Capítulo 6. Después de la tormenta...

Capítulo 6. Después de la tormenta...

Como dice el famoso refrán: "Después de la tormenta... ¿Siempre viene la calma?"

No necesito abrir los ojos ni salir de debajo de las sábanas para saber que ahí fuera, allende la ventana, la tormenta, desafortunadamente, sigue igual, o peor, que ayer. El hueco aún cálido que ha dejado la ausencia de Raúl me reconforta el espíritu de la misma manera que su compañía me ha reconfortado el cuerpo...

El simple hecho de recordar el roce de sus labios en mi piel, sus dedos hundidos en mis caderas tirando fuerte hasta chocar enérgicamente con las suyas, la cadencia sinuosa de su cuerpo obrando milagros en el mío, hace que me estremezca y me sea imposible borrar esta expresión de idiota de mi cara...

"¡Madre mía, no me lo puedo creer, juro por las sagradas escrituras que no recordaba el sexo así de apasionado y salvaje!" Tengo la sensación de que en el par de horas de anoche que he fui capaz de aguantar el frenético ritmo de Raúl, he concentrado toda una vida de sexo insulso y la he sustituido por un máster en sexo caliente y desmedido, ¡y lo mejor de todo es que me ha encantado! Por dios, que de posturas y que de cosas, me ruborizo solo de recordarlo... ¿"Eso" será así siempre?

Empiezo a pensar que no sé si ha sido buena idea porque ahora solo soy capaz de sentir que... ¡QUIERO MÁS! Apenas hace media hora que Raúl me ha deleitado con un sexo, se podría llamar "mañanero", suave, jugoso, tortuosamente lento y placentero, en el que después de despertarme con tímidos besos por toda mi cara, mi cuello y mis senos, sus manos han trazado un plan de caricias inapelable al sur del monte de venus, para acto seguido y siguiendo los impulsos más carnales y lascivos, terminar cabalgando suavemente entre mis piernas, hasta el punto mágico de perdernos el uno en el otro, pero a decir verdad yo he hecho bien poco, salvo dejarme hacer y responder a sus caricias con caricias, a sus besos con gemidos y a sus palabras amorosas y calientes con risas, cosa que he agradecido sobremanera porque, por supuesto, tampoco me puedo mover, tengo agujetas hasta en el cielo de la boca, literalmente, ya sabéis lo que digo.

-          ¡Jajajajajajajaja! — no puedo evitar reírme a carcajadas. — ¡Ay, ay, ay, ay! — lo cual hace que me duela todo. - ¡Jajajajajajajaja! — cosa que me hace reír de nuevo. - ¡Ay, ay, ay, ay! — y me vuelve a doler todo...

-          ¡Vaya, vaya! — Juanant irrumpe como un tornado fuerza 5 por la puerta interna que comunica las habitaciones. - ¡Buenos tenga usted, Reina de Saba! — hace una ridícula reverencia que me causa mucha risa pero como me duele todo me quejo y me rio alternativamente.

-          ¡Buenos días, mi niño! — saludo sujetándome la barriga con una mueca de dolor.

-          Me imagino que tendrá usted hambre... - cómo lo sabe el muy condenado.

-          ¡Estoy famélica! — afirmo. - ¿Desde cuándo tener relaciones da tanta hambre? — Pregunto inocentemente. Juanant explota en carcajadas que me contagia de modo que sigo con mi particular alternancia risas-quejas.

-          ¡Ay, mi querida Angel Sue...! El sexo da hambre de siempreeeee

-          ¿Seguro? — pregunto extrañada. — A mí es la primera vez que me pasa... - no salgo de mi asombro.

-          Claro, querida, ¡PORQUE NUNCA TE HAN FOLLADO EN CONDICIONES!

-          ¡Alaaaaaaaa! Pero mira que eres animal cuando quieres, hijo mío... - le reprimo de cachondeo. - Pero llevas toda la razón del mundo: ¡NUNCA ME HABÍAN FOLLADO EN CONDICIONEEEEEEES! — Juanant se tira a la cama y el rebote del colchón me mueve de tal forma que todo mi cuerpo es una agujeta viviente y me resiento. — Pero anda, ven y ayuda a esta pobre anciana a llegar hasta la ducha...

Cuando llegamos al bar para desayunar nos encontramos un panorama desesperanzador. Las mismas personas que anoche reían y bailaban en la penumbra de una atípica noche en el mar Caribe, lucen hoy cabizbajas, ojerosas, algunas incluso llorosas. ¿Qué ha ocurrido? Juanant y yo observamos como todas se agolpan alrededor una televisión que cuelga sobre unos de los laterales da la barra. Nosotros también nos dirigimos hacia allí intrigados cuando empezamos a detectar que están viendo un noticiario que enumera una por una todas las instalaciones, edificios o barrios que el vendaval se ha llevado por delante, así como un detallado informe sobre víctimas. Entre muertos y desaparecidos la cifra se eleva a una magnitud escalofriante, incluyendo un colegio en el que tuvieron que hacer noche todos los escolares y se ha desplomado sobre sí mismo.

La mandíbula se me descuelga y las lágrimas se me derraman solas de los ojos en el mismo momento que los brazos de Raúl me rodean la cintura desde atrás y me reconfortan.

-          Mamita, preciosa, aquí estamos a salvo... - me susurra al oído y me besa en el hombro, sin duda alguna lleva razón, pero no puedo dejar de pensar que la vida es muy injusta. Mientras yo estaba retozando alegremente en mi cómoda habitación de hotel, redescubriendo de la mano de este monumento viviente los placeres de la carne, unos indefensos chiquillos han muerto muertos de miedo y de frío...

Me echo a llorar al tiempo que Raúl me da la vuelta y me aprieta contra su cuerpo. Aprovecho para esconder mi cara en su pecho, al tiempo que me acaricia y besa la cabeza, intentando tranquilizarme, justo cuando Juanant nos interrumpe:

-          Angel Sue, creo que deberíais ver esto... - anuncia Juanant sin despegar los ojos de la pantalla.

Cuando miro hacia la tele y reconecto mis sentidos, la guapa muchacha del telediario está diciendo que se ha procedido a cerrar los espacios aéreos, que es muy posible que los teléfonos no funcionen y que nos quedemos aislados durante varios días, porque la tormenta tropical está evolucionando hacia tifón y se cree que en las próximas horas alcance la magnitud de tornado. Empiezan a poner mapas con las posibles trayectorias y alertan a la población que durante las próximas 48 horas es crucial que permanezcan encerrados en sitios seguros habilitados en los diferentes pueblos y que no descartan que se pierdan en breve todo tipo de comunicaciones.

El escenario es dantesco. Mis sobresaturados sentidos se niegan a recibir más información de modo que me escondo de nuevo en el confortable pecho de Raúl, que se aparta un poco, para coger el mando a distancia de la barra y apagar la tele, cosa que creo, todos agradecemos porque ya hemos tenido bastante.

-          A ver, un poco de atención, les habla Raúl Gómez, subdirector de estas instalaciones y encargado de la seguridad en situaciones de emergencia. - "¡Ahí va! El subdirector del Hotel..." no sé qué pensar pero da igual porque la potente voz de Raúl irrumpe de nuevo el latente silencio. — Como todos hemos podido comprobar la situación es peor que la de ayer, de modo que vamos a activar el protocolo de tornados para velar por su seguridad y la de las instalaciones. — Se produce un lamento generalizado. — Lo primero es pedirles calma. Lo segundo es comunicarles las zonas del hotel que son seguras. Bar, salón Caribe, salón Mares del Sur, recepción, cocina y todas las habitaciones desde la 100 a la125. — Empieza un murmullo generalizado de todos aquellos cuyas habitaciones no corresponden a esos números, pero Raúl que parece muy experto en estas cuestiones no da pie a réplicas. — Todos aquellos que se encuentren en habitaciones superiores diríjanse a Recepción para ser reubicados. Atención personal: Protocolo Huracán activado, coloquen contraventanas y dispositivos de seguridad según el último simulacro. — Raúl habla a través de un walkie. — Mamita, tengo que organizar todo... - me dice con pena. Entiendo que debo soltarme de su brazo y asiento, a la vez que compensa mi tristeza con un dulce beso en la frente. — A todos los clientes les anuncio que el desayuno está servido en el salón Mares del Sur, gracias por su colaboración y ante cualquier duda, antes de actuar pregunten al personal del hotel que estaremos encantados de atenderles, gracias.

Raúl se suelta de mí y se aleja, desapareciendo por la puerta que da al hall de entrada. Me giro sobre mis talones buscando el rostro de Juanant pero no lo encuentro. Cuando me estoy empezando a alarmar veo que está apartado del resto que nos hemos quedado inmóviles delante de la tele apagada, mientras él realiza aspavientos y maldice mirando al cielo.

Me acerco y veo que está intentando realizar una rellamada, pero el teléfono se empeña en no hacerlo.

-          ¿Qué ocurre Juanant?

-          Ocurre ¡que te has tirado al subdirector! — Ríe fuera de órbita, pero ante mi expresión de fastidio, admite mirando al teléfono móvil, - antes de que ser cortara la comunicación Judith, la secretaria personal de Don Jose Manuel, me estaba informando que debido al cierre del espacio aéreo, nuestro avión ha sido el último en aterrizar y que el jefe no va a poder venir, obviamente, pero que necesita las fotos a nuestra vuelta sí o sí.

-          ¿Y?

-          ¿Cómo qué "y"? — Señala con la palma hacia arriba hacia las ventanas que están empezando a ser selladas desde fuera con maderas y clavos por personal del hotel que más bien parecen ser los hijos del "Capitán Pescanova". - ¿¡Qué cómo cojones vamos a hacer las putas fotos con este tiempo de mierda!?

-          Cuida tus modales y tu lenguaje, señorito, ni tú ni yo tenemos la culpa del tiempo. — Le reprendo. — Ya se nos ocurrirá algo... No dijiste algo de photoshop...

-          Claro, pero para poder meter fondos se necesitan focos e iluminación especiales, y no creo que el hotel disponga ni de ellos, ni de la energía suficiente para cargar ni tan siquiera las baterías de las mil cámaras de Scott, el fotógrafo. — El simple hecho de pensar en Scott, le cambia el humor a Juanant, que sonríe malévolamente, a saber qué pasa por su mente... Anoche... Anoche hablaron durante mucho rato, habrá habido algo más... bueno eso lo aclararé luego.

-          Anda, vamos a desayunar, que las penas con pan son menos...

Bajamos la amplia escalinata de mármol blanco y cuando llegamos al salón Mares del Sur todo está ricamente servido igual que ayer, el buffet tiene de todo y no han escatimado en usar ricas vajillas y mantelerías. Preciosos centros florares adornan las mesas y otorgan un aroma fabuloso a la estancia que en lo único que se diferencia de las demás es que no tiene ventanas.

Parece que por la construcción del hotel esta sala está bajo el nivel de la superficie, tiene acceso directo a las cocinas que están contiguas, mientras que la recepción y el bar, están justo sobre ésta, con lo cual formarían un único cuerpo sólido de edificio. El salón Caribe, contiguo a la recepción y las habitaciones de la planta baja, justo, debajo del salón, pero con ventanas debido al desnivel, forman otro cuerpo sólido, y más que lo será en cuanto terminen de tabicar las ventanas.

La verdad sea dicha, toda el hambre voraz que sentía esta mañana se ha evaporado con las desconsoladoras noticias, de manera que me sirvo un poco de esto y de aquello sin mucho afán y picoteo en el plato. Es una pena, porque todo tiene un aspecto delicioso, pero las imágenes de los niños en la escuela y de tantas víctimas de este cruel despropósito de la naturaleza, nos han dejado a todos pensativos y cabizbajos.

-          Buenos días. — Musita Scott, que con dos tazas en una mano y un plato lleno de huevos revueltos y bacon en la otra, se planta delante de la mesa que ocupamos Juanant y yo. — ¿Os importa si os acompaño?

-          Para nada, por favor, toma asiento. — contesta rápidamente Juanant que se levanta y busca una silla para Scott mientras éste suelta su desayuno. "Aquí ha pasado algo lo presiento..."

-          Gracias. — Scott agradece a Juanant al tiempo que yo intento buscar en su lenguaje corporal algún gesto que confirme mis sospechas pero nada. — Ah, Sue, por cierto... - ¿me habla a mí?

-          Sí, dime Scott — me llevo un trozo de pan a la boca justo al tiempo que Scott saca su móvil y busca algo. Cuando lo encuentra su cara se ilumina y lo planta delante de la mía.

-          Pero... - me acabo de atragantar con el trozo de pan y me quedo sin palabras, mi mandíbula se descuelga y soy incapaz de masticar. Atónita es una palabra suave para describir mi estado.

-          ¿A ver? — Juanant curioso, coge la mano de Scott, redirigiendo la pantalla del móvil hacia él y su reacción es la misma que la mía: mutismo y sorpresa. - ¡La madre que te parió! ¡Eres el mejor, eres el jodido rey de la fotografía!

Lo que estoy viendo es una de las instantáneas que hizo Scott anoche durante la fiesta. En ella aparecemos Raúl y yo iluminados en el centro de la pantalla, de rodillas y besándonos mojados por todo el agua que caía a través del ventanal abierto. Al fondo las nubes son de un gris oscuro, a excepción de una zona marginal dónde un rayo toca desde las nubes el suelo, haciendo que grietas de luz atraviesen la panza de la nube y se ilumine hasta zonas más superiores más claras que le otorgan al conjunto un aspecto fiero y amenazante, característica que es resaltada por las bamboleantes palmeras cuyas hojas se organizan todas en la misma dirección y sus flexibles troncos que se flexionan a favor del insistente viento, el mismo que revuelve nuestros cabellos y nos tapa ciertas zonas de la cara. Además Scott, ha retocado los colores de manera que todo está en un plomizo blanco y negro a excepción de mi vestido de estampado floral en tonos berenjena y rojo, el mismo rojo que destaca mis labios, a juego con mi cabello, y la guayabera en tonos celestes de Raúl, que hace resaltar el color océano de sus ojos; colores que en conjunto parecen haber captado todo el sol y toda la luz de nuestro personal momento pasión, dejando a la isla sumida en un caos perpetuo. Y toda esa luz se refleja en el charco que se ha formado sobre la superficie pulida del suelo, dónde nuestros reflejos coloreados tienen además añadidos unos destellos asemejando lo que podrían simular unas alas luminosas, lo que nos otorga una delicada ligereza que hace que parezcamos figuras etéreas y mágicas, que otorgan toda la calidez y belleza necesarias en un mundo de oscuridad y tinieblas.

La imagen es tan maravillosa que me dan ganas de llorar y reír al mismo tiempo. Tengo que mirarla varias veces para cerciorarme que soy yo la que aparece y no cualquier modelo. Es sencillamente perfecta. Scott, sin duda tiene bien merecida su reputación.

-          Bueno, ¿qué? ¿no me dices nada, Sue? — pregunta el guapo fotógrafo con pícara sonrisa.

Sigo muda, pero una luz muy distinta se ha encendido en mi mente de pronto. Con este mago de la imagen todo es posible. La prueba está delante de mis ojos. Me encaro a Juanant que espera mi reacción, lo agarro fuerte de las manos.

-          Angel Sue, ya sé que la foto que te ha hecho Scott es genial, pero... ¿sería mucho pedir que reaccionaras?

-          Ay Juanant, ay Juanant, ay Juanant...

-          ¿Te duele todo? Ok, ¿y...?

-          Que no. Que no.

-          ¿Qué no te duele?

-          Que sí.

-          Angel Sue, ¡quieres aclararte!

-          La foto, la foto, la foto...

-          Sí, hija sí, la foto. Ya te dije que Scott era el mejor, vale cada euro que pagamos por él aunque con este tiempo de mierda...

-          ¡ESTE TIEMPO ES UNA BENDICIÓN! — exclamo y me pongo en pie arrastrando conmigo a un sorprendido Juanant.

-          Pobrecita, es lo que tiene el buen sexo, que aturde la mente... Angel Sue, bonita, ¡que coño te pasa! — Lo que Juanant no sabe es que mi mente va a mil por hora.

-          ¡Raúl! ¡Raúl! ¡Raúl! — salgo a correr, recordando a los hijos del Capitán Pescanova, en busca de Raúl, pero Juanant y Scott se quedan inmóviles en su sitio. - ¡Vamos! — Grito a la vez que giro y ambos dan un pequeño repullo. - ¡Vamos! Hay que encontrar a Raúl.

-          ¿Tanta urgencia tienes que tenemos que ir todos a buscarte a Raúl? — insinúa Juanant que aún sigue en la inopia. "Menos mal que he venido que si no..."

-          ¡No idiota, vamos ayudadme a buscar a Raúl, antes de que tapien las ventanas del salón Caribe que ya sé cómo vamos a hacer el catálogooooooooooo! — las pupilas de Juanant se contraen y su mirada se afila, al fin ha entendido lo que estoy intentando decir.

-          ¡Será cabrona! ¡Scott no la pierdas! ¡Peluqueros, modelos, maquilladores, TODO EL MUNDO, AL SALÓN CARIBEEEEEEEEE PORQUE... HABEMUS CATALOGUS! ¡Yujuuuuuu!

El olor a rica cena inunda nuestras fosas nasales haciéndonos salivar más que a los perros de Pavlov pero Scott, el dios de los fotógrafos, insiste en aprovechar has el último rayo de luz, así que aguantamos el último tirón de frío, agua y viento, mientras Scott, tirado por los mojados suelos, busca ángulos imposibles.

Los grandes ventanales abiertos dejan entrar el tifón tropical, junto con todo su frío y todo su ruido. Tenemos un equipo de personal del hotel que cada cierto tiempo recoge un poco de agua para evitar que haya algún accidente inesperado. Coco que ha estado desaparecida en combate gracias a las atenciones de un tal Víctor, apareció en el momento justo en el que necesitábamos alguien que se encargara de tener siempre mantas y toallas secas y disponibles para evitar que los y las modelos caigan en hipotermia, de manera que se pasa todo el rato repartiendo toallas y mantas secas, recogiéndolas húmedas, bajando a las secadoras de la lavandería, subiéndolas secas, vuelta a empezar...

Justo cuando todos estamos exhaustos y al borde del motín, por mucha posturita y muy guapo que sea el genial Scott, Raúl acompañado por tres camareros más nos traen un par de bandejas repletas de latas de diferentes bebidas y dos más con suculentos canapés de todos los colores para ir abriendo boca. No puedo evitar sonreír al verlo entrar sonriente y guiñándome el ojo como siempre. No hace falta mediar palabra alguna, se dirige decidido hacia mí y me rodea con sus fuertes brazos a la altura de la cintura acercándome hacia él hasta que nuestros cuerpos se rozan peligrosamente y hace que mis pies se despeguen del suelo.

-          Mamita, la extraño, llevo demasiado tiempo sin pasear mis labios y mis manos por su lindo cuerpo... - su voz ronca y susurrante junto a mi oído consigue arrancarme un escalofrío que me recorre  desde la nuca hasta los dedos de los pies, erizándome toda la piel.

-          No seas zalamero... ah, y gracias por todo... - miro a mi alrededor para agradecerle que nos deje usar las instalaciones aun a riesgo de la propia seguridad de la instalación, y también paseo mi vista sobre los atractivos canapés, la verdad es que tengo mucha hambre, no hemos parado ni a comer...

-          Por usted, lo que haga falta, Mamita, aunque les agradecería que acabasen cuanto antes para poder cerrar los ventanales por fuera antes de que ocurra una desgracia, dios no lo quiera. - Desvía su rostro divertido hacia el grupo de alemanes que están haciendo de forzudos y se dedican a sujetar las ventanas mientras se hacen las fotos para evitar que el viento las mueva incontroladamente y a cerrarlos cuando se hacen los necesarios descansos para entrar en calor. La verdad es que la situación en general es demasiado irreal... — Mamita, ¿qué le parecería si le sirvieran la cena en una suite? — De pronto el tragar saliva se hace misión imposible. Su insinuación me deja fuera de juego... - He pensado en prepararle un baño caliente para devolverla a la vida y tal vez después podamos cenar a la luz de las velas...

-          Raúl. — Mi gesto se torna serio. El de él también. No sé qué quiero hacer o decir pero la proposición es tan irrechazable... - ¿Eres real? — acierto a preguntar.

-          Mamita, pues claro que soy real, estoy aquí... - "Ya, ya "noto" que estás aquí..." Me están entrando los siete males.

-          ¿Por qué eres tan maravilloso conmigo?

-          Mamita ¿por qué es usted tan maravillosa con todo el mundo?

-          Yo no soy maravillosa, soy normal...

-          Pues su normalidad es extraordinaria. Desde que llegó no ha hecho más que ayudar a todos, arreglar situaciones, aportar ideas valiosas y tener la sonrisa más bonita que he visto en mi vida, así que si le parece bien la invito a un baño relajante y a una cena a la luz de las velas...

-          Pero Raúl, si podría ser tu madre...

-          Si usted fuera mi madre, ¡mi padre dormiría en la cocina! — Me guiña y me besa en la punta de la nariz. — La espero en la habitación 125. — Sin más se va y sale por las puertas.

Cuando los hijos del Capitán Pescanova hacen su aparición por fuera de los ventanales, intuyo que Raúl ha dado por concluida la sesión fotográfica, cosa lógica ya que necesitan acabar con la tarea de asegurar las ventanas antes que la noche se les eche encima.

Cuando Scott anuncia que el trabajo ha terminado todos aplaudimos. Juanant me abraza susurrando mil "gracias", yo le respondo apretándolo más y más contra mi pecho. Este joven picaruelo se ha convertido en alguien muy especial... No es como si fuera un hijo, porque con él tengo más confianza y menos responsabilidad, no es como si fuera una pareja porque no tengo relaciones sexuales, no es como si fuera un jefe porque nos contamos todo... Es Juanant, mi niño Juanant. Y es maravilloso saber que puedo contar con él. ¡Bendito Google que nos unió! Si cuando busqué personal shopper me hubiera salido otro en primer lugar habría ido a otro sitio y mi vida sería mucho peor sin duda... Las cosas ocurren porque tienen que ocurrir y a mí me ha ocurrido un Juanant, ¡un Juanant que vale millones!

Scott pasa por detrás de nosotros y no se lo piensa ni un segundo, nos abraza a ambos agradeciéndonos las mejores fotos que ha hecho en su carrera. Está tan emocionado que se disculpa diciendo que va a cenar en la habitación para poder empezar a retocar, junto a su ayudante Fiona, cuanto antes, pero le suelta una mirada de refilón a Juanant, antes de darnos la espalada y abandonar el salón "¡Al fin la pista que llevo todo el día esperando! ¡Aquí hay tomate!"

-          ¿Qué ha sido eso...? — pregunto desinteresada.

-          ¿El qué...? — Juanant me responde haciéndose el longui.

-          Esa miradita de soslayo... - insisto.

-          Imaginas cosas, vieja loca. — "Sí, sí, vieja loca, los cojones".

-          Si no me explicas que ha sido eso, no te contaré lo que me ha propuesto Raúl... - ataco de nuevo en tono despreocupado quemando mi último cartucho. Sé perfectamente que su curiosidad es infinitamente mayor a su capacidad de mantener esa bocaza cerrada. Casi puedo oír sus pensamientos chocar y rebotar dentro de su cabeza. Casi no he empezado a darme la media vuelta cuando Juanant me agarra del brazo.

-          Vale, está bien... Me está invitando a una fiesta privada que habrá en su habitación. — Sé que guarda información.

-          ¿Una fiesta privada? La misma que tuvisteis anoche... - ataco de nuevo.

-          Puede... - su risa traviesa me confirma todas mis sospechas.

-          ¿Puede? — repito en tono interrogativo.

-          Creo que hoy se va a sumar alguien más... - "¡Ahí va!"

-          No lo dirás por mí, yo tengo mi propia fiesta en la suite 125. — La mandíbula de Juanant se descuelga.

-          Ya me contarás como has conseguido embaucar a ese morenazo...

-          Ya me contarás tú cuántos más se suman a la fiesta privada porque tengo el radar de gays atrofiado...

-          Tranquila a tu radar no le pasa nada, Scott no es gay, pero le van los intercambios, las orgias y eso... — Lo dice así tal cual, como si nada. "Madre mía, yo que me creía que el mundo era un lugar muy pequeño y muy aburrido, y resulta que es todo lo contrario, lo que me estaba perdiendo". — Si quieres algún día que no estés tan ocupada con mulatos de infarto te invito a una... - me dice en tono de superioridad creyendo que voy a recular.

-          Hecho, te tomo la palabra. — Y sin decir nada más me doy media vuelta decidida mientras Juanant farfulla algo de que no le he contado mis planes y eso es trampa. "La edad es un grado, pequeño..."

Paso por mi habitación para coger algo de ropa limpia y retocarme un poco el maquillaje, sin duda el laaaaaargo día me ha pasado factura, lo del retoque pasa a un segundo plano porque con un simple retoque no haría nada, necesito chapa y pintura urgentemente, pero como no quiero hacer esperar a Raúl decido hacer justo lo contrario. Me limpio los restos de maquillaje con un disco de algodón y un limpiador facial, me amarro el pelo en un moño alto despeinado y me echo un poco de base hidratante. Termino con unas simples rayas de lápiz negro, rímel y los labios de un rojo básico.

La habitación 125 se encuentra al final de un largo pasillo semicircular. Me dirijo hacia la suite segura pero cuando veo el número sobre la puerta de madera lacada en blanco el corazón se me dispara dentro el pecho. "¿Pero qué coño estoy haciendo? Si podría ser su madre". Las dudas me asaltan ferozmente. Lo mejor será darle las gracias y declinar su generosa oferta, ¿a quién pretendo engañar? Toco tímidamente con los nudillos pero nadie abre...

Por todos los santos, soy una viuda de cuarenta años con tres hijos... con el cuerpo surcado de mil estrías por los embarazos, con los pechos caídos por la lactancia, con mis omnipresentes cartucheras... soy una mierda y encima llevo todo el día viendo modelos en bikini de alturas de infarto y cuerpos de quitar el hipo... Al lado de ellas no llego ni a hobbit de la Tierra Media, y eso lo sé muy bien porque a mi Adri le dio una temporada por hacer maratones de películas del Señor de los Anillos, los fines de semana en el salón de casa con sus amigos esos los raros, frikis, como los llaman ahora, terminé de enanos y de orcos hasta la coronilla, menos mal que por lo menos salían esos rubios serios tan guapos y el otro tiarrón moreno...

Como la puerta no se abre, decido que Raúl habrá encontrado otra más joven y más guapa que yo, cosa que no es difícil, y se habrá entretenido por ahí. Bueno, yo con lo de anoche me doy por satisfecha, es mucho más de lo que hubiera imaginado, aunque eso no impide que una gota de tristeza se instale en el centro de mi pecho y se empiece a formar un nudo en mi garganta, por muy vieja y madre que sea, a nadie le amarga un dulce y más del calibre de Raúl... Bueno, otra vez será...

Decido dar media vuelta y marcharme a mi habitación dónde rumiaré en silencio este contratiempo. Tal vez me dé, igualmente, un baño y pida la cena, así al menos me resarciré cuidándome a mí misma.

Antes de irme, instintivamente, acaricio la fría y suave superficie de la puerta con pena y, sorprendentemente, la puerta se abre sola. El corazón de nuevo se desboca en mi pecho y no puedo evitar sentir que de alguna manera que desconozco la he cagado.

-          ¡Hola! ¿Qué hago? ¡Mierda! ¡Hola! Pero qué coño digo si no habrá nadie. Susana, piensa, joder, piensa...

Sin querer veo pétalos rojos de rosa esparcidos por la pulcra moqueta beige y se me encoje el corazón. La habitación estaba preparada pero parece que Raúl no está esperándome según me dijo. Esto no ayuda, sigo indecisa. No sé si será buena idea entrar, mira que si me encuentro algo que no debería ver o está pasando algo que no debería pasar o yo que sé... "¡Mierda!"

Mientras discuto conmigo misma en plan Gollum (otro que me sé por el mismo motivo que ya os he contado antes) mis pies han traicionado a mi consciente y han decidido introducirse en la habitación siguiendo la estela de pétalos de rosa como si estuvieran llevados por una magia extraña, tipo el flautista de Hamelin... La verdad es que nunca me había pasado algo así, nunca nadie ha hecho un camino de pétalos de rosa para mí, porque supongo que son para mí, los cuales no solo me parecen preciosos sino que dan un aroma exquisito a la amplia estancia.

Es una zona de recibidor lujosamente decorada, todo en tonos beige y nacarados, los muebles en vengué contrastan con la decoración aportando un toque sofisticado. Los pétalos conducen hasta un aparador dónde veo un sobre apoyado contra una caja, todo del mismo tono de rojo de los pétalos. Los voy a abrir, sé que los voy a abrir, no me puedo resistir. Me siento como Alicia en el país de las maravillas. No sé desde cuando soy tan cotilla, pero me prometo a mí misma que en cuanto mire lo que hay dentro saldré de allí como alma que lleva el diablo, y muy probablemente, después tenga que buscar un cura para confesarme por mis pecados...

Con manos temblorosas abro en primer lugar el sobre y veo un papel del mismo color que el sobre escrito con letras negras:

"Mamita, espéreme en la bañera solo

con esto puesto... La deseo".

Lo primero que siento es que soy tremendamente gilipollas, porque a no ser que Raúl vaya llamando a todas "Mamita", cosa que por otro lado no dudo... ¡ESTA NOTA ES PARA MÍ! Lo segundo que hago es abrir la caja y descubro varios collares largos de perlas blancas y algunos cortos. Automáticamente se me encoge el estómago. Tengo que releer la nota varias veces no tanto para entender, sino para asimilar el significado. "En serio, ¿esto me está pasando a mí?"

No es que me parezca raro, es que me parece imposible que un joven y guapo mulato, simpático y con sonrisa de infarto, con el que he retomado casi por arte de magia toda mi actividad sexual perdida en los anales de la historia, gracias al cual tengo unas deliciosas agujetas hasta en las pestañas, subdirector de estas magníficas instalaciones, me invita a pasar con él una noche en la suite más lujosa de todo el hotel y me pide que lo espere en la bañera ataviada únicamente con perlas... Es una visión tan exótica que me sorprendo a mí misma humedeciéndome solo de imaginarlo.

Debo estar soñando o me he muerto y esto es el paraíso, porque de otra forma no me lo explico. De cualquiera de las formas no pienso perder el tiempo. Si es un sueño, para qué contravenirlo y si he muerto, a quién le importa lo que haga. Así que sin pensarlo ni un segundo, atravieso el amplio umbral y llego a un salón con barra americana que debe ser como dos veces mi piso. Al fondo veo una puerta corredera doble y pienso que debe ser el dormitorio y efectivamente así es.

La estancia es tan lujosa que impresiona. La cama enorme y con dosel de gasa blanca está situada a mi izquierda. Al fondo toda la pared de la estancia es de ventanales a través de los cuales veo la tormenta. Me resulta raro que no estén tapiados, pero en el fondo lo agradezco porque me encanta ver los relámpagos y la fuerza del viento, es como si pudiera sentir su fuerza revitalizándome. Justo delante de éstos hay un jacuzzi lleno de burbujeante y cálida agua que cambia rítmicamente de colores y que empaña un poco el vidrio del ventanal. Y a mí derecha, justo  al otro lado de la habitación veo una puerta que da un lujoso baño de mármol blanco y griferías doradas. Toda la estancia está inundada por una música suave e insinuante que hace que se me erice toda la piel. "Ay, Juanant, ¡voy a pedir tu canonización al Papa Francisco!"

Sin pensármelo dos veces, me quito toda la ropa y la echo sobre una banqueta vintage capitoné en piel de melocotón blanca que hay junto a un lujoso sinfonier, a la izquierda de la cama. Sin bacilar, me pongo los collares largos en el cuello, alguno con doble vuelta y los cortos los reparto entre mis tobillos y mis muñecas, no puedo evitar una malévola sonrisa que se me corta de repente al sentir el frío tacto de las perlas contra mi piel que hace que un escalofrío me recorra y los pezones se me endurezcan al tiempo que dejo escapar un leve jadeo. No es la única reacción que percibo, el estar a la expectativa de la llegada de Raúl, hace que la anticipación me aguijonee entre los muslos y empiezo a sentir un inusual estado de calor y anticipación. Me siento muy sensual cubierta de perlas, sin duda este chico sabe lo que hace...

Me siento en el borde del jacuzzi e introduzco ambos pies a la vez. Toda la piel se me eriza ante la suave caricia de las cálidas burbujas. La estupenda pedicura con las uñas pintadas de rojo contrasta con el brillo nacarado de las perlas. Me inclino sobre mis rodillas y hundo también las manos en el agua, las uñas de las manos las tengo a juego, me siento como una diosa de la sexualidad. Es una sensación agradable y reconfortante. Los collares se despegan de mi pecho y entran en el agua, siguiendo el baile que le marcan las burbujas. Me paso las manos mojadas por el cuello, los hombros y la nuca, me incorporo haciendo movimientos circulares con la cabeza para aliviar la tensión del día y fugaces gotas de agua resbalan por mi busto jugando a sortear las sugerentes perlas al tiempo que trazan caminos de pasión en mi sobreexcitada piel.

Resulta tan agradable estar disfrutando de este momento de intimidad aunque daría lo que fuera, porque Raúl estuviera aquí y fueran sus fuertes manos las que aliviaran toda la tensión acumulada. Sin darme cuenta, imagino que son sus dedos los que me tocan y un rayo alcanza mi entrepierna. Lo imagino bajando sus manos por mis pechos surcados por decenas de perlas que rozan mis excitados senos a cada leve movimiento y me acaricio a mí misma en su nombre entrando de lleno en un trance sexual que me hace cerrar los ojos y arquear la espalda en busca de una liberación que me temo aún no va a llegar...

-          Mamita, es usted la más preciosa ninfa del agua... - Me ruborizo y bajo mi mirada justo cuando los brazos de Raúl de rodean desde atrás. — No se avergüence de acariciarse a sí misma, yo mismo no he podido dejar de pensar en su piel en todo el día...

Raúl se arrodilla detrás de mí posando sus labios en la curva de mi cuello y ladeo la cabeza dejándole mejor acceso. Mil escalofríos me erizan la piel y todos ellos pasan por el centro de mi deseo. Es una sensación demasiado intensa. Sus expertas manos acarician mis muslos arriba y abajo, al tiempo que busco con avidez su boca. Nuestras lenguas salen al encuentro en un cruel y lento baile de mimos y caricias mudas, de sensaciones prohibidas y juegos compartidos.

-          Mamita, acaríciese para mí mientras me quito la ropa...

Es una proposición atrevida pero me parece justa. De manera que Raúl se separa de mí y empieza a quitarse la ropa brutalmente lento al tiempo que yo me giro y me sumerjo en las aguas quedando en el centro del jacuzzi de rodillas. No aparto los ojos de la ardiente mirada de Raúl, cuyo simple contacto visual ya resulta ardiente pero si le sumo que me estoy pasando la punta de los dedos por la cima de mis senos al tiempo que juego con las perlas, pues resulta tan explosivo que a duras penas puedo evitar jadear por la anticipación. Me muerdo el labio inferior cuando veo que Raúl se baja al mismo tiempo los pantalones y los bóxers, dejando libre su gloriosa erección, está más que dispuesto y armado para la guerra que lasciva le declaro con mis gestos y mi oscura mirada.

Raúl se introduce en las aguas y siento que la temperatura ha subido mil grados más. "¿Será posible arder dentro del agua?" Con un brazo rodea mi cintura, mientras que dirige el otro al centro de mi pecho y coge todas las perlas de un solo puñado, atrayéndome sin vacilación hacia él y dejándome a horcajadas sobre su regazo. Estoy que ardo, necesito aliviar todo este fuego interno que amenaza con destruirme. Y dirijo impudorosa mis temblorosas manos hacia su excitación que me recibe con un ronco gemido.

Él se pierde en mis pechos haciendo que mi fuego se extienda hasta hacerme perder la respiración. Yo me pierdo en su erección y sin esperar ni un segundo más me elevo agarrada a sus hombros y me dejo caer lenta y pausadamente a lo lardo de toda su virilidad, rodeándolo con mi anhelante y más que dispuesto sexo. Siseantes gemidos salen de su dulce boca...

-          Mamita, eres fuego, puro fuego...

Sus palabras me elevan y me calientan, me hacen sentir deseada y poderosa de manera que comienzo con un cadencioso vaivén que nos hace empezar una lucha sin sentido entre seguir respirando o abandonarnos del todo al mundo de los sentidos. Las manos tocan, las lenguas lamen, nuestras pieles se buscan a mitad de camino.

Las sensaciones cada vez más intensas nos van arrastrando hacia el conocido y delicioso precipicio. Raúl eleva sus caderas al encuentro de las mías haciendo que el centro de placer se sobre estimule y tiemble.

-          Aguántalo, Mamita, aguántalo...

-          Raul...

-          Suave, Mamita, suave...

Sus palabras, su dulzura, su delicadeza, su sensibilidad. Él es un todo. Un todo que hace que todo lo demás desaparezca.

Abrazados, estimulados, sudorosos, mojados, húmedos, excitados llegamos al borde del clímax el cual se desata cuando juntamos nuestros receptivos labios al tiempo que trazo profundos círculos sobre la ascendente y receptiva cadera de Raúl que me muerde y saborea de esa forma tan sólida y caliente.

Cabalgamos el orgasmo sobre oleadas de un delicioso placer que se derrama entre nosotros y así, abrazados, jadeantes y exhaustos, saboreamos las mieles de nuestro particular paraíso terrenal...

Continuará...

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