocó empezar a clasificar y recoger material. Al mediodía, Scott que se había empeñado en hacer su trabajo, proyecto las primeras imágenes del catálogo ya terminadas, generando primero el más absoluto silencio, seguido de la mayor ovación no exenta de mares de lágrimas de la más absoluta emoción. Sin duda Scott se acababa de posicionar en mi reducido y nuevo mundo como el dios por el que todos lo tenían. Esa noche, el hotel se encargó de preparar nuestra fiesta de despedida pero Raúl se empeñó en preparar algo especial para nosotros y la verdad sea dicha, encantada me dejé mimar por ese magnífico hombre que no hizo otra cosa que agasajarme y, por qué no reconocderlo, amarme sin complejos, sin barreras y sin medida.

En ningún momento de mi estancia en el hotel sentí la necesidad de explicaciones por su parte, simplemente yo tomé toda aquella situación como una rara y magnífica alineación planetaria, una casualidad, una anomalía, una magia o un milagro, por el cual estaría tremendamente agradecida; sin embargo, él se tomó la molestia de darme las explicaciones oportunas mientras cenábamos en la impresionante terraza privada de la suite.

Raúl me contó que tenía a su cargo 3 hijos de 2 mujeres distintas. Los dos mayores, mellizos, estaban a su cargo ya que la madre murió durante el parto que se complicó al venir dos, el tercero hijo de su última pareja, lo tenía también con él porque la madre tras caer en varías depresiones, por problemas anteriores a él, estaba rozando los límites de varias enfermedades mentales, entre ellas esquizofrenia y comportamiento psicótico, con lo cual no estaba capacitada para hacerse cargo del bebé. De modo que su buena posición laboral y económica le permitía mantener a sus hijos, con la ayuda de su familia, a la que también ayudaba económicamente y consiguiéndoles trabajo en el hotel en temporada alta.

Incluso me pidió perdón por la cercanía y la intimidad de su comportamiento, por si me había dado falsas esperanzas. Entendí en ese momento que se estaba disculpando por si yo creía que él estaba buscando en mí una tabla de salvación con destino España, como ha sucedido en tantos casos conocidos, y me había hecho ilusiones creyendo que él se querría venir conmigo, cosa que ni se me había pasado por la mente. Simplemente, me lo tomé como una aventura maravillosa e inesperada y no me preocupé por nada más, hasta ese momento en el que le agradecí a Raúl, no solo su sinceridad, sino también lo especial que me había hecho sentir durante mi estancia allí.

Obviamente no acepte sus disculpas, en cambio le pedí una última noche de intimidad que decir que rozó lo sublime, sería quedarme corta... Nunca me había sentido tan querida, tan especial, tan bella ni tan mujer. Nunca nadie me había hecho sentir que yo podía ser el centro de su universo. Nunca me había sentido tan valorada, tan mimada, tan cuidada, tan pequeña, tan protegida...

A día de hoy no tengo palabras para definir lo que ocurrió entre Raúl y yo, está claro que él tiene su vida, su familia y su trabajo allí y yo lo último que quiero es atarme a nadie, pero ha sido tan maravilloso y ha terminado tan limpio, de una forma tan natural como empezó, que efectivamente lo recuerdo como un sueño maravilloso...

El timbre me saca de nuevo de mis ensoñaciones y percibo el rico olor a café. Decido envolverme en mi nueva bata de seda con estampado de palmeras obsequio de Raúl y me incorporo metiendo los pies en las chancletas de andar por casa. Cuando salgo al salón, veo a Juanant analizando casi con mirada de rayos X un enorme paquete que acabamos de recibir:

-          ¿Qué se supone que es eso? – pregunto señalando el paquete.

-          No sé, dímelo tú, es para ti... - responde mi niño Juanant con socarronería. "¡¿Para mí?!" Nunca he recibido un paquete tan grande, bueno a decir verdad, nunca he recibido nada. - ¡Venga, "Mari Flor", ábrelo que estoy en ascuas! – me apremia Juanant.

No tiene que pedírmelo dos veces me tiro de rodillas delante del enorme paquete envuelto en papel de embalar color manila y lo rasgo sin cuidado.

Ante nosotros aparece un lienzo de por lo menos metro y pico por setenta u ochenta, envuelto en varias capas de plástico de burbujas.

-          Con cuidado ahora, Angel Sue... - susurra Juanant, profundamente intrigado.

Cuando las burbujas empiezan a dejar visible la superficie del cuadro nuestros ojos no dan crédito a lo que ven. Es la foto que hizo Scott, esa en la que salimos Raúl y yo arrodillados, besándonos sobre el charco con la tormenta de fondo y reflejo de alas luminosas. El poder verla en este tamaño resalta aún más si cabe su impactante belleza. Es como estar mirando un sueño. Es el perfecto resumen de estos últimos días.

De la parte de atrás sale una nota escrita en inglés, en la que Juanant dice que pone: "Porque no todos los días se conoce a un ángel de verdad. Para Angel Sue, con sincero amor: Scott". No puedo evitar que las lágrimas inunden mis ojos, al tiempo que Juanant se arrodilla a mi lado y me rodea con sus brazos alrededor del cuello a la vez que apoya su frente en mi mejilla e igual de emocionado que yo.

No puedo entender como todos ven en mí algo que yo no veo, algo que no soy, algo que no he ansiado ni querido ser. Pero lo cierto es que no me siento como la antigua Susana, esa mujer de pelo aburrido y ropas antiguas esclava de su rutina. Entiendo que mi situación ahora es otra pero no me explico como he llegado a dar este cambio tan brutal. Me parece imposible que un simple cambio de look no puede haberme llevado a dónde estoy ahora mismo...

El timbre suena de nuevo sacándonos de nuestras particulares ensoñaciones. Juanant se ofrece a ir mientras me incorporo y arrastro el lienzo hasta un lateral del salón, sin salir de mi asombro, apenas si me reconozco en la imagen, pero sé que soy yo porque lo viví, lo sentí y lo disfruté.

Juanant aparece con otro ramo de flores, pero anuncia que este es para mí. Son tres flores del paraíso, cada una de un tamaño atadas con unas cintas naranjas del mismo tono de algunos de los pétalos. De la cinta cuelga una tarjeta:

"Mamita, usted ha sido un sueño

que siempre guardaré en el corazón.

Sea feliz, se lo merece".

De repente, parece que los miles de kilómetros que nos separan se hacen centímetros y de algún modo mágico el espacio se evapora y los recuerdos aún cálidos de unas expertas manos sobre mi piel me abrasan y me hacen perder la respiración, la concentración y hasta el mismo equilibrio. Siempre guardaré todos estos maravillosos recuerdos dentro de mi alma.

Lo primero que hago es ir a la cocina a buscar mi taza de café y mientras la degusto me pongo al día haciendo unas cuantas llamadas de agradecimiento, empezando por Scott y siguiendo por Raúl.

Juanant coge el cuadro y lo apoya en el aparador que hay frente a los sofás, ese que tiene a tope de dvd's y cd's, justo en el sitio donde debería haber una tele pero no la hay y se asiente a sí mismo con la cabeza, convencido de que ese es el mejor sitio para que esté la foto de Scott. Yo me opongo en rotundo porque creo que es un sitio demasiado visible y privilegiado pero me convence diciendo que una foto del magnífico Scott no se puede esconder detrás del armario, que es una obra de arte para que todo el mundo la vea y ahí se tiene que quedar.

Me dejo convencer a cambio de que me deje invitarlo a almorzar y así hacemos. Nos arreglamos para dar un paseo y comer juntos, alejados de las flores, del timbre y de los repartidores que deben empezar a pensar que ocurre algo raro. Desde luego para mí es rarísimo que en menos de tres horas hayamos recibido seis ramos de flores, un cuadro y dos libros. Según lo que me cuenta Juanant, siempre que se estrena un catálogo de la calidad de éste es muy normal que las marcas y patrocinadores, agradezcan el trabajo de esta forma. "Y yo pensando de qué vivirían los de las floristerías... Cómo cambia la vida..."

Salimos del loft con ropas de cocktel demasiado arreglados para ser un jueves, pero Juanant insiste en que el club de golf, da igual que día sea, todo el mundo va muy arreglado. Yo me dejo aconsejar y estreno un fabuloso vestido de gasa rosa, a juego con los rombos del chaleco de Juanant que parece que va a jugar el open de Australia.

El buffet libre del club de Golf es muy sibarita, a la vez que exótico. La comida es tan rara y sofisticada que apenas si puedo diferenciar si lo que estoy cogiendo es carne o pescado. Canapés, rollitos, saquitos y tartaletas, de diferentes formas y colores. Esculturas hechas con las frutas y verduras. Brochetas con esferas y cubos de alimentos imposibles de adivinar... eso sí, todo está buenísimo y más cuando Juanant me sugiere acompañarlo con un vino blanco espumoso y afrutado que entra que ni lo vemos pasar.

Juanant como siempre me va "informando" de quiénes son las personas que andan por allí, me presenta a los más allegados y cuchichea sobre los cuernos, líos, hijos, hijas, queridos y un largo etc.

Durante los postres, Juanant se tensa al ver a lo lejos a un hombre recio y alto, bronceado y con un espeso pelo anillado canoso. Lleva unas gafas de aviador de espejo que sumadas a su seriedad y al polo negro, le dan una sensación de seriedad y omnipotencia que hace que me tiemblen un poco las rodillas. Su imagen en conjunto es demasiado severa, rozando la ferocidad. Me produce bloqueo y escalofríos de los malos.

Por lo visto es el Subdirector de la Agencia para la que trabajamos. Se suponía que íbamos a estar muy ocupados volviendo a la normalidad y nos iba a ser imposible volver al trabajo hasta el lunes, pero nos acaban de pillar almorzando tranquilamente en el club de golf.

Juanant tira de encanto personal y se aprovecha de los buenos resultados que está teniendo el catálogo incluso antes de salir al mercado. Pero Don Diego, que no parece tonto empieza a picar a Juanant diciéndole que se han cerrado dos pasarelas sin su visto bueno y Juanant como buena histérica que es empieza a comerse las uñas y a sacarlo todo que quicio.

-          ¡Mañana mismo, a primera hora, estaré en la oficina! ¿Qué ciudades han cerrado? ¿Roma? ¿Milán? – sus pensamientos van a mil por hora, sin darse tiempo para respirar ni para que Don Diego responda, sigue en sus trece. - ¿Quién ha sido Sara? ¿Judith? ¿No habrá sido la mala pécora de Alexandra? Ahhhhhhhhh... - ahoga el grito cuando le doy un pellizco en el brazo, no sé por qué pero creo que el tal Don Diego está disfrutando con esto y me da la sensación que en el fondo no es para tanto.

-          Bueno, Don Diego, encantada de conocerlo y lo dicho, si mañana nos requieren en las oficinas pues gustosamente pasaremos para organizar las pasarelas y todo lo relacionado con este catálogo. – Intervengo educada para distraer la atención del cruel ataque que está transformando a Juanant en un Hidra.

-          Igualmente, ¿Angel Sue? – Cuestiona Don Diego educadamente a la vez que yo asiento encantada con mi mote. – Bonito nombre, por cierto. Y antes de dejarles disfrutar del brunch en paz, me gustaría comentarle que su cara me resulta familiar... - "y a mí la tuya, pero me sería más fácil reconocerte si te quitaras las gafas de sol, pedazo de maleducado".

-          Sí, a mí me sucede lo mismo, - afirmo, educadamente pero sin ganas de darle más vueltas al tarro, decido escaparme por la tangente – seguramente será eso que dicen que todos tenemos un doble en alguna parte del mundo. - Concluimos la absurda conversación con una fingida sonrisa igual de absurda, a la que se suma un Juanant que está totalmente sulfurado.

Don Diego no ha hecho más que darse la vuelta sobre sus talones y Juanant y yo intercambiamos pareceres. Me cotillea que Don Diego es íntimo de Don José Manuel y que fundaron juntos la Agencia hace quince años. Juanant sólo lleva 3 años trabajando para ellos. Entró como auxiliar del ayudante del ayudante, casi tenía que pagar por ir a trabajar, pero en aquel momento era para él más importante meter cabeza en una gran multinacional de la moda. Al poco tiempo, y casi milagrosamente, ascendió al puesto en el que está ahora porque la persona que lo tenía se cambió a una agencia de la competencia y se trasladó a París, entonces fue cuando Don Diego apostó por él como joven promesa en contra de los pensamientos de Don José Manuel que prefería meter a una persona, según él más cualificada, y dejar a Juanant de auxiliar del  ayudante del ayudante. Pero al final pesó sobre la junta la opinión de Don Diego, el Subdirector, y desde entonces, Juanant se afana por demostrarle al jefazo, en cada nuevo proyecto que es el justo merecedor del puesto que desempeña.

Según Juanant desde que yo he aparecido esa está ocurriendo en mayor medida y por eso le fastidia a Don José Manuel, que siempre ha buscado la fisura para rebajar a Juanant de categoría profesional.

-          ¿Qué te pasa "Mari Flor" que te has quedado encantada?

-          Lo cierto es que no sé qué me pasa, no sé si es porque aún estoy con el jet lag del viaje o por qué, pero sí que tengo la sensación de conocer a Don Diego de algo... Es esa típica sensación de familiaridad pero demasiado borrosa como para llegar a ninguna conclusión coherente. No sé si me explico...

-          No sé si te explicas o no, pero como yo me entere de quién está organizando las pasarelas a mis espaldas la voy a poner bocabajo ¡y voy a usar sus pelos de fregona! – no puedo evitar reírme al imaginar a la siempre impertérrita Judith, con su eternamente perfecto moño deshecho y las patas para arriba mientras Juanant la zarandea para fregar el suelo con su cabeza.

-          Tranquilo me ha dado la impresión de que el pollo este va de farol. – Afirmo buscándolo con la mirada afilada. - Te quiere escamar para que sientas la necesidad de ir a la oficina... - Juanant se ríe nerviosamente.

-          Ay, querida, el pollo dice... - Se ríe de nuevo. – El pollo tiene muchos tiros dados y como desde que estás en mi vida todo me va mejor y además creo que llevas razón, pues me voy a dedicar a dormir la mona y el lunes dios dirá. Además mi amigo el camarero del bar de salsa, ese al que apodaste Conan, el Bárbaro...

-          Ah, el de las abdominales – interrumpo.

-          Sí, justo ese, me ha dicho que Héctor, ha preguntado por ti en varias ocasiones... - su mirada maliciosa me da a entender que Héctor con su porte imponente y su cuello de toro ¿quiere tema conmigo?

-          ¿¡A ver si ahora va a resultar que soy irresistible para todos los mulatos!? – pienso extrañada en voz alta.

-          Anda, esta, ¿y qué de malo tiene eso? Para tu información no son todos, por ahora han sido dos y... ¡Ojalá fuera yo irresistible para esos guapos mulatos!

-          Mira, Juanant, no me líes que todavía tengo agujetas en lugares que ni sabía ¡que podía tener músculos! – exclamo pensando en Raúl y ambos nos reímos a carcajadas brindado por mis agujetas.

-          No es cuestión de liarte, es cuestión de si vamos a ir o no a mover el esqueleto... - Juanant pone mirada suplicante.

-          Vale – convengo, - pero solo si me prometes que a la vuelta nos parará el mismo policía ¡con su pito! – rompemos a reír a carcajada limpia al recordar la que lié la otra vez preguntando al policía del control por su pito, bajo las escrutantes miradas de los pijos del club de golf.

El sonido atronador de los metales de la salsa cubana impacta en nuestros oídos, haciendo casi imposible entendernos con Conan, pero tampoco hace falta, con servirnos dos mojitos estaremos más que satisfechos.

Me siento en un taburete alto mientras Juanant tontea con el petado camarero, intentando rememorar como me he dejado convencer  para venir hasta aquí, porque aunque tampoco hemos hecho ningún trabajo especial, ha sido un día fuerte de emociones, así que solo capaz de pensar en dormir.

-          Juanant... - lo nombro llamando su atención.

-          Sí, dime, Angel Sue.

-          Creo que me voy a ir, estoy cansada, pero tú quédate y disfruta.

-          Pero...

-          Pero nada, tu eres joven y tienes a Conan esperando y yo necesito descansar. ¿Vale?

-          ¿Estás segura?

-          Sí – le acaricio su carita, me termino el mojito, mentiría si dijera que no importa no haberme encontrado con Héctor, pero estoy tan cansada que me bajo del taburete pensando en la alegría que me va a dar cuando me quite los zapatos y me meta en la cama.

Me despido de Juanant y de Conan lanzando un beso y me salgo del garito. Espero paciente en a que pase un taxi, cosa que no ocurre, así que decido pasear tranquilamente por la acera hasta que vea pasar uno.

Me despierto descansada y relajada, no recuerdo lo que he soñado, pero qué mejor sueño que mí nueva vida. Cierro los párpados y me tapo la cabeza con la sábana, entra demasiada luz por la ventana para que sea temprano y yo solo quiero reír.

No oír a Juanant me resulta tan raro como no madrugar por primera vez en muchos años. Las incontenibles ganas de hacer pipí son otro inequívoco indicio de que es más tarde de lo que debería ser.

Me levanto extrañada pero curiosamente feliz y tranquila, y mucho más después de ir al baño. Cuando llego al salón Juanant ha dejado una nota apoyada en un violetero con una margarita blanca:

"Angel Sue, no he podido resistir la tentación

de acercarme a la Agencia, luego te cuento.

¡Disfruta tu desayuno!"

Ha sido tan atento que ha dejado sobre la isleta de la cocina el té en mi taza de vidrio favorita, las tostadas, el azúcar de coco y un cuenco rosa de porcelana con muesli y frutos rojos. La verdad es que este mocoso es un amor. Decido mandarle un whatsapp de agradecimiento y cuando cojo el móvil del aparador del salón, dónde anoche lo dejé cargando, veo que tengo varios mensajes de Juanant. El corazón me da un vuelco involuntario y se me para en seco.

"Fiesta el sábado noche. Lanzamiento catálogo.

Para qué mierda habré venido. Soy gili..."

"¿En serio? No me lo puedo creer, esto es un no parar. A este ritmo si no explotamos será un milagro del cielo".

Lo llamo porque paso de perder el tiempo escribiendo whatsapp. Lo primero que hago es agradecerle el desayuno, pero a duras penas puedo contener la metralleta en la que se ha convertido Juanant. Evito de milagro la tentación de preguntarle cuántos cafés se ha tomado porque sé que de seguro me mandaría a la mierda.

Una vez que trazamos el plan de actuación, me doy una rápida ducha, me pongo ropa cómoda y ocupo la enorme mesa de oficina que hay en una esquina del salón. Me recojo mi aún húmeda melena roja haciendo un moño con un lápiz y me sumerjo en el ordenador y el teléfono hasta que pasadas casi cinco horas todo está a punto.

Juanant entra justo cuando se cierra el ordenador mientras me masajeo las cervicales logrando cierto alivio.

-          Querida, Angel Sue, vente al sofá. Lo que necesitamos es una buena copa de vino, porque en menos de dos horas estaremos en plena vorágine...

-          Bueno, un buen masajista nunca viene mal...

-          Cierto, pero a falta de masajista tío bueno, buenas son dos copas de Merlot.

A falta de cinco minutos para las diez de la noche un ansioso Juanant me coge la mano en un intento de infundirse e infundirme fuerza antes de salir de la limusina. El auditorio de la agencia, tres plantas por encima de ésta, en el mismo rascacielos, nos aguarda.

En la entrada coincidimos con Scott, el fotógrafo y Fiona, que lucen maravillosos con sus trajes de gala. Él parece hecho a medida para el fabuloso esmoquin que no le hace ni una arruga. Fiona, es tan guapa y tan delgada que aunque llevara un saco de arpillera amarrado con un ramal seguiría estando igual de estupenda que con ese vestido ajustado de manga larga y cuello redondo beige con hombreras de pedrería.

Al entrar al ascensor soltamos aire como si hubiéramos estado buceando y nos echamos a reír a la vez. Nos abrazamos y acto seguido aprovecho para agradecer de nuevo la foto a Scott que sonríe pícaramente quitándole importancia.

Las puertas se abren y cuando salimos hacia el lujoso hall de entrada del auditorio no doy crédito a lo que ven mis ojos.

-          Scott, dime que no es cierto... - acierto a balbucear.

-          Si te dijera eso mentiría, Angel Sue...

No puedo creerlo. Decir que estoy atónita sería poco. No puedo caminar, me acabo de quedar paralizada, me falta el aire y un retortijón me revuelve las tripas. Creo que siento ganas de llorar y de vomitar a la vez.

-          Angel Sue, ¡reacciona! – Juanant me zarandea pero lo único que se escucha es la fabulosa espalda de pedrería de mi vestido tintinear en el silencio de la tensión que la visión de mi foto con Raúl como portada del catálogo, ha creado.

Veo la imagen repetida en decenas de portadas, así como en los vinilos que cuelgan a ambos lados de las puertas del auditorio, pero sigo sin dar crédito.

Juanant me coge del brazo y me encamina hacia la entrada y cuando pasamos el umbral, veo mi imagen proyectada sobre la pantalla del fondo del escenario y creo que voy a morir. Me entran sudores fríos y me tiemblan hasta el cielo de la boca. No me puedo creer que hayan decidido poner mi foto, si yo no soy modelo, yo no soy nada...

Siento que las paredes se cierran sobre mí y una sensación de claustrofobia me invade de pies a cabeza. Sin pedir explicaciones ni darlas doy media vuelta sobre mis talones y busco una via de escape. Los tacones junto con el vestido largo hasta los pies, no me dejan mucha movilidad, aun así escapo por un corredor siguiendo las indicaciones hasta conseguir esconderme en el baño.

-          Hola, ¿fumas? – Una mujer rubia y muy emperifollada con un escote y unas tetas de veinteañera aunque yo creo que tiene mi edad más o menos, me ofrece un cigarro con desinterés, supongo que para hacerme cómplice de su ilegalidad ya que está prohibido fumar en todo el interior del edificio.

-          Hoy, sí. – Acepto el pitillo con manos temblorosas y me lo llevo torpemente a los labios. Me ofrece fuego y doy una calada como hacía años que no daba. Probablemente no fumo desde la boda de mi sobrina Tere hace ya más de tres años.

-          Joder, pues sí que te hacía falta un cigarro. – Se sorprende la mujer en el mismo tono indiferente. - ¿Champán?

-          ¡Ya te digo! – La mujer me ofrece una copa que vacío del tirón. – Eres el mejor control de avituallamiento del mundo.

-          ¡Mira que me han llamado cosas en esta vida, pero es la primera vez que me llaman control de habituallamiento...

-          Lo siento, permítame que me presente, soy Angel Sue, la ayudante de Juanant y el muy cabrón en complot con Scott, el fotógrafo, no me habían avisado que soy la portada del nuevo catálogo. – Extiendo la mano.

-          Encantada. – Me la estrecha. – Soy Marta la mujer de José Manuel y acabo de pillarlo hace escasos diez minutos, por enésima vez liándose con Judith, su secretaria en la mesa del despacho y le he pedido el divorcio, pero claro, me ha suplicado que aguante la gala de esta noche. – La mandíbula se me desencaja, tanto ante la información, como ante la frialdad que aparenta esa mujer.

-          Lo siento... - musito con un hilo de voz.

-          Ni caso, esto era de cajón, demasiado he aguantado ya a ese pedazo de cabrón libertino.  – Al tono de indiferencia se le suman unos tintes de rabia, muy lógica por otra parte. – Así que Angel Sue, disfruta de tu noche y no dudes que Juanant y Scott juntos serían capaces de dominar el mundo si quisieran. - Ambas reímos antes su comentario.

Marta apaga el cigarrillo y sale lanzándome una mirada, pero necesito un minuto más, cosa que ella entiende perfectamente. Asiente y susurra un  te veo luego. Poniendo una teatral y fingida sonrisa sale del baño a la que puede que sea su última noche de casada, eso sí con unos cuernos la pobre que no sé cómo no se ha atrancado con el marco de la puerta. "¿Serán igual de cabrones todos los tíos del mundo?" Desde luego el tal Don José Manuel parece que se las trae. Su tono autoritario, su manía con el pobre Juanant, sus exigencias, su excesivo control sobre todo... Me da la sensación que es todo lo contrario a Don Diego, el Subdirector, aunque sigo sintiendo oscuros escalofríos cuando pienso en ellos, será por eso de que son los jefes.

Cuando llego al auditorio encuentro mi sitio, junto a los traidores que sonríen como Judas. Más calmada y con cuatro copas más de champán parece que todo se calma. Eso sí el discurso de Don Diego está resultando ser un coñazo. Me sigue resultando familiar pero no lo termino de ubicar...

Cuando acaba, anuncia que van a proyectar las fotos del catálogo. La mesa de al lado aplaude y vitorea dicho anuncio y cuando me giro veo que son las modelos acompañadas por algunos de los alemanes del hotel. No puedo evitar sonreír aunque una duda me paraliza. "¿Y Raúl? ¡No habrán tenido los santos cojones este par de liantes de raptar a mi mulato!"

La ovación que sigue a la proyección de las fotos del catálogo es interrumpida por la melosa voz de Don Diego que da paso a Don José Manuel. Los aplausos estallan, parece que al fin lo voy a conocer, pero un nuevo retortijón me estruja los intestinos y tengo que salir más que de bulla y corriendo a los baños de nuevo.

-          Enhorabuena, ¿un cigarro? – Marta parece que ha instalado su particular campamento base en los baños para poder fumar.

-          ¡Ahora! – entro corriendo al retrete y maldigo mi suerte. Cagalera, ¿justo esta noche...? Y con la mujer, bueno exmujer, bueno futura exmujer del jefazo, ahí fuera.

-          ¿Angel Sue, estás bien?

-          Sí, sí... - "¡Mierda! No, mierda no... ¡Joder!" Sollozo en silencio. – Ya salgo.

-          ¿Cigarro? – me pregunta.

-          Sí, por dios. Y, por casualidad, no tendrás...

-          ¿Champán? – y se arrodilla sacando una botella de debajo de los lavabos.

-          Sííííííííí - de verdad que lo necesito.

-          Sírvete – me dice bebiendo a morro.

Reímos e intercambiamos pareceres. Por lo que Marta me cuenta Diego es un cerdo de mucho cuidado. Le van las veinteañeras universitarias y además presume de ello. "¡Qué asco!" A su marido también lo pone a caer de un burro, cosa que me hace mucha gracia y no puedo parar de reír. Parece que la fiesta fuera en el baño y cuando salimos es para aguantar la respiración y el tipo hasta la próxima vez que vayamos al baño.

Visiblemente más relajada, le propongo salir del servicio porque entre otras cosas, me estoy perdiendo el discurso del jefazo y aún no lo conozco ni él a mí, y me temo que hoy no me libro de alguna de sus reprimendas...

Cuando regreso todo el mundo ha abandonado sus sitios, las mesas han sido retiradas y hablan repartidos por el inmenso salón, con una luz un poco más tenue y una relajada música de fondo. Juanant me llama la atención y me explica de qué ha ido el discurso de Don José Manuel, no vaya a ser que nos pille en un renuncio. Asimilo rápido la información cuando el, para mí, ahora despreciable, Subdirector Don Diego, se acerca silencioso a saludarnos y como quien no quiere la cosa nos dice que Don José Manuel, nos está esperando a Juanant y a mí en una salita contigua. "Ahora sí que no tengo escapatoria..."

Atravesamos el umbral, yo voy un paso por detrás de Juanant que son su habitual desparpajo y caradura, no se amilana ante nada ni nadie. Yo voy un poco más reprimida pero el champán me aporta una sensación de ingravidez y eterna sonrisa, bastante agradable.

-          ¡José! - Don Diego le llama la atención. Don José Manuel nos aguarda mirando por la ventana hacia la calle.

-          Ya era hora. – Espeta sin ni siquiera darse la vuelta.

-          Buenas noches, Don José Manuel. – Saluda Juanant en tono neutral.

-          Serán buenas para usted, que ha estado de viaje a costa de mi empresa y se ha permitido el lujo de jugarse el futuro del catálogo sin mi consentimiento y jugando a retocar fotos que las podría hacer mi cría con su teléfono móvil. – suelta toda la parrafada sin inmutarse y sin girarse hacia nosotros. Su voz es aún más varonil y penetrante que cuando lo oímos por la videoconferencia. Yo me quedo de hielo y Juanant sin palabras. Don Diego tose cuando llegamos a su altura pero ni se inmuta.

-          Perdone, que le diga que se equivoca de parte a parte, Don José Manuel. De tener cero esperanzas de poder hacer ni una maldita foto, gracias a la maestría de Scott, a la intución de Angel Sue y a al empeño de un servidor, hemos pasado a tener el mejor catálogo de toda la historia de Business & Style International S.A. le guste a usted o no. – Juanant se gira dispuesto a marcharse y yo lo imito.

-          Un momento. – La fuerza de su voz nos detiene, no quiero imaginarme esa voz en otros contextos, si enfadado consigue ponerme todos los pelos de punta... Ahora entiendo a Judith, no me extraña que haya sucumbido ante su jefe. Un hombre alto de pelo oscuro, de complexión fuerte y con esa voz y esa capacidad para dominar sobre todas las cosas. "¡Miedo me da!" – Ya tenía ganas de conocer a esa tal Angel Sue... - oigo sus pasos aproximarse a nosotros que somos los que estamos de espaldas a él.

Diego saborea un par de carcajadas sabedor del autoritarismo de su jefe que nos tiene bailando a su antojo. Juanant me mira y no necesito más. La mía se vuelve desafiante y fría, no he aguantado 25 años de malos tratos psicológicos por parte de mi Camilo, mi difunto marido, ojalá se esté pudriendo en el infierno, para aguantar a un soplagaitas de tres al cuarto que se cree el ombligo del mundo. La mirada de Juanant se torna traviesa y ambos asentimos a la vez.

-          Pues sí, aquí estoy y opino lo mismo que mi querido compañero Juanant. – Afirmo rotunda a la vez que me doy la vuelta y de nuevo por tercera vez esta noche mi mandíbula se descuelga y vuelvo a alucinar en colores.

-          ¿Angel Sue... eres tú? – pregunta Don José Manuel con el mismo gesto que yo. Don Diego y Juanant también flipan.

-          ¿Ya os conocéis? – pregunta Juanant señalándonos a ambos con el índice de su mano derecha.

-          No, bueno sí, no sé... ¿Susi, eres tú? - titubea Don José Manuel ante la escéptica mirada de Don Diego, que se acerca hasta quedar un paso por detrás del jefazo.

Mis constantes vitales se han evaporado, ahora mismo sé cómo se sienten los vampiros esos pajizos de los Cullen, muertos en vida, sin corazón que les lata dentro del pecho y sin pulso en sus venas. Me parece increíble que el mundo sea tan pequeño y que todo esto esté pasándome a mí. No doy crédito a ninguno de los acontecimientos que me han ocurrido en estas semanas pero lo último que me esperaba es esto. Ahora sí que creo que todo esto es un sueño, un sueño maravilloso aunque puede que se esté convirtiendo en pesadilla... Sin salir de mi asombro solo acierto a decir una única palabra sin poder apartar la vista del para mí conocido rostro del jefazo:

-          ¿Chemita...?

Continuará...

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