Nueve.

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Las redes sociales pueden ser clasificadas como un mundo aparte del real; un sitio ficticio donde todos podemos ser y pretender lo que queramos sin que nadie nos ate a las reglas socialmentes ya impuestas. Es la «zona muerta» en la que se puede lanzar una bomba hecha de palabras y nadie puede hacer nada al respecto, mucho menos tomárselo en serio.

Sin embargo, es difícil medir con una vara cuando se arman problemas en estas redes. Se complica mucho la situación cuando no se puede estar seguro de si lo que está sucediendo es real o solo un montón de estupideces que no irán a nada.

Para poner en práctica esta incógnita de si las cosas son en serio o no, se tiene que armar un escándalo, lo cual en internet no es muy difícil. Solo es necesaria una pequeña chispa (como, por ejemplo, un malentendido) para que el internet hiciera lo que mejor sabe hacer: explotar.

Y en medio de un evento como el Mundial de Fútbol, donde la mirada de millones de personas estaba puesta en un bajo porcentaje de esa población, solo era cuestión de tiempo para que un simple desliz iniciara un incendio. Y todos sabemos que se nos hace sencillo crear algo enorme de una tontería, más cuando se tiene en juego el honor de nuestros países.

Solo se necesitó un video de la selección argentina cantando y festejando su victoria ante México para que las redes encontraran un pequeño detalle que usarían para linchar al conocido Lionel Messi. En medio de la celebración, según muchos, se podía ver al renombrado jugador pateando la camiseta del equipo rival que se le había entregado horas atrás.

Y solo así, medio mundo se quiso poner en contra de Lionel Messi sin siquiera tomarse el tiempo de prestar verdadera atención a lo sucedido.

El odio de los mexicanos no se hizo esperar. «Malos ganadores», «No tienen ningún tipo de respeto por los perdedores», «Argentinos tenían que ser, yo sabía que algo malo tenía que haber en Messi», y así seguía y seguía la larga lista de afirmaciones por parte de las personas que tomaron el video y esa manera de verlo como la verdad absoluta.

Ecuación simple: una camiseta en el piso, Messi la patea, falta de respeto total. Condena por siempre al diez de la selección argentina. Analizar un poco el video para ver lo que realmente había pasado era demasiado esfuerzo por parte de las personas que navegaban en internet y les encantaba sacar todo de contexto con tal de crear polémica.

Llegaron los memes, por supuesto; esa parte de las redes que trata de apaciguar el odio con un poco de humor, aunque a veces terminaba por ser un poco contraproducente. Va haciendo que el tema crezca más y más hasta que llega a oídos de famosos, de personas influyentes y de hombres que no pueden controlar lo que sienten y dicen por redes.

Saúl «el Canelo» Álvarez, un famoso luchador mexicano, ex de Guillermo Ochoa, se unió a la hoguera trayendo consigo un bidón de gasolina. No fue lento a la hora de defender su patria de las supuestas faltas de respeto del jugador diez de la selección argentina, llegando a amenazar con golpearlo, escandalizando a medio mundo en el proceso.

Al mismo tiempo, se armaba otro bando en las redes sociales: las personas que estaban demasiado ocupadas enloqueciendo con las interacciones de Messi y Ochoa como para interesarse en el tema de la camiseta. Es que, ¡Dios!, los dos se habían agarrado ahí en medio de la cancha con las intenciones más que claras y había que ser ciego para no percatarse de la atracción latente entre los ambos.

Todo esto se estaba juntando para generar más odio por parte de Canelo, quien no solo empezaba a detestar a Messi por la falta de respeto hacia México, sino también por Ochoa. No fue difícil que un interruptor se encendiera en la cabeza del luchador.

Suficiente tenía con la humillación que fue haber sido dejado por el arquero poco antes de viajar hacia Catar. Para Memo fue una decisión difícil. Saúl solo había sido derrotado una sola vez poco antes de conocer a Ochoa y dejar de ser un boxeador invicto fue un golpe duro para él, pero Memo estuvo para apoyarlo y desde ese momento se habían hecho inseparables. Mutuamente se esforzaban por sacar lo mejor del otro y sabían perfectamente cómo ayudarse como deportistas.

Años de relación se fueron por la borda cuando, al cambiar de categoría de peso mediano a peso semipesado, el Canelo sufre una dolorosa derrota, la segunda en toda su vida. Memo lo consoló con cariño y palabras alentadoras por días, pero Saúl solo le insistía más y más con un lazo. «Te amo y te quiero conmigo para siempre», le decía, «quiero marcarte y quiero que tengas a nuestros cachorros». Y Memo se sentía tan enamorado y seguro en los brazos de Saúl que estuvo por aceptar, pero el sueño de jugar una vez más por la copa del mundo en representación de su país se acercaba, así que se lo negó. Una... y otra y otra vez.

Cuando este no quiso seguir su plan de vida, cuando se negó a ser marcado y tener los cachorros que Canelo deseaba criar junto a él, comenzaron las discusiones. Saúl siempre había sido un alfa celoso, eso Ochoa lo sabía y aunque tenía claro que no debía, aprendió a vivir con ello. Pero esos últimos meses Saúl se tornaba insoportable. Quería saber dónde y con quienes estaba todo el tiempo, lo visitaba sin avisar en los entrenamientos y lo confrontaba incluso por la más mínima interacción con otro alfa.

Guillermo intentó tenerle paciencia, pero tampoco dudó en dejarlo ir cuando los celos del otro le hacían mostrarse agresivo y alegaba cosas en contra de él. «Seguro que no quieres que te marque porque has de andar de puta con algún cabrón por ahí, ¿verdad?». Por más que lo quisiera, por mucho tiempo que hayan estado juntos, por tanto que le doliera dejarlo, Guillermo no iba a permitir que le hablara así. Ese día fue la gota que derramó el vaso, se marchó y, con el orgullo del Canelo, sabía que no lo detendría. Se separaron cinco meses después de su derrota, dos antes del mundial. Saúl arrepentido de sus palabras sin saber cómo enmendarlo sin dañar su ego, soñando en cómo Memo había rechazado tantas veces la propuesta de formar una familia con él.

¿Y qué? ¿Acaso con el enano ese de Messi sí quieres? ¿Con él no hay problema de ser visto frente a miles de cámaras mientras comparten momentos poco amistosos, cuando a mi apenas me permitías unos cuantos besos frente a la prensa?

Eso haría rabiar a cualquiera, especialmente al luchador, quien carecía de filtro a la hora de utilizar sus redes sociales para dejar bien en claro lo que pasaba por su cabeza.

Aún con toda la historia detrás, para los argentinos ajenos al cotilleo nacional mexicano, era difícil buscarle una explicación lógica a lo que estaba pasando.

—Pero, ¿a este qué carajos le pasa?

La pregunta hizo que toda la selección moviera su cabeza hacia De Paul, quien sostenía su teléfono en alto para que pudieran ver a lo que se refería; en la pantalla se mostraban los tuits escritos por el luchador mexicano, donde dejaba bien en claro que estaba públicamente amenzanado a Lionel Messi con golpearlo.

Todos iban reaccionando poco a poco; abriendo los ojos, levantando las cejas, riéndose y haciendo expresiones de burla.

—Hay que estar al pedo para andar diciendo esas pelotudeces —dijo Dybala, poniendo los ojos en blanco y soltando una risita.

—Y hay que querer hacerse ver para tener que meter a Leo en ese tipo de boludeces —agregó De Paul—. Seguro nadie le da bola y quiere un poquito de fama. Se re nota.

—Se re nota que no sabés nada de box, wacho —habló Lautaro, notándose más preocupado que cualquiera—. Ese señor debe estar, al menos, entre los cinco mejores boxeadores del mundo.

«Fama no es lo que busca, entonces» pensó Messi. Sí, bueno, admitiría que fue un descuido tonto dejar que la playera del rival se le resbalara de entre sus cosas hasta terminar en el suelo. Incluso condenaba el haberse distraído festejando y cantando con la escaloneta como para no fijarse que al quitarse los tenis la había empujado. Pero, ¿de verdad había cometido una ofensa de tal calibre a todo un país por esa inocente errata?

Solo había una manera de saberlo con certeza y, por suerte, apenas había averiguado dónde se hospedaba y el horario de entrenamiento de aquel equipo que podría resolver su duda.

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Aunque sabían que el tema era más o menos serio, el equipo mexicano no se lo tomó como tal. Como era su costumbre, abordaron el asunto riéndose y molestando todavía más al omega del momento, al centro de polémicas y de quien se hablaba aquí y allá por todo el mundo. Y eso que apenas había pasado una noche desde el partido contra Argentina.

"El Canelo vs Messi por el corazón de Ochoa" —recitaba Guardado con las manos admirando la primera plana de un periódico imaginario—. ¡La pelea– ¿o sería partido? ...del siglo!

El balón voló hasta rebotar en su cabeza, risas acompañaron a Andrés cuando se volteó a defenderse de los balonazos del portero. Simularon golpes, manotazos y jalones de pelo hasta que, riendo, los capitanes se abrazaron. Ochoa aún algo incómodo por la extraña situación en la que lo estaba poniendo su ex, pero recibiendo como siempre con una sonrisa la carrilla del equipo—. No mames —acertó a decir, sin saber cómo más reaccionar.

Había dejado de intentar contactarse con Saúl. Se negaba a contestar el montón de llamadas que Guillermo se atrevió a hacerle luego de enterarse de lo que había publicado en contra de su, ahora, alfa. Uf, el pensamiento le hacía estremecer de pies a cabeza. «Mi alfa», no había pasado ni medio día desde que lo vio por última vez y ya estaba ansioso por volver a encontrarlo.

Entonces, como si su hada madrina lo estuviera escuchando, un muchacho que Memo reconoció del equipo técnico se les acercó y, queriendo decirle solo a Memo (aunque los de la selección de chismosos se acercaran para enterarse de todo) avisó—. Llamaron los de Argentina. Dicen que Messi y otros quieren venir de visita ahorita aquí al entrenamiento —anunció y la emoción de los bullies de Memo casi no le permitieron escuchar lo siguiente—. ¿Qué les digo?

—'Ta bien —dijo Memo intentando quitarse de encima a Edson, Vega y el Chucky mientras se mantenía en equilibrio evitando los empujones de quienes no alcanzaban a palmearlo con emoción—. Que vengan.

—Iiiiiiiihh —se escuchó en coro. A Memo se le escapó una risa. Quisiera decir que le sorprendía ver a tantos hombres adultos comportarse como niños, pero la verdad es que no lo hacía. Lo que sí le sorprendía era el hecho de que sus expresiones, la forma en que se burlaban de él por ser cortejado y cómo se emocionaban por su relación con Messi de verdad lo estaba poniendo nervioso. Como niño.

—No me vayan a hacer "iiiiih" delante de él, culeros —amenazó con falso enojo, bajando la mirada con la excusa de encontrar el balón que le había tirado a Guardado. Era lo malo de ser alto, aunque agachara la cabeza, los demás aún podían ver su sonrojo.

Las feromonas de Memo transparentaban su emoción por volver a ver a Leo y, para el equipo, aunque acostumbrado a su aroma, maripositas revolotearon en sus estómagos al notar a Memo ilusionado, feliz. Hasta entonces se calmaron con sus comentarios burlescos y, por instinto, se relajaron alrededor de su aroma—. ¿A los argentinos también les gustarán las picagomas?

—El de las picagomas es Diego —se apresuró Edson—. Ya habíamos quedado que Memo huele como a sandía con tajín y el Chicharito a agua de horchata ¿se acuerdan? —alegó y una ola de "ahhh, sí" coincidió con sus palabras—. Diego habíamos dicho que era picagomas, o rellerindos... o pelón pelo rico. ¡O no, ya sé! Skwinkles.

Otra tanda de iiiihs, chiflidos, empujones y palmadas se dejaron caer sobre, ahora, Edson—. ¡Escuincles los que le quieres hacer, más bien! —molestó Vega—. Nombre, ¡hasta se te hizo agua la boca, cabrón!

Aprovechando que la atención se dirigió hacia otro, Ochoa se escapó de esa bolita para refugiarse en la banca. Bebió un poco de agua y se levantó para dar unas vueltas a la cancha trotando hasta que, sin siquiera verlo, supo que Messi ya estaba ahí.

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Fanfic en colaboración con viajeestelar , experta de primera mano sobre funas.

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