Uno.

Universo alterno. Esto es un fanfic sobre dos futbolistas (ficticios) en un mundial de fútbol (inventado) que casualmente se llaman, lucen y juegan igual que un portero mexicano del Salernitana y un delantero argentino del PSG (PERO NO SON ELLOS, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia).
O eso es lo que diremos en el juicio.

No pero, en serio, esta es una historia falsa escrita por fans sin ninguna intención de ofender a nadie.
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🥅

Uno pensaría que, después de tantos años entrenando, luego de haber estado presente en la selección por cuatro mundiales seguidos y prepararse día y noche, hábito tras hábito, sudando disciplina y cargando con el peso de una nación que deposita su confianza sobre tus hombros cada cuatro años desde el 2006... tendría esos nervios dominados. Que para él los gritos de la gente, vibrando en su pecho y sordeando sus oídos se habrían convertido en algo habitual, como lo son los aplausos para un artista, los flashes para un modelo, el tráfico para un chilango.

¿Pero no sientes tú algo diferente al comenzar a cantar «mexicanos al grito de guerra...» antes de un partido a cuando lo hacías cada mañana en la primaria? Allá lo interesante era ver al desnutrido desmayarse frente a la escolta, aquí el himno te identifica, te representa, te mueve.

El deporte más popular del lugar donde creció, con un puesto vital en la alineación, los ojos bien puestos en sus manos cada vez que el balón se acerca a la portería que debe defender con todo lo que tiene.

Con cuatro años desde aquellos cuartos de final, en su quinta Copa del Mundo y el primer partido de la selección mexicana empatado, lo reconoces; No, no se ha convertido en algo habitual.

La bienvenida del equipo a Catar, en su partido contra Polonia, le dio sólo una probada de lo que esta copa tenía para ofrecer y no dudó en demostrarle y recordarle al mundo de lo que estaba hecho el portero al que con tanta emoción comenzaron a llamar magistral desde su preciosa participación en el mundial de Brasil 2014, desde entonces atrayendo sin esfuerzo el foco hacia él y con ello la atención de aquellos más influyentes personajes del fútbol.

Pero ahí, el segundo partido de la selección en Catar, el entendimiento de todo lo que está confiado en tus manos lo golpea en el rostro cual ráfaga de viento—. Ey, Memo —le habló el Chucky Lozano—. Tú tranquilo, guapo. Ya todo México te ama con la atajada de la otra vez. Tú siguele como vas.

Agradeció que el comentario le hizo relajarse, desviando su mente de la presión pre-partido. Algo que nunca fallaba en levantarle los ánimos es saber que tiene el apoyo y la admiración de la afición, especialmente después de un partido. Se acercó a Hirving palmeando su hombro amistosamente y habló—. Sí, cierto, ¿vamos por los octavos de final o qué?

—¡A huevo! —saltó en su lugar para abrazar a Memo por encima de los hombros.

A diferencia de mundiales pasados, en donde más bien se sentía como una avalancha enviada para tirarlo, ese día Memo estaba extrañamente despabilado. Ablandó lo que quedaba de su ansiedad en el calentamiento y luego puf, sacudió el cuerpo, tomó un sorbito de agua y respiró hondo para apaciguar los fuertes latidos de su corazón.

«Con todo, Memo, con todo» escuchaba cada que alguien tenía la oportunidad de hablarle. En otras circunstancias Ochoa recordaba su interacción con el equipo albiceleste con mucha emoción, pero eso fue hace diez años. Hoy solo de ver al jugador estrella de Argentina, a quien había llamado el mejor del mundo en una publicación después de conocerlo en 2012, se le revolvía el estómago y podía sentir como su desayuno amenazaba por volver desde donde entró. «Pinche Mundial, vamos contra Argentina... ¡Argentina, mamón! Y tú no dejas de moverte como puberto a punto de declararse. ¡A darles con todo, hombre!» se decía a él mismo. Porque, a la madre, es el primer omega en llegar hasta la selección de fútbol de México, el primer arquero mexicano en Europa, considerado por muchos como el mejor portero en la historia de su país y todo porque no cedió a las críticas, al malinchismo, las burlas y se valió de sus habilidades, un chingo de entrenamiento y mucho del hermoso arte milenario azteca llamado y que te valga verga, tú hazlo. Juan Escutia estaría orgulloso de lo valiente y aventado que salió retórica y literalmente el portero de la selección.

Pero... ¡Argentina, mamón! En pinche fase de grupos. Claro que estaba nervioso, por mejor portero que fuera, el fútbol se gana con goles. Él defendería la portería lo mejor que pudiera, pero necesitan anotar para evitar ser eliminados y continuar a los octavos de final, como en todos sus mundiales pasados lo habían hecho.

⚽️

Confiarse estaba mal.

Y esa era la ley primera.

Todo aquél que vive un deporte del mismo modo en el que respira el aire lo sabe; subestimar al contrincante puede llevarte, sin mucha dificultad, a la derrota.

Y si tan metido lo tenían en la cabeza, ¿cómo es que habían cometido el garrafal error de haber perdido contra Arabia Saudita? ¿Cómo es que pretendieron demasiado para terminar entregando tan poco? ¿Quién los mandó a otorgar solo un ápice de su fuerza cuando pudieron haber dado más? La respuesta dependía de a quién le preguntases, pero la teoría principal recaía en el ego que a veces podía florecer de maneras contraproducentes.

Y Messi no pensaba volver a tropezar con la misma piedra. Ninguno del equipo pensaba hacerlo. En todos palpitaba el deseo de enmendar los errores cometidos en el anterior partido, la sangre les hervía de tal manera que calentaba sus cuerpos sin mucho esfuerzo.

Con México tenían que darlo todo. No podían continuar en aquella senda de negativas vibras, ese era su momento de dar la vuelta y elegir el sendero correcto. Pero solo podía cumplirse si daban lo mejor de sí.

Mientras se formaban para salir al campo, con el equipo contrincante al lado, Messi no pudo evitar perder esa concentración que tanto lo caracterizaba cuando se sumía en la bruma pre-partido; algo en el aire llamaba su atención, un aroma que destacaba entre todos los que podían especificarse en el aire.

Le dio un rápido vistazo a la fila contraria, con aquella fragancia tirando de él como un gancho se aferra a la boca de un pez con mala suerte. Sus ojos se posaron en el arquero de México, Memo Ochoa, y ahí se quedaron por infinitos segundos, como si ya nada pudiera hacerlo apartar la mirada de aquél hombre que no le prestaba atención.

Pues, claro, Memo estaba muy ocupado conversando consigo mismo como para percatarse de que había robado la atención del famosísimo Lionel Messi (más de uno lo hubiera golpeado en la cabeza por esta acción tan extraña, ¡pero, es que los nervios...!). El argentino lo escaneó lo más rápido que pudo preguntándose cómo no se había percatado antes de lo atractivo que le parecía y esperando que nadie se percatara de aquél instante fugaz en el que bebió aquellos rulos salvajes, los oscuros ojos abarrotados de brillos que aparecían y morían como estrellas en el espacio y... vaya, aquellos labios finos con forma de corazón que destacaban en las facciones como una atracción principal. ¿Qué re carajos? Sabía que el arquero de México se veía bien, pero sumado a esa fragancia natural y esos nervios totalmente visibles bañándole el rostro... la puta madre.

Si bien procuró alejar su atención del portero ajeno tan pronto como pudo, no pasó desapercibido; Enzo Fernández y Julián Álvarez se miraron al mismo tiempo, conectando al instante luego de haber sido espectadores de un acto un tanto peculiar.

Julián preguntó con la mirada, Enzo sonrió y se encogió de hombros.

Y Messi, que no notó este intercambio de gestos entre sus compañeros, se dirigió hacia Guardado, uno de los jugadores de México.

—Eh —lo llamó, sin saber muy bien cómo dirigirse al jugador; hacía mucho que no hablaba con él y no estaba seguro de si había alguna hostilidad en el ambiente. Por su parte, Messi siempre mantenía un perfil sereno y amistoso, no se dejaba llevar por la violencia, pero años de experiencia lo llevaban a mantener la guardia alta. Se inclinó un poco hacia Guardado, procurando no necesitar su voz en un tono alto.

Guardado se volvió hacia Messi.

—Eu, ¿él? —preguntó el argentino, girando un poco la cabeza hacia Ochoa, conocía quien era y claro que lo recordaba de antes, pero al ver la G antes de Ochoa en su camiseta, se dio cuenta que no recordaba su nombre—. El de rulos, Ochoa... —agregó al ver a Guardado levantar una ceja.

Andrés sonrió ante la falta de palabras del delantero argentino ante el encanto del portero de su equipo—. Guillermo. Paco Memo pa' la banda.

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Fanfic escrito en colaboración con viajeestelar  uwu, una wachita rika de argentina + una mexicana hot = un fanfic funable de fútbol pero que por la ship lo vale.

También, si alguien de aquí le hace a los tiktoks– a nosotras nos gustan mucho de esos ( ) nos ayudarían un montón con uno de esos edits perrones que nos salen en fyp <333

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