Siete.

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Contuvo la respiración y le rogó a todos los dioses que el Tri tuviera la decencia suficiente para esperar a que Messi se alejara de los vestidores para comenzar a hacer su escándalo. Leo apenas salió y él, al mirar a los jugadores golpeándose con emoción, mirándolo pícaros y conteniendo risitas, Memo intentaba hacerlos callar hasta que Gallardo se asomó por la puerta y al volver anunció—: ¡Ya se fue, hombre! ¡Cuenta, cuenta!

Y a partir de ahí se dejaron venir los silbidos, las toqueteadas juguetonas y empujones insistentes—. Ya, ya pues —intentaba apaciguar Memo, sin éxito.

—Son novios, son novios —comenzó un cántico que pronto siguió como un coro mal afinado en el vestidor—, ¡se besan sus bocas, se pasan el chicle, SE TOCAN SUS PARTES!

Carcajadas llenaron el vestidor, pero antes de que recuperaran el aliento, otro continuó—: ¡Y Messi va a probaaaaar el chile nacional! —Memo se rió de cómo incluso se escuchó la forma en que todos tomaron aire para seguirle la bulla a todo pulmón—: ¡Y MESSI VA A PROBAAAAR EL CHILE NACIONAL!

—¡Ya, hombre!

—Ya, ya, pues —calmó Guardado vistiéndose una nueva playera y mirando serio al equipo. Memo ya mero decía gracias, hasta que el capitán mismo se sentó, se cruzó de piernas y abordó el tema de otra manera—: Bueno siéntate y cuéntanos qué rollo con Messi, cabrón —la selección estalló en risas de nuevo. Memo no supo cómo no se había esperado aquello, los argentinos podían ser buenos organizando cantatas, pero nadie les ganaba a los mexicanos en el arte del chisme venenoso, con un mitote bélico.

Memo se hizo como el que no quería la cosa, su curiosidad escuchando a los demás hablar de él le pesaba más—. Al Paco Memo siempre le han gustado chaparritos, ya ves el Canelo —señaló Herrera con una sonrisa, pero cambió el tema rápidamente—. Pero, nombre, ¿te acuerdas de esa morrita alfa que una vez fue a cortarlo en pleno entrenamiento que porque era un vago y un vividor?

—¡Ah, sí! Chale, esa vez si se agüitó —saltó Guardado—. Y luego me acuerdo que volvió con sus hermanos, a rogarle que regresara con ella —recapituló a carcajadas—. Pero eso fue hace un chingo, no mamen, ¿cómo se llamaba ella?

—Bibi —recordó Memo con una sonrisa, pero no se molestó en elaborar acerca de su corta relación con Bibi P-Luche, aunque no había necesidad que él lo hiciera, pues los veteranos del Tri parecían recordarla bien.

—¡Bibi, sí, cierto, la de Ciudad Peluche! —se acordó Héctor—. Era medio rarita la niña.

—Eh, no pero ¿se acuerdan de cuando andaba con Dulce María? —planteó Talavera—. Te cuajaste con esa, cabrón.

—¿Andabas con Dulce María? —le preguntó incrédulo el Chucky, Kevin detrás de él confundido, quizá un poco más joven para ser fan de RBD.

—Se veían bien bonitos juntos —admitió Moreno en un tono que uno usaría para hablarle a un cachorrito—. Nombre, fue un desmadre eso, la neta. Me acuerdo que la Dulce María era bien famosa en esos tiempos y el Memo pa' que te cuento. Duraron bien poquito también —hizo una pausa porque las risas no lo dejaron continuar—, y, nombre, cómo se lo agarraban a carrilla porque pues la morra era beta, viejón —explicó y el largo "ahhh" de comprensión colectiva ofendió a Memo más de lo que admitiría.

—Es que sí, para Memo apenas un machote alfa que le dé la talla y que lo agarre de los chinos si se porta mal —declaró Edson, que se había hecho camino para representar gráficamente cómo debían de jalarle las greñas a Ochoa, ignorando las falsas quejas del portero y revolviéndole el pelo, sobándole la cabeza al soltarlo y antes de abrazarlo.

—¿Y vos te creés que Lionel Messi está de su talla? —el director técnico del equipo mexicano se hizo notar apenas y, con su particular forma de hablar sin pelos en la lengua, comenzó con su agrio discurso post-derrota en el peor momento—. No lo esperaba de vos, Guille, que bajés la guardia por un alfa haciéndote ojitos —reprochó.

Sabían que no era personal, el Tata tenía esa manera de abordar los errores de la cancha con una amargura penosa, pero para la competitividad del mexicano era rarísimo que aunque después de perder de la manera en que lo acababan de hacer, el hecho de haberse olvidado de ello al menos por unos instantes era la perfecta oportunidad de levantar los ánimos. Y ahora se había desvanecido. Ah sí, perdimos.

—No es justo culpar a Memo —protestó Vega, siendo el primero en hablar después de que todos hayan subido la guardia al escuchar el nombre de Memo en la boca del Tata, después de todo el argentino no tenía buena fama en cuanto a su relación y su forma de ver a los omegas. Rumores se esparcían y acciones lo confirmaban.

—Es el único omega del equipo y ellos tomaron ventaja de eso —argumentó Martino—. Tuvieron suerte de que el aroma a omega haya distraído a su máximo goleador todo el primer tiempo.

A nadie le gustaba su forma de decir ese tipo de cosas, pero ¿que podrían decir en su contra? Muchas veces los entrenadores ablandaban su habla al decir cosas que los jugadores no quieren escuchar. El Tata no era uno de ellos, cualidad que terminaba siendo un arma de doble filo.

—Si era una ventaja para nosotros, ¿por qué me diste un supresor? —preguntó Memo tranquilamente, casi en un murmullo.

—Porque es anti-deportivo —no tardó en responder el técnico—, ¿Te creés que te dejaría seducir a un rival en mitad del campo, Guillermo?

El vestidor se hizo de nuevo de gritos y empujones, aunque ahora cargados de indignación. Todos se fueron contra el argentino, con ganas de darle otro ojo morado como el que misteriosamente le apareció poco antes del mundial, pero Memo permaneció en su lugar manteniendo su semblante y mirando en dirección a la enojada avalancha verde, sintiendo el pecho cálido al ver a sus compañeros saltar a defenderlo. Él también tenía ganas de gritarle y llamarlo de mil formas, pero tantos años de lo mismo lo acostumbraron, tristemente, a mantener la calma y no perder los estribos ante ese tipo de discriminaciones. Se volvía demasiado cansado seguir discutiendo después de que ya sabía que aquello no llegaría a ningún lado. «No pasa nada, no es nada personal. El Tata tiene pedos, no es personal».

—Bueno, ya, de todas maneras defendimos bien el primer tiempo y el segundo ya los dos habíamos tomado supresores, entonces puedes culparme y llamarme como quieras, pero el partido no se jugó de ninguna manera inapropiada —alzó la voz Memo, buscando zanjar la discusión—. Si perdimos fue porque jugaron mejor que nosotros —admitió con pena—, pero todavía no estamos fuera, nos vamos a recuperar en el próximo.

Silenciosos asentimientos y murmullos en apoyo por parte del resto de los jugadores acompañaron sus optimistas palabras. Guillermo se volteó, no quería ver más al Tata, pero él, a pesar de que ya ni siquiera estaban hablando de eso, regresó a algo que le llamó la atención más que la positividad de su selección—: ¿Messi también se tomó un supresor antes del segundo tiempo?

Memo no se molestó en siquiera encararlo de nuevo, pero otro jugador contestó la pregunta por él—. Sí, ya no olía a nada. Conveniente, ¿no? Igual y no querían distraer a Memo tampoco.

Ignorando el comentario sarcástico, el Tata se quedó pensativo por un momento y cuando se vio listo para seguir haciendo preguntas, los jugadores ya habían tomado sus cosas y procedían a salir del vestidor.

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Fanfic en colaboración con viajeestelar de una galaxia albiceleste.

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